Miserable.
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CAPÍTULO 4.
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Nico di Angelo Pov.
—¿Y tú para qué quieres eso?— Le cuestionó al verla comprar un broche en forma de arco— Créeme, todos los mestizos saben que eres hija de Eros.
Era ese tipo de broches que usas en la ropa o en las mangas de la camisa. Se traba de un arco que parecía hecho de oro con la punta en forma de corazón.
Era algo que veía a Juliet usando.
— No es para mí — Dice con una sonrisita satisfecha — Se lo daré al chico que tenga mi corazón.
—¿Para marcar territorio? Que poco civilizada eres.— Me burló.
— Tú puedes orinarle el pie a tu próximo novio o hacer que se tatúe tu inicial— Dice de forma despectiva — Pero las chicas usamos ligas y broches para marcar territorio. Es natural.
¿Cuál chico? Nunca conocí a uno solo de sus novios, así que dudo que tenga una relación seria en el futuro.
—¿Qué chico?
Ella sonríe.
— Eso no es de tu incumbencia.
Me despierto poco a poco, siento la cabeza apretada, me da punzadas y todo mi cuerpo se siente pesado.
Dioses. Mi cabeza me está matando.
No estoy en mi cabaña, y al dar un vistazo alrededor me percató de que estoy en la enfermería.
En la casa grande.
Intento hablar, pero me duele la garganta y siento la boca seca.
Me siento sobre la camilla y mis ojos se encuentran con la figura femenina de una chica durmiendo con la cabeza apoyada de la camilla y el resto de su cuerpo en una silla plástica que lucía muy incómoda. Juliet tiene el cabello desparramado sobre su rostro y cama.
Su cabello rosa pálido empezaba a volver al rubio y las raíces se notan.
— Tuviste mucha suerte de que Julieta te trajera.— Me dice con voz baja una de las hijas de Apolo —Casi se te fríe el cerebro, ¿Cómo no te diste cuenta de que tenías fiebre?
¿Fiebre? ¿Es así como se siente?
Es horrible. No entiendo como los mortales soportan estás cosas.
— Yo—Carraspeo la garganta —Nunca me había enfermado antes.
— Bueno, supongo que como hijo de uno de los tres grandes es más difícil para ti enfermar.— Ella se acerca con una libre y empieza a interrogarme—¿Alguna vez te vacunaron? ¿Tienes tu carnet de vacunación?— Pregunta.
Trato de buscar en mis recuerdos, pero todo está borroso.
— Creo, bueno. Supongo que mi madre lo hizo.— Especuló.—Pero no recuerdo.—Admito finalmente.
—Bien, ten esto— La morena hija de Apolo me entrega una hoja con un montón de nombres raros y casillas de «Sí y No» que llenar— Es un carnet de vacunación.— Dice— Son todas las vacunas que necesitas.—Me explica— Pero ahora solo te pondré las que son compatibles entre sí.— Exclama.
Miro la enorme cantidad de nombres en el papel y la miro incrédulo.
— ¿Estás jugando? Esto es una locura, aquí hay cientos de vacunas.
Ella alza la ceja.
— No son tantas— Alargó la chica— Y considerando que casi te mata la gripe común, es necesario.— Me sonríe y se cruza de brazos —Ahora vuelvo.
Cuando la chica se alejó me di cuenta de que Juliet se había despertado.
La vi frotándose sus párpados.
Se veía somnolienta y con bolsas notables debajo de sus ojos.
— Le diré a Jason que ya despertaste.— Murmura la de ojos violetas.
— Espera.—Le pido y ella se vuelve a sentar—¿Qué fue lo que pasó?
La pelirosa hizo una mueca.
—Estábamos jugando a la captura a la bandera.— Me recuerda Juliet.
— Recuerdo que te bese.
Eso es lo último que recuerdo.
La única cosa que recuerdo son destellos de ese beso y luego nada. Todo está muy borroso en mi memoria por ahora. Aunque es solo una vaga sensación de que paso.
Juliet arruga la nariz.
— Sí, hiciste eso.— Admite Juliet —Tú, tenías mucha fiebre. Te desmayaste y empezaste a convulsionar— Resopla y lleva su cabello hacia atrás —Dioses, pensé que te estabas muriendo.
No recuerdo eso.
Solo recuerdo sentirme muy mal cuando la encontré en el bosque durante la captura a la bandera.
— ¿Qué tan malo fue?— Preguntó.
