Final.
Nico di Angelo Pov.
Detuve el auto en medio de la carretera rodeada por bosques.
El día era soleado y brillante, casi asfixiante. Hacia un calor terrible y eso realmente me ponía de malas.
Normalmente, él no saldría en un día así, pero haría una excepción.
El pelinegro se puso los lentes de sol negros, dio la vuelta al auto y saco el ramo de Peonias de la parte trasera del auto. Luego se sentó en el capot del auto a esperarla. Miro su reloj, y confirmo que había llegado un par de minutos antes de la hora acordada.
A la distancia empezó a escuchar un fuerte aleteo. Nico estaba emocionado por ver a su querida novia, pero hizo una mueca de disgusto al pensar que vería al insufrible de su suegro. Solo imagínate una parvada de palomas acercándose a ti a gran velocidad y sabrás exactamente como suena.
Nico se puso de pie cuando Eros hizo un aterrizaje perfecto frente a él con Juliet en sus brazos. Eran padre e hija y aun así, sentía un pinchazo de celos por qué se la había llevado por casi 2 semanas completas. Juliet le dijo que Eros queria pasas tiempo de calidad juntos y estrechar lazos.
— ¡Si viniste! ¡Ja! — Grito Juliet.
— Grrr…— Eros puso los ojos en blanco e hizo una mueca.
Los ojos violetas de Juliet se llenaron de brillo al verme y una gran sonrisa se extendió en su rostro. Salto de los brazos de su padre y corrió a mí para abrazarme con fuerza. Enganche mi mano en su nuca y la atraje hacia mí para tomar sus labios con cariño.
Cuando nos separamos, Juliet me miro revoloteando sus pestañas y me hizo ojitos de amor. Tan solo por eso la besé de nuevo. Le entrego el ramo de flores y ella da saltitos de alegría.
— ¿Por qué no vendría?— Pregunto confundido y paso los lentes hacia mi cabeza, arrastrando mi cabello.
Juliet miro a su padre y este se cruzó de brazos luciendo amargado.
— No es nada.— Dice alegré y volvió a mirarme.— Estoy feliz de verte.
— ¿Nos vamos?— Le cuestionó.
Julie asiente con la cabeza y me hace un gesto con la mano para que espere, corre hacia su padre y le da un beso en la mejilla en forma de despedida.
— Si le rompes el corazón a mi hija, yo te romperé los huesos — Advierte el dios del amor y él deseó, luciendo bastante intimidante para un tipo con la reputación de ir en pañal.— Niño de inframundo — Murmura furioso.
— No te preocupes, suegro. Voy a cuidar bien de tu hija.— Digo en tono burlón, Eros hace una mueca de asco y aprieta tanto los dientes que parece que le van a estallar. Parece que está molestó.— Todo depende de que Juliet siga amándome, yo no lo dejaré.
Creo que ese comentario hizo que Eros quisiera pelear, pero Juliet lo detuvo y le dio una mirada. Eso me hizo soltar un bufido de burla.
El dios le dio un beso en la frente y se marchó, no sin antes amenazarme de muerte por cuarta vez. Juliet se acerca y me abraza, pidiendo perdón por el comportamiento de su padre divino.
— Está bien.— Susurro contra su frente y tomo sus mejillas para girar su rostro en mi dirección para darle un montón de besos en el rostro.
Juliet sonríe y cierra los ojos.
Entramos en el auto y nos ponemos en camino hacia Manhattan.
— Pensé que no vendrías, solo salimos por un par de semanas…— Murmuro y desvío la mirada a la ventana.— No creí que quisieras estar involucrado conmigo después de lo que pasó.
Desvío la mirada del camino y la miro juguetear con los pétalos de las flores.
— Hicimos planes para conseguir una mascota, Juliet.— Le recuerdo.
Juliet hace una mueca.
— Tú hablaste de una mascota, pero no llegamos a ningún acuerdo.— Dice Juliet confundida por mis palabras.
— Pues que mal, por qué ya conseguí un conejo. Le puse «Algodón»— Bufa.
La joven alza una ceja.
— ¿Podemos hablar de cambiar ese nombre por princesa…?— Pregunta Juliet de forma cautelosa y simple.
— No.— Respondo y ella se ríe.
— ¿En serio estaremos juntos…?— Pregunta Juliet suavemente.
— No pienso dejarte.— Respondo.— Así que tendrás que aguantarme.
Juliet sonríe y abraza el ramo de Peonias. Se veía angelical con su cabello dorado pálido, llevando un vestido rosado delicado. Sus ojos violetas me miraron con amor.
