005. una noche inolvidable
Winter estaba manejando a gran velocidad por las calles de Las Vegas, alejándose del centro. Iba esquivando coches y colándose entre éstos, haciendo que yo tuviera que ir bien agarrado de ella, muerto de miedo por si no evitaba alguno de aquellos coches y nos chocábamos. Ya alejados del lujo y la atracción turística de la zona central de la ciudad, nos adentramos en un barrio más decadente. Winter no tardó mucho más en detener la moto, haciendo que yo agradeciera a Dios y a quien hiciera falta por haberme mantenido con vida durante aquel infernal trayecto. Winter se quitó el casco y lo guardó bajo el asiento de nuevo, luego tendió su mano para que yo le diera el mío. Me lo quité con algo de dificultad, ya que me sentía algo mareado.
— ¿Tienes hambre? – preguntó, poniéndose en camino hacia algún lugar.
— Uhm... ahora mismo no mucho, la verdad – murmuré.
— ¿Estás bien? Estás muy pálido – rió.
— No estoy acostumbrado a ir en moto. Seguro que se me pasa enseguida.
— Madre mía – negó con la cabeza –. Que delicado.
Decidí no responderle, porque tenía razón. Me había acostumbrado a una vida muy acomodada, y aquel paseo en moto me había dejado fuera de juego momentáneamente. Sin embargo, ella estaba perfectamente, ya que se detuvo para que la alcanzara y agarró mi brazo para que lo pasara sobre sus hombros, enlazando una mano con la mía y pasando la que le quedaba libre alrededor de mi cintura.
— ¿Te gustan los hot dogs?
— Sí... supongo.
— ¿Supones? – carcajeó – O te gustan o no te gustan, Harry.
— Sí me gustan, solo que hace mucho que no como uno.
— Ah, claro... debes estar acostumbrado a ostras y caviar, ¿verdad?
— Algo así – asentí.
— Pues vas a probar el mejor hot dog de toda la ciudad – dijo, deteniéndose frente a un pequeño puesto callejero, donde un hombre algo mayor estaba sirviendo a unos adolescentes.
— ¡Winter! – exclamó el hombre cuando los adolescentes se fueron y nosotros nos acercamos – ¿Con quién vienes? ¿Empezando a sentar la cabeza por fin?
— Nunca, Josh – rió ella –. Éste es Harry, un amigo. ¿Nos darías un par de hot dogs, por favor?
— Claro, enseguida – asintió él, empezando a prepararlos.
Mientras esperábamos, noté que la mano de Winter descendía poco a poco desde mi cintura hasta el bolsillo trasero de mi tejano, quedándose ahí, sobre mi culo. Abrí los ojos, todavía sorprendido por la iniciativa que la rubia tenía. Pero no me quejé, para nada. Me parecía buena idea no tener que hacer todo el trabajo por una vez.
— Aquí tenéis – dijo el tal Josh, pasándonos dos hot dogs –. Son $5.
— Muchas gracias – dijo Winter, sacando un billete de sus shorts.
— Hey... déjame pagar a mí – dije, sujetando su muñeca.
— Harry, por favor... son cinco dólares.
— Quiero ser caballeroso.
— No seas idiota, ¿quieres? – dijo, negando con la cabeza, antes de pasarle el billete al hombre.
— Winter no está buscando a un príncipe azul, Harry – me advirtió Josh, entre risas –. No necesitas actuar de ese modo.
— Ya veo... – murmuré.
— Venga, vamos – dijo Winter, poniéndose a caminar de nuevo.
Como cada uno estábamos sujetando nuestro hot dog, tuvimos que separarnos. Tras dar un bocado pude comprobar que, efectivamente, aquello estaba delicioso. Hacía tanto tiempo que no comía algo así que se me había olvidado lo buena que podía llegar a estar la comida basura. De nuevo, seguí a Winter unos pasos por detrás de ella, ya que yo no sabía a dónde estábamos yendo. De pronto, se detuvo en una pequeña calle, así que yo me detuve también. De pronto, dio un salto, agarrando una escalera de incendios. Tiró de ella hasta que ésta llegó al suelo, y luego se puso a subirla. Yo fui detrás de ella sin preguntar, sabía que era mejor no preguntar. De pronto, se detuvo en el cuarto piso y miró alrededor, asegurándose de que nadie la viera, y abrió la ventana de una casa a oscuras.
— Espera... ¿qué haces? – pregunté al verla entrar en la casa.
— Shh, cállate o nos verá alguien – murmuró ella.
— Winter... esto es un delito... invadir una propiedad privada... podrían meternos en la cárcel... – susurré yo, siguiéndola. Entramos en la cocina de la casa. Ella empezó a abrir armarios – ¿¡Qué haces!? – exclamé, intentando mantener un tono de voz bajo.
— Seguro que esto nos es muy útil – dijo, pasándome dos latas de cerveza de la nevera –. Sujétalas.
— Winter, estamos robando. Si nos pillan nos meterán en la cárcel. ¿Estás loca?
— Un poco de vodka también nos vendrá bien, ¿verdad? – dijo, ignorándome por completo, antes de pasarme una botella de vodka y una de tequila que ya estaban empezadas.
Cuando iba a repetirle lo mala idea que aquello era, algo horrible sucedió. Un enorme perro, un husky, de pelaje gris y ojos claros, entró en la cocina, mirándonos como si estuviera a punto de atacarnos. Yo entré en pánico, empezando a balbucear, queriendo avisar a Winter ya que el perro se estaba acercando a ella, pero el miedo me tenía completamente paralizado. Al menos hasta que vi como el perro se alzaba sobre sus patas traseras, apoyando las delanteras en Winter, y empezaba a lamerla.