— Me puse a llorar de la impotencia, cada que lo recuerdo se me eriza la piel.— Dice exalta —Te arrastre hasta la enfermería por qué todos estaban ocupados jugando a la captura a la bandera.— Explica—Y te atendieron, no fue tan grave como parecía …
Me recuesto de la camilla y fijo mis ojos en el techo de madera.
— Lamento lo que hice, sé que esas cosas son importantes para ti.— Digo con calma— En ese momento parecía una buena idea para molestarte.
Y lo digo con sinceridad. Quizás la fiebre volvió mi cerebro papilla.
— ¿Y como funcionaba tu lógica en ese momento?— Me cuestiona.
— Piper dijo que nunca te habías enamorado.— La miré de reojo.
Las mejillas de Juliet toman color y empieza a jugar con un mechón de su cabello de forma distraída.
—¿Y qué? ¿Creíste que ibas a conquistar mi corazón así?— Me cuestiona en tono burlón.
— No. Solo pensé que sería divertido robar tu primer beso.— Admito.
Julieta parpadea varias veces.
— Yo, no—Se le corta la voz —No fue mi primer beso, ¿Estás loco?
No sé por qué no le creo. Quizás es la forma nerviosa en la que lo dice, pero todo su rostro se ve tenso y apretado.
— Tranquila. No estoy en las mejores condiciones para molestarte por eso.— Murmuro con voz cansada.
Ella me mira con los ojos muy abiertos y se levanta de golpe.
— ¡No soy virgen! — Grita.
La hija de Apolo detuvo su carrito lleno de implementos de medicina y una pequeña hielera portátil donde tenía todas las vacunas. Nos miró y retrocedió hasta perdernos de vista.
Se vuelvo a sentar, mortificada.
— No soy virgen, idiota.— Susurro.
Se me iluminó el rostro por lo chistoso que fue verla humillarse.
Y no tuve que hacer nada.
— Por como Piper hablo de tu mala vida amorosa, creí que eras como el aceite extra virgen.— Le explico con una media sonrisa, Julieta resopla con fuerza, sonrojada—Pensé que ibas a enloquecer si te robaba tu primer beso de ensueño.— Exclamó.
— Alguien ya lo hizo.— Dijo con los labios apretados —Si tengo problemas en el amor, pero solo por qué trato de buscar el amor de mi vida. — Julieta desvía la mirada y envuelve su dedo alrededor de un mechón de su cabello rosa pálido—Solo quiero estar con la persona indicada… Los demás chicos solo quieren utilizarme— Me mira —Por placer, por estatus, por cualquier otra cosa que no es por amor.
No sé cómo responder ante eso.
Siempre supuse que Julieta sería el tipo de persona que busca el amor genuino y no una relación a corto plazo. Es una chica romántica.
— Entiendo.
Demonios, ahora me siento como un idiota insensible. Perfecto.
— Está bien, creo que recibiste tu castigo.—Ella sonríe —Llamaré a los chicos para que vengan a verte.
La hija de Apolo abre la cortina de golpe trayendo consigo el carrito lleno de inyectadoras y frascos de fármacos.
— Basta de charla—Exclama— Alza la manga de tu camisa y cierra los ojos.
Instintivamente, estiró mi mano hacia la muñeca de Julieta y la aprieto.
Juliet se fue tiempo después de que mis amigos llegaran para hacer de enfermeras. Jason se tomó la molestia de comprarme una bolsa de vitaminas para que creciera grande y fuerte.
Leo se quejó durante media hora por qué Julieta no lo había dejado pintar penes en mi cara cuando aún estaba inconsciente. No me sorprendió.
Annabeth me hizo un calendario para que viniera a ponerme el resto de las vacunas y alarmas para qué recordará comer todas mis comidas a tiempo.
Percy me recomendó tomar más agua por qué me veía deshidratado.
Y Piper intento convencerme para qué me cortará el cabello. O que la dejara trenzarlo o ponerle plumas.
Me negué varias veces.
Pase unas horas más en la enfermería, y luego me fui a mi cabaña para poder descansar adecuadamente. Jason me siguió como un guardián todo el día.
— Deberías darle un presente— Me aconseja mientras limpia el polvo de mi librería — Cualquier otra persona que hayas molestado tanto te hubiera dejado agonizando en el bosque.— El rubio puntualiza, y es verdad.
— Solo lo hizo para que esté en deuda con ella.—Me quejo— Es astuta como una serpiente, no dejes que te engañe.