— Dijiste que me amabas.— Tanteó en un tono burlón y malicioso.
La rubia se sonroja profundamente.
Se cubre el rostro con el cabello y se encoge en el asiento del copiloto.
— Grrr…— Ella prácticamente se encogió sobre sí misma.— Nunca me dejarás olvidarlo, ¿Verdad?
— Dijiste que me amabas frente a todos en el campamento y luego te fuiste— Bufo incrédulo —Tuve que dar muchas explicaciones.— Aclaro.
— Lo siento…— Murmuro Julie apenada, mirándome fijamente.
— Juliet.
— ¿Sí?
— Yo también te amó.
Ella no dijo nada, solo se quedó allí sonriendo como una tonta. Desvíe el auto de la carretera y me adentre en el bosque, dónde me estacione. Tomé su hombro y nos transportó al asiento trasero del auto. El cabello rubio de Juliet se desparramó en el asiento.
Me miro sorprendida y agitada.
— Dije que te amó.— Vuelvo a repetir y ella sonríe de forma burlona y hace una señal con la mano fingiendo que sus labios están sellados con llave.
Frunsco el ceño y las emociones estallan dentro de mis venas.
— ¿En serio?— Le cuestionó y ella me mira sonriente. — Te haré hablar.— Meto las manos por debajo de la falda de su vestido y al sacarlas, arrastró las bragas por sus piernas hasta que logro quitárselas con suavidad.— Juliet.— Digo con severidad — Deja de hacerte la graciosa, es tu última oportunidad.
Ella me saca la lengua.
Una sonrisa temblorosa se extiende en mis labios mientras uno de mis ojos adquiere ese molesto tik.
Esa cosa de «Boca sellada» no duró mucho en realidad, por qué pasó la hora siguiente chillando, jadeando, gimiendo y balbuceando lo mucho que me amaba. El auto se sacude y rechina. La piel de Juliet se cubre por una capa de sudor y no es para menos. Exhaló y sonrió con malicia. Ahora Juliet por fin está hablando, bueno, son más bien súplicas.
— ¡N-nico, ya no…!— Su voz tiembla con cada golpe de mis caderas y se vuelve más agudo.— ¡T-te amo! ¡Ah... Amó!— Balbuceó, alzó sus caderas y las guío hacia mí.— No veo nada, deja de jugar… Me retractó, ¿Sí?— Súplica.
Palmeo su trasero, no demasiado fuerte por qué no me gusta lastimarla realmente. Aunque sé que estás cosas le gustan, por qué es una pervertida.
En la oscuridad profunda creada por mis sombras puedo ver perfectamente el contorno de su cuerpo temblando y estremeciéndose debajo del mío.
El interior del auto está tan caliente No es la persona más constante, cada que inicia estos juegos es la primera en rendirse. Es débil ante los toques más simples, incluso si no llega a ser sexual. Aunque yo no soy mejor, por qué unos cuantos besos en la mejilla me hacen ceder de inmediato.
El resto del camino a Manhattan Juliet está más dispuesta a hablar.
Está llena de marcas.
Por eso no me gusta ser rudo con ella, su cuerpo es como plastilina. Pronto van a desaparecer, pero no me gusta la idea de hacerle daño. Está llena de marcas, el contorno de mis dientes en la piel de su cuello, chupones y rojeces por todo el cuerpo, pero se ve feliz.
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Cinco años después.
Abro los ojos sin la necesidad de escuchar la alarma. Me siento y miro el otro lado de la cama vacío. Durante años me levanté a la misma hora, así que incluso si no escucho la alarma mi cuerpo me despierta poco tiempo después de la hora acordada. Apenas son las 7 y es bastante temprano.
Supongo Juliet debió apagar la alarma para dejar que durmiera un poco más.
Me levanto de la cama arrastrando los pies y camino hacia la cocina pasando por el pasillo, me asomó en una de las habitaciones de la casa y encuentro la cuna de mi bebé vacía. Genial. Ambos se levantaron sin mí. Frunsco el ceño y suelto un resoplido. Odio eso. No me gusta perder el tiempo con ellos.
Juliet lo sabe, pero se preocupa por qué descanse después del trabajo. Yo solo quiero estar con mi esposa y mi hijo, no perder el tiempo durmiendo.
— ¡Conejita…!— La llamo y siento algo chocar con fuerza contra mi tobillo.
Bajo la mirada y veo a nuestro conejo algodón dando vueltas a mi alrededor como hace siempre que me ve.
