Capítulo 8
— ¿Sabes qué le sucedió en aquella cárcel? — Preguntó el Gran Duque de Bumer mientras cenaban en el comedor.
La revuelta creada para rescatar a Jungkook fue pequeña pero sonora. No era un secreto que sería un tema del que muchos hablarían durante unos días cuando se revelara pero como todo, rápidamente se esfumaría y la comidilla del pueblo sería otra. Aunque el pirata más buscado hubiese escapado tras casi haber sido decapitado, habían otros asuntos urgentes de los que el reino se tendría que hacer cargo, no podían detenerse y dedicar todos sus soldados a su búsqueda. Era importante pero, nada que le urgiese al rey después de todo.
Fue por ello que una vez que lo rescataron todos limpiaron sus huellas y se disiparon del bosque, estando reunidos ahora en el palacio del Gran Duque de Bumer, Kim Namjoon. Sentados a la mesa estaban los cinco hombres que orquestaron el rescate: el Gran Duque, el gobernador de D' Meer, Min Yoongi y el Comodoro de Port Bumer. Junto a ellos, también se encontraba el Conde D' Meer Kim Seokjin y la mano derecha del recién rescatado, su matelot, Yugyeom.
— No habló en todo el camino de regreso, ni siquiera quiso cenar con nosotros y se trancó en la recámara que le he ofrecido. No es la primera vez que está retenido, no puede ser una experiencia tan traumatizante para él. — Agregó Namjoon.
— Quizás es porque esta vez estuvo a segundos de morir, literalmente. Por un momento pensé que no lo podría liberar de las garras de quien lo capturó. El Almirante Kim no es juego, es alguien muy difícil de tratar aún para los marinos de alto rango como yo, imagínate un prisionero.— Argumentó Hoseok sonriéndole a una de las empleadas que cambiaba su plato, ampliándola aún más cuando la vio ruborizarse. —Creo que es normal que esté así. Las condiciones de los calabozos y lo que pasó no debió haber sido fácil.
— Puede ser... — Asintió el duque peligris que miraba de soslayo al conde Kim. — ¿Te has asegurado de que le lleven comida? — Le preguntó al rubio parado cerca de él, quien asentía con timidez.
— Yo mismo se la he llevado. — Intervino Yugyeom. — Muchas gracias nuevamente por todo, su señorío.
Él hubiese querido permanecer a su lado, comer junto a él no solamente porque lo había extrañado y de la preocupación casi murió, sino porque entre tantos hombres que lo trataban casi por obligación se sentía como un bicho raro. Ese no era su lugar, su sitio era navegando los mares junto a Jungkook.
El ambiente era bastante tranquilo en apariencia pero se podía sentir la tensión mientras la servidumbre en ocasiones acudían a sus pedidos. Entre ellos, el único que servía por gratitud y no por obligación porque no era un sirviente más. Ese que ligeramente temblaba desde que vio aparecer al hombre que le hizo vivir el infierno en la tierra.
Con trémulos pasos vistiendo por demás un elegante atuendo, se acercó a su lugar para rellenar la copa cuando su muñeca fue agarrada con firmeza. Para no crear un escándalo mientras todos comían entretenidos, intentó liberarse en silencio pero los dedos del gobernador simplemente se afincaron con mayor ahínco llegando a doler.
Pese a querer evitarlo, Jimin terminó observándolo primero de soslayo, ya luego ambos se miraban fijamente. Para Yoongi era nuevo verlo de esa forma, tan limpio y oloroso, con trajes casi de nobles, pulcramente arreglado. Lucía sinceramente como un príncipe, nada que ver con el esclavo vestido con harapos casi mugrientos que trabajaba para él y que solo lo mandaba a cambiar por algo ligeramente más decente cuando lo mandaba a llamar a su alcoba. Incluso se atrevía a sostenerle la mirada, quizás esto fue lo que más le sorprendió.
Su piel, si bien conservaba los rastros de las penurias vividas, huellas de algunos golpes que fueron infligidos con algo más que manos, siempre se mantenía tersa y delicada. Sin embargo, en ese momento bajo los dedos del gobernador Min era más suave que el algodón o la seda más cara. El brillo que emanaba era diferente, uno del que no estaba seguro pudiera llevar alguien sin clase o nombre con una vida difícil.
Jimin temblaba como un pequeño cachorro mojado y asustado perdido en la nada. Podía sentir el látigo azotando su espalda, el impacto de los nudillos pálidos contra sus mejillas. El abuso al que por años fue sometido desde niño por el difundo gobernador Min y luego por su hijo, emergía con fuerza ahora que tan cerca lo volvía a tener.