Ni siquiera yo me lo creo. Aunque si Juliet se desmayara por una intensa fiebre, tampoco podría dejarla a su suerte como si no la hubiera visto.
Ella es buena. Amable.
— No.— Me mira con sus ojos azules llenos de juicio —Solo es una buena persona y buena amiga.— Exclamó.
Desvío la mirada. Me cuesta admitir que tiene totalmente en lo correcto.
— Quizás.— Tanteó.
— Entonces, cómprale algo lindo. Si quieres sugerencias.— Lo interrumpo.
— Sé las mierdas que le gustan.— Gruño con la barbilla alta.
(. . .)
Entro en su cabaña por la ventana mientras me preguntó si es que Eros sabrá que entre por la fuerza. Ojalá lo sepa y le arda. Noto que la habitación está vacía y me decepcionó un poco.
Hay un conjunto de ropa extendido sobre su cama. Coloco el gran ramo de flores sobre la cómoda. Me dispongo a esperar que salga del baño, sé que está allí por qué escucho la ducha, el agua chocando contra los azulejos y vapor salir por debajo de la puerta.
Espero unos segundos y pierdo por completo la paciencia. Me levanto y me acercó a la puerta para obligarla a salir del baño. Darle las flores y salir de este lugar lleno de colores pasteles y corazones rojos por todos lados.
A ella le gusta un tipo de flor en concreto. Lo sé por qué solo parlotea de las bonitas y elegantes que son.
Compré un ramo y descubrí que también son costosas.
Mi atención se desvía cuando veo su tocador de princesa y todos los productos en él. Hay muchos.
Tomó una de sus cremas, la abro y la llevo a mi nariz. Huele a Juliet. Hago lo mismo con el resto. Todos huelen a cereza y miel. Debo suponer que es su fragancia favorita. Tomo uno de sus labiales y lo abro; La vi usándolo un par de veces, se llama glosss, creo.
Dudo en dejarlo sobre el tocador de nuevo, no lo hago, lo dejo caer en el bolsillo de mi chaqueta. Sonriendo.
Ella se volvería loca buscándolo.
Me sobresalto cuando la escuchó suspirar dulcemente a través de la puerta. Por un momento mi mente grita que me esconda o huya.
Me contengo y permanezco
Hago una mueca de confusión y me separó del tocador de princesa.
Sé que no hay ninguna otra persona en la cabaña aparte de ella y yo.
No tiene sentido.
Entonces me acerco de nuevo a la puerta y apoyo mi oreja de la madera para escuchar los suaves y rítmicos gemidos del otro lado de la puerta.
Un escalofrío me recorre la columna vertebral y se extiende por mi cuerpo.
Se escucha bonito y desesperada.
Sus gemidos intensos taladran mis oídos y se clavan en lo más profundo de mi cerebro. Gruño por lo bajo, me quito la chaqueta rápidamente y la amarro alrededor de mi cintura.
— ¡Ya! ¡Basta! ¡Por los dioses!—Le grito exaltado.— ¡Mierda...!
Golpeó la puerta con el puño cerrado y la oyó gritar del otro lado.
—¡Ah…!
— ¿¡Qué mierda estás haciendo pervertida!? ¡No…! — Se me corta la voz.—¡No puedo creerlo!— Chillo.
Ella tarda unos minutos en responder, creo que estaba en completo shock.
— ¡Todas las personas lo hacen! ¡Mojigato de mierda!—Grita en tono agudo—¿¡Que haces en mi cabaña?!
— ¡Jason me dijo que te diera un presente o algo por no dejarme morir en el bosque! ¡Uno ya no puede hacer un acto desinteresado!— Niego con la cabeza, sintiendo la cara roja por la vergüenza.—¡Pervertida! — Chillo.
La escucho resoplar del otro lado sonando totalmente ofendida.
Empiezo a deambular por la cabaña, y me encuentro con su estantería llena de libros con todo tipo de apuntes.
Todo uno y empiezo a hojear.
—¡Sal de mi cabaña!— Me grita, dos minutos después pregunta en voz alta y llena de furia—¿Por qué sigues allí?
— Reviso tus libros.—Le indicó y literalmente ella sale disparada del baño, vistiendo solo una camisa larga hasta los muslos que le quedaba como un vestido extremadamente corto.
—¡No…!— Se aproxima hacia mí y trata de quitarme el libro.
Alzó el libro por encima de la puerta.
