Capítulo 7
— ¡Flanco derecho! — Se escuchó la voz de mando del comandante mientras que los soldados llevaban a cabo la ceremonia. — ¡Presenten armas!
Con su pecho oprimido, el Almirante Kim aguardaba frente a una de las paredes del fuerte con dos oficiales de la marina escoltándolo para recibir oficialmente su nombramiento como el Gran Almirante tras la captura del pirata más buscado por esos y varios mares.
La inquietud que sentía era un tanto nueva, nunca se sintió nervioso por recibir un título o ser ascendido. Esos actos lo llenaban de orgullo, de dicha y lo último que sentía eran nervios. Sin embargo, estar a punto de ser nombrado Gran Almirante por la captura de Jungkook a pocos minutos de su ejecución que, sería prácticamente la celebración de su ascenso, no era una de las cosas que más lo emocionaban.
Caminó lentamente y con elegancia bajo el extenso arco que las armas formaron hasta que llegó al altar de nombramiento. El Marqués Kim estaba presente, observando a su hijo con orgullo. No solamente su apellido y familia se hacían más poderosos, sino que la satisfacción de ver a su único hijo cumpliendo sus sueños lo hacía feliz. Sonrió en su dirección antes de poner expresión seria y darle un asentimiento que no pasó desapercibido para quien acababa de recibir la medalla.
No obstante, sus ojos se desviaron al pequeño agujero en la torre donde se encontraba el calabozo del pirata. Una extraña sensación junto a un frío intenso lo recorrieron de pies a cabeza. Podía sentir como unas manos tocaban su cabello y una respiración llegaba a su oido. Se volteó para ver de quién se trataba pero no había nadie en ese lugar, miró en todas las direcciones pero solamente estaba él en la pequeña plataforma de madera con las demás personas a metros de distancia.
— Felicidades por su nombramiento, Gran Almirante Kim Taehyung. — Aquella voz femenina llegó a él como si la dueña de esta estuviese parada justo a su lado pero seguía sin ver a nadie. — No has aprendido absolutamente nada, continúas tomando las mismas decisiones y eso a mí me llena de gozo...
Una estruendosa y exagerada carcajada retumbó en su oido haciéndolo fruncir el entrecejo. Tal parecía que nadie más escuchaba aquello, solamente él y no sabía exactamente por qué había comenzado a delirar. Un delirio extraño porque esa voz le resultaba familiar. La conocía, la había escuchado antes pero no sabía a dónde. Intentaba hacer memoria pero entre esas potentes carcajadas y el querer mantenerse inexpresivo para todos los presentes, no lograba reconocerla.
— A veces no valen cien oportunidades para quien no está dispuesto a cambiar el rumbo de sus acciones. — Volvió a escuchar la voz de la mujer una vez que su molesta carcajada paró. — Estás de regreso pero sigues sin estar completamente consciente de quién eres o mejor dicho, qué son ustedes dos.
— ¿Nosotros dos? — Repitió en un susurro sin saber si ya estaba rayando la insania y había perdido toda la cordura al hablar solo con una voz en su cabeza que era extremadamente fastidiosa.
Lo estaba haciendo sentir incómodo, el frío no abandonaba su cuerpo y aquella extraña sensación de que estaba haciendo algo que no debía tampoco.
— Sigo preguntándome qué ocurrió, cómo es que estás aquí, en este momento. Este no es tu tiempo y no deberías estar aquí. — Esas palabras... ¿Dónde las había escuchado? — Ahora sí estoy segura de que no cumpliste tu castigo en su totalidad lo que hace más confuso todo lo que está ocurriendo porque tampoco creo que hayas sufrido toda la calamidad y más que un ser puede acumular en un milenio. De haber sido así, no estarías caminando por el mismo sendero, pisando las mismas piedras, dirigiéndote al mismo destino.
— Calla... — Musitó entre dientes viendo como la formación de sus oficiales cambiaba. No quería escucharla, le estaba causando un dolor de cabeza casi insoportable.