— ¡Cooper! – exclamó ella, girándose para abrazar al enorme animal – Creo que has asustado a Harry... – comentó entre risas.
— ¿L-le conoces?
— Claro, lo adopté cuando apenas tenía un mes. Estamos en mi casa, Harry – carcajeó ella, encendiendo la luz, haciendo que pudiera ver algunas fotos de ella junto amigos colgadas en la nevera –. ¿En serio crees que te traería a robar a una casa cómo ésta? Solo lo que llevas puesto cuesta más que todo este apartamento junto, Harry. Si fuera una ladrona te habría robado en la habitación del hotel y me habría ido antes de que volvieras.
— Ah... – suspiré aliviado – me habías asustado.
— Tendrías que haberte visto la cara... – carcajeó.
— No ha sido gracioso.
— No para ti – rió, haciendo que el perro la dejara –. Creo que ya tenemos todo lo que necesitamos. Vamos – dijo, señalando la ventana.
— ¿Por qué no hemos entrado por la puerta como la gente normal?
— No me apetecía sacar las llaves – se encogió de hombros –. Venga, deja de ser tan llorón, Harry.
Negué con la cabeza, siguiendo a Winter de nuevo a la ventana por la que habíamos entrado. Entonces salimos de nuevo. Pensé que aquella vez bajaríamos, pero en vez de eso, seguimos subiendo, hasta llegar a la azotea. Algo de lejos podían verse todas las luces y los monumentos más típicos de la ciudad. La verdad es que las vistas desde aquel lugar eran bastante impresionantes.
— ¿Son tus tejanos demasiado caros para sentarte en el suelo? – preguntó, sentándose ella misma en el suelo de aquella azotea, con las piernas a lo indio.
— La verdad es que sí, pero tengo suficiente dinero para comprar otro par mañana – afirmé, sentándome junto a ella.
— Lo decía por que te los quitaras... – susurró, acercándose a mí y poniendo una de sus manos sobre mi mejilla para darme un corto beso.
— Mi ropa interior debe valer casi lo mismo que los tejanos, la verdad.
— ¿Ah sí? Yo ni siquiera llevo ropa interior – comentó, antes de abrir una de las latas de cerveza y darle un largo trago.
Miré hacia ella, sin saber si me estaba tomando el pelo o no. Pero de todas formas me estaba volviendo loco. Winter me pasó la otra lata de cerveza. Hacía mucho tiempo que no bebía alcohol tan barato, así que al día siguiente iba a tener una muy mala resaca. Pero estaba seguro que valdría la pena.
— ¿De dónde vienes? – preguntó, estirándose en el suelo, yo hice una mueca, mirando lo sucio que éste estaba, pero decidí también acostarme junto a ella – Imagino que de Beverly Hills, o algún sitio así, ¿no?
— Beverly Hills – asentí –. ¿Tú eres de aquí?
— Nacida y crecida en Las Vegas – asintió.
— ¿Puedo preguntar algo más personal?
— Claro.
— ¿Por qué trabajas en ese sitio? Con el talento que tienes estoy seguro de que podrías estar cantando en cualquier otro lugar en el que no te hicieran salir en ropa interior al escenario dos noches a la semana.
— El local es de mi tío. Le debo dinero. Cuando mis padres murieron él se encargó de mí y quiere que le devuelva el dinero que se gastó en ropa, colegio, comida... así que me tiene trabajando para él hasta que salde mi deuda – dijo, poniendo los ojos en blanco.
— Eso es injusto.
— No a todos nos sobra el dinero – rió ella, incorporándose para terminarse su cerveza –. ¿Qué canción quieres que te cante?
— ¿Qué?
— Ya te he dicho que no he ido a tu habitación para acostarme contigo, sino para cantarte, como tú me pediste. Dijiste que pagas bien.
— Ah... sí... – asentí, algo descolocado, incorporándome hasta sentarme yo también – No puedo pensar una canción ahora mismo, la verdad. No creo que toda mi sangre esté en el cerebro.
— Puedo notarlo – rió ella, abriendo la botella de tequila y dándole un largo trago –. ¿Te gusta Kings of Leon?
— Sí, claro.
— Está bien, Kings of Leon entonces.
Winter, dio un trago más al tequila antes de bajar la botella, dejándola en el suelo. Entonces, sin más, se puso a cantar 'Use Somebody'. Su voz salía pura, como si ni siquiera estuviera esforzándose por alcanzar aquella variedad de notas, en llegar a aquellos agudos, en hacer aquella voz rasposa para los sonidos más graves. Winter tenía una voz impresionante. Y aquella canción sonaba tan triste en sus labios que por un momento creí que me pondría a llorar. No solo su voz era increíble, sino que su interpretación de la canción era conmovedora. Me dejó sin palabras. Cuando terminó la canción, se giró hacia mí, esperando un comentario, sin embargo, no pude hacerlo. Estaba intentando buscar las palabras para decirle lo maravilloso que había sido aquello, cuando ella se sentó a horcajadas sobre mí.
— Quiero tener sexo contigo, Harry Styles – susurró sobre mis labios, rozando los suyos, que tenían sabor a tequila.
— ¿Aquí? – pregunté, llevando mis manos hacia su culo.
— Sí. Aquí. Ahora.
Sin decir nada, o dejarme decir nada, Winter me empujó hasta que volví a quedar estirado en el suelo. Agarró mis mejillas con fuerza y empezó a besarme. Yo tenía que empezar a ponerme las pilas, no podía dejar que fuera ella quien llevara toda la iniciativa. Así que deshice el nudo de la camisa que llevaba atada alrededor de su cintura, mientras ella me quitaba el cinturón. Sabía que no debía hacer aquello, no había sido infiel a Erika nunca. Pero Winter era demasiada tentación para mí.
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