Capítulo 28
El sol de la mañana acariciaba los jardines del Gran Palacio del Duque con una suavidad casi ceremoniosa, mientras Namjoon y Jimin daban término a su desayuno en la galería principal. Las mesas estaban adornadas con delicadas porcelanas y frutas frescas, mientras una ligera brisa agitaba los candelabros colgantes. Jimin, vestido con una sencilla pero elegante casaca de tonos claros, inclinó su rostro hacia Namjoon, su expresión una mezcla de curiosidad y preocupación.
— Mi señor — habló con tono sosegado, aunque sus dedos jugueteaban nerviosos con el borde de su copa. — Namjoon. — Corrigió en cuanto notó que el mencionado tensaba levemente su mandíbula, aunque se notaba la diversión en su semblante. — ¿Qué ocurrirá ahora que ha llegado la noticia del retorno de tu esposa?
Namjoon, apoyado en el respaldo de su silla, deslizó una mirada hacia los árboles que bordeaban el jardín antes de devolverle la atención.
— Hablaremos de ello durante el camino, Jimin — respondió con tranquilidad, pero con una firmeza que no dejaba espacio a dudas.
Jimin ladeó la cabeza, intrigado.
— ¿Entonces sigue en pie el viaje?
— Por supuesto — aseguró el Gran Duque, esbozando una ligera sonrisa. — Si todavía lo deseas, iremos al muelle, tomaremos una pequeña embarcación y visitaremos algún paraje cercano. A menos de un día de distancia, será perfecto.
El rostro de Jimin se iluminó con un entusiasmo contenido. Asintió, su sonrisa fue tenue pero genuina. Se levantó con gracia y aceptó un beso que Namjoon posó con gentileza sobre sus labios antes de retirarse hacia el interior del palacio para prepararse.
Namjoon lo siguió con la mirada hasta que desapareció tras los amplios ventanales. Sin embargo, cuando se disponía a hacer lo propio y entrar en el edificio, uno de sus empleados se le acercó con paso apresurado, inclinándose respetuosamente.
— Mi señor, tenéis una visita. Ha llegado el Gobernador de Bumer.
Namjoon frunció el ceño, aunque su semblante permaneció sereno.
— Hacedlo pasar — ordenó con calma, aunque internamente la llegada de Yoongi le parecía tan inesperada como inoportuna. — Añadió antes de girarse. — Avisad a Jimin que se tome su tiempo. No deseo que nuestra conversación sea perturbada.
El hombre inclinó la cabeza en señal de entendimiento y se retiró a cumplir las órdenes.
Cuando Namjoon entró al salón principal, lo recibió la imponente figura de Yoongi, quien avanzaba con aire solemne, acompañado de un joven desconocido de aspecto refinado. Namjoon los saludó con un ademán, pero antes de que pudiera tomar asiento, escuchó unos pasos ligeros tras él. Jimin había entrado al salón.
El empleado no había tenido tiempo de interceptarlo, y la repentina presencia de Yoongi hizo que Jimin se detuviera brevemente, como si un frío invisible lo hubiera atrapado. Sus ojos se desviaron hacia Namjoon, buscando refugio en su semblante, y al encontrar en él seguridad, recobró parte de su compostura. Con una elegancia esforzada, Jimin se adelantó y habló con cortesía.
— ¿Se les ofrece algo, mi señor?
Namjoon, advirtiendo el leve temblor en las manos de Jimin, alargó la suya y le acarició con afecto el dorso, un gesto deliberado que no pasó desapercibido para Yoongi. Desde el vestir de Jimin, hasta el modo en que se movía por el palacio, las miradas del duque, todo, absolutamente todo le confirmaba que Namjoon lo había convertido en su amante oficial.
— Nada, Jimin — dijo con suavidad, aunque sus palabras estaban revestidas de autoridad.— Yo me ocuparé de esta conversación. Por favor, envía a alguien más a servirnos.
La mirada de Jimin se posó un instante en el joven que acompañaba a Yoongi, y Namjoon añadió, desviando su atención hacia él:
—Lleva al muchacho contigo. Muéstrale los alrededores. Quizá disfrute del jardín o de los caballos.
Jimin asintió con un leve movimiento de cabeza, aunque sus labios temblaron apenas.
— Como desee, mi señor.