Aún recordaba lo torpe e ingenuo que fue al creer que el señorito de la casa realmente estaba interesado en él. Sus pequeñas pláticas, las veces que escaparon para estar juntos o la forma que en ocasiones le pasaba buenos platillos de comida o ropas a escondidas. Sus continuas adulaciones, sus besos, hubo un tiempo en que era feliz al menos cuando estaba cerca de Min Yoongi aunque su vida siguiera siendo la de un indecente esclavo que calentaba la cama de sus patrones.
Ya fuera la del señor Min después de la muerte de su esposa o la del hijo, siempre calentaba alguna pero la diferencia radicaba en que, con el mayor era por obligación, como parte de sus tareas e incluso castigos. Con el joven, bueno, de él estaba perdidamente enamorado en secreto hasta que este un día robó su primer beso.
Sí, porque el señor solamente utilizaba su traje de carne pero no lo acariciaba o besaba, de hecho, creyó que el sexo era solo eso hasta que comenzó a fantasear con que podía haber algo diferente y desconocido que podía descubrir con el joven.
Se ilusionó tanto que su decepción fue totalmente avasalladora. Aún vivía fresco en su memoria aquel día que él creyó sería su primera vez con el joven Min. Quería hacerlo pero por alguna razón tuvo miedo y se echó para atrás, pidiendo al menos por ese día permanecer solo juntos sin llegar a hacer nada.
Fue indescriptible el dolor que sintió cuando su rostro fue volteado por aquella mano que colisión contra su mejilla con brutalidad desgarradora. Por un segundo creyó que todo era un error y que probablemente se había confundido de Min pero no... Cuando el joven Min tomó su rostro obligándolo a mirarle mientras ruinmente lo violaba, supo que sus sueños jamás serían reales. Todo lo bonito que existía en su vida terminaba convirtiéndose en estiércol, sueños se volvían pesadillas, arcoíris en oscuridad y felicidad en tristeza, melancolía y dolor.
Esa fue una situación que continuó por años, solo mejoró cuando en vez de ser dos los hombres a los que tenía que complacer quedó uno solo. No obstante, sin una persona a la que rendirle cuentas, sin tener que cuidar del recipiente que sería usado por su mayor, Min Yoongi simplemente dejó de lado todo rastro humano, dejando única y exclusivamente al monstruo que lo doblegaba con dolor una y otra vez hasta saciarse.
Cada vez que lo usaba lo expulsaba de su cama como si apestara o molestaba. Las humillaciones constantes, los golpes hasta quedar casi en cama, sus gritos, su horrible mirada... Horribles recuerdos que lo azotaban.
Ese fue el motivo por el que se quebró luego de varios meses alejados de él en los cuales no lo superó del todo pero había aprendido a vivir sin él gracias a la ayuda de Namjoon y del ambiente de ese palacio. Relativamente era libre, podía ir a donde deseara, usar o hacer prácticamente lo que quisiera porque el duque lo respaldaba pero él no podía aún abrir sus alas para volar. Ni siquiera estaba seguro de si aún tenía alas.
Al notar lo que ocurría y ver las mejillas de Jimin llenarse de lágrimas siendo sostenido con fuerza por el gobernador, Namjoon se levantó de su asiento para romper el contacto entre aquellos dos bruscamente, fundiendo al rubio en un abrazo que simplemente elevó la furia de Min. Cegado por la rabia, llevó la mano a su espada pero sintió el frío cañón de un revólver en la parte posterior de su cabeza.
— Yo que tú no me atrevería, gobernador Min. — Musitó Seokjin llevando por un segundo su mirada a quienes aún estaban abrazados. — No la toques, si desenvainas tu espada serás considerado un traidor del reino. ¿Quieres arriesgarte?
Empuñando fuertemente sus manos y siendo testigo de ese momento en el que su propiedad estaba siendo robada por alguien más sin que él pudiera hacer absolutamente nada, tomó su sombrero y abandonó el palacio sin decir más. Por ahora no podía hacer mucho pero Jimin, era suyo, tenía que serlo.
Yugyeom y Hoseok observaban todo en silencio sin entender correctamente todo lo que estaba sucediendo pero no se inmutaron. Disimuladamente cada uno se retiró a sus respectivas habitaciones, o bueno, algo similar porque Hoseok se fue a la habitación de la sirvienta y Yugyeom a la de Jungkook.
