Capítulo 26
La madera bajo los pies del gobernador de Bumer crujía con cada paso que este daba en su recámara. Recién había llegado de una tediosa reunión, si hubiese podido, habría mandado a eliminar a cada persona con la que se vio obligado a interactuar, comenzando por el Gran Duque, Kim Namjoon. ¿Lo peor? Es que llegar a su casa ya no suponía un alivio para él. No existía forma alguna en la que pudiese canalizar toda la frustración sufrida durante el día.
— ¡Acércate! — Exclamó en un tono bajo, pero firme en dirección al sirviente envuelto en harapos que lo estaba observando. — ¡Ahora!
El joven, que hacía tres semanas había adquirido, temblaba, completamente petrificado en la puerta. Después de que la armada arrasara con su pequeño poblado, llevando a varios campesinos a prisión y asesinando a otros tantos, él quedó junto a unos pocos niños que venderían como esclavos. Según las murmuraciones, había tenido suerte al ser comprado por el Gobernador de Bumer, Min Yoongi. Esos rumores le trajeron alivio y conforto. Estuvo aliviado, más esa calma se esfumó una vez que llegó a esa casa y vio como el resto de los sirvientes lo miraban con asombro, lástima y temor en sus ojos.
Los primeros tres días el joven fue completamente ignorado. No se le permitió bañarse o comer algo más que un pan con un vaso de leche al día. Sin embargo, todavía tenía un techo, al menos el pan siempre estaba caliente y la leche en buen estado. Fue al cuarto día que su presencia fue requerida por primera vez en la recámara del gobernador. Sus recuerdos eran vagos, lo último que recordaba con claridad fue el golpe recibido que lo envió al suelo, luego el dolor de ser tomado por el pelo y arrastrado hasta una poltrona. A eso le siguió un dolor mayor, cuando algo desconocido entró en su tierno cuerpo.
"Jimin."
Así lo había llamado el hombre que ahora tenía por amo mientras se liberaba en su interior. Después de eso, lo echó del lugar e ignoró. Ahora, volvía a estar frente al gobernador, cundido en el pánico de los recuerdos.
— ¿Cómo era tu nombre?
— Beomgyu, mi señor. — Respondió con voz trémula.
— Bien, Beomgyu. — Asintió Min, caminando al rededor del joven, inspeccionándolo con detenimiento. — ¿Edad?
— Quince años, mi señor. — Min Yoongi asintió ante esto, había creído que el joven tendría aproximadamente diecisiete años, pero tampoco había mucha diferencia.
— Tienes la edad de mi esposa. — Hacía dos semanas, a Bumer había llegado una familia desde Mircia, que esperaba ejercer el pacto realizado con el difunto gobernador de Bumer, el padre de Yoongi. — Aunque eso no es relevante, me perteneces, tengo el derecho de pernada amparándome.
Ellos le habían dado un plazo de diez años para la formalización del matrimonio, pero Yoongi nunca tuvo interés de honrar tal acuerdo. La doncella que habían destinado para él, no era de su agrado. Ni ella, ni cualquier otra mujer existente, simplemente no quería tener contacto con el sexo opuesto. Para mantener su posición sin que la realeza metiera sus narices, accedió a casarse dos días atrás, pero había estado postergando la consumación de su noche de bodas, respaldado por el exceso de trabajo.
Se acercó a Beomgyu para rozar sus labios, definitivamente, no tenía punto de comparación con Jimin más allá de su posición social. Lo desnudó completamente, estudiando cada detalle de su cuerpo, bueno, más bien de su torso y espalda, también de su miembro.
— Estás más desarrollado de lo esperado, pero sigue sin ser suficiente. — Musitó alejándose de él. — Supongo que tendrá que bastar, ve a tomar un baño. Gertus tiene órdenes claras, hazle caso en todo.
Una hora después, Yoongi estaba sentado en su carruaje, aguardando por el joven que, cumpliendo con su pedido, lucía en mejores condiciones. No hubo palabras durante todo el viaje hasta una edificación lo suficientemente discreta, pero elegante que se alzaba al final de un camino. Todos lo saludaron con reverencia, mas el gobernador no respondió el saludo.
— Mi señor, ha regresado. — La silueta de una joven con largo cabello lacio y una agradable sonrisa, apareció. — No le había visto desde nuestra boda, estaba tan preocupada que estuve a punto de enviarle una carta a mis padres. Es un alivio ver que se encuentra bien. — Sonrió una vez más, acercándose a Yoongi para depositar un beso en sus labios sellados, alejándose después para mirar a su acompañante. — ¿Ha traído un nuevo sirviente?
— Ya te explicaré todo, espérame en tu alcoba.
La joven se limitó a obedecer, viendo a Yoongi caminar hacia el despacho, seguido de Beomgyu. Varios tragos de alcohol después, había adquirido la fortaleza necesaria para ir a la recámara de su mujer. No lo hizo solo, Beomgyu lo acompañó en todo momento. Al entrar, la dama de compañía de su esposa estaba terminando de desvestirla, ambas se asombraron al ver que el gobernador no entraba solo, así que se apresuraron hacia una esquina de la recámara de la reciente esposa para salvaguardar su desnudez.
— Retírate. — La mujer acató la orden, viendo como su ahora señora se quedaba confundida. — Has estado enviándome cartas preguntando por nuestra noche de bodas. — Entusiasmada, la joven asintió. Ella no sabía qué le esperaba exactamente, pero sabía que era la parte más importante de la boda. Todos tenían una noche de bodas, pero ella no había tenido una y eso la estaba incomodando. — Hoy será nuestra noche de bodas. Yo tomaré asiento por aquel rincón, ustedes pueden comenzar.