— No hablaba de ti, chico.— Camino hacia la cocina al percibir el aroma a café recién hecho.— Traidora…
Me detengo en el arco de la puerta y observo a mi esposa cocinando con aparente tranquilidad. Cuando me dispongo a cruzar la cocina y darle los buenos días siento como algo choca de nuevo con mi tobillo, seguido de dientecitos calvados en mi piel.
— ¡Shhhh…!— Siseo adolorido y bajo la cabeza para encontrarme con ese bonito cabello rubio ondulado.
Mi bebé alza la cabeza y sonríe, extendiendo sus manitas hacia mí para que lo tomara en brazos.
— Está muy inquieto desde la madrugada.— Me informa Juliet sonriente — Buenos días, cariño.
Suspiro y tomo al bebé en brazos, quien no pierde el tiempo para atacarme de forma adorable.
— Hola condón roto, como te quiero.— Beso sus mejillas regordetas.
Trata de morderme y agita su cabeza, pero no solo tiene dos dientes así que solo me babea la mejilla. Algún día le crecerán por completo los dientes y esto dejará de ser lindo. Supongo.
— ¡Carajo, Nico! ¡Te dije que dejaras de llamarlo así!— Chilla Juliet y luego se cubre la boca al notar que dijo una grosería en voz alta frente a Max.
El bebé empieza a repetir la palabra carajo igual que un lorito. Dioses. Una carcajada emerge de mi garganta y acomodo al bebe en mis brazos.
Nuestro hijo está en esa etapa en la que repite todo. Es como una esponja, lista para absorber. Así que tenemos prohibido decir groserías frente a él.
— Tu madre tiene razón.— Volví a besar su mejilla.— Esa vez ni siquiera usamos condón.—Digo con simpleza.
Juliet gruñe y pone los ojos en blanco.
— ¿Por qué no me despertaste?—Le cuestionó y en cuanto Juliet se acerca Max se lanza hacia sus brazos.
No lo dejo, lo vuelvo a atraer hacia mí y lo sostengo para que esté quieto.
— ¡Dadadada…!— Max patalea, pero lo dejó sobre su sillita especial para comer.— ¡Mmmm! ¡Mmm!
Aunque ponga irritable no puedo dejarlo con su madre. Durante tres meses he estado intentando destetar a Max por qué sus dientes crecen cada vez más y está lastimando a Juliet, aunque ella no lo diga en voz alta.
Asi que Juliet tiene prohibido usar camisetas o escote hasta que Max pierda el hábito de tomar leche.
Trato de que se acostumbre al tetero y deje tranquila a mi esposa.
Pero Juliet es una consentidora y se deja manipular por maximus.
— Te veías cansado.— Admite.
— Despiértame la próxima vez.— Le pido— No, Maximus. Comida sólida.— El bebé estira los brazos hacia Juliet y balbucea —No más pechos.— Digo.
— Ma…— Gimoteo el bebé y siguió balbuceando —Ma-ma… Mama.
Juliet hace una mueca y coloca el desayuno sobre la mesa, luego hace lo mismo con Max, lo que lo distrae.
— Ahis… ¿Recuérdame por qué le pusimos ese nombre?
Empiezo a comer, vigilando atentamente a mi hijo.
— Perdí una apuesta.
Juliet pone los ojos en blanco.
— Está creciendo muy rápido.— Digo— Pronto dejará de untarse la comida en la cara y realmente la comerá.
— Eres muy estricto.— Se queja
— Siéntate en mis piernas.— Le pido y ella me obedece de inmediato.
Recuesta su espalda de mi pecho y me lanza una mirada intrigante.
— Mmmm…— Mastico el contenido de mejillas y trago—¿Qué pasa?
— Aito. Aito— El bebé señaló con su manita al conejo blanco y gordo.
Max aún no puede decir algodón o conejo, así que lo llama «Aito» por qué me escucho decirle conejita a Juliet y de alguna forma lo asoció a Algodón.
Solo intento racionalizar lo que dice, pero solo es un bebé de 10 meses que gatea por toda la casa persiguiendo a un conejo viejo con sobrepeso. Max podría estarse refiriendo a cualquier otra cosa, incluso puede que solo le guste balbucear cosas inteligibles.
Juliet me besa las mejillas y rodea mis hombros con sus brazos. Me dice que me ama y se frota dulcemente contra mi cuerpo. Parece un gato en celo.
