ALV se quemó


Había soñado que el color del fuego era de un tono morado oscuro con toques amarillos, en definitiva, la peor siesta de todas. Debía de volver al trabajo, pero había algo que me lo impedía. El rugido de mi estómago me reclamó cuando me levanté del sofá en dirección a la puerta porque una vez saliera de la sala de reuniones número cuatro, me verían mis compañeros y preguntarían las mismas cosas absurdas. "Si le colocamos a la botella de acondicionador unos pies venderíamos más, ¿crees que podríamos hacer un prototipo?" "No has pagado tu parte del regalo de Karina, la fiesta es esta noche" o mi favorita, "fírmame estos papeles, no, no hace falta que los leas". Así fue como la policía se llevó al que estaba antes en mi puesto, tres años de cárcel o algo así.

Coloqué una mano en mi estómago, debía escabullirme e ir a la sala de descanso y comer alguna cosa. Me detuve. ¿De qué color era el fuego? Claramente no era cómo lo soñé, pero necesitaba comprobarlo de alguna u otra forma. Revisé mis bolsillos en busca de un encendedor y recordé que había dejado de fumar hace un mes, por lo que cualquier cosa relacionada al cigarro estaba bajo llave en alguna gaveta de la oficina de Mariana, la señora de recursos humanos que al parecer se le había metido en la cabeza que, si estábamos todos sanos, la empresa también. Yo con tal de que me pagaran, no tenía problema. Incluso fui capaz de organizar una conferencia absurda sobre las ventajas de comer chocolate, en donde traje a un gurú de esos de Instagram a hablar por media hora y luego repartí barras de jabón con olor a chocolate. Fue un éxito.

Suspiré. Tendría que salir de la sala y buscar en internet de qué color era el fuego. Incluso podría preguntarle a todo aquel que me hablara, podría ser la tortura perfecta para ellos. En el peor de los casos, no existía en este mundo cerradura ni gaveta alguna capaz de resistir las patadas de una mujer motivada. Sí, eso debía hacer. Tenía que quitarme esa horrible sensación de que algo andaba mal. Que existía alguna cosa importante que estaba pasando por alto, oculta en lo más recóndito de mi mente tras esa pregunta absurda.

Primero lo intenté con el celular. Me lo saqué del bolso según salía al pasillo haciéndome la ocupada, como para indicarle a mis compañeros que no deseaba ser molestada. Acto seguido, abrí mi navegador para teclear la importante pregunta, sin llegar a lograr nada. Resultó que no había señal en toda la oficina, y lo más extraño era que a nadie parecía importarle en lo más mínimo. La gente seguía moviéndose de un sitio a otro, enfrascados en un trabajo que no podían estar haciendo sin una conexión. Cuando se lo consulté a un compañero que pasaba por ahí, me contestó que no sabía qué era eso de internet. No entendía qué estaba pasando; nada tenía sentido, y no pude evitar empezar a hiperventilar.

¿Qué más salía en mi sueño? Todo lo que recordaba era esa hipnótica pero familiar llama. Tenía que haber algo más, algo que lo explicaría todo. Sí, tenía que haberlo... quería que lo hubiese. Corrí hacia la salida para hablar con Cristina, la recepcionista, que se estaba pintando las uñas en horas de trabajo de manera descarada. Era lo más cercano a una amiga que tenía en ese edificio. Si estaba pasando algo extraño, ella me lo diría.

—Cris, perdona que te asalte, pero creo que estoy perdiendo la cabeza. Necesito saberlo, ¿de qué color es el fuego? —se lo dije aguantando mis ganas de explotar. Bastante raro era lo que le acababa de preguntar; si además estaba al borde un ataque de nervios, no quería que se notara. Ella, por su parte se me quedó mirando con una expresión confusa, hasta que me sonrió súbitamente como si lo hubiera entendido todo de golpe.

—Oh, Val, eso depende de lo que entendamos por color. Verás, el color es la impresión producida por un tono de luz en los órganos visuales, o más exactamente, es una percepción visual que se genera en el cerebro de los humanos y otros animales al interpretar las señales nerviosas que le envían los fotorreceptores en la retina del ojo, que a su vez interpretan y distinguen las distintas longitudes de onda que captan de la parte visible del espectro electromagnético.

Tras pronunciar aquella diatriba incomprensible, me guiñó un ojo y simplemente se derritió, como un helado que hubiera pasado demasiado tiempo expuesto al sol. De mi boca escapó un "Aaaaaaaaaaaaaaagh" que se escuchó en cada esquina del edificio, pero nadie me prestó atención.

Si todo mi mundo se iba a volver del revés, yo al menos saldría de dudas. Corrí hasta Mariana, la derribé de una patada y le robé las llaves de la gaveta. ¿Por qué no me perseguía nadie? Acababa de asaltar a una compañera a la vista de todos. ¿Acaso era culpa... de eso? Tenía que saberlo, un mechero bastaría. Empecé a repetirlo en voz alta "¿De qué color es el fuego? ¿De qué color es el fuego?" Apilé un montón de papeles y dejé caer el mechero sobre ellos. Si el edificio estaba loco, quemarlo en su totalidad no sonaba tan horrible en mi cabeza.

Mi acto reveló una refulgente llama morada que no podía parar de mirar. De pronto, dicha llama sin forma empezó a reorganizarse en letras, dejando ver un texto que hacía una pregunta que yo ya conocía muy bien. Entonces comprendí que nada de esto era real. Me vi a mi misma, flotando en el vacío. Ahora lo sabía; yo nunca fui Val, lo había entendido al revés. La verdadera e importante pregunta que debí hacerme, era si el fuego puede soñar con seres humanos.

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