IX
El humo se desvanece.
Lo enciendo, y es lo único que puedo controlar en cuanto a luminosidad, lo demás ya se volvió oscuro.
Se empieza a consumir con el fuego abrasador, y no puedo dejar de compararlo con la vida misma: te encandila la luz, y luego cuando se apaga, ya no existe nada más.
Respiro el veneno, que entra en mi sistema y se confunde con mi alma. ¿El alma es como un espíritu que está atrapado en un cuerpo nefasto? Y si mi cuerpo no existiera, ¿rondaría por el mundo como una especie de sombra?, ¿de humo?, ¿de nebulosa tóxica?
Mi cuerpo se llena de aquello que arrasa con todo a su paso, cada tanto exhalo en suspiros pedazos de mi alma, y no logro entenderlo... ¿es porque se confunden en uno solo?, ¿o es porque mi cuerpo se va rompiendo poco a poco y ya no puede contenerlo?
El humo se desvanece, y ocasionalmente me pongo a pensar en aquel momento en que los pulmones ya no se llenen, ya no funcionen y ya no puedan respirar. Será en ese entonces que voy a ser libre de mi cuerpo; mi alma romperá las ataduras, escapándose por el expiro de mi cuerpo destruido.
Solo entonces voy a dejar de llorar.
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