Es una verdadera lástima que no pueda burlarme de Juliet por qué cuando llegó del trabajo me pongo peor. Según sus propias palabras «Insoportable y empalagoso»
— Estás siendo muy considerada y cariñosa hoy.— Entrecierro los ojos —¿Que es lo que quieres?
— Mi papá quiere llevar a Max de paseo, ya sabes tiempo de abuelo y nieto.— Dice haciendo círculos en la piel de mi hombro — Y me gustaría que estuvieras de acuerdo… Y que no lo insultes frente al bebé.—Agrega.
Es una manipuladora. Siempre me habla bonito y me hace el desayuno cuando quiere algo de mí, y yo soy un tonto por siempre se lo permito.
— ¿Por qué quiere pasar tanto tiempo con Max?— Me quejó —Es un bebé, ni siquiera va a recordarlo.
Juliet me mira con rudeza.
— Tú dejas que Hades se lo lleve, TODO EL TIEMPO.— Me regaña, luciendo molesta — Por tu culpa tuvimos que ponerle ese nombre— Me recuerda — Por qué perdiste esa estúpida apuesta contra tu padre.
Max toma el aguacate entre sus dedos gordito y lo aplasta, sus movimientos son lentos y torpes. Abre la boca, trata de meter la papilla en su boca, pero se lo termina embarrando en la cara.
Aun así parece satisfecho.
Por lo menos logra comer del huevo revuelto, pero obviamente tenemos que complementar su comida sólida con leche materna por qué queremos que explore y se desarrolle. Por ello dejamos que coma solo, aunque eso significa que la comida no llegue a su boca el 50% de las veces. Es lindo.
Es pequeño. Tiene el cabello rubio dorado como el de Juliet, la piel muy blanca y varios lunares justo en los lugares donde yo los tengo. Sus ojos son oscuros, casi parecen negros.
Tiene lo mejor de cada uno. Aunque heredó el mal carácter de Hades.
Es un pequeño mimado.
— Nos hizo un favor, tú quieres ponerle ese feo nombre francés.— Exclamó con valentía. Juliet no puede intimidarme, no después de pasar la noche gimiendo en mis brazos.
Ella parpadea varias veces.
— ¿Disculpa?
— Mi hijo no sería francés.— Suelto un chasquido de asco— Mucho menos con un nombre como Julieth.
Juliet me mira incrédula y se señala.
— Yo soy francesa, Nico.— Afirma.
— ¡Y sabes que yo nunca te lo he echado en cara! — Exclamó.
Max se chupa el puño, creo que está tratando de comérselo.
— ¡Mientes! ¡Me lo recuerdas todos los días…! — Chilla la bonita rubia.— ¡Le pusiste nombre de perro a nuestro hijo! ¡Míralo! ¡Le harán bullying en la escuela por tu culpa!— Me reclama.
— Maximus es un nombre griego bastante digno. Y ya te pedí disculpas.— Contraatacó exaltado.— ¡No fue mi culpa! ¡Hades me engaño…!
Juliet se levanta de mi regazo mirándome con firmeza.
— Esto no está bajo discusión. Max irá con mi padre y eso es todo.— Dice.
No estoy realmente en contra. Eros me odia, pero adora a Maximus.
Sería un poco hipócrita no dejarlos convivir una vez por mes.
Sobre todo teniendo en cuenta que Hades es bastante invasivo.
Suele llevárselo sin consultarnos. Eso enloquece a Juliet. Hubo veces en que nos despertamos a mitad de la noche y lo encontramos en la habitación del bebé dándole una charla sobre los viejos tiempos, consolándolo o solo dándolo un biberón. Así que…
— Ojalá los franceses existieran solo en la ficción.— Digo fingiendo estar indignado y triste.— Sabes, el tonto de Leo pensaba que eran un invento del gobierno antes de conocerte.
Perdí la discusión, pero no deje que me intimidara. Juliet suele ganar por qué tiene todos esos atributos que me hacen débil, ya sabes, ojos violetas bonitos y largas pestañas doradas.
Hace que mi corazón se vuelva suave.
— Todo bonito vestido de marinerito.— Dijo dulcemente el dios al cambiar la vestimenta causal del bebé con un chasquido de sus dedos.— Mi dulce nieto, ¿Quieres volar? ¿Huh?
Max estaba encantado con su abuelo y las grandes alas en su espalda.
— Por favor, tráelo antes de la siete. Debe comer cada 4 horas, y aún no ha dejado el pecho. Así que pude ponerse un poco irritable.— Le indica Juliet.
