Capítulo 6
No debía detenerse en medio de su huida, tanto su vida como la de su tripulación dependían de que él llegara a tierra pronto sin ser capturado, mas difiriendo de su raciocinio que le gritaba que debía seguir, se detuvo al ver a ese hombre desmayarse.
Fuera de su propia vida, Yugyeom y algunos de sus tripulantes él no se preocupaba por nadie más, todas eran vidas de cambio que cuando dejaban de serle útil las hacía a un lado, otros simplemente se morían en altamar o se vendían a un mejor postor que le llenaran los ojos con temores inexistentes.
A pesar de todo, tenía su grupo. Esos fieles que en esos momentos corrían huyendo de los guardias que querían apresarlos debido a falsas acusaciones de algunos de los señores feudales que no quisieron pagar el precio luego de perder sin trampas o trucos en uno de los juegos de mesa en la taberna donde decidieron entrar a descansar por unas pocas horas antes de regresar al mar, a su verdadero hogar.
Inocentada la suya de creer que le darían ese pago que les debían, a veces olvidaba que la humanidad y los aristócratas concretamente, no eran de fiar. No era nada nuevo, navegar en la vertiginosa red de intriga de la aristocracia era mucho más peligroso que enfrentarse a tormentas y atracos en el medio del mar.
Si ese hombre era alguien que lo iba a entregar a la justicia tarde o temprano, no lo sabía pero simplemente todo en él gritaba que no podía dejarlo ahí. Lo sostuvo justo cuando estaba a punto de colisionar contra una roca y desde entonces habían pasado casi un minuto en el que el sujeto parecía seguir inconsciente.
— ¡Oye, tú! ¡Despierta! —Abría los ojos con parsimonia, parecía estar cómodo en unos brazos que se le hacían extrañamente familiares. — Ya veo que estás vivo. ¿Quién er-
Su voz se interrumpió cuando todo el cabello que cubría su rostro cayó hacia atrás y vio esa extraña pero hermosa y amplia sonrisa dirigirse a él. Su desconcierto solamente aumentó cuando aquel castaño de rara vestimenta colocó una mano en su rostro de la que no pudo escapar.
Recién entraba el verano y no comprendía como una repentina brisa podía ser tan fría cuando ni siquiera se acercaban aún a la costa. ¿Cómo las suaves brisas se convirtieron en fuertes ráfagas de gélido viento?
Todo era extraño, del modo en que vinieron las ráfagas, se fueron, sin avisos o señales. Iban y volvían abruptamente como si se estuviera acercando al inexistente fin del mundo. Quizás todo eso le llamó la atención pero no lo sorprendió, nada lo hacía o al menos así fue hasta que escuchó las palabras que aquel extraño dijo mientras acariciaba su rostro.
— Mi pirata... ¡Te encontré! — Su voz era desgastada pero las palabras abandonaron su boca con tanta facilidad y seguridad que mantenían a Jungkook estupefacto. — Estás aquí.
Visiones se mezclaron, ninguna que él pudiese descifrar correctamente, los veía a ambos en diferentes escenarios, ninguno conocido. Corrientes de sensaciones irreconocibles le recorrieron su cuerpo, haciéndolo sacudirse ligeramente. No sabía si era una especie de brujo, mago, alguien con algún poder aunque él no creyese en esas cosas. Tal vez era su imaginación, no sabía nada con certeza.
Pudo sentir la textura de su mano, el calor que emanaba de esta calentar su piel, tan limpia y pura que no desea mancharla con sus impurezas y esa suciedad que no solamente era externa. Su rostro parecía azucena, sus labios rosas, cuello blanco, enhiesto y crespos que el viento movía con buen compás, esparciéndose y desordenándose entre sus dedos.
Era día soleado, con nubes despejadas, buen oleaje y suficiente brisa que lo hacía navegar en el ancho mar de sus pupilas. Lo cubrió con las telas de su camisa para evitar que las fuertes ráfagas que aumentaban le dieran directamente al hombre que tenía entre sus brazos, como si el viento helado fuera a marchitarlo.
¿Su pirata?
Solamente hacía falta ver su vestimenta para llegar a la conclusión que era uno pero no parecía juzgarlo, era como si lo conociese de toda la vida aunque esa era la primera vez que lo veía. Sin embargo, algo le decía que lo conocía de algún lado, que podía ser posible solamente que no lo recordaba. Difícil para él ya que no olvidaba los rostros, menos hubiera olvidado uno como ese pero, así parecía ser.
— Oye, oye, recomponte. — Le dijo apartando de su propio rostro su larga cabellera azabache. — ¿Quién eres? ¿Qué crees que estás haciendo?