— ¡Es un montón de porno! ¡Y no me sorprende!— Me burló entre risas.
— ¡Maldito perro! ¡Metiche!—Ella salta y trata de tomar el libro.— ¡Sal de aquí! ¡Fuera maldito idiota!
Empieza a dar saltos para alcanzar el libro, sus pechos suaves se rozan con mi abdomen y pecho, cada que estira el brazo y salta en mi dirección. Estoy tan desesperado por contacto humano que eso me llena mi cerebro de todo tipo de hormonas de placer. Creo que me estoy volviendo loco supongo.
Tomo su muñeca y la llevo por detrás de su espalda haciéndola girar, ella se arquea contra mí, estira su otra mano para tratar de deshacer mi agarre. Lo que fue realmente una idea tonta de su parte, por qué me permite tomar con facilidad su otra muñeca.
Presiono ambas muñecas contra su espalda baja y la mantengo allí.
Ella alza la cabeza, la cual se presiona contra mi clavícula para verme.
— ¿Qué demonios haces?— Gruñe con la voz agitada. Apoyo mi brazo sobre su hombro con el libro extendido.
— Leamos juntos lo que dice— Pido y sus mejillas se tornan rojas.
—¡No…! ¡Por favor!— Me suplica avergonzada.— Haré lo que quieras, por favor, solo deja ese libro.
—No, no, no— Me burló entre risas, y empiezo a leer en voz alta.— Veamos, aquí — Comprimo mi abdomen para no reirme.—La maldad dentro de el era grande, pero no tan grande como su verga.— Ronroneo contra su oido.
Juliet se sacude y grita, sus piernas pierden fuerza, pero la sostengo.
No sé por qué disfruto tanto molestándola. Soy tan cruel.
Su cabello rosa palido humedece la tela de su camisa, puedo ver pequeñas partes de su piel a través de la tela que se torna casi transparente contra su piel blanca como la porcelana.
Es justo como recuerdo, las venas azules se marcan en los contornos de su cuerpo blando y piel cremosa.
Me mira de reojo, sus ojos están llenos de furia y fuego violeta.
Tiene las mejillas rojas, puedo sentir el calor que emanan en el costado de mi rostro y los labios enmarcados con un pronunciado arco de cupido están apretados con fuerza en una mueca.
Sus pezones están apretados contra la delgada tela de su camisa. Siento la necesidad de apretarlos con fuerza.
Si lo hiciera ¿Se molestaría? ¿O le gustaría? ¿Me golpearía?
Muerdo el nódulo de su oreja de forma juguetona y ella se estremece contra mi cuerpo. Creo que nunca la había escuchado maldecir tanto.
Molestarla es divertido.
Es prácticamente lo único que no me hace miserable. Verla enojarse, gritar y sonrojarse es mi Xanax. También es la única conexión con un ser humano que tengo con alguien que no es de mi grupo cercano. No me gusta conocer gente nueva o hablarles, así que solo puedo molestarla a ella sin sentirme mal. Es por qué es francesa; Está en mis genes odiarla como lo hago.
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— Por la marca roja en tu cara debo suponer que no te fue bien.— Jason tantea y me mira confuso—Pero estás sonriendo— Niega con la cabeza y me mira inquisitivo— Así que tengo una sensación rara en el estómago.
— No, me fue bien en realidad.— Cierro el libro.—Fue divertido.
Hay una marca roja en forma de mano en el centro de mi mejilla.
— Entonces no te disculpaste— Afirmó y yo negué levemente con la cabeza —Dijiste que sabías lo que le gustaba.— Exclama exasperado.
— Es una básica, le gustan las flores.—Jason estuvo a punto de preguntar que clase, así que me adelante —Le gustan las peonias rosas, ¿Ves? Sí sé.
Jason resopla y se sienta en la cama frente a mí. La de hazel, aunque solo la utiliza cuando viene de visita.
— ¿Puedes contarme qué pasó allí?
Le conté todo, pero evité mencionar las parte en la que la escuché dándose amor propio y básicamente la obligué a salir del baño para poder joderle la vida. Esa parte de la historia era muy personal, y cuando digo que no quiero que nadie la moleste aparte de mí, es en serio. Lo guardaré en mi arsenal de cosas vergonzosas que sé dé ella.
Jason estaba consternado. Cómo. Muy horrorizado ante mis palabras.