Sin esperar respuesta, Jimin guio al joven hacia la salida. Namjoon lo observó desaparecer antes de volverse hacia el gobernador, quien, durante toda la escena, había permanecido en silencio, pero cuya incomodidad era evidente.
— Tome asiento, Gobernador— espetó Namjoon con una cortesía distante, ignorando deliberadamente la tensión en los ojos de su invitado.
Yoongi, sin embargo, no pudo ocultar el brillo de disgusto que ensombreció su mirada.
—Pareces bien acompañado, Namjoon — comentó con un tono apenas neutral, aunque su expresión traicionaba algo más profundo.
Namjoon solo sonrió, inclinándose hacia él con una calma que rozaba la provocación.
— Siempre, Gobernador. Siempre.
Namjoon se sentó frente a Yoongi, su postura erguida y su semblante firme, pero con una mirada que cargaba el peso de su autoridad. Con una calma estudiada, cruzó los brazos mientras sus ojos se clavaban en el gobernador de Bumer.
—Dime, Min—comenzó, su tono templado, mas con un filo que cortaba como una hoja, — ¿qué te trae a mi hogar después de tu última visita? Recordarás, supongo, el trato tan desagradable que diste a Jimin en esa ocasión.
Yoongi no se inmutó del todo, aunque una sombra cruzó brevemente por su rostro.
— Sigo siendo el gobernador de Bumer, Kim — respondió con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.— Y no creo que un esclavo deba ser motivo de discordia entre nosotros.
El semblante de Namjoon se endureció, y el aire en la estancia pareció tornarse más denso. Se inclinó ligeramente hacia adelante.
— Lo advertiré una sola vez, Yoongi... Abstente de llamarlo así si no quieres que nuestros tratos peligren de la peor manera. — Sus palabras firmes como un martillo golpeando piedra. —Jimin no fue adquirido como un esclavo, ni nadie dentro de mis propiedades lo es. Todos aquí son trabajadores que reciben un salario justo.
Yoongi torció los labios en una mueca de desagrado, pero no replicó. Sabía que no convenía desafiar al Gran Duque en su propia casa, no en ese momento. Tomó un largo aliento antes de hablar de nuevo, con un tono más conciliador.
— No estoy aquí para reavivar viejas disputas, Namjoon. Es un asunto urgente.
—Habla, entonces — respondió, recostándose en su asiento pero sin perder ni un ápice de la rigidez en su postura.
—¿Sabías que Jungkook ha dado su marca a alguien?
La pregunta golpeó a Namjoon como una ola helada. Frunció el ceño, su mente procesando la información con rapidez.
— Hasta el momento, no. ¿Estás seguro de eso?
Yoongi asintió lentamente, entrelazando las manos sobre sus rodillas.
— Ese chico que traje conmigo, Beomgyu... Él lleva la marca de Jungkook.
Namjoon se quedó en silencio un instante, sus pensamientos acelerándose mientras trataba de desentrañar las posibles razones detrás de aquel acto.
— ¿Por qué haría algo así? — Indagó finalmente, su tono grave.
— Eso mismo me pregunto yo— respondió Yoongi, ladeando la cabeza con una expresión de preocupación.—No parece que el chico haya sido su amante ni nada por el estilo. — Hizo una pausa. — Nunca lo había visto antes de obtenerlo.
Namjoon respiró hondo, intentando mantener la compostura, pero el nerviosismo era palpable en sus palabras.
— ¿Le hiciste algo, Min?— Cuestionó, su voz cargada de sospecha.
Yoongi desvió la mirada, pasándose una mano por la cabeza con un gesto de evidente incomodidad.
—Habla, —ordenó Namjoon, golpeando suavemente la mesa con su mano abierta. — ¡Qué le hiciste!
Yoongi suspiró, como si cada palabra le pesara en la lengua.
—Lo llevé a mi cama... Y luego lo obligué a compartir el lecho con mi esposa.
Namjoon soltó una maldición apenas audible, su semblante oscureciéndose con una furia contenida. Esas palabras fueron la versión agradable y resumida de los hechos, de eso estaba seguro. Después de conocer los alcances del gobernador, esas palabras avivaban muchas alertas.
—¿Y se detuvieron ahí?
Yoongi alzó una mano, como si intentara apaciguar la tormenta que veía formarse en el rostro de Namjoon.