Alejó finalmente la mano del desconocido de su piel pero, en la brusquedad del acto, vio como en su cuello guindaba un collar que le llamó la atención. Hurgó con rapidez su ropa hasta palpar el colgante, tiró de este hasta que quedó en su campo de visión. Lo arrancó de su cuello haciéndolo rechistar un poco observándolo con detenimiento, no era posible que él tuviese esa pieza. Buscó la mirada del chico para conseguir alguna explicación a lo que veía mas lo dejó caer sin querer cuando lo volvió escuchar hablar.
— Juro que daría mi vida por permanecer en tus brazos, como el pirada que navega por el medio del océano necesita del viento, esos que darían su alma con tal de una brisa, una ráfaga, una brizna que los ayude a no naufragar. — Los ojos del pelinegro se ensancharon cundiéndose de inesperadas e inadvertidas lágrimas, su corazón se disparó como cañonazos en enfrentamiento sin darle el menor de los avisos. — Tu caricia es un soplo diminuto que me regala una nueva esperanza.
— Oye chico, creo que estás borracho o te echaron algún alucinógeno en tus alimentos. — Eso fue lo único que se le ocurría, no podía ser normal que estuviera diciéndole todas esas palabras sin sentido a él. Comprobó sus labios y pupilas hasta que detuvo toda acción al ser sorprendido por unos rufianes labios que le robaron un beso.
¿Por qué sus labios eran tan conocidos? Se acoplaban bien a los suyos, tanto, que parecían estar hechos para él. Su boca le respondía, sus brazos se ciñeron a su cuerpo sintiéndolo suyo olvidando el azul zafiro y todo lo demás que surcaba su mente por varios minutos. No obstante, recuperó sus sentidos, debía moverlo, debían moverse si no querían ser atrapados.
— Oye... — Intentó llamarlo, despertarlo al ver como volvía a cerrar sus ojos sintiendo una nueva ráfaga de aire incluso más fuerte que la anterior llegando a ellos. Los envolvió y se llevó de sus brazos al sujeto. — ¡Taehyung!
Una vez que sus ojos se abrieron gracias a la casi congelada agua que le lanzó uno de los uniformados para despertarlo, pudo reconocer que era Kim quien estaba entre sus brazos. Fue un Kim muy diferente a lo que había visto hacía algunos días también al niño y adolescente que dejó atrás hace varios años.
Su cabello era más rizado y rebelde, su mirada era diferente y traía consigo el zafiro que tanto en el sueño como en la vida real él tenía bajo su poder. Fue un sueño, uno muy singular porque se reconocía, los reconocía, eran ellos dos pero parecían no saber quien era el otro o al menos para él fue así. Fue como estar en el mismo mundo pero en otro lugar, era otra vida, otro Jeon Jungkook.
— El Almirante Kim estará aquí en breve segundos. Ya es hora de que te despiertes, no viniste a los calabozos a descansar. — El oficial anunció resonando los barrotes de hierro de la puerta.
Sabía que quedaban pocos días para su enjuiciamiento, siempre supo que su cita final sería con la horca aunque claramente, no tan pronto. En ese momento su amigo y mano derecha, Yugyeom, debía estar navegando las aguas de otras cosas, a salvo y eso sinceramente era todo lo que le importaba, nada más.
— Jeon... — Miraba por el pequeño hueco en la pared que le permitía ver el mar, el horizonte que mostraba que el atardecer había llegado cuando la burlesca voz llena de un resentimiento que no notaba llegó a él. — ¿Disfrutando la vista de algo que no volverás a ver o sentir jamás como un hombre libre?
— ¿Estás seguro de eso? Creo que no deberías cantar victoria hasta que no veas mis ojos explotar y escuches las vértebras de mi cuello quebrarse. ¿No lo recuerdas? No se celebra hasta que no se ha ganado.
— Bueno, quizás en eso tienes razón pero... — Sonrió agitanó un pequeño pergamino que abrió para mostrarle. — ¿Recuerdas cómo leer? Si es así puedes acercarte para leer que finalmente tengo toda la potestad para hacer que esas vértebras se quiebren antes de lo pensado. Dentro de una hora tendremos un bandido menos navegando en los mares o caminando sobre la tierra.
Jungkook sonrió acercándose a la reja que los separaba. Le echó una hojeada al pergamino donde constataba que efectivamente sería llevado a la horca sin derecho a juicio siguiendo las órdenes del Almirante y asintió levantando su vista hasta hacer contacto visual con el castaño que sonreía ladino.
