Cap. 25

Zariam decide alejarse un poco para pensar, pensar con lo que pasó con su madre, si ella lograría sobrevivir y, si ese es el caso ¿La iría a visitar al hospital? O si murió ¿la iría a visitar al cementerio?  También piensa en sus hermanos, ¿Ellos querrían verla?

-¿Por qué, teniendo toda la plata del mundo, no se fue a Cancún o algo así? ¿Por qué no se fue lejos? –se pregunta estando sentada sobre un banco en el patio trasero de la casa.

Siente un fuerte dolor en sus pies y decide sacarse los altos tacos de tira que estaba usando con el disfraz de Lauren. Sus pies tocan el frio piso de cerámico color tierra que adorna unos senderos que pasan por todo el jardín.

Mira la luna, brillante en el cielo, creando sombra con su luz, unas cuantas estrellas destellan en el firmamento oscuro.

Al igual que en el hospital, los recuerdos de su pasado vuelven a atormentarla haciéndola derramar unas cuantas lágrimas.

-Las chicas lindas no deberían llorar –Murmura alguien a su lado. Ella se espanta al ver que es Dan –Aunque se sigan viendo hermosas –Agrega levantando su mano y limpiando las pocas lágrimas que empapan su rostro.

-¿Qué quieres? –Murmura corriendo su cara y alejándose un poco de él.

-Hacerte compañía. Aunque finjas, sé que lo necesitas –Susurra acercándose más a ella.

-Ah bueno ¿Qué paso? ¿El señor de las tinieblas quiere hacer su buena acción del día? –Suelta riendo seca.

-Por si no lo has notado, eres la única que me cae bien. Y me gustas más cuando molestas a todos y les demuestras que eres fuerte, que nadie puede lastimarte ni meterse contigo –Comenta sonriendo de costado. Haciendo que un hoyuelo se marque.

-¿Y si te molesto a ti? –Se vuelve a alejar hasta que se da cuenta de esta a punto de caerse del banco. Dan es más rápido y logra atraparla con su brazo rodeando su cintura.

-Sería un privilegio para mí que me molestaras –Susurra acercándola para que no caiga, dejándola mucho más cerca suyo. Zariam no puede evitar perderse en un momento en sus ojos, nunca vio ojos como los suyos. Tan grises y diferentes. Daniel es diferente, pero parecido a ella. Y eso, extrañamente, le gusta.

 La mirada grisácea de Dan esta clavada en los carnosos labios de la muchacha, siente extraños deseos de plantar sus labios en los suyos y darle el mejor beso que jamás le dieron. Y si alguien volviera a besarla, que ningún otro beso se comparara al suyo. Pero está claro que no permitiría que nadie ni siquiera respirara cerca de ella. Esos pensamientos posesivos lo estaban volviendo loco, pero sabía que apenas sus labios hicieran contacto con los de ella, todo le importaría una mierda.

-Tú no me caes bien a mí. –sentencia ella poniéndose de pie, se aleja justo a tiempo.

-Sabes mentir muy bien.

-Lárgate, quiero estar sola para pensar. –Zariam se aleja mientras camina por los senderos del jardín, va a una parte apartada donde hay árboles, decide sentarse debajo de un sauce, sus ramas largas llegan hasta el suelo creando una especie de cortina que la esconden.

-Al fin paz. –murmura recostándose por el tronco. Ella cierra los ojos y se concentra en el sonido que hacen las hojas moviéndose al ritmo del aire y en la brisa agradable y fresca.

-Solo en el cielo hay paz. –la interrumpe Dan, Zariam abre los ojos y se encuentra con su rostro frente a ella pero él esta de cabeza.

-Deja de molestar. –habla enojada por haberla asustado otra vez, entonces nota que Dan está parado por una rama gruesa del sauce de cabeza.

-¿Eres un vampiro o qué? –le pregunta.

-¿Vampiro? No. –Responde bajando al suelo -¿Sabías que yo cree esa leyenda?

-¿Cómo? –Zariam no le cree nada.

-Un día, hace mucho, yo estaba en el bosque, de cabeza como ahora, estaba descansando. Unos tipos andaban cazando, estaban borrachos, bueno… me vieron, era de noche y con los efectos del alcohol creyeron que era un monstruo, fueron con el chisme y así empezó todo. Que eso que vieron era un vampiro, que chupaba sangre y toda esa mierda. –le cuenta riéndose al recordar eso.

-¿Qué edad tienes? –le pregunta Zariam curiosa.