— Pasaron muchas cosas, pero nada realmente grave, además... — Calló por unos segundos. — Cuando vi la marca en su muñeca, lo supe. No podía mantenerlo en mi casa. No conociendo a Jungkook. No cuando...
Se interrumpió una vez más, pero Namjoon lo entendió sin necesidad de palabras.
—La Sangre... — susurró el Gran Duque, como si el nombre mismo tuviera el poder de invocar algo temible.
Yoongi asintió con gravedad, su rostro sombrío.
— Sabes tan bien como yo lo que ocurre cuando Jungkook se convierte en La Sangre. No podía arriesgarme. Nunca le ha dado su marca a una persona, solo a sus pertenencias, así que no sé qué tan importante sea este chico para tenerla.
Namjoon permaneció en silencio, su mente ya trazando los posibles desenlaces de aquella situación. Finalmente, habló, su tono más frío que antes. No podía evitar molestarse más a cada segundo que pasaba y escuchaba al sujeto delante de él.
—Has traído un problema más grande del que quizás entiendas, Yoongi. Te aseguro que esto no terminará aquí. — Namjoon se levantó de su asiento, su postura erguida y dominante proyectando una autoridad que parecía llenar la estancia. — Eres, Yoongi, el ejemplo vivo de la ineptitud disfrazada de poder — espetó con una sonrisa que no alcanzó a ser amable. Su tono era seco, como si cada palabra fuese una estocada.
Yoongi frunció el ceño, claramente irritado, pero no replicó de inmediato.
—No vine aquí a que me insultes, Namjoon— respondió finalmente, su voz tensa pero controlada.— Necesito tu ayuda.
Namjoon soltó una carcajada breve y carente de humor mientras se volvía hacia la ventana, contemplando los jardines como si Yoongi ya no estuviera allí.
—¿Mi ayuda?— Repitió, girándose de nuevo para enfrentarlo. — ¿Después de lo que le hiciste a ese muchacho? ¿Después de cómo trataste a Jimin? Decidme, su excelentísimo Gobernador, ¿cuántas vidas más debéis arruinar antes de que admitáis vuestra completa ineptitud para cualquier tarea que no implique vuestra propia supervivencia? — Cambió su trato, añadiendo mayor formalidad en su hablar de un modo sarcástico.
Yoongi respiró hondo, sus manos apretadas en un esfuerzo por contenerse.
—Fue un error — comentó con un tono casi suplicante. — Pero te juro que no supe lo de la marca hasta después.
Namjoon soltó un suspiro, pasando una mano por su frente como si el solo hecho de escucharle lo agotara.
—Haré algo por el muchacho — aceptó finalmente. — Pero no por ti. Sacaré a ese niño de tus garras antes de que le hagas más daño, para que no termine como Jimin o tú no termines muerto en las manos de Jungkook. Aunque sinceramente, estoy empezando a debatirme sobre esto último, puede que no sea tan mala idea.
Yoongi abrió la boca para replicar, pero Namjoon lo interrumpió con un gesto autoritario.
—Así que no te equivoques. No es por compasión hacia ti. Si fuese por mí, te dejaría a merced de Jungkook cuando descubra lo que has hecho. Pero no puedo permitir que alguien inocente sufra por tu ineptitud.
Yoongi bajó la mirada, masticando su orgullo mientras sus manos temblaban de frustración.
—Entonces... ¿Qué quieres que haga?— Preguntó, su tono más bajo que antes.
—Márchate de mi palacio—ordenó, su voz grave.—Deja al chico bajo mi cuidado. Me pondré en contacto contigo cuando tenga noticias de Jungkook. Hasta entonces, no quiero verte por aquí.
El rostro de Yoongi se endureció, pero asintió. Sin más palabras, se levantó, su postura rígida mientras se dirigía hacia la salida. Antes de cruzar la puerta, se volvió una última vez.
—Gracias—espetó en un murmullo apenas audible.
Namjoon no respondió, girándose hacia la ventana una vez más. Solo cuando escuchó los pasos de Yoongi alejándose, permitió que un suspiro cansado escapara de sus labios.
—Inútil—murmuró para sí mismo, antes de llamar a uno de sus asistentes para que lo condujera hasta el muchacho y comenzara a resolver el desastre que Yoongi había dejado a su paso.