— Ya regreso. — Anunció Namjoon secando las lágrimas de Jimin, acariciando su mano para alejarlo del comedor mientras Seokjin hacía de tripas corazón para no explotar. No podía, ni siquiera tenía el derecho de hacerlo pero evitarlo resultaba difícil. — Al menos ya has dejado de llorar. ¿Te encuentras mejor?
Jimin asintió sin poder mirarlo a los ojos mientras el duque le entregaba ropa limpia para dormir, volteándose, dándole la privacidad para que se cambiara, mirando únicamente cuando el rubio le informó que podía hacerlo. El corazón de Namjoon resentía verlo con esos ojos tan hinchados, triste y apagado sin mostrar esa hermosa sonrisa de la cual había sido testigo en el último tiempo.
— Si ocurre cualquier cosa no dudes en llamarme, ¿de acuerdo? — Jimin asintió dejándose arropar.
Desde que había sido rescatado de la muerte a manos de Yoongi por Namjoon, había experimentado muchas cosas antes jamás vividas. Tener a alguien preocupándose sinceramente por él era algo nuevo. Esperaba que en algún momento quisiese algo a cambio pero hasta la fecha, nunca había pedido o exigido nada de su parte. Incluso cuando se ofreció a saldar su deuda con su cuerpo por voluntad propia, el duque lo rechazó. No tenía la más remota idea de cuáles eran sus verdaderas intenciones pero al menos mientras durara, disfrutaba de sus buenas atenciones.
— ¿Puede permanecer aquí esta noche? No deseo dormir solo, su excelentísimo señor. — Comentó en un tono bajo tomando por sorpresa a Namjoon porque esa era la segunda vez que pedía algo así, siempre después de un enfrentamiento con el gobernador.
— Quizás en un rato regrese, todavía debo despedirme del Conde D' Meer así que esta noche no puedo simplemente permanecer a tu lado. — Jimin asintió con cierta tristeza mermada cuando su mano fue sostenida y sus nudillos acariciados. — ¿Qué te he dicho respecto a cuando estemos solos? No tienes que utilizar los títulos u honoríficos para referirte a mí, con Namjoon basta.
Eso era lo único a lo que aún no se acostumbraba en ese lugar. Desde que tenía uso de razón estaba acostumbrado a servir, ser tratado como esclavo, alguien por debajo de cualquier clase. Que le hablaran como a un igual, más cuando ese trato provenía de alguien como el Gran Duque, era raro.
— Me pasaré a retirar en estos momentos, ¿de acuerdo? — Jimin asintió, recibiendo con su corazón algo agitado el beso en su mano, viendo a Namjoon marchar.
El conde Kim no estaba por los alrededores cuando el peligris salió a despedirlo, no le costaba adivinar el motivo de su repentina desaparición y eso lo abrumó un poco. Aligeró un poco su traje sirviéndose personalmente un trago que dejó por varios segundos en su boca antes de decidir a tragarlo. Todo se le hacía tan complicado en su posición. Aún cuando era el Gran Duque del reino no podía simplemente hacer todo lo que se le diera la gana.
Para mantener su título y adquirir mayor poder que por un tiempo su familia perdió, se vio obligado a casarse con una mujer de sociedad que lo ayudara de paso a guardar las apariencias. Esposa que mantenía siempre bien lejos de él al no ser que su presencia fuera absolutamente necesaria. Era algo un poco absurdo, muchos conocían sus preferencias pero solamente eran rumores de los que no tenían confirmación, algo que repercutiría negativamente si simplemente lo aceptara a pesar de ser un secreto a gritos.
No sería el primer o único noble que aún casado tuviera gustos diferentes y buscara satisfacción en concubinas o amantes más formales. Tener de amante a un hombre era un lujo que solo aristócratas como él se podían dar sin ser del todo señalado. Claro, siempre y cuando cumplieran con la sociedad como esta demandaba, casándose y teniendo una descendencia que mantuviera el apellido de la familia vivo.
No fue hasta que su camino se cruzó con Jungkook que este rompió su cascarón y lo alentó a vivir como no lo había hecho. De una forma muy diferente a la que ese día había sucedido pero el pirata había salvado su vida más de una vez. Por eso, en agradecimiento y búsqueda de esa libertad que lo prohibido brindaba, fue que aceptó hacer negocios con él. Debía admitirlo, fue una de las mejores decisiones tomadas en su vida.
El resonar de unas botas que permitían sentir la prisa en quien las llevaba, hicieron que Namjoon les pusiera atención. Enojado y con su sombrero en manos, Yugyeom caminaba por el pasillo cuando chocó contra el dueño del palacio.