— ¿Felicidades? — Sonrió mintiéndole la mirada de tal forma que vio como la elevada línea de los labios de Taehyung tembló hasta convertirse en una mueca, dándole paso a una seriedad rodeada de tensión. — Un gran logro para el Almirante, supongo que con mi captura lograrás convertirte en el Grand Almirante de Bumer, el Almirante general... Un paso más cerca de alcanzar tu sueño, el del marqués Kim también. ¡Mis más sinceras felicitaciones!
Esta última frase la dijo tan cerca del rostro de Taehyung que, aún cuando su cabeza no podía traspasar los barrotes la sintió pegada a su cara. Como cuando hablaban casi entre susurros y sin lugar para espacios cuando eran niños, no existía la privacidad, no entre ellos. Por segundos sintió la respiración de quien una vez creyó que era su mejor amigo hasta que le robó y se marchó.
— Es la primera vez que un pirata me felicita y como hombre agradecido y de buenas costumbres y modales debo decir... ¿Gracias? — Le devolvió la sonrisa recobrando su compostura por segundos perdida, odiando la sonrisa que no desaparecía de los labios contrarios. — Muchas gracias.
Sosteniendo el pergamino con ambas manos a su espalda dio un paso atrás, poniendo distancia en la incómoda cercanía. Por su mente volvían a pasar muchas preguntas, reclamaciones que el niño que una vez fue le hubiera hecho. Otras interrogante que se crearon cuando lo apresó en aquel barco, dudas que rumores crearon. Podía preguntarle por qué escogió esa vida, ¿dónde estaba su verdadero barco? Porque en el que lo apresaron evidentemente había sido robado.
¿En donde se encontraban los tesoros encontrados que le pertenecían a la marina real o su tripulación? Eran muchas las cosas que quería y tenía que preguntarle pero aquellas que eran personales seguían sintiéndose las más importantes para él en ese momento. Todas esas incógnitas son una parte del acertijo que no lograba resolver. ¿Por qué lo dejó?
— Queda poco para que seas ejecutado. ¿No tienes nada que decir? — Preguntó seriamente esperando alguna confesión de cualquier índole.
El pirata elevó sus cejas mirándolo con sorna hasta que comenzó a carcajearse. Regresó sobre sus pasos con tranquilidad y firmeza mientras negaba con su cabeza. Se sentó en el tétrico suelo, tan frío que podía hacerlo tiritar y bajó su cabeza.
— No tengo nada que decirte, así que puedes dar de una vez la orden para que me cuelguen. — Levantó la mirada y se encontró con un furioso Taehyung que rebuscaba en sus bolsillos un manojo de llaves que sacaba con la misma furia con que lo miraba.
— Almirante, no puede entrar solo al calabozo de ese pirata. — Uno de los uniformados se apresuró a detenerlo pero cuando el castaño lo miró, dio un paso atrás y asintió. — Como usted quiera, Almirante Kim. Avísenos si necesita algo.
El oficial se fue, la reja se abrió y quien sostenía las llaves entró cerrando tras de sí. Lo levantó por aquella camisa que se rasgó en el intento para mirarlo a los ojos. ¿La horca no significaba nada para él? ¿Ni siquiera en ese momento le hablaría con la verdad?
— Después de todos estos años, de haberte acogido en mi casa y considerarte como el hermano que nunca tuve. Luego de que mis padres te dieran un techo, educaran y te dieran un lugar en la familia, huiste como la peor de las escoria robándote mi zafiro en el medio de la noche. Te esperé por días, semanas e incluso meses, creyendo que era imposible que me abandonaras, esperando verte aparecer diciendo que te escapaste para alguna travesura con algún regalo para mí en tus manos, nunca llegaste. Nunca regresaste.
Aquella cabellera azabache se agitó con el viento que corrió por las rendijas de la ventana, mismo que acarició por unos segundos las manos de Taehyung antes de que el pelinegro lo echara hacia atrás. El último destello de claridad le permitía volver a observar sus rasgos, más duros, recios y gruesos que años atrás pero seguía luciendo como la última vez que se vieron.
— El pasado allí pertenece, Almirante.
— ¿El pasado, sólo eso es? ¿No fui nada para ti? — Preguntó con molestia.
Se hizo el silencio por parte de ambos y con forme este aumentaba también lo hacía la fuerza en el agarre del castaño que luchaba por no dejar salir todos sus sentimientos albergados por años.
