002. la voz de winter rose

Cuando entrábamos al bar que yo había elegido, el olor a alcohol nos azotó con fuerza. El lugar estaba lleno de gente, la música sonaba alta, y las camareras se paseaban con poca ropa sirviendo copas. Yo me acerqué a una de ellas, diciéndole mi nombre, así que nos llevó hasta una mesa justo enfrente del escenario, que tenía un pequeño cartel de "Reservado" que ella quitó cuando los chicos y yo tomábamos asiento.

— ¿En serio, Harry? – bufó Louis, cruzándose de brazos – Venimos a Las Vegas y en vez de ir a un casino tenemos que venir a un bar musical.

— Cuando veas a las cantantes lo entenderás, Louis – reí yo, antes de girarme a la atractiva camarera, pidiéndole una botella de champagne, la más cara que tenían –. Luego podemos ir a un casino. La noche es joven, tenemos todo el fin de semana por delante para desmadrarnos.

— Más te vale que valga la pena – afirmó él, amenazante.

Yo solo reí, sabiendo que mi amigo se acordaría de mis palabras. Poco después, la misma camarera volvió a nuestra mesa, trayéndonos la botella de champagne y sirviéndolo en varias copas. Yo le agradecí y le di un billete de $50 como propina, lo cuál ella agradeció con una risita coqueta y una caricia en mi brazo. Yo le guiñé el ojo y luego me volteé hacia mis amigos, alzando mi copa para hacer un brindis con ellos.

— Por una fin de semana memorable – dije.

— Y por olvidar la mayor parte de éste por el alcohol – añadió Louis, riéndose, antes de que los cuatro bebiéramos de nuestras copas.

Después de cuatro botellas más, mis amigos estaban muy borrachos. Y yo también. Y cada chica que salía a cantar justo enfrente de nosotros nos atraía más. Quizás lo ebrios que estábamos tenía algo que ver. Pero también lo buenas que ellas estaban. Además, los que llevaban el local sabían cómo montárselo, y hacían que cada mujer fuera más atractiva que la anterior, solo para que te quedaras hasta el final. Y eso hicimos, quedarnos hasta el final, cuando el pianista se levantó para presentar a la última cantante de la noche.

— Caballeros... si creían que esta noche estaba terminando... no saben cuán equivocados están. Esta noche no ha hecho más que empezar. Preparen ahora sus ojos y oídos para nuestra más maravillosa flor, aquella que siempre os mantendrá calientes... un aplauso para Winter Rose.

Y entonces, apareció.

Una mujer rubia, de piel blanca como la porcelana y ojos oscuros y problemáticos subió al escenario. Su cuerpo parecía estar esculpido por los ángeles, sin embargo más adelante aprendería que ella había sido creada por el mismísimo diablo. Llevaba un vestido de tirantes, de seda negra, ajustado a su pecho y cayendo hasta sus tobillos, pero con una gran abertura en una de sus piernas hasta su cadera, mostrando que probablemente no llevaba ropa interior. La sala de pronto calló, se quedó casi en completo silencio, admirando a la mujer que caminaba con seguridad en sí misma sobre el escenario. Se detuvo frente al micrófono que había en el centro, bajo un único foco. Y, sin más, se puso a cantar. Dejándonos a todos sin habla una vez más. Cantó su propia versión de 'When I was your man', cambiándolo a 'When you were my man'. No solo su voz era especial y capaz de alcanzar notas que parecían inalcanzables, sino que el sentimiento con el que cantaba hizo que mi corazón dejara de palpitar por unos segundos. Cuando Winter terminó de cantar, todos nos levantamos a aplaudir, como si la vida nos fuera en ello. Ella solo sonrió levemente, de manera casi imperceptible y se fue del escenario, sin regodearse en el aplauso o acercarse al principio del escenario para saludar y recibir propinas de sus admiradores, como las demás cantantes hicieron.

El final de aquella actuación significaba que teníamos que irnos, ya que el bar iba a cerrar. Así que mis amigos y yo, después de quedarnos sentados unos minutos para terminar nuestras copas, nos levantamos para salir. Siendo los últimos en el establecimiento. Justo cuando íbamos a salir, vi a aquella chica, Winter, sentada en la barra. Me lamí los labios y les pedí a mis amigos que esperaran fuera un momento, ya que debía pagar, aunque todo ya había sido pagado anteriormente. Cuando todos ellos salieron, y yo era el último, allí dentro, me acerqué levemente a la rubia.

— Tu actuación ha sido espectacular – dije, cuando llegué a ella. Winter se giró hacia mí, dando un sorbo a su copa de martini. Sin disimular me miró de arriba a abajo y luego sonrió.

— ¿No eres demasiado atractivo para estar en éste lugar?

— He venido por la despedida de soltero... de un amigo – dije, apoyándome en la barra para parecer más interesante –. Podríamos haber ido a un club de striptease, pero tenemos más clase.

— Oh, así que no queréis que las mujeres que miráis estén solo buenas, sino que también sepan cantar.