— Puedes renegar todo lo que quieras de a realidad pero, no puedes huir de ella. — Al escuchar aquellas palabras imágenes suyas de cuando era niño y de una sombra extraña llegaron a su mente.
¿Era eso real? ¿Todo lo que estaba viendo en su cabeza era real? ¿Cuál era su significado? ¿Por qué no recordaba nada de eso si era real?
Era un niño, ningún niño recuerda con exactitud cada día de su niñez, es algo absurdo. Estaba viendo a Jungkook en aquel estado penumbroso en el que se encontraba, veía cuando lo tomó en sus brazos pero esa exacta escena, se repitió de varias maneras que no comprendió.
Lo vio cuando llegó a su casa, cuando entrenando con Esir cayeron y se sostuvieron mutuamente para evitar los daños. Siendo adolescentes jugando en el mar también se vio, una escena que no recordaba claramente pero que sabía era real lo azotó con fuerza. Recordó aquel incidente, habían salido a navegar y un torpe movimiento se tropezó con unas sogas y cayó al mar, sin dudarlo, Jungkook se lanzó por él y de ahí la imagen pasaba a ellos sentados en la arena pero ya no estaba el pelinegro en sus brazos sino al revés.
Otra imagen parecida llegó a él en un bosque pero lo extraño es que ellos ya eran adultos y aquello era imposible. ¿Cómo podía él llorar de felicidad diciéndole a quien estaba a punto de ser ejecutado que lo había encontrado? Eso no había ocurrido, no se habían visto de adultos hasta que lo apresó y tampoco podía ser una visión porque quedaban minutos para que ese pirata perdiera su cabeza.
Aquella insoportable risa volvió a resonar y todas las imágenes desaparecieron, todas excepto una, él llorando arrodillado frente a alguien sumido en una gran desesperación.
— Seguiré esperando pacientemente a que llegue el momento. — Susurró la voz en su oido.
— ¿Cuál momento? ¿De qué hablas? — Preguntó volteándose en todas las direcciones al no recibir respuesta alguna, sintiendo la temperatura de su cuerpo elevarse junto a una extraña calma y silencio sin ninguna voz o risa alguna en su cabeza. Se había ido esa voz pero la confusión permanecía latente.
El sonido de las murmuraciones lo obligaron a concentrarse y dejar de lado sus pensamientos. De la torre venían un grupo de oficiales empujando a un Jungkook de manos atadas, sucio y que no mostraba la mirada que ocultaba el cabello que caía sobre su rostro. La camisa que había estado llevando una hora atrás cuando lo vio por última vez no estaba y por primera vez en su vida, vio aquel tatuaje nunca antes visto.
Se trataba de una serpiente o parte de esta, bajo la superficie del mar se mostraba una larga cola de serpiente pero sobre esa misma superficie había un barco y un hombre sosteniendo lo que parecía ser una piedra. Estaba dibujado de tal forma que el torso del hombre y la cola de la serpiente parecían estar juntos. Su entrecejo se arrugó mientras el recuerdo de una de las imágenes vistas hacía un momento en su trance de demencia regresaba a él.
Cuando estaba en brazos del pirata en aquel bosque, él llevaba un pendiente en su oreja que también simulaba una serpiente. Nada tenía sentido, ni siquiera sabía por qué le prestaba tanta atención a eso pero por alguna razón hizo fijación con la afinidad que pirata parecía tener con las serpientes.
Sus miradas se cruzaron en el instante que lo empujaron para que subiera los escalones de madera que lo llevaban a a horca. Esa mirada le gritaba algo tácitamente que pudo escuchar. ¿Lo estaba acusando de lo que le estaba ocurriendo?
Él no tenía la culpa de que se hubiera convertido en un bribón, en un pirata sin escrúpulos. Si se hubiera quedado en su casa, a su lado, nada de eso hubiera estado ocurriendo. Lo más probables es que ambos hubieran sido grandes oficiales de la marina pero no, él prefirió desaparecer y sumirse en la piratería. Sus actos acarrearon ese desenlace fatídico al que se estaba dirigiendo.