Jimin y Beomgyu se encontraban sentados en uno de los patios interiores del palacio, resguardados por la sombra de un magnolio que en su florecimiento llenaba el aire con un suave aroma. El silencio entre ambos era interrumpido únicamente por el lejano murmullo de las fuentes y el canto de los pájaros.
—¿Sois el amante del señor? — Preguntó Beomgyu de improviso, su tono tan ingenuo como su mirada curiosa.— O... ¿Sois su esposo? ¿Dos hombres pueden oficializar matrimonio?
Jimin parpadeó, sorprendido por la franqueza de la pregunta. Bajó la mirada hacia sus manos, incapaz de responder con certeza.
—Definitivamente, su esposo no soy. — Negó pensando fugazmente en esa imposible idea. — No sé qué nombre tiene lo que compartimos el Gran Duque y yo — respondió finalmente, con un tono apacible. — Pero es un hombre bueno. Me trata con respeto y consideración, yo le tengo mucho afecto.
Beomgyu ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Jimin con una expresión reflexiva.
—Parecéis quererle mucho —comentó con una leve sonrisa. — Y parece que él también os quiere.
Jimin dejó escapar una risa suave, casi tímida, mientras sus labios dibujaban una pequeña sonrisa.
—Sí... eso parece —murmuró. — Puedes hablarme sin formalidades, aunque me veas lucir este atuendo, tan solo le sirvo a mi señor. — Tras un instante de pausa, Jimin se volvió hacia el chico. —¿Se te ofrece algo? —Preguntó con amabilidad, viendo al menor negar con un leve movimiento de cabeza.
—No, señor —respondió, su tono todavía educado.
Jimin lo observó por un momento, estudiando sus facciones que, a pesar de su juventud, parecían cargadas de una tristeza que no correspondía a su edad.
—¿Sabes por qué estás aquí? —Indagó entonces, con suavidad.
El chico negó nuevamente, encogiéndose de hombros.
—No tengo la menor idea.
Antes de que Jimin pudiera decir algo más, se escucharon pasos acercándose. Al alzar la mirada, vio a Namjoon aproximándose con su habitual porte majestuoso. Beomgyu se enderezó de inmediato, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.
—Por algunos días, te quedarás aquí, Beomgyu —anunció Namjoon, dirigiéndose al chico con una voz calmada pero firme.
El nombrado lo miró con sorpresa.
—¿No regresaré con el gobernador? —Preguntó, visiblemente confundido. — ¿Por qué, mi señor?
Namjoon, sin mostrar señal alguna de su molestia por la mención del gobernador, le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—Por ahora, tu presencia aquí es necesaria. No te preocupes, estarás seguro y bien atendido.
El chico pareció aceptar la respuesta con un asentimiento lento, aunque su confusión permanecía escrita en su rostro.
Jimin, por su parte, sintió un alivio indescriptible al saber que Beomgyu no tendría que regresar con Yoongi. Al observarlo, no pudo evitar notar en su mirada y gestos una fragilidad que le resultaba demasiado familiar. Sintió un nudo en el pecho, reconociendo las primeras grietas de un alma fracturada, algo que él mismo había conocido en su momento.
—¿Por qué solo se quedará unos días? —Preguntó Jimin con curiosidad, volviendo su atención hacia Namjoon.
El Gran Duque cruzó los brazos y lanzó una mirada pensativa al horizonte.
—Porque lo necesitaré para entregar un mensaje en altamar —respondió finalmente.— Jungkook debe saber algo sobre la mano de Mircia. Tiene que saber que ese hombre estuvo aquí indagando sobre él, tengo que alertarlo sobre algunas cosas y creo que este chico es la persona más confiable.
La confusión de Jimin fue evidente, y Beomgyu también pareció desconcertado, aunque este último mostró una chispa de emoción al escuchar el nombre de Jungkook.
—¿Altamar? —Preguntó Beomgyu, con una mezcla de asombro y entusiasmo. — ¿Iré a altamar?
Namjoon asintió, y una leve sonrisa se formó en sus labios al ver el entusiasmo del joven.
—Así es. Será una tarea importante, pero estoy seguro de que estarás a la altura.
El chico no pudo contener una sonrisa, visiblemente animado por la perspectiva de una aventura. Jimin, sin embargo, mantuvo la mirada fija en Namjoon, buscando en sus ojos una explicación más clara.