— Okey — Paso su mano por su boca con fuerza y negó con la cabeza— Hay una línea muy delgada entre el acoso y acoso sexual. Y tú la cruzaste.
—¿Qué?— Exclamé ofendido por su acusación— No la toque—Digo—Ella ni siquiera me atrae. Es una chica por si no lo notaste — Me defiendo.
— Acabas de contarme que la obligaste a escuchar una lectura erótica durante 30 minutos.— Recalca palabra por palabra.
Mis neuronas hacen sinapsis.
Ahora que lo escuchaba venir de la boca de Jason sonaba muy…
— Oh.
— Sí.— Afirmó — Oh.
— Sí, creo que estuvo mal.— Me recuesto en mi cama. Tomo el libro de tapa roja y empecé a leerlo.
Le había robado algunos cuando escape de su cabaña. Solo pare poder burlarme de las estupideces que lee.
—¿Y ese libro?
— Se lo robé a Julieta para buscar nuevas formas de molestarla.— Alzó el libro.— Es su favorito, tiene muchas páginas marcadas.— Lo abro.
Juliet Laurent Pov:
Cuando logro echar fuera a Nico de mi cabaña, estoy ardiendo, aun tengo la cara roja, la respiración agitada y un extraño comezón por todo el cuerpo debido a la vergüenza. Todo en mí se estremece y palpita. Creo que estoy enloqueciendo, por todos los dioses.
Estoy temblando y jadeando de la furia que siento en mi cuerpo.
Tuve que apretar las piernas durante casi 30 minutos mientras Nico me leía al oído la escena de sexo más morbosa y caliente del puto universo que había marcado para leer más tarde en uno de mis muchos libros de romance.
No puedo creer lo que hizo. No solo eso, sino que me atrapó en un…
Momento íntimo conmigo misma.
¿¡Por qué me juzga?! ¡Él seguramente también lo hace! ¡Todos lo hacen!
Lo odio.
Él realmente… Se excedió.
Siento el pulso agitado.
Mi cuerpo aún hormiguea y vibra como si aún estuviera susurrando cosas sucias en mi oído. Maldito.
Rozo las puntas de mis dedos sobre mis labios y siento el ardor de los labios de Nico sobre los míos.
Solo han pasado unas cuantas horas y aún tengo esa extraña sensación en la boca de mi estómago de cosquillas.
¿Cómo se atrevió a besarme? ¡Es un idiota! ¿Y qué le hizo pensar que era la virgen María? Por los dioses, todos tenemos necesidades. Maldita sea.
Me senté en la cama, aún agitada y sonrojada, cuando mis ojos violetas se encuentran con un ramo precioso de peonias rosadas que le da el sol de la mañana sobre mi escritorio blanco.
Todo en mí se suaviza al instante, me levanto y tomo el ramo en mis manos temblorosas. Saco la tarjeta entre mis flores favoritas, decía «Gracias por no dejarme morir. XXOO» y eso me hace sonreír y soltar unas carcajadas.
No puedo creer que sepa cuáles son mis flores favoritas. Es un idiota.
La furia se desvanece y es reemplazada por diversión.
No logro enojarme con él por mucho tiempo, la verdad es que pelear con Nico di Angelo es lo más emocionante de mi semana, incluso cuando pienso en el verano, solo viene a mi mente pasarme el día molestando a Nico.
Encontraré una forma de molestarlo para cobrarme lo que me hizo.
Es un idiota, pero me agrada.
De alguna forma extraña.
Pero lo voy a ahorcar cuando lo vea por susurrarme al oído de forma muy descriptiva, como un alienígena azul se coge a una chica. Me las pagará.
Así que no es de sorprender que la siguiente vez que lo vi con Jason y Percy en la colina en una especie de tiempo de unión de primos, le eche tierra sobre la comida, lo mande a la mierda y me fui corriendo. Ahora tengo miedo por mi integridad.
Para ser sincera fue algo impulsivo, solo pase por allí y patee la tierra en dirección a los sandwiches, no pensé con la cabeza y me sentí culpable.
Me disculpé con Percy durante la cena, y encontré tiempo para hacer lo mismo con Jason antes de que fuera a la fogata, él me comprendió y me dijo que no me preocupará. Por otro lado, evite flagrantemente a Nico, porque no iba a disculparme con ese perro.
Pase por delante del un par de veces, pero lo ignore, ni siquiera lo mire.
Pero si note que él me miraba.
