Capítulo 2
El extraño muchacho camina por las calles, poco a poco el sol se oculta dejando los caminos oscuros, iluminados únicamente por las débiles luces de la ciudad.
—Bueno... ya gane la pelea de Kickboxing, pero el dinero no es suficiente —se dice a sí mismo.
En ese momento él se dirige a un boliche donde hay un concurso de rap, allí gana la batalla de baile y también más dinero.
—Aún no es suficiente —insiste mientras continúa, entonces llega a un casino—. Mmm... y si apuesto lo que tengo, puede que gane el doble —piensa y decide entrar, abre las grandes puertas de vidrio que están bajo el enorme cartel luminoso que dice "casino" con muchos colores llamativos.
—Hola, quiero esta cantidad en fichas —le dice al encargado de la bodega cuando le pasa la bolsa de papel.
—Es mucho dinero, ¿está seguro? —murmura el hombre en voz baja.
—Sí, ¿qué juego me recomienda? —responde con mucha confianza.
—Si quieres perderlo todo, te sugiero la ruleta —dice, indicándole con un movimiento de su cabeza.
—Gracias... —el joven toma las fichas y se dirige a la mesa de la ruleta, un grupo de personas están allí apostando, todos son gente muy adinerada; eso se puede saber por la facha, las mujeres usan vestidos de diseñador y los hombres costosos trajes y relojes importados.
—Miren a ese pobre mendigo —murmuran los señores, la ropa del muchacho se encuentra desgastada y maltratada, tiene unos jeans azules que tienen las rodillas rotas y una chaqueta con varios agujeros en los bordes de las mangas y con el cuello despintado.
—¿Quién lo dejó entrar? —cuestionan ellos y unos encargados de la seguridad se le acercan.
—Joven, tendrá que acompañarnos a la salida —le dicen amablemente pero si el sujeto se opone tendrán que echarlo a patadas.
—No me iré —se niega rotundamente, unos de los hombres toca su hombro—. Quita tu mano o puedo hacer que te despidan —le advierte, desafiándolo con la mirada.
—¿Qué?
—Miren allí está mi amigo —el joven saluda al dueño del casino y el mismo le devuelve el saludo, lo extraño es que es la primera vez que entra a un casino y es imposible que el dueño lo conozca. Los guardias se alejaron dejándolo en paz.
—Damas y caballeros, no se guíen por mi ropa, soy mucho más rico que todos ustedes juntos —anuncia a todos los presentes con una voz firme.
—En tus sueños —ríe burlándose de él.
—Caballero... quiero apostar todas mis fichas al número 12 —dice poniendo sobre la mesa más de 100 millones en fichas. Todos los presentes quedaron con los ojos bien abiertos de la sorpresa, tanto que parecen huevos fritos.
La ruleta comienza a girar con mucha rapidez y la bola cae, luego de unos ansiosos minutos de espera, todos esperan pendientes del resultado: 12.
—El joven es el ganador —anuncia el encargado de la mesa, él es el único ganador porque los demás apostaron otros números.
—No puedo creerlo... qué suerte —dice él sonriendo.
El muchacho camina hacia la bodega y retira el dinero, todo lo guarda dentro de su chaqueta. Luego de salir del casino, él se dirige a una capilla, un poco vieja y deteriorada, en las puertas de maderas se encuentra una nota "Se requieren donaciones"
Al entrar se encuentra con dos señoras que están hablando en los primeros bancos de la última fila, la que se encuentra cerca de la entrada.
—¿Por qué ahora debemos pagar obligadamente a la iglesia? —se queja una.
—Aunque esté a punto de ser demolida por no poder comprar el terreno, no es una razón para exigir dinero a sus fieles ovejas —dice la otra. Él se inclina dejando su cara entre las señoras.
—Tacañas —interrumpe.
—¡¿Qué?! ¡Regrese a las calles sucio mendigo! —gritan ambas enojadas.
—Shh... no griten que estamos en una iglesia —las regañó él, camina lentamente y se acerca al padre encargado de capilla.
—Lo siento, no tenemos presupuesto para darte comida —se disculpa el cura, es un tanto anciano, que posee muchas arrugas producto del tiempo, tal vez tenga 112 años, sí no son más.
—No padre, yo...
—Tampoco tenemos hospedaje. Vendí mi casa para tratar de juntar dinero y ahora ocupo el cuarto de huéspedes.
—No, yo-
—No digas más... —El cura pone su delgadas manos sobre su cabeza y la sacude un poco—. Listo, ya te exorcicé, eres el tercero en esta semana, el vinito debe estar enloqueciéndolos en las calles a ustedes, al igual que a mí —ríe el padre, el muchacho rueda los ojos e insiste una vez más.
—Padre, le vine a traer esto —él le entrega la bolsa de papel, un poco arrugada, repleta de dinero, el viejecito se sorprende y en lugar de agradecer, pregunta: —¿Es robado?
—Se lo juro por Dios que no, con este dinero podrá reparar la capilla y comprarse una nueva casa —responde con mucha sinceridad.
—No pronuncie el nombre del Señor —indica con su dedo índice hacia arriba—. El nombre de Dios en vano —dice dudando y seguro de que el vago miente.
—Y... —el joven se acerca y le susurra al oído—. Con el resto podrá comprarse su vinito.
Sin aviso, el anciano lo abraza fuertemente
—Gracias... —dice conteniendo las lágrimas.
—No es nada, solo quiero hacer bien —comenta él, confiando que el cura empleará muy bien el dinero—. Mmm... me agradó la buena onda de ese padre, tal vez lo venga a visitar luego —piensa mientras vuelve a merodear por las calles.
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