— Lo cuidaré bien.— Eros se inclina y le da un beso en la frente a mi esposa —Nos vemos más tarde, Juliet.— Me mira y sisea —Mmm… ¿Sigues aquí?
Tengo impulsos de gritarle que suelte a mi hijo y decir groserías, groserías fuertes, pero me contengo por Juliet.
— Sí, papá. Sigue aquí.— Le responde mi esposa con obviedad.
Eros hace una mueca.
— ¿Cuándo va a irse?
Mi sangre arde en mis venas.
— Estamos casados papá.— Le recuerda Juliet mientras Max juega con las plumas de las enormes alas.
— Argg… Cierto.— Suspira con tristeza —Lo traeré más tarde. Nos vemos.— Bufa antes de irse.
Cuando Eros se lleva a mi hijo en brazos siento una espina de celos al ver lo mucho que Max lo quiere.
Me quito la cinta adhesiva.
— Yo quería pasar el día padre e hijo— Juliet alza la ceja —Más esposa.
— Haremos otra cosa.— Exhala.
— ¿Otra cosa?
Después de tener a Max empecé a apreciar las cosas simples de una relación romántica. Un bebé puede ser demandante, pero lo amamos y sabíamos muy bien en lo que nos estábamos metiendo al tenerlo.
Max no fue un accidente. Él nació dentro del matrimonio.
Aunque como somos jóvenes me gusta bromear con que fue un accidente.
En realidad Juliet es una persona bastante tradicional. Lo que nunca fue un secreto. Ella siempre había pensado tener una familia y yo no estaba en contra de la idea.
No me desagradaban los niños. Y tampoco estaba particularmente interesado. Hasta que ella quedó embarazada y todo fue increíble.
No sabía cómo ser padre, no tuve un presente y Hades es… Peculiar.
Al principio no sabía si realmente podría amar a Max. Estaba asustado por la posibilidad de ser mal padre.
Y luego nació.
No existía una razón, él solo acaba de llegar al mundo y ya me tenía entre sus pequeños y gorditos dedos.
Lo amó.
— ¿Cómo te está yendo en el trabajo?— Pregunto suavemente, acariciando el cabello de Juliet que descansa en mi pecho mientras vemos una película.
— Es mi trabajo soñado organizar fiestas. Soy lo que llaman… — Juliet lo piensa unos minutos, saboreando las palabras.— Controladora.— Dice.
Creo que una de las etapas más bonitas de nuestra relación fue el embarazo de Juliet. Por 9 meses no discutimos, lo que fue aburrido, por qué somos dos mechas corta. Aun así fue una temporada muy buena, por qué pasamos mucho tiempo juntos.
A veces regresaba a casa para encontrar a Juliet haciendo yoga, ejercicio sobre una pelota gigante para fortalecer el suelo pélvico o alguna cosa que encontró en línea.
Por lo que yo terminaba haciendo todo eso con ella, solo para acompañarla.
Además, estando tan hormonal quería tener sexo todo el tiempo. Y yo estaba dispuesto a hacer ese sacrificio.
Hemos estado viviendo juntos desde aquel verano en que cruzamos esa línea entre enemistad, amistad y follar a escondidas en el bosque.
Se supone que Juliet se quedaría dos semanas en mi casa, pero yo seguía retrasando y retrasando llevar sus cosas a la casa de su padre mortal.
Realmente nunca deje que se fuera.
Cuatro años después nos casamos. Y Juliet dio luz a mi hijo a los 22 años.
— No quiero salir, solo quiero quedarme aquí contigo.— Dice Juliet arrastrando las palabras mientras reparto besos por todo su rostro.
Incluso ahora me encuentro llevado mi mano a su vientre antes abultado y lleno con nuestro hijo. Lo extraño.
Ella se sienta. Y como estaba acostada encima de mí sobre el sofá estábamos en una posición comprometedora. Sé que lo hace apropósito, porque tiene una sonrisa maliciosa cuándo mueve sus caderas encima de mi pelvis. Una chispa enciende el fuego en mi pecho.
La sostengo de las caderas y la apretó contra mí, sonriendo igualmente.
— Esto me trae recuerdos de nuestra luna de miel.— Digo con voz ronca.— En esa ocasión montaste mi pen— La rubia me mira mal. Resoplo y corrijo— Mi espada. Montaste mi espada.
Ella sonríe, complacida.
Desde que nació Max cambiamos las palabras relacionadas con el sexo por armas o tácticas de batalla.
Para evitar traumatizarlo.
