Capítulo V
Tiempo después...
El clima aquí en Whitefish; ciudad ubicada en el condado de Flathead, Montana, ha sido muy variado en los últimos días. Pero yo siempre disfruto de los días nublados. El olor a tierra mojada, el viento sacudiendo las ramas de los árboles, las hojas secas alborotándose en el suelo. Todo eso para mí es una maravilla y espero que más de alguien comparta conmigo ese gusto.
Como era de esperarse, seguí yendo a la escuela, hoy es mi primer día en esta nueva etapa. Ya estoy en la preparatoria. Debo admitir que aunque no fue de mi completo agrado, me he ido acostumbrando a esta vida. Más que nada para darles gusto a mis padres. Empiezo a creer que para mi madre una vida sin escuela no es vida. No tengo amigos, supongo que a nadie le sorprenderá. En todo este tiempo no he llegado a relacionarme con otros jóvenes. Debo imaginar que se debe a que soy un ermitaño. La mayor parte del tiempo me la paso en la granja, ayudándole al general, mi padre, Glen. No encuentro mejor lugar para hacer lo que más me gusta. Pasar los días rodeado de llano, animales y oliendo a comida para el ganado se han convertido en mi hobbie perfecto.
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—¡Buen retorno!
El timbre suena y al unísono la voz del principal a través del micrófono deseándonos buen viaje. Al salir a la puerta me quedo parado un instante contemplando el día. Los demás rozan conmigo al salir apresurados de la institución. Mi casa queda a unas cuantas millas pero no uso ninguna clase de transporte, prefiero caminar. De esta forma puedo contemplar los verdes paisajes de tan hermoso pueblo. Además, caminar me ayuda a llegar más hambriento a casa, para así degustar de mejor forma la comida hecha por mamá. Al faltar pocos metros para tocar terreno Forrest, de inmediato sé que Sherman me vendrá a encontrar. Sherman es nuestro perro, más que el guardián de la granja, lo considero mi mejor amigo, fuera de mis papás, él es la mejor muestra de afecto mutuo que tengo. A lo lejos puedo verlo venir, corriendo como una locomotora y al toparse conmigo da infinidad de vueltas rodeándome.
—¿Cómo estás, peludo?— Me agacho para abrazarlo y sentir la suavidad de su pelaje —¡Dios! ¿En dónde te metiste ahora? — Sentí rápidamente un extraño olor. Quién sabe a dónde se fue a revolcar. — ¡Anda! Te tendré que dar un baño— . Asimismo tengo la peculiaridad de saludar al ganado, creo que algo anda mal conmigo, pero no me importa. Al seguir avanzando veo a mi padre batallando con la cerca. Un árbol había caído y destrozado esa parte del alambrado que divide nuestro territorio con el sombrío bosque.
—¿Qué novedades hay, general? — Pregunto antes de saludar.
—¡Hola, hijo! Pues ya ves... creo que fue la tormenta de anoche.
—Yo lo arreglo.
—¿Estás seguro?
—¡Claro! Iré por un hacha y yo me encargo.
—Pero primero hay que comer algo, porque no queremos que tu madre desate la ira de Dios sobre nosotros.
No puse objeción porque sabía perfectamente que mamá era muy estricta con respecto a eso. De manera que los tres nos dirigimos a casa. Al entrar, el aroma es irresistible.
—¡Hola, mamá!— Le doy un beso en la frente mientras recibo su cordial saludo.
—Acomódense porque la comida está lista.
La hora de la comida es el momento más placentero que puedo experimentar. Es el mejor rato en que los tres podemos conversar de manera augusta y contar nuestras experiencias del día. Al terminar me dirijo al granero, en donde se encuentra toda nuestra herramienta. Ya luego tendré tiempo de describir ese majestuoso lugar en donde suelo pasar la mayor parte del tiempo cuando estoy en casa. Hace días que no hemos necesitado la ayuda del hacha, ésta por ende, ha perdido su filo. Así que con la piedra esmeril no tardo ni tres minutos en hacer que la misma obtenga el filo perfecto.
Luego me dirijo hasta el árbol caído, con el hacha al hombro y con Sherman a mi lado—Bueno amigo... causaste problemas, es tiempo de deshacerme de ti.