Se aferró con fuerza a su espada y caminó en su dirección, deteniéndose en el momento que sintió que el viendo cambiaba de dirección. Muchos quizás no lo percibieron pero ellos dos, sin lugar a duda sí lo hicieron.
Una vez más sus miradas se encontraron pero esta vez, no había nada en los ojos del pelinegro que lo ignoró para mirar a la distancia con una sonrisa adornando sus labios mientras colocaban la soga alrededor de su cuello.
— Jeon Jungkook, ha sido declarado de crímenes contra la Corona Bumersa... — La lectura del pergamino estaba siendo llevada a cabo pero el condenado no le estaba prestando atención.
Sus ojos estaban fijados en el pulcro y recién nombrado Gran Almirante de la Compañía Bumersa oriental. Negó con una sonrisa y parándose firme, mirando sus manos atadas mientras la capucha era colocada sobre su cabeza.
— Numerosa cantidad de crímenes de naturaleza siniestra que pone en peligro a todo el reino. Entre los más atroces destacan: piratería, contrabando, navegación con banderas falsas, incendiar, saquear, secuestrar, hurtar e ilegalidades generales que ponen en peligro la seguridad de los bumerses y cualquier persona que navegue en los mares. Por esto se le sentenció a ser colgado por el cuello hasta morir.
— ¡Por los delitos antes mencionados, se condena al pirata Jeon Jungkook a la horca! — Exclamó Taehyung haciéndose a un lado para que uno de sus oficiales se acercara para llevar a cabo la ejecución.
Su vista se desvió hacia su padre que miraba con cierta culpa al hombre que una vez tuvo viviendo en su casa, al mismo al que Taehyung también observó antes de darse la vuelta para mirar al resto de los presentes. Podía escuchar la madera crujir, el sonido de la soga ajustándose al cuello de quien una vez fue su mejor amigo sin poder evitar que su piel se erizara y un extraño miedo lo recorriera.
— ¡Alto! — Exclamó un uniformado que se abría paso entre la multitud siendo seguido por un grupo de oficiales que se detuvieron frente a Taehyung. — En nombre de su majestad el Rey de Bumer, yo, Comodoro de Port Bumer, Jung Hoseok, solicito inmediatamente que se detenga esta ejecución.
— Permítame presentar mis respetos, Almirante, mi nombre es Min Yoongi, gobernador de Bumer como bien ya sabe.
— Sí, ya sé el que parece que no sabe que desde ahora soy el Gran Almirante es usted. Así como tampoco sé qué hace acá porque usted no tiene poder sobre los delitos cometidos en altamar y tampoco sobre la marina. — Respondió aceptando el documento que le era entregado.
Nunca había tenido un buena impresión de ese hombre y mucho menos la tuvo de su cruel padre. Un hombre que perdió todo respeto por ser un alcohólico con rumores de violación a niños, el mismo canalla que una vez intentó abusar de él. Si bien hasta la fecha aún no entendía cómo o por qué huyó de casa a esa edad, si todos los recuerdos estaban borrosos en su mente, no se olvidó del rostro de aquel borracho que le ofreció techo y comida a cambio de ser usado sexualmente.
Ver el sello real en ese documento redactado por el rey en donde exigía que se detuviera la ejecución de Jungkook lo confundía en demasía. ¿Por qué querría el rey detener la muerte de un pirata como ese? Además, no tenía sentido pedir que lo levaran al castillo todo eso era absurdo.
—Con todo respeto, Gran Almirante... — Habló ella comodoro bajando su cabeza para mostrar respeto. — Solicito que me entregue al prisionero.
Taehyung apretó el papel que tenía en su mano mientras tensaba su mandíbula y maldecía internamente. Llevaba dos años intentando capturar a ese pirata, había sido él quien pasó por infinidades de problemas poniendo en riesgo su vida para que con una mísera orden lo salvaran.
