OO4; consecuencias

un año después...

El bar estaba lleno de risas, voces altas y el constante tintineo de vasos. La música retumbaba en el fondo, lo suficientemente alta como para ser molesta, pero no lo suficiente para acallar las conversaciones.

Jungkook estaba sentado en una mesa al fondo del lugar, junto a dos de sus amigos. Habían decidido salir a tomar algo después de una larga semana de puro aburrimiento, pero Jungkook ahora no podía decir que estaba disfrutando del ambiente como los demás.

Con un vaso de whisky en la mano, miraba distraídamente las luces que parpadeaban en la barra. Su postura era relajada, pero su rostro permanecía serio, casi impenetrable. Sus amigos reían y bromeaban entre ellos, pero Jungkook solo intervenía de vez en cuando con un comentario breve, su voz baja y su tono frío. 

—Jungkook, ¿quieres otra ronda? —preguntó Hoseok, uno de sus amigos, inclinándose hacia él. 

—No, estoy bien —respondió, girando el vaso en su mano. 

—Okay, lueno no pidas más cuando se haya acabado —bromeó Hoseok, riendo mientras se recostaba en su silla. 

Jungkook no respondió. Simplemente se llevó el vaso a los labios y bebió un poco, dejando que el calor del alcohol le quemara la garganta. No era del tipo que disfrutaba este tipo de salidas, pero a veces era mejor que quedarse en casa con sus pensamientos. 

Mientras sus amigos seguían hablando, Jungkook notó un grupo en una mesa cercana.

Eran cinco chicos, claramente más borrachos de lo necesario, y hablaban lo suficientemente alto como para que sus voces destacaran por encima del ruido del bar. 

—¿Qué miras tanto, Jeon? —preguntó Yunjin, su amiga, al notar la mirada de Jungkook. 

—Nada —respondió sin emoción, apartando la vista. 

Sin embargo, no podía ignorar la creciente incomodidad en el ambiente.

Los chicos de la otra mesa comenzaron a mirarlos, intercambiando comentarios que claramente estaban dirigidos a ellos. Jungkook logró escuchar fragmentos de: "¿Qué clase de perdedores vienen aquí?" y "Míralos, parecen niños jugando a ser adultos." 

Al principio, intentó ignorarlos. No valía la pena. Pero cuando uno de ellos soltó una carcajada exagerada y dijo algo más, esta vez claramente sobre Yunjin, la paciencia de Jungkook se agotó. 

—¿Tienes algo que decir? —preguntó Jungkook, girándose en su silla para mirar directamente al chico que había hablado. Su voz era baja, pero cargada de amenaza. 

El grupo de la otra mesa se detuvo por un momento, sorprendido por la confrontación directa del pelinegro. El chico que había hablado, un joven alto, grande, con cabello desordenado y una sonrisa arrogante, se inclinó hacia adelante. 

—¿Perdón? ¿Estás hablando conmigo? —preguntó, fingiendo inocencia. 

—¿Ves a alguien más mirando como idiota? —respondió Jungkook, dejando su vaso sobre la mesa y levantándose lentamente de su silla. 

Sus amigos intentaron intervenir.

—Jungkook, no vale la pena —murmuró Hoseok, poniéndose de pie también. 

—Sí, hombre, siéntate —agregó la peliroja, tirando de su brazo. 

Pero Jungkook ya estaba decidido.

Su paciencia siempre había sido corta, y su temperamento explosivo era conocido por todos. Caminó hacia la mesa del otro grupo, manteniendo la mirada fija en el chico que había hablado. 

—¿Algo gracioso sobre nosotros? —preguntó Jungkook, cruzándose de brazos. 

—Tranquilo, chico —respondió el otro, levantando las manos como si no entendiera por qué Jungkook estaba molesto—. Solo estamos divirtiéndonos.

—¿Divirtiéndote a costa de mis amigos? —Jungkook inclinó la cabeza, su mirada helada—. ¿Por qué no intentas decirlo otra vez? Pero esta vez, frente a mí.

El grupo del otro chico comenzó a murmurar entre ellos, algunos incluso retrocediendo ligeramente. Pero el chico alto no parecía dispuesto a retroceder. 