-No tengo edad. –responde sentándose frente a ella con las piernas flexionadas.

-De seguro que eres más viejo que el tiempo. –ella lo provoca.

-Puede que sí pero estoy en onda ¿Te gustas los chicos mayores que tú? –dice mirándola a los ojos con picardía.

-No me jodas. –responde ella rodando los ojos.

-Sabes… -Dan agacha la cabeza y sonríe para sí mismo –Eres la primer amiga que tengo. –confiesa.

-¿Amiga? –para Zariam le parece un poco exagerado el término, conocidos queda mejor.

-¿Quieres que seamos algo más?

-¿No tienes amigos, conocidos o alguien con quien hablar aparte de mí? –pregunta seria.

-No es fácil tener amigos si eres yo, las personas te odian, los ángeles te evitan y todo por miedo. –habla un poco dolido,  tiene su mentón sobre los brazos que, a su vez, están apoyados sobre sus rodillas dándole una visión perfecta hacia la muchacha.

-No das miedo. –lo consuela Zariam.

-Soy la muerte, eso los espanta. También es culpa de un maldito mito, creen que si me tocan o yo los toco morirán. –dice rodando los ojos.

-Eso es mentira, a mi no me pasó nada. –contradice ella recordando cuando la tomo de la cintura, esto la hace que esté un poco nerviosa, entonces para disimular lleva un mechón su cabello detrás de la oreja.

-Tú no me tuviste ni me tienes miedo… -murmura en voz baja, entonces decide ponerla a prueba -En realidad, si me tocan, les robo sus almas pero solo si yo quiero. –admite serio.

-No te creo. –habla Zariam cruzándose de brazos.

-¿Eres lo suficientemente valiente para probar? –la desafía, Dan se sienta cruzando las pierna con los brazos extendidos hacia ella.

-Quiero mi alma, cuando ya no sirva más te la daré. –responde ella mirando a un costado.

-Solo te la mostraré. Lo prometo. –murmura casi haciendo pucheros.

Ella roda los ojos y lentamente acerca sus manos hacia las de él, Dan la toma con delicadeza y las acaricia con los pulgares, en ese momento, sus manos unidas comienzan a brillar, es un brillo único parecido al de las estrellas pero solo dura un momento.

-¿Qué fue eso? –pregunta asombrada.

-Tu alma. –contesta él mirándola a los ojos.

-¿Qué te pasó? Antes eras más… frio. –murmura Zariam estando perdida en los grises ojos de Dan, otra vez.

-No te confundas, solo contigo soy así. –Sonríe mientras se acerca a ella y se sienta a su lado – ¿Escuchas eso? –pregunta mirando hacia arriba, Zariam también lo hace pero solo ve las ramas y hojas del sauce sobre ellos.

-No escucho nada.

-Shh… -él pasa su brazo detrás de ella acercándose más y cierra lentamente los ojos de la muchacha con sus manos –Escucha… -susurra en su oído.

Zariam agudiza sus oídos y escucha una especie de chasquidos en el aire, son melodías como el canto de las aves pero muy diferentes y únicos.

-¿Qué son? –pregunta ella quitando su mano pero no con asco sino todo lo contrario.

-Murciélagos. –contesta él, aun tiene su brazo rodeándola y no permitirá que se aleje –Ellos también cantan como las aves.

-Nunca los había escuchado. –habla Zariam, está totalmente relajada, su enojo eterno ha desaparecido.

-Eres la primera a la que se lo enseño –Susurra mirándola fijamente. Ella lo mira y suelta una corta risa.

-¿A cuántas se lo has dicho?

-¡S-solo a ti! ¡Lo juro! –Contestó a la defensiva.

-¿La muerte jurando? No sabía que eras tan blandito –Lo desafía cruzándose de brazos.

-Puedo hacer algunas excepciones. O si quieres, puedo ser malo contigo –Murmura acercándose a ella con una traviesa sonrisa. Dan se acerca tanto que termina acostándola en el pasto y él sobre ella.

-¡Aléjate! -Exclama empujándolo.

-Oblígame –Susurra riendo. Ella intenta empujarlo pero es inútil, él es más fuerte. La traviesa sonrisa de Dan se vuelve una dulce, verla pelear para intentar escapar le ha parecido adorable –Eres tan hermosa –Susurra inconscientemente. Zariam deja de pelear y se congela sonrojada.

-¿Qué dijis…? -Daniel corta la distancia que los separa haciendo que los labios de ambos se unan en un profundo beso como él deseaba y ella evitaba. 

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