— ¿A dónde vas a estas horas? Alguien podría reconocerte y cuando estalle la noticia de la fuga de Jungkook, no tardarán en seguirte la pista.
— Sé cubrir perfectamente mis rastros, además, fue el propio Jungkook quien me mandó a pasar la noche a un burdel. Por ende, si tiene algo que reclamarme, su señorío, mejor reclámeselo a él. — Pronunció firme realizando una venia. — Ahora si me lo permite, me retiro.
Evidentemente el duque no lo detuvo, se limitó a seguirlo con la mirada sosteniendo su fina copa mientras se alejaba. Suspiró negando con la cabeza, no entendía por qué Jungkook a veces era tan difícil de comprender. Después de estar en prisión y a punto de morir, se deshacía de la compañía que podía alegrarle el alma, acobijarlo e incluso ayudarlo a satisfacerse esa noche.
Le indicó al empleado que permanecía despierto que apagara las velas mientras se dirigía a la habitación de Jungkook, siendo sorprendido por unas manos que tiraron de él hacia el interior de una de las recámaras vacías. No luchó o se resistió, sabía perfectamente de quién se trataba y por ello lo único que hizo fue sonreír, abrazarlo y besarlo con desbordada vehemencia.
— Regresaste...
— ¿No querías que lo hiciera? — Se alejó Seokjin mirándolo incrédulo. — Si no me quieres en tu palacio me puedo marchar como mismo vine, escalando las ventanas hasta llegar a mi caballo. — Expresó molesto volviendo a tomar en sus manos la vaina de su espada y el pequeño arnés de cuero marrón donde iba su revólver.
— Sabes perfectamente que siempre quiero que vengas, de hecho, te ofrecí venirte a vivir a mi palacio. — Comentó rodeándolo con sus brazos, depositando suaves besos en su cuello expuesto, sus mejillas y labios. — Fuiste tú quien rechazó mi oferta.
— Soy el Conde D' Meer, el único descendiente restante de mi familia y tengo sobre mí la presión de todos para continuar con nuestro legado. ¿Piensas que me es fácil romper mi compromiso y venirme a vivir contigo? Eso es una fantasía muy bonita pero fantasía a fin de cuentas. Además, ¿como qué viviría yo aquí? ¿Tu empleado, tu amante? No me pienso rebajar a esa nivel cuando sigues siendo un hombre casado, no dejaré de lado todo lo que tengo para vivir repudiado por el mundo bajo el techo de un hombre que a fin de cuentas jamás me dará el lugar que merezco. No porque no quieras, sino porque simplemente no puedes, Joonie.
— Seokjin, sabes perfectamente que mi corazón yace junto al tuyo.
— Lo sé, sé que me amas del mismo modo que yo te amo a ti pero esto clandestino que tenemos es lo máximo a lo que podemos aspirar. — Namjoon se volteó peinando con sus dedos el mechón de cabello que cayó sobre sus ojos pero el conde lo detuvo para hacerlo él y lentamente fundirse en un nuevo beso — ¿Te dirigías a algún lugar en específico?
— Sí, necesito hablar un momento a solas con Jungkook. ¿Me esperarás en mi aposento?
— No tardes, debemos aprovechar el tiempo porque debo marcharme antes de que amanezca y alguien note que estoy aquí. — Comentó atrayéndolo por su cuello, jugando con la coleta gris perfectamente anudada que llevaba el Gran Duque.
Acostado en su cama rememorando el encuentro con Kim Taehyung después de tantos años, se encontraba un Jungkook que ni siquiera había podido tocar la comida que horas antes le entregaron. Lo vio, lo escuchó, le habló, lo besó y ya no como niños que con inocencia unían sus labios...
Por todos los mares, había besado al hombre que lo llevaba a la muerte física porque emocionalmente, ya la había experimentado en más de una ocasión, incluyendo ese día en el que se marchó para jamás volver.
Desde el día en que se encontraron en el granero cuando eran niños, cuando después de tantos años sus caminos se cruzaron en altamar, cuando se salvó de la decapitación y sus miradas se cruzaron antes de ser llevado, todo volvía a mostrarse frente a él como la más vívida memoria.
Aún recordaba cuando el castaño se quedaba dormido en sus brazos y él podía decir en silencio cosas que quizás a todos le parecerían pecados malditos o tontas palabras pero que siempre deseaba que fueran al menos escuchadas en los sueños del mayor y que así, este supiera la verdad de sus silencios.