—Relájate, no estaba hablando en serio —dijo con una sonrisa burlona—. Eres demasiado sensible, amigo.

Jungkook dio un paso más cerca, acortando la distancia entre ellos.

—Dilo otra vez.

El ambiente en el bar cambió. Las risas y las conversaciones alrededor comenzaron a disminuir a medida que la atención de la gente se dirigía hacia ellos. Los amigos de Jungkook intentaron tirarlo hacia atrás, pero él estaba inmóvil, como una pared. 

El chico alto finalmente se puso de pie, enfrentándose a Jungkook. Era más alto, y mucho más mayor que él, pero Jungkook no se movió ni un centímetro. 

—¿Qué pasa? ¿Vas a golpearme? —preguntó el otro, burlón. 

—No sería difícil —respondió el pelinegro, su voz afilada. 

—Chicos, por favor, ya —intervino uno de los amigos del otro grupo, tratando de calmar las cosas—. No vale la pena pelear por esto."  

El ambiente se volvió sofocante en cuestión de segundos. Jungkook permaneció frente al chico mayor, cuya sonrisa arrogante no hacía más que alimentar el fuego en su interior.

Sus amigos intentaban intervenir nuevamente, pero ya era demasiado tarde. 

—¿Vas a quedarte ahí o tienes algo más que decir? —espetó Jungkook, su mandíbula tensa y los puños cerrados con fuerza. 

El chico rió, dando un paso más cerca.

—¿Qué harás, pequeño? ¿Vas a golpearme? Adelante, inténtalo.

Ese fue el detonante. Jungkook no lo pensó dos veces antes de lanzar el primer golpe. Su puño impactó en la mandíbula del chico, quien tropezó hacia atrás por la fuerza. El bar se sumió en un caos inmediato: gritos, vasos cayendo al suelo, y los amigos de ambos intentando separarlos. 

Pero Jungkook no se detuvo.

Avanzó hacia el chico, listo para continuar, cuando sintió que alguien lo empujaba. Uno de los amigos del otro grupo intentó sujetarlo, pero Jungkook giró y lo apartó de un empujón. 

—¡Jungkook, basta! —gritó Hoseok, agarrándolo por el brazo. 

El otro chico se levantó, limpiándose la sangre del labio partido. —¿Eso es todo lo que tienes, niño? —dijo, antes de lanzarse hacia Jungkook. 

Ambos cayeron al suelo, intercambiando golpes mientras la multitud a su alrededor intentaba separarlos. Los gritos y el ruido atrajeron la atención del personal del bar, y en cuestión de minutos, los dos fueron separados y sacados a la fuerza por los guardias de seguridad. 

—¡Y no vuelvan! —gritó uno de los guardias, cerrando la puerta detrás de ellos. 

Jungkook se tambaleó ligeramente, respirando con dificultad mientras se pasaba la mano por el rostro.

Podía sentir el calor de la sangre corriendo desde un corte en su ceja y el dolor punzante en su mandíbula y labios. Hoseok salió detrás de él, claramente frustrado, mientras que Yunjin trataba de disculparse con los empleados del bar por todo el alboroto.

—¿Qué demonios fue eso, Jungkook? —exclamó enojado—. ¡Te dije que no valía la pena!

—Se lo merecía —murmuró Jungkook, limpiándose la sangre con la manga de su chaqueta de cuero. 

—¿En serio? ¿Y ahora qué? ¿Vas a caminar a casa como si nada hubiera pasado? Mírate, estás hecho un desastre —dijo Hoseok, señalándolo. 

Jungkook no respondió, simplemente comenzó a caminar por la acera. Hoseok lo alcanzó y lo agarró del brazo. 

—Te acompañaré a casa. No vas a llegar solo en este estado.

—Estoy bien —replicó Jungkook, intentando soltarse. 

—No, no lo estás —dijo Hoseok firmemente—. Deja de ser terco por una vez.

Sin más protestas, Jungkook dejó que Hoseok lo acompañara. Su amigo le pagó un taxi a Yunjin para que volviera a casa, avisándole de que acompañaría a Jungkook hasta su casa. Yunjin aceptó y pronto se despidieron.