— ¡Traigan al prisionero! — Ordenó enrollando nuevamente el documento mientras miraba seriamente al gobernador. — Varios de mis hombres lo acompañarán, espero que los acepte como una muestra de mi buena voluntad para el traslado del pirata.
— No tengo problema alguno con eso. — Respondió Min sosteniéndole la mirada con desgane. — Incluso puedo acompañarnos usted mismo si así lo desea.
Aunque quisiera, no podía acompañarlo, tenía que zarpar en pocas horas y eso no podía retrasarse. Se volteó quitándole el saco al pirata que llevaba la misma risa cínica de hacía un rato atrás. No sabía si él se había entregado y estuvo tan confiado porque estaba consciente de que podía ser liberado por el mismísimo rey o era simplemente la arrogancia de haberlo vencido una vez más.
El pelinegro agitó su cabeza dejando ver su rostro en su totalidad una vez que toda su cabellera azabache se echó hacia atrás, enfrentándolo con la mirada. Sin embargo, no había reto en ella, no había la arrogancia que creía ver, solo un deje de decepción que no comprendía. Nuevamente le daba esa mirada llena de acusaciones no dichas.
— No iré con ustedes confío en que nos veremos pronto en el palacio real. ¡Entréguenselo! — El oficial que sostenía a Jungkook lo empujó hacia las manos de Comodoro Hoseok que se hizo a un lado para que sus oficiales lo escoltaran con cuidado.
— Adiós y mis felicitaciones... Gran Almirante Kim Taehyung. — Musitó el peinero cuando el nombrado se dio la vuelta, haciéndolo detenerse en seco sosteniendo el mango de su espada.
— Espero nunca volverte a ver, al menos no con vida, pirata. — Expresó con despotismo el castaño, retomando su camino para darle una orden a sus hombres.
Quizás esa sería la última vez que se verían y realmente esperaban que fuera así porque no muchas cosas buenas podrían salir de sus encuentros. Cuando sus caminos se cruzaban, uno de los dos sobraba, ambos salían perdiendo tanto física como emocionalmente.
El desengaño caminaba sonriendo detrás del entusiasmo. Eso lo aprendió de la peor manera cuando aquel niño con el que creció lo traicionó y se marchó. Dejó de decir palabras que demostraran alegría, dejó de mirar al cielo con esperanzas. Con la sabiduría adquirida a través de los años su experiencia se componía más de las ilusiones perdidas que de aquello aprendido. No obstante, solamente esas cosas que le restaban, entre las que se encontraban su oficio, su rango, nombre y trabajo eran la base que motorizaba y guiaba su vida.
Ya no era un niño con sueños y sentimentalismo compartido con alguien que libremente saldría de su vida por su propio pie. Por eso, que Jungkook fuera llevado del fuerte en ese momento en que él controlaba que sus hombres designados lo escoltaran para evitar cualquier intento de fuga de su parte, todo sentimiento de culpa o emoción en general se habían esfumado.
Confiaba en la justicia y ya fuera ese día o varios después, Jeon pagaría lo que debía.
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— Yo a ti te recuerdo... — Musitó Jungkook mientras caminaba amarrado al caballo del oficial. — Jung Hoseok...
— Me alegro que me recuerdes, gracias a ti estoy vivo y por ello voy a saldar mi deuda. — El pelinegro enarcó las cejas ante sus palabras viendo como el oficial parecía callar algo que no se debía decir en ese momento.
Según sus cálculos, estaban cerca del amanecer y no se habían parado siquiera para dormir. Conocía Bumer tanto como conocía el mar y sabía perfectamente que no se estaban dirigiendo hacia el castillo real. Estaban en tierras de nadie y aquello comenzaba a preocuparlo. Solamente estaba esperando a que se sentaran a comer o ese detuvieran a dormir pero ninguna de las dos cosas habían sucedido y cuando el cielo empezara a aclararse, las posibilidades de desaparecer se reducían considerablemente.