En silencio, acarició sus labios y cerró sus ojos. Mientras se besaban en aquella fría mazmorra en donde esperaba su hora final, entre cadenas, suciedad y confusiones, él pudo sentir sus corazones latir contra sus costillas. Era absurdo pero por un momento creyó que morir valía la pena si podía experimentar eso, egoístamente, le hubiera gustado quedarse así para siempre, sin hacer el amor — o más bien tener sexo como acostumbraba,— tocarse o hablar... Con respirar el mismo aire le era más que suficiente.
Sin embargo, esos pensamientos con forme llegaban, desaparecían. Bien conocía él a Kim Taehyung y a su familia. Ellos eran personas que utilizaban a otros a conveniencia y luego se deshacían de ellos sin dudarlo. Apretó con fuerza el zafiro en su mano y se paró para mirar por la ventana a la nada.
Cerrando sus ojos para limpiar su mente y poder concentrarse lo suficiente, permaneció en silencio, sintiendo el olor extremadamente leve del mar llegar a él. Lo necesitaba tanto que se estaba volviendo loco, si no sumergía pronto su cuerpo en agua de mar, si no navegaba, literalmente terminaría enloqueciéndose, eso era lo único que lo mantenía cuerdo.
Con dos leves toques Namjoon avisó su presencia, adentrándose al dormitorio en el que el pelinegro se encontraba. Ese fue un momento oportuno para Jungkook, con alguien cerca y su mente ocupada, esta no se perdería en dementes cavilaciones.
— ¿Todo bien, Jeon? — Interrogó con cautela al notar como cambiaba su semblante, claramente pretendiendo estar en perfectas condiciones.
— ¿Por qué no habría de estar todo bien? — Rebatió su pregunta con una sonrisa. — Aprovechemos que estás aquí, pongámonos de acuerdo para nuestras futuras transacciones y demás negocios. Pienso volver al mar antes de que se corra por todo el reino la noticia de mi fuga, cuando pase un tiempo prudente, en dos días aproximadamente, no podemos dejar nada de la mano. Sé que todo este alboroto no durará mucho pero, necesito ya regresar al mar.
Quizás era normal para un pirata tener apego con el mar, de hecho, personas que no lo eran disfrutaban de este también sin embargo, a veces le parecía que Jungkook estaba completamente obsesionado con el mar, como si literalmente necesitara de este para vivir.
Mostrándole nuevas rutas, puntos de encuentros y demás cosas que cambiarían para los próximos cargamentos, el pelinegro permaneció ocupado por poco más de una hora en la que gratamente no pensó en nada más.
— Me parece bien que descanses pero debías haber dormido con tu matelot y no mandarlo al pueblo en busca de mujeres de la mala vida. — Comentó Namjoon enrollando los planos trazados.
— Él merece tener la diversión que por el momento no le puedo ofrecer. Además, lo de nosotros es casi una hermandad, muy diferente a la visita que entró a escondidas hace un rato y que tienes esperando en tu alcoba por andar de pendenciero en temas que no te corresponden. — Apeló riendo cuando Namjoon se enrojeció al saberse descubierto.
No es que lo ocultara del todo, después de todo Jungkook sabía mejor que nadie sus gustos y lo que sucedía con Seokjin pero no dejaba de ser incómodo el ser atrapado en una travesura.
— Vete ya de una vez. — Reprendió el pirata haciéndole una seña para que se largara sin dejarlo dar alguna de sus torpes e innecesarias excusas.
— Procura no ser atrapado nuevamente, no pienso estar salvándote cada vez que te metas en problemas. Te lo advierto, sabes que no puedo exponerme tanto por el bien de todo.
— Sí, sí, como digas, ahora vete a lo que te concierne. — El peligris negó frente a su burlona sonrisa, desapareciendo tras la puerta, permitiéndole una vez más quedarse tranquilo y solo, algo no tan bueno en esos momentos.
Hubiera sido genial tener al menos la compañía de Yugyeom pero en esos momentos en los que no se podía sacar a Taehyung de la cabeza, tenerlo a su lado simplemente iba a crearle daños innecesarios que no merecía.
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(Muchas gracias a J-Liss por regalarme este hermoso edit, me encantó)
• Aquí estoy nuevamente, publicando un capítulo que publiqué hace casi un mes atrás pero Wattpad estuvo teniendo muchos problemas y no me permitió publicarlo o creo que algunos lo veían y otros no, en fin, ahora lo estoy volviendo a subir. 🥺🥺🥺
Espero que les guste y por la demora regreso con doble actualización...🙈
LORED
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