Ahora nuestras charlas sucias suenan como conflictos bélicos.
— Me quedaré aquí y dejaré que te hagas cargo. Es mi día libre.— Digo con simpleza, acomodándome en el sillón.— Vamos conejita. Sé buena.
Juliet se quita la camisa por encima de la cabeza y se inclina para besar mis labios con lentitud y sensualidad. Sus besos son siempre lentos, prueba, chupa y muerde suavemente. Eso me pone de inmediato, por qué siempre estoy desesperado y prácticamente intento devorarla cuando la beso.
— ¿Seguro? Dices eso, pero siempre termino mordiendo la almohada.— Se mueve muy lento para desvestirse.
Eso me vuelve loco. Necesito que esté desnuda en este precio instante.
— Apresúrate, Juliet.— Le pido siguiendo sus movimientos.
— Voy a mi propia ritmo.— Dice en un suspiro de placer cuando arrastra sus caderas sobre mi erección.— Relájate.
A Juliet le encanta jugar con mi paciencia, me da besos en el torso, acaricia mis brazos, frota su cuerpo contra en el mío. Lo hace apropósito para sacarme de quicio y siempre obtiene lo que quiere al final.
Es un alivio que Max no esté aquí.
No tenemos que escondernos como dos adolescentes o limitar el ruido que hacemos mientras follamos.
Tomo sus brazos y tiro de ellos hacia atrás mientras golpeó su trasero con mis caderas. Juliet deja escapar el aire de sus pulmones, cuando se recupera de la impresión gimotea con cada una de mis embestidas. Su espalda blanca y perfecta se arquea. Lo único malo de esta posición es que no puedo ver su bonito rostro mientras la follo.
— ¿Qué pasa cariño?— Jadeo con la voz ronca y entrecortada. Suelto sus brazos y ella cae igual que gelatina. Lo único que se mantiene es su trasero, y es por qué sostengo sus caderas.— ¿Ya no puedes hablar? ¿Qué decías…?
Tuve que romper el resto de su ropa por qué estaba jugando con eso. El sonido de nuestros cuerpos chocando combinado con nuestros gemidos y gruñidos resuena en la sala de estar.
Noto que Juliet gira la cabeza levemente para verme de reojo.
— ¿Te gusta la vista…?
Juliet aprieta las manos sobre los cojines del sofá y los dedos de sus pies se curvan con cada oleada de placer.
— Te amo.— Balbucea con la voz entrecortada por cada embestida.
Me detengo de golpe sintiendo como su interior suave se envuelve sobre mi miembro, caliente y húmedo. Me saca gemidos ahogados. Es como si su interior succionará hacia adentro.
Cambio de posición para estar frente a frente. Ella me abraza de inmediato y rodea mis caderas con sus piernas.
Me hundo profundamente en ella lentamente y empiezo a moverme. Manteniendo mi boca sobre la suya, besándola suavemente con cariño.
— Yo también te amo…— Balbuceó contra su boca.— Te amo.— Digo una y otra vez entre besos torpes hasta que ambos alcanzamos el clímax.
Nos quedamos en esa posición por un tiempo. Solo abrazándonos.
Besos. Caricias y abrazos.
Nos decimos cosas dulces y nos hacemos tontas promesas de estar juntos el resto de nuestras vidas.
Y creo. No.
Estoy seguro de que será así.
No hay forma de que deje a Juliet, la amo demasiado. Quiero criar a Max con ella, quiero que tenga a mis hijos.
Vivir esta etapa de mi vida ha sido lo mejor que me ha pasado.
No me imagino haciendo esto con nadie más en el mundo.
Siento pequeños dientes clavarse en el dorso de mi pie y veo por el rabillo del ojo como mi conejo sale corriendo.
— Carajo Algodón, ¿Por qué siempre me haces eso?— Siseo exaltado.
— Déjalo, es solo un conejo.
— Solo lo dices por qué no eres tu la persona a la que muerde.— Bufo.
— ¡Tú lo adoptaste!
— ¡Y tú me dejaste hacerlo!
— ¡¿Me estás echando la culpa?!
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Fin.
Hola chicas y chicos.
Espero que les haya gustado tanto está historia como a mi. Solo quiero que sepan que Juliet y Nico fueron felices juntos el resto de sus vidas.
Me gustan este tipo de historias cortas, siento que en algunos casos no hace falta tantos capítulos para desarrollar a una pareja.
Dejen sus comentarios.
Aquí un pequeño vistazo de la hija de Nix mi próximo proyecto.
Bye bye.
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