— Comodoro... — Llamó el capitán a cargo enviado por el Gran Almirante. — Creo que que nos hemos desviado, señor. Si lo permite, uno de mis hombres nos ayudará a encontrar el camino correcto.
— Creo que tiene razón, Comodoro. — Habló el gobernador alzando su mano para que todos se detuvieran, acción que fue imitada por Hoseok. — Ya es hora de reorganizarnos.
Todo fue hecho con tanta celeridad, presteza y prontitud que Jungkook no tuvo tiempo de de procesarlo o anticiparlo. Cuando se dio cuenta que algo estaba sucediendo, los hombres bajo el mando de Hoseok dispararon a aquellos que habían sido enviados por Taehyung a escoltarlo.
Varios pasos proveniente de los arbustos se escucharon y guardias privados pertenecientes a la realeza aparecieron cercándolos en un círculo. Min Yoongi descendió de su caballo sosteniendo con firmeza su arma y Hoseok lo siguió parándose al lado del prisionero.
— ¡Libérenlo! — Ordenó el gobernador en un tono gélido y firme.
— ¡Buen trabajo! — Habló otra voz que se abrió paso entre los oficiales. Un hombre alto y de cabellera gris cubierta por un elegante sombrero e impecable vestir se situó frente al pirata y antes de que este pudiera decir algo, lo abrazó. — Jodido pirata, me has hecho pasar por mucho.
— Prometo que te lo retribuiré con creces, mi querido Duque Kim.
— ¡Capitán! — La voz de su mano derecha llegó junto con un abrazo que casi lo tumbó al suelo y que le hizo sonreír de gusto.
Le devolvió el abrazo con una mano debido a que la otra estaba siendo sostenida entre el pecho de ambos por el contrario que no dejaba de derramar lágrimas de alivio. Acarició su cabello mientras sus frentes permanecían unidas.
— Te di una orden, Yugyeom. Sabes perfectamente que odio que me desobedezcan. — Musitó sosteniendo con fuerza su cabello sin poner distancia. — ¿Qué haces en tierra firme y no navegando los mares?
— No podía irme y dejar a un amigo, a mi matelot, a mi capitán a su suerte. Si ahora debo pagar el precio por desobedecerte, lo haré con honor porque no me arrepiento de lo hecho. — Buscó con necesidad sus labios, en un beso que Jungkook rompió un poco más pronto de lo que esperaba. — Cuando abandoné el barco lo primero que hice fue acudir al duque Kim, solamente él podía ayudarnos.
— Gracias...
Al otro lado de los cadáveres que yacían en la tierra, Min y Namjoon se alejaban de todos. Ellos habían llegado a un acuerdo, dado que el final de este había llegado, tenían palabras por decir.
— He cumplido mi parte del trato, espero que cumplas con la tuya. He arriesgado mi título, nombre y posición por liberar a ese pirata. Quiero a Jimin de regreso, es mi esclavo, mi propiedad, es conmigo con quien tiene que estar. — Demandó Yoongi acercándose de forma intimidante.
— Te lo dije desde un comienzo, si él no quería volver contigo, no lo haría. Nuestro acuerdo se basaba en que yo no exponía todas tus irregularidades al rey y tú me ayudabas a liberar al capitán Jeon. Ambos hemos cumplido con lo pactado, espero que ahora sigas tu camino y no vuelvas a cometer los mismos errores.
— Jimin no puede haber dicho que no quería venir conmigo.
— Claramente que no lo pudo decir, no solamente lo quebraste físicamente, su mente es un desastre, le tiene miedo a todos y principalmente a ti. Tanto es así, que prefirió permanecer con desconocidos. — Yoongi apretó tanto sus diente que el crujido de estos se hizo sonoro y su tensada mandíbula sobresalió. — Estará sirviendo en mi palacio pero no es un esclavo y es libre de irse cuando desee. Si en algún momento desea regresar a ti por voluntad propia, no se lo impediré.
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