El camino hacia el apartamento fue silencioso, salvo por el sonido de sus pasos y el zumbido de los autos en la distancia. 

Cuando llegaron al edificio y subieron hasta el piso correcto, Jungkook buscó las llaves en su bolsillo, pero sus manos temblaban ligeramente. Hoseok tomó las llaves de su mano y abrió la puerta para él. 

—Trata tus heridas —dijo Hoseok antes de girarse para irse—Y por favor, Jungkook, piensa antes de actuar la próxima vez.

Jungkook no respondió, simplemente cerró la puerta detrás de él.

El apartamento estaba oscuro y en completo silencio, pero en cuanto dio un paso hacia la sala, una luz se encendió. 

—Jungkook.

La voz de su madre lo detuvo en seco. Ella estaba de pie en la entrada de la sala, con el pijama puesto y los ojos llenos de sueño y cansancio. Pero ese cansancio desapareció en cuanto vio su rostro. 

—¡Por Dios, hijo! ¡¿Qué te pasó?! —preguntó exaltada, acercándose rápidamente. 

—Nada. No te preocupes —murmuró Jungkook, intentando apartarse, pero ella ya estaba examinando sus heridas. 

—Esto no es nada —dijo, como su voz llena de preocupación—. Tienes un corte en la ceja y tu labio está partido. ¿Te peleaste otra vez?

Jungkook no respondió, bajando la mirada. 

—Jungkook —insistió su madre, cruzándose de brazos—. ¿Qué pasó esta vez?

—Solo fue... alguien que lo merecía —respondió finalmente, su voz baja. 

—¡Eso no es una excusa! —exclamó ella—. No puedes seguir comportándote así. ¿Qué estás intentando probar, Jungkook? ¿Que eres fuerte? ¿Que no necesitas de nadie? ¿Por qué siempre tienes que resolver las cosas con los puños?

—¡Porque es lo único que funciona! —explotó Jungkook, levantando la voz. 

Su madre retrocedió ligeramente unos pasos, sorprendida por el tono de su hijo. Jungkook respiró profundamente, pasando una mano por su cabello antes de continuar. 

—Lo siento —murmuró, más calmado—. Solo... no quiero hablar de eso.

—Está bien —dijo ella suavemente—. Pero al menos déjame limpiarte esas heridas.

Jungkook asintió en silencio, dejándose guiar hacia la cocina, donde su madre buscó un botiquín de primeros auxilios. Mientras ella trabajaba en limpiar los cortes y colocar vendas, el silencio entre ellos era denso. 

Finalmente, ella rompió el silencio.

—Jungkook, sé que las cosas han sido difíciles para ti. Pero no puedes seguir por este camino. No quiero que termines lastimándote más de lo que ya lo haces.

—Lo sé —dijo él, su voz apenas audible. 

—Por favor, prométeme que intentarás controlarte.

—Lo intentaré —respondió, aunque no estaba seguro de si podría cumplir esa promesa. 

Cuando su madre terminó, le acarició suavemente el cabello antes de dirigirse a su habitación. Jungkook se quedó en la cocina, mirando sus manos y sintiendo el peso de sus propias decisiones. 

Su alrededor estaba envuelta en el sonido de disparos y explosiones provenientes del televisor. Jungkook estaba completamente concentrado en la partida que jugaba en su consola, con los cascos ajustados sobre sus oídos. Apenas escuchó cuando su madre lo llamó desde la cocina. 

—Jungkook, ven un momento. Necesito hablar contigo.

No hubo respuesta.

Jungkook estaba demasiado inmerso en el juego como para prestar atención a lo que pasaba alrededor suyo. Eunmi lo llamó una vez más, esta vez con más firmeza, pero nuevamente fue ignorada.

Finalmente, salió de la cocina, caminó hacia él y, sin previo aviso, le quitó los cascos de las orejas y apagó la televisión. 

—¡Oye! ¿Qué haces? —protestó Jungkook, girándose hacia ella con el ceño fruncido. 

—Tenemos que hablar —dijo Eunmi con seriedad, cruzándose de brazos. 

Jungkook bufó, dejando el mando en la mesa frente a él. —¿De qué se trata esta vez? ¿Me darás otro sermón sobre cómo debería comportarme?