Y creo que eso le molestó. Es decir, se veía muy molestó. Así que me fui a la fogata para estar en el ojo público y que Nico no pudiera asesinarme sin testigos presentes. No lo vi allí, por lo que me sentí bastante aliviada.
— Malcolm.— Lo llamé antes de que fuera a su cabaña luego de la fogata— ¿Podemos hablar?— Pregunto.
Él se detiene y se cruza de brazos frente a mí con una sonrisa. No hemos podido hablar como se debe ser desde nuestra desastrosa primera cita.
Hay un ambiente raro entre nosotros.
— ¿Qué pasa Juliet?— Pregunta.
— Lamentó lo de nuestra cita.— Me disculpo, básicamente es mi culpa.
El rubio platinado se ríe y niega con la cabeza. Se quita los lentes, como si no quisiera tener nada entre nosotros.
— Fue divertida, Juliet— Sus ojos grises brillantes me roban el aliento —No me molesta — Admite el chico entre risas.— No esperaba que fuera perfecta en un lugar lleno a reventar de niños pequeños.—Agrega Malcolm.
Sonrió y apartó la mirada, sonrojada. Me alegra que no haya mencionado nada sobre mi guerra con Nico.
— Podríamos intentar salir fuera del Campamento— Propongo.
—Eso me gustaría — Afirma y aparta el cabello de mi pecho para que caiga a mi espalda.— ¿Qué quieres hacer?
— Quizás comer helado.
— Excelente.
—Bien— Alargó.
Ambos sonreímos como tontos.
— Bien.— Responde.
El rubio se acerca y se me acelera el corazón cuando se inclina hacia mí, cierro los ojos creyendo que el hijo de Atenea iba a besarme. No lo hizo. El beso mi mejilla y se apartó con una pequeña sonrisa astuta y burlona.
Solté un pequeño quejido de burla ante el coqueteo juguetón.
Los hermanos de Malcolm se burlan de nosotros a lo lejos y le piden que entre en la cabaña. Que ya es tarde.
— Tengo que— Lo interrumpo.
— Espera.— Me acercó y busco algo en mi bolsillo — Es algo tonto, pero me gustaría que lo usarás.— Tomo la manga de su camisa blanca que usa por dentro de la camisa naranja del campamento y clavo el broche en él.
Malcolm mira con detenimiento el broche en su manga en forma de arco con la punta de corazón. Alza la cara, me mira sorprendido y sonrojado.
— Es el símbolo de mi padre, ya sabes, el arco de cupido.— Murmuro.
Los hermanos de Malcolm se acercan para llevárselo entre burlas y risas. Él me toma de las mejillas, me toma por sorpresa y choca sus labios contra los míos. Luego se lo llevan arrastras.
Sonrió apenas, mientras veo como lo cargan hasta su cabaña.
Espero el choque de las hormonas de placer chocar contra mi desprovisto cerebro acostumbrado al celibato.
Sentir el subidón de calor en mi cuerpo y la electricidad ardiente.
Y luego…
Nada.
No sentí absolutamente nada.
Camino dando traspiés hacia mí cabaña sintiéndome aturdida por la falta de sentimientos ante el beso de Malcolm, nisiquiera siento asco, nada bueno ni malo; Simplemente nada.
Paso al lado de Nico quien está recostado de la pared de su cabaña fumando como chimenea.
— ¿Te gustó el beso?— Me preguntó de pronto haciéndome saltar.— Debe gustarte la vainilla aburrida...
Mi corazón se agita.
¿Acaso lo vió todo?
— F-fue.— Balbuceó y Nico sonríe antes de soplar el humo directamente sobre mi rostro— ¡Fue genial! ¡El es perfecto! ¡El mas perfecto para mí!
Los ojos de Nico se iluminan.
— ¿Enserio?
— ¡Si! ¡Fue maravilloso!— Grite mientras caminaba a paso rápido hacia mí cabaña.—¡Estupendo!
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Extra;
— ¿¡Dónde carajos está mi gloss de Dior!?— Remueve los cosméticos en mi tocador y gruñó — ¡Mierda! ¡Juro que voy a matar al niño de Afrodita que se lo llevó sin decirme nada!
Nico estornuda en su cabaña.
Hola chicas y chicos.
Espero que les haya gustado el capítulo y comenten mucho.
Voten y comenten mucho.
Por cierto, este actor me recuerda mucho a la imagen de Nico que tengo en mi cabeza. Para rematar también es italiano, es el destino.
Está precioso el vato.
Bye bye.
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