Ese dichoso árbol destruyó al menos unos cuatro o cinco metros de cerca. Me quito la camisa para evitar empaparla de sudor, empuño el hacha con mis manos y lo voy haciendo pedazos poco a poco. El cansancio se va acrecentando hasta hacerme trastabillar. Me detengo un momento e intento limpiar el sudor de mi frente con mi brazo. De pronto, asomándose de entre los árboles veo a una especie de perro que me observaba desde lejos.
—¿Coyotes? Nunca había visto a uno— Alzo mis brazos con el hacha en una de ellas con motivo de asustarlo —¡Largo de aquí, amigo! ¡No hay nada que te interese!
Sherman se alerta y luego de lanzar unos ladridos hace señales de hacerse al ataque. —¡Sherman, tranquilo!— Exclamo con voz de mando.
Mi padre decide hacerse presente en el lugar para supervisar mi labor o para brindarme ayuda. Pero ya tengo el árbol hecho pedazos de troncos. —Bueno, al menos tendremos leña para un mes aquí— Expresa.
—Vi a un coyote, papá.
—¿Un coyote?
—¡Sí! Creo que puede resultar una amenaza.
—Hay que ir por madera para arreglar esto.
Sin duda ver esa clase de animal merodeando alrededor de la granja resultaba un problema para nuestro ganado. No queríamos que ninguna fiera salvaje matara a nuestras ovejas o vacas. De esta forma, con mi padre nos fuimos en la camioneta hacia al pueblo a comprar materiales para reconstruir la cerca.
*
*
*
Al día siguiente me dirigí al lugar del altercado a inspeccionar que todo marchara bien. La nueva cerca era toda una maravilla. Pero al darme la vuelta para retirarme sentí la presencia de ese dichoso animal otra vez. Volteo mi cabeza y lo veo parado nuevamente en el mismo lugar donde lo vi ayer. Al final decido ignorarlo y me marcho.
—¡Llévate la camioneta, hijo! Se te hará tarde.
—No papá, iré caminando.
Era un nuevo día y la escuela me esperaba. Viéndome al espejo acomodo mi cabello y ajusto los botones de mi camisa. Puedo apreciar como una espesa barba está empezando a crecer en mi cara. Acomodo mis cosas en la mochila y después de degustar el desayuno hecho por mamá, me dispongo a salir. Por las mañanas el paisaje es estupendo. Sherman camina conmigo casi un kilómetro y luego se regresa a la granja. Parece increíble pero soy el primero en llegar a mi salón. Me siento y pongo la mochila en el piso. Con mi mano sostengo mi barbilla esperando a que todos lleguen y así las clases den inicio. En mi mente pienso que mientras más rápido empiecen, más rápido terminarán y así podré marcharme de ahí.
Quería mantenerlo en secreto pero no creí soportarlo mucho. Hay una persona que ha llamado mi atención. Pero no quiero ser muy obvio y siempre trato de no sostenerle la mirada. Más que nada para que no se dé cuenta y yo quede como un tonto. Más tarde, cuando hay receso, en los comedores la contemplo desde lejos. Ella siempre se la pasa junto a una amiga. ¡Sí! Dije "Ella" ¡Me atraparon! Efectivamente se trata de una mujer.
—¿La seguirás desvistiendo con la mirada o finalmente le hablarás? — Escucho una voz que parece provenir por detrás de mí. Y en eso un chico se sienta a mi lado —¿Entonces?
—¿De qué hablas? — Respondo quedando un poco extrañado por su comentario.
—¡Vamos! Yo lo he notado.
—Claro que no... —Digo y sigo comiendo.
—Soy Dimitri, un gusto — Dice este peculiar personaje. Es un chico muy extrovertido. Lo he visto en la clase, pero nunca le presté atención.
—Caleb... mucho gusto— Respondo ofreciéndole la diestra.
Nunca he hecho amigos. Creo que me he perdido de mucho en todo este tiempo. Empiezo a creer que disfrutaría más ese lugar si tuviera amigos con quienes convivir.
—¡Así que te gusta la chica importante!
—¿La "chica importante"?
—Amigo, ella es Audrey Zimmermann, la hija del alcalde Dan ¿No sabías?