—Sí, y más —respondió la mujer sin rodeos, sentándose frente a él—. Jungkook, es hora de que madures. Ya tienes diecinueve años, y no puedes seguir viviendo como si todo fuera un juego. Beber, pelear... No es la vida que quiero para ti.

Jungkook levantó una ceja, claramente irritado.

—¿Y qué quieres que haga entonces?

Eunmi tomó aire antes de continuar. —Primero, vas a ir a la universidad. Ya hablé con Jimin, y él me ayudará a asegurarte un lugar en la misma universidad a la que asiste. Quiero que te enfoques en algo, que te esfuerces por construir un futuro.

—¿Universidad? —repitió Jungkook, incrédulo—. ¿Por qué de repente decides que eso es lo que tengo que hacer? ¿Qué pasa si no quiero?

—No es una opción, Jungkook —dijo ella con un tono firme—. La decisión ya está tomada.

Jungkook suspiró y apoyó la cabeza en el respaldo del sofá.

—¿Y qué más? Seguro que hay algo más en este gran plan tuyo. 

—Sí —admitió Eunmi, mirándolo directamente a los ojos—. Te vas a mudar. 

La declaración hizo que Jungkook frunciera aún más el ceño. —¿Qué? ¿Adónde voy a ir?

—Te mudarás con tu hermano —respondió ella con calma. 

—¿Por qué? No tiene sentido —dijo Jungkook, comenzando a alzar la voz—. ¿Qué se supone que voy a hacer allí?

—Vas a empezar a hacer algo con tu vida —explicó Eunmi—. He estado pensando que un cambio de ambiente te hará bien. Comenzarás a estudiar y trabajar. Ya es hora de que aprendas a ser más responsable, y a ganarte tus cosas. No puedes seguir dependiendo de mí o de tu hermano para todo.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Jungkook, su tono mezclando incredulidad y molestia. 

—Completamente —afirmó Eunmi, sin pestañear—. Además, ya hablé con Jimin, y él le mencionó la idea a Taehyung. Ambos están de acuerdo.

Aquel nombre hizo que Jungkook se quedara en silencio. Su madre notó su reacción, pero decidió no mencionarlo directamente. 

—Taehyung siempre ha sido bueno contigo, ¿no? —dijo ella con una sonrisa débil—. Estoy segura de que él te apoyará. Siempre ha cuidado de ti.

Jungkook no dijo nada.

Se quedó mirando el mando en la mesa frente a él, intentando procesar todo lo que acababa de escuchar. Su corazón comenzó a latir con fuerza al escuchar el nombre de Taehyung.

Taehyung... su hermoso y brillante hyung. 

—Esto no es negociable, Jungkook —añadió Eunmi con un tono más suave—. No estoy haciendo esto para molestarte. Estoy haciendo esto porque quiero lo mejor para ti. Porque te amo.

Jungkook soltó un largo suspiro, sin atreverse a mirarla a los ojos.

—Está bien —murmuró finalmente. 

—¿Está bien? —preguntó Eunmi, mucho más que sorprendida por su repentina aceptación. 

—Sí, está bien —repitió Jungkook, aunque sabía que no tenía otra opción. 

Eunmi suspiró aliviada, pero su rostro aún reflejaba preocupación. Se acercó a él y le acarició el cabello.

—Gracias, Jungkook. Sé que esto no es fácil para ti, pero confío en que harás lo mejor posible.

Jungkook asintió ligeramente, pero no dijo nada más. Mientras Eunmi se levantaba y volvía a la cocina, él se quedó sentado, mirando al vacío. Su mente estaba llena de pensamientos, pero todos ellos giraban en torno a una sola persona: Taehyung. 

El simple hecho de imaginarlo otra vez en su vida diaria lo llenaba de una mezcla de emoción y ansiedad.

¿Cómo sería vivir bajo el mismo techo que él? ¿Cómo podría ser capaz esconder sus sentimientos cuando estuvieran tan cerca? Y, sobre todo, ¿cómo iba a enfrentar todo lo que estaba por venir? 

Las respuestas no llegaron esa noche. Pero una cosa era segura: su vida estaba a punto de cambiar, y no había marcha atrás. 

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