— No venimos por el físico – reí, negando con la cabeza –. No voy a negar que todas las cantantes aquí estáis bastante bien... pero las strippers pueden bailar, son elásticas... ese es su atractivo. El vuestro es la voz.

— ¿Así que no crees que soy tan atractiva como una stripper? – dijo ella, frunciendo sus labios en un puchero.

— No te confundas, rubia... te elegiría a ti antes que a cualquier stripper... – murmuré, lamiéndome los labios y acercándome a ella. Sin embargo Winter me detuvo poniendo su pierna, de golpe, sobre mi hombro. Yo admiré con sorpresa la elasticidad de la chica, mientras miraba su pierna desnuda – Oh...

— Buenas noches – dijo, bajando la pierna de mi hombro y dándose la vuelta para caminar hacia el otro lado de la barra, donde ya no había nadie.

— No... – murmuré para mí mismo – Winter, ¿es tu nombre de verdad? – pregunté, viendo como colocaba su vaso vacío en el lavaplatos.

— Sí.

— Estoy en el Hotel Bellagio, mis amigos y yo teníamos pensado ir al casino... pero siempre puedo cambiar el plan si estás interesada.

— ¿Bellagio, eh? Probablemente el mejor hotel de Las Vegas.

— Puedes venir a comprobarlo.

— ¿En serio te piensas que porque trabaje en éste lugar me voy a ir con el primer idiota con dinero que se me insinue?

— No, pienso que una chica atractiva como tú querría irse con un idiota atractivo como yo. Además... no me estoy insinuando – me encogí de hombros –. Ya te he dicho que creo que tienes realmente muy buena voz, y me gustaría oírte cantar más. Si quieres puedo invitarte a unas copas en mi suite, y puedes hacerme un show privado... manteniendo toda tu ropa puesta – dije, alzando las cejas al ver su rostro –, solo quiero oírte cantar. Te pagaré bien.

— Me lo pensaré.

— ¿Te lo pensarás? – arqueé una ceja – ¿Qué significa eso?

— Sé dónde vas a estar, me pensaré tu oferta, veré si tengo algo mejor que hacer esta noche. Y si me apetece, iré a verte al casino del Bellagio.

— Está bien... te esperaré con una copa de champagne.

— No he dicho que vaya a ir, he dicho que quizás.

— Sé que vendrás.

— Buenas noches – sonrió, saliendo de la barra para darme un beso en la mejilla.

— Nos vemos en un rato.

Winter volvió a hacer aquella sonrisa que pasaba casi desapercibida y se dio la vuelta, yendo hacia la puerta de personal. Me quedé quieto, absorto en mis pensamientos, hasta que sentí una mano sobre mi hombro. Me di la vuelta, encontrándome a Louis.

— Vamos, Harry. Ya hemos pedido el taxi de vuelta al Hotel, tenemos ganas de echar algunas partidas de poker. Nos están esperando fuera.

— Sí... vamos.

— ¿Por qué has tardado tanto?

— No funcionaba la tarjeta... pero tenía efectivo – inventé, siguiendo a mi amigo a la calle.

El taxista nos dejó en pocos minutos en la puerta del Bellagio, así que mis amigos fueron directos hacia el casino. Yo les pedí que se adelantaran, parando un momento en recepción para pedir que llevaran una botella de champagne a mi habitación, y la dejaran en una cubitera en el salón. Tras pagar por ello, caminé hacia el casino. Busqué las mesas de poker y ahí encontré a mis amigos, ya sentados mientras hacían sus apuestas. Así que yo fui hacia el bar, pidiendo bebidas para todos, aquella vez pedí whisky, sin hielo. Un camarero fue el encargado de traerlo hasta la mesa de poker en la que mis amigos estaban jugando. Ellos vitorearon al ver llegar las bebidas, por lo que reí y me apoyé en uno de los altos taburetes, sin querer jugar. Mi mirada iba una y otra vez hacia la entrada del casino, esperando ver a Winter. Sin embargo la rubia parecía estar haciéndose de rogar.

— ¿Qué pasa, Harry? – preguntó Niall, casi cayéndose encima de mí en un descanso de tanto apostar.

— Hey... ¿estás bien? – reí, tratando de sujetar a mi amigo, aunque yo no iba en muchas mejores condiciones que él.

— ¿Qué miras tanto? ¿Hay alguna tía buena? – preguntó, mirando hacia la puerta – Oh dios esa morena... – murmuró, irguiéndose de golpe – Voy a hablar con ella.

— ¿Estás seguro? Estás muy borracho.

— Estoy seguro – asintió –. ¿Puedes tomar mi puesto en la partida? Están a punto de empezar.

— Niall no soy muy bueno jugando al poker.

— Lo único que importa es que no seas tan malo como Louis, con eso basta, amigo – dijo dándome una palmada en el hombro antes de encaminarse a la chica a la que le había echado el ojo.

Yo miré de nuevo a la entrada, ya casi sin esperanza de que Winter apareciera. Quizás beber tanto me hacía no ser tan bueno a la hora de ligar. Sabiendo que seguramente no iba a aparecer, tomé el asiento que Niall había tenido y miré al crupier, pidiéndole que me repartiera sus cartas.

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