Aunque no entendía del todo lo que implicaba aquello de la mano de Mircia, una sensación de inquietud se instaló en su pecho. Aun así, decidió confiar en el juicio de Namjoon, sabiendo que rara vez actuaba sin pensar en cada consecuencia posible.
—Prepárate para el viaje, Beomgyu —indicó Namjoon finalmente. —Y asegúrate de descansar bien.
El chico asintió con entusiasmo, mientras Jimin se quedaba en silencio, observando cómo Namjoon volvía a tomar las riendas de la situación con la autoridad que tanto admiraba en él. Ese día lo vio perderse en su despacho y escribir casi hasta el horario de la cena. Según le comentó, tuvo que escribirle algunas cosas a Jungkook y organizar otras tantas. Jimin no dijo nada, sirvió como un simple oyente hasta que las palabras se convirtieron en besos, luego en caricias y por último, en gemidos de placer que se perdieron en la oscuridad de la noche.
+++
Habían pasado ya varios meses desde que Taehyung se había encontrado a bordo del barco de Jungkook. Meses desde aquel encuentro en la cueva, un recuerdo tan nebuloso que apenas podía juntar las piezas de lo ocurrido antes de aparecer, casi como por arte de magia, sobre la cubierta. Aunque el paso del tiempo había traído algunos cambios visibles, la confusión en su mente permanecía intacta.
Ahora dormía en un camarote. Era un espacio diminuto comparado con el calabozo donde había sido confinado al principio, pero lo que perdía en amplitud lo ganaba en limpieza y comodidad. Aun así, el sentimiento de encierro seguía presente. No era libre; cada tarea asignada a bordo se lo recordaba constantemente. Trabajaba como el resto de los marineros, limpiando la cubierta, ajustando velas y acarreando barriles, pero sus pensamientos nunca se alejaban de Jungkook.
¿Cómo podía aquel hombre estar tan tranquilo, sabiendo que él estaba tan cerca? Taehyung sentía cada instante esa proximidad como un peso, un recordatorio constante de la historia entre ambos, de esa tensión calcinante que se apoderaba de ambos cuando sus miradas se encontraban. Compartieron la niñez, besos, pasiones, momentos de amor... Y, sin embargo, apenas lograba verle. Las pocas veces que cruzaban caminos, Jungkook desaparecía casi tan rápido como había aparecido, como si quisiera evitarlo.
Ahora, en tierra firme, se suponía que las cosas deberían ser más sencillas. Habían hecho una parada para abastecer el barco, y la mayoría de los marineros habían desaparecido en busca de placeres terrenales: tabernas llenas de licor barato, burdeles de luces rojas y risas fáciles, una distracción que sabían breve, pues debían regresar en seis noches.
Taehyung, en cambio, había decidido quedarse en la posada donde Jungkook y su matelot también tenían un cuarto. Había observado, desde las sombras, mujeres entrando y saliendo de la habitación de Jungkook, sus risas ligeras resonando en el pasillo como si se burlaran de él. También había visto a su matelot entrar a altas horas de la noche, para luego marcharse al amanecer.
Los celos lo consumían. Cada carcajada amortiguada tras esas paredes era como un aguijón en su pecho, cada crujido de las tablas del suelo una prueba más de que Jungkook no pensaba en él. Y, sin embargo, no hacía nada. Podría haber usado aquella confusión, aquel caos, para escapar, pero no lo hizo.
No escapó porque quería estar junto a hombre que le pertenecía. Jungkook podría estar temporalmente molesto, pero era suyo, eso no cambiaría. Aunque en ese momento lo estuviese ignorando...
Odiaba que lo ignorara.
Esa indiferencia lo enloquecía, porque Jungkook fue, era y sería eternamente suyo. Prefería verlo muerto o en el fondo del mar antes de verlo junto a alguien más. Ni siquiera sabía cómo había soportado tanto sabiéndolo en compañía de otras personas.
Quizás porque esos cuerpos eran fugaces, además, la presencia de ellos hacían que la de Yugyeom perdiera valor. Su matelot podría ocupar un lugar en su vida, pero Jungkook no le pertenecía a Yugyeom, no le pertenecía a él y siempre sería así.
Tal vez por eso todavía ahí estaba, sentado en su propio cuarto, con una botella de ron entre las manos, escuchando los sonidos provenientes de la habitación contigua. Risas, murmullos, gemidos apagados. Taehyung sentía como si cada uno de ellos le arrancara algo. Se llevó la botella a los labios una vez más, buscando ahogar ese sentimiento de impotencia, pero el ron no hacía más que alimentar el fuego que ardía dentro de él.
Cuando la botella se vació, la dejó caer al suelo. Se rompió en pedazos, y al mirar los fragmentos brillando bajo la luz tenue, tomó una decisión. Los celos, la rabia y la frustración se arremolinaban dentro de él, y ya no podía contenerlos.
Se levantó tambaleándose y salió de su cuarto. Al llegar frente a la habitación de Jungkook, extendió la mano hacia la puerta, pero antes de que pudiera abrirla, una figura apareció frente a él. Era Yugyeom, que lo detuvo con un brazo firme.
—No es lugar para ti, chico —advirtió, su voz baja pero clara.
—Apártate —gruñó Taehyung, su mirada encendida.
—No hagas algo de lo que te arrepientas.
Taehyung no escuchó. Con un movimiento brusco, empujó a Yugyeom. El hombre intentó sujetarlo, pero Taehyung, alimentado por la ira y el ron, lo derribó al suelo con un golpe. Yugyeom quedó aturdido, y Taehyung no perdió tiempo. Abrió la puerta de golpe y entró.
La escena dentro fue como un puñal para él. Jungkook estaba sentado en la cama, el torso desnudo, con una expresión imperturbable en el rostro. Las dos mujeres que lo acompañaban interrumpieron los besos y las caricias que se daban entre ellas para volverse hacia él con sorpresa y confusión.
Sin decir una palabra, Taehyung avanzó, agarrándolas por el cabello y arrastrándolas hacia la puerta.
—¡Fuera! —Espetó con su voz llena de rabia.
Las mujeres protestaron, pero él las lanzó al pasillo sin miramientos y cerró la puerta tras ellas. Luego empujó la ancha mesa de madera hacia la puerta, bloqueándola para asegurarse de que nadie pudiera entrar.
Cuando terminó, se volvió hacia Jungkook, que no había dicho ni una palabra. Lo observaba con una mirada seria, inquebrantable, sus ojos oscuros fijos en él.
Taehyung avanzó, sus pasos firmes pero vacilantes. Su mirada recorrió el cuerpo desnudo de Jungkook, deteniéndose un instante demasiado largo en su piel expuesta, en el brillo de sus músculos bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana. Una mezcla de disgusto y placer luchaba dentro de él, y por un momento pensó que iba a explotar.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? — Espetó finalmente, con una risa amarga. — ¿Cómo puedes ignorarme de esta forma, como si yo no existiera, mientras haces... esto?
Jungkook alzó una ceja, pero no respondió. Taehyung dio un paso más, su cuerpo temblando por la rabia.
—¿Me has traído aquí para esto? ¿Para torturarme?
Jungkook lo observó en silencio, su expresión ilegible, mientras Taehyung se debatía entre la rabia y el dolor, como una tormenta que no encontraba dónde descargar su furia.
El aire en la habitación estaba cargado de tensión. Kim, impulsado por sus emociones, se lanzó hacia Jungkook con la intención de besarlo, pero este lo detuvo justo antes de que sus labios se rozaran. Lo sujetó con fuerza por los hombros, alejándolo mientras se ponía de pie de un movimiento brusco. Los ojos de ambos se encontraron en un duelo silencioso, largos segundos en los que sus miradas hablaban más de lo que sus palabras podrían haber dicho.
Taehyung, decidido a no rendirse, intentó nuevamente acercarse, pero Jungkook lo empujó con tal fuerza que terminó cayendo de espaldas sobre la cama. La mirada fría de Jungkook era un filo que cortaba cualquier atisbo de esperanza. El castaño, ahora apoyado en sus codos, empezó a desabotonarse la camisa, deshaciéndose de ella con movimientos rápidos mientras se incorporaba para alcanzarlo.
Jungkook, sin embargo, lo detuvo de nuevo, esta vez sosteniéndolo por los brazos con una fuerza que Taehyung sentía atravesarle la piel. Lo empujó hacia atrás una vez más, inmovilizándolo momentáneamente. En un movimiento calculado, el pelinegro subió a la cama, situándose sobre él, con una rodilla a cada lado de su cuerpo. No hizo nada más que mirarlo, su expresión indescifrable parecía gritarle mil cosas que sus labios no se atrevieron a decir.
Taehyung estaba ansioso, desconcertado por la inacción del contrario. La incertidumbre lo carcomía, y justo cuando iba a abrir la boca para decir algo, Jungkook se inclinó abruptamente sobre él, atrapándolo en un beso voraz. No había dulzura ni delicadeza en ese gesto; era un Jungkook diferente, salvaje y desapegado, el mismo que Taehyung había visto con esas mujeres.
Sus lenguas colisionaron obscenamente, sus dientes se afincaban a la fina piel de sus labios. Cortas estelas de saliva se entrelazaban y gemidos guturales se escapaban.
El beso era un torrente de emociones mezcladas: furia, deseo y algo que el Gran Almirante no lograba identificar. Aunque su cuerpo reaccionó instintivamente, correspondiendo al beso, su mente estaba atrapada en la desconexión. Cuando el pelinegro, sin previo aviso, levantó una de sus piernas para atraerlo más y empezó a quitarle los pantalones de forma brusca, Taehyung reaccionó. Lo empujó con fuerza, su puño conectando con la cara de Jungkook en un golpe que resonó en la habitación.
—¡No soy una de esas putas! — Exclamó Taehyung, su voz cargada de ira y humillación. — No voy a permitir que me trates como si lo fuera.
Jungkook permaneció inmóvil por un momento, su rostro tenso, antes de alzar una ceja con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—No sé cómo más tratarte —respondió con frialdad.
Taehyung acercó sus manos temblorosas al rostro de Jungkook, acariciándolo con una suavidad que contrastaba con el momento. Su mente volvió a aquella vez en el Zafiro, cuando él le había hecho el amor por primera vez a Jungkook, entregándose a él con una ternura que ahora parecía inalcanzable. Aquel encuentro en un momento fue torpe, pero Jungkook lo guió con tanta paciencia, ambos se compenetraron tan profundamente que por momentos no podía creer que fuesen las mismas personas. Que el Jungkook que estaba frente a él en ese momento y aquel que le entregó el Zafiro y su cuerpo, fuesen el mismo.
— Este no eres tú, nunca lo has sido. Yo te conozco mejor que nadie, te conozco desde que éramos niños. ¿Qué pasó con ese Jungkook? — Susurró Taehyung con un dejo de súplica.
Jungkook apartó su rostro de las caricias, su expresión endureciéndose aún más.
—Olvídalo —murmuró. — Esa versión de mí murió la noche que tú la pisoteaste y mataste. ¿Acaso olvidaste que me mandaste a matar? ¿O como después fuiste a mi barco para intentar derrocarme? ¿Te has olvidado de todas las veces que desgarraste en vida a ese Jungkook? Porque es una pena, lamentablemente no volverás a tenerlo jamás. Debiste aprovecharlo mientras lo tenías.
—¿No me has perdonado? — Insistió Taehyung, su voz quebrándose. —Aquella noche, cerca de la cascada, pensé que...
—Todo fue un error —lo interrumpió el pirata, su tono cortante. — Si no vienes aquí para calentar mi cama, sal de mi habitación. Haz pasar a las mujeres o, mejor, a mi matelot.
Taehyung se quedó helado por un segundo antes de levantarse abruptamente. Su pecho subía y bajaba con cada respiración agitada mientras empujaba a Jungkook a un lado con un movimiento brusco. Tomó su camisa, poniéndosela mientras caminaba hacia la puerta.
Con movimientos rápidos, corrió la mesa que bloqueaba el paso justo cuando empezaron a tocar la puerta. Al abrirla, se encontró con Hoseok y Yugyeom acompañados por un joven desconocido.
—Este es Beomgyu —dijo Yugyeom con un tono serio. — Viene de parte de Namjoon.
💜💜💜
Ha pasado mucho tiempo, pero aquí estoy. He logrado escribir dos capítulos después de mucho, este y el siguiente. Le faltan algunos detallitos, pero entre mañana y pasado (en mi horario), publicaré el otro.
Espero que les haya gustado y hayan captado toda la información compartida en este capítulo 🙈
LORED
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