Jungkook siempre fue un rebelde que no le gustaba que le dijeran qué hacer, cómo comportarse pero siempre hizo todo para estar en buenos términos con Taehyung. Desde el momento en que abrió sus ojos y lo vio curándolo, ofreciéndole de comer y una cobija que lo mantuviera caliente sintió un gran apego por él. Como agradecimiento y más hubiera dado su vida en algún momento por ese hombre que ahora lo confinaba tras barrotes de hierro.
— ¿No piensas decir nada? — Una mano se aferró a la mandíbula del pirata y ambos se sintieron abrumados por corrientes que los recorrieron de forma simultánea.
No lo estaba acariciando como en su sueño pero, aún así podía sentir la familiaridad y complicidad que por años compartieron, la misma calidez en la piel que le generó en esas imágenes que no se apartaban de se cabeza y con las que anteriormente había soñado. Alzó sus manos para sostenerlo con firmeza por su traje como si fuera a pelear o mínimo empujarlo pero hizo exactamente lo contrario.
Por instinto o algo más que no sabía reconocer tiró de las telas azules sin sutileza hasta que sus labios chocaron. Taehyung intentó apartarlo pero la mano que liberó su uniforme se aferró a su nuca imposibilitándole alejarse y mordió su labio con tanta fuerza que lo obligó a quejarse. Aprovechó el momento para apoderarse de su interior, succionando la renuente lengua que en pocos segundos se aferró a la suya.
No era la primera vez que sus bocas se unían de esa manera o que sus respiraciones se mezclaban creando una sola pero sí era la primera vez que no había inocencia por parte de ninguno. Cuando comenzaron a crecer la aventura, la unión y compenetración que ambos compartían los hicieron acercarse de formas en la que los hermanos — como ellos se consideraban — no se acercaban.
Jamás pasaron de besos, ni siquiera recordaban haber unido sus lenguas en un acto tan impuro y carente de ingenuidad. Ahora sabían lo que hacían, lo que los besos significaban. La forma en la que sus manos se aferraban a sus cabellos, la ansiedad que los recorría o el desespero con el que intentaban hacer perdurar ese instante era todo una novedad.
Se sorprendieron quizás con la candidez que persistía entre ellos, con sus propios actos pero aún así ninguno pudo alejarse de inmediato. Sólo cuando el sonido de unos pasos llegaron a ellos pusieron distancia, mostrando segundos después a un oficial que debido al silencio pasaba a revisar que todo estuviese en orden.
Una vez comprobado que el almirante seguía a salvo, se retiró disculpándose, dejando a dos desorientados hombres que no comprendían lo ocurrido quietos en el calabozo. Taehyung mordió su labio inferior mirando al pirata, incluso se volvió a acercar para retomar el momento pero quien lo inició momentos atrás ahora lo impidió.
— ¿Por qué hiciste eso? — Cuestionó confundido.
— Una despedida de quien por varios años me acobijó, alimentó y me brindó su compañía. Una forma de saldar viejas deudas.
— ¿Un beso? ¿Esa es tu forma de despedirte y salvar una deuda? ¿Eso es todo lo que sientes, una deuda que debe ser saldada? — El pirata se encogió de hombros y Taehyung lo incrustó contra la pared. — Con eso no estás ni cerca de pagar algo. Un beso como el que le puedes dar a cualquier persona que calienta tu cama carece de todo valor para mí.
Se separó repentinamente, liberándolo de su agarre con un rostro inexpresivo. Se sacudió su uniforme caminando hacia la reja a paso firme, mirando el pasillo una vez que se detuvo.
— ¿No tienes nada más que decirme? — Preguntó sin voltearse, sin escuchar una respuesta de parte del prisionero. — ¿Nada? — Esta vez sí se volteó buscando alguna señal que le dijera que quería confesar algo pero Jungkook simplemente observaba el mar por una última vez.
— No.
— Supongo que tampoco confesarás el escondite de tus tesoros o el de tus hombres por lo que no hay necesidad de alargar más este asunto. En una hora serás llevado a la horca. — Salió volviendo a cerrar la celda, sosteniendo uno de los barrotes mientras lo veía por última vez antes de dar su orden de ejecución. — Me hubiera gustado que vivieras tu vida de otra manera, al menos así no hubiera tenido que terminar mandándote a colgar.
Jungkook escuchó los pasos alejarse sin girar a ver a quienes los daba, no tenía nada más que decirle o ver. Ya se había despedido de él en dos ocasiones y esta era la definitiva.
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¡Hola a todos! ¿Cómo han estado?
Yo continúo recuperándome de mi operación y hoy he comenzado a ponerme al día con la uni ya he he faltado muchísimo por cuestiones de salud.
Espero que disfruten el capítulo, todo el come back de los chicos y de un hermoso fin de semana.
LORED
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