— ¿M-Mi señor? — Beomgyu lo llamó con evidente preocupación, sin saber si era una prueba o una orden seria.
— Mi noche de bodas tiene que ser junto a mi esposo.
— Está siendo junto a mí, ¿no estoy aquí contigo? Estoy en nuestra recámara, a tu lado. Puedo asegurarte, que estaré al pendiente para que todo sea llevado a cabo correctamente. — Suspiró tomando asiento. — Ya le mostré a Beomgyu lo que tiene que hacer en la cama para cumplir su papel de hombre. ¿No es así?
El mencionado recordó aquella noche, por un momento, su cuerpo se paralizó otra vez, pero pronto asintió de acuerdo. Entendía lo que su amo le estaba pidiendo. Sería él quien consumaría el matrimonio en lugar de su patrón. Sin poderse oponer a las palabras de su actual esposo, la joven esposa no tuvo más remedio que quedarse en su lugar. En silencio, observó a Beomgyu desnudarse, permitió que se acercara a ella, que la tocara en todos los parajes íntimos que solamente ella y su dama de compañía habían tocado a la hora del baño. No obstante, hubo algo que le devolvió la emoción, algo a lo que Yoongi no le había prestado atención.
— ¿Qué sucede? — Preguntó el gobernador al ver como su esposa contemplaba el interior de la muñeca de Beomgyu.
— Siempre he creído que eran historias que contaba la servidumbre en mi reino. Nunca esperé ver a alguien que llevase la marca de un pirata. — La joven hablaba entusiasmada, pero las cejas de Yoongi se dispararon hacia arriba antes levantarse de su asiento y acercarse para tomar la muñeca de Beomgyu en su mano.
— ¿Qué es esto? — Preguntó Yoongi confundido. Esa era una marca de pirata, mas no especificaba qué pirata la había hecho. Una protección a medias que servía más en tierra firme que en Altamar. — ¿Quién te dio esta marca? ¿Qué pirata fue?
— ¿Pirata? No sé de qué me habla, mi señor. Esta marca fue un regalo de valentía, me dijo que cuando estuviese en problemas la enseñara y mandara a buscar al Gobernador o al Gran Duque.
Yoongi soltó la muñeca del joven, relamiendo sus labios con nerviosismo porque comenzaba a identificar sus trazos. Sin embargo, era imposible, la persona que venía a su mente, no era tan preocupado, no le daría una marca de protección a nadie. Además, ni siquiera avisaba que era él, no tenía su sello.
— Yo soy el Gobernador, estuviste en problemas cuando la armada mató a tu familia, ¿por qué no me mostraste esa marca?
— Porque sin necesidad de mostrarla, usted me salvó ese día, mi señor. — Yoongi pasó las manos por su cabeza, mirando a su esposa y después al chico.
— ¿Esa persona te dijo su nombre? — Beomgyu asintió con cautela. — ¿Cómo se llama?
— Él me dijo que se llamaba...
— ¿Cómo se llamaba, maldita sea? — Exclamaba Yoongi comenzando a maldecir en voz baja.
— J-Jungkook, mi señor. — Exhaló profundo viendo a Yoongi dar dos pasos atrás. — Jungkook, me dijo que se llamaba.
+++
Con un último cubetazo de agua, Kim Taehyung daba por finalizado su baño junto al resto de los prisioneros. A ninguno le había interesado bañarse, pero él se estaba muriendo por la peste que lo acompañaba en todo momento. No estaba acostumbrado a esa pudrición, a la precaria higiene. Al comienzo lo ignoraron, pero al final, algunos de los miembros de la tripulación les llevaron barriles de madera llenos de agua de mar. Esa no era el agua que Taehyung esperaba, pero definitivamente, era mejor que oler a animal muerto.
— ¡Maldición! — Exclamó cuando otro prisionero lo empujó y cayó sobre la tierra. Se había logrado bañar, pero los trapos que le entregaron como ropa, ahora estaban sucios. — Necesito ir a cambiarme.
— No hay tiempo, debemos regresar a los botes. Nadie puede acompañarte a cambiar, además, tenemos aviso de que eres peligroso, si intentas hacer algo, será mejor que lo olvides. Cámbiate aquí.
— De acuerdo. — Taehyung respondió con fastidio, viendo como el matelot de Jungkook se acercaba con un pantalón limpio que le lanzó luego de haberlo visto caer.
De todas las personas existentes, ¿por qué era ese maldito pirata quien estaba ahí entregándole la ropa? Ahora que lo pensaba, llevaba ya varios días sin ver a Jungkook. Desde que llegó a esa réplica del Zafiro, no había visto a su capitán. El mentado Yugyeom, ese a quienes todos llamaban teniente, se paseaba por el barco y daba órdenes como si esa fuese su tripulación. Todavía le costaba comprender que Jungkook le hubiese entregado tanta autoridad, que fuese él su mano derecha y que para sus hombres, su palabra valiese casi tanto como la del propio capitán.
— No estás en tu palacio, tampoco junto a tus hombres, así que te sugiero que dejes de comportarte como el Gran Almirante que ya no eres. Cámbiate aquí o regresa a tu trabajo con el resto de los prisioneros de una vez.
Sin decir una palabra, Taehyung se desnudó frente a él. Hubo varios murmullos, quienes estaban a su alrededor observándolo, tenían la mirada fijada en su ingle, en ese corte que Jungkook le había hecho. Ese imbécil lo marcó como su propiedad, detestaba esa marca, pero al menos le había servido para salvarse de esos otros piratas. Jungkook tarde o temprano tendría que darle la cara, no era un verdadero prisionero, no podría serlo. Simplemente, necesitaba que le dejaran verlo para aclarar su situación.