Era una noticia que no me esperaba. Esa chica era la hija del alcalde Dan Zimmermann. Cuyo sujeto es muy amigo de mi padre y por obvias razones,es la autoridad en el pueblo.
—No lo sabía...
—Nunca había visto a un chico grande y apuesto ser tan antisocial aquí, hermano —Dijo Dimitri en un tono un poco gracioso refiriéndose a mi manera tan introvertida de ser.
—No soy antisocial
—Claro, como digas... ¿Entonces le hablarás o sólo seguirás viéndola como un tonto?
En el fondo tomaba sus palabras más como una motivación y no como un regaño.
—¿Y qué debo decirle?
—No hace falta que digas mucho, en cuanto te vea, ella misma será la que haga todo.
—¿Entonces solo voy y ya?
—No seas tonto, acércate y pregúntale cómo se llama...
No lo esperé tanto y me dispuse a ir. Aproveché cuando pude ver que la amiga con la que se encontraba había ido al baño, dejándola sola. Caminé unos pasos y me puse frente a su mesa. Ella veía su teléfono. Al sentir mi presencia me dirigió la mirada. Hubo un silencio incómodo de unos segundos. Yo me quedé helado por un momento y fue como si mi mente se hubiese quedado en blanco porque fui incapaz de pronunciar palabra alguna. ¡Vaya tonto!
—¿Hola?— Dijo ella haciendo un gesto con su rostro como queriéndome decir qué rayos se me ofrecía.
—Hola... —Respondí.
—¿Necesitas algo?
—No... Ehhh ¿Cómo te llamas?
Vaya manera más absurda de dirigirme a ella. Hasta me avergüenzo de tener que contarlo. Hasta creí que Dimitri escuchó mi barbaridad porque cuando volteé me pareció apreciar que se estaba matando a carcajadas.
—Soy Audrey— Respondió ella sonriendo. Pareció que al menos logré algo bueno.
—¡Mucho gusto! ... Ehh es que... yo quería... saludarte.
—Ohhh... Pues gracias ¿Me dirás tu nombre?
—¡Rayos! Soy un tonto ¡Soy Caleb! Estamos juntos en...
—¡Sí!— Interrumpió —Te he visto— Seguía sonriendo.
—¡Vaya! Creí que era invisible.
—Pues ya ves que no...
Segundos después llegó su amiga. Rompió ese momento pero creo que hasta fue lo mejor. Con el ridículo que estaba haciendo, lo mejor que me pudo pasar fue que el momento terminara de una vez.
—¡Mira, Aline! Él es Caleb, el chico apuesto de la clase...
—¡Wooow! ¡Encantada, Caleb! — Dijo y me saludó dándome un beso en la mejilla. Yo no me lo esperaba.
—¡Un placer conocerlas, chicas! Las dejo... voy a... tengo que... bueno, las veo luego —El momento se puso más cardíaco para mí a tal caso que ya ni sabía qué decir.
Al despedirme y caminar de vuelta a la mesa donde Dimitri estaba, pude escuchar que ellas se quedaron riendo y murmurando cosas. Definitivamente eso terminó por dejarme como un completo idiota.
—¡Eres mi ídolo, hermano!— Dijo Dimitri. Yo no quería creer más que una burla de su parte. —Debo admitir que jamás creí que me hicieras caso— Agregó.
—Gracias por alentarme a hacer el ridículo...
—¿Ridículo? ¡Les hablaste a Audrey Zimmermann y a su amiga! ¿No notaste cómo te veían? ¡Les gustaste!
—No digas tonterías.
—Nada de tonterías... Ahora ellas te buscarán, guarda muy bien mis palabras.
En mi interior creía que todo eso no era nada más que una burla de su parte. Esa escena fue por demás vergonzosa para mí. Pero debo darme crédito por atreverme a acercarme a ella para hablarle. Creo que lo mejor del día fue haber conocido a Dimitri. Sin él aún seguiría viendo de lejos a esa hermosa chica. Me sentía como un tonto pero debo admitir que cruzar esas palabras con ella, verla sonreír y contemplar su hermoso rostro fue lo mejor que pude sentir. Sin duda esa escena seguirá presente en mi cabeza y me guiará sonriente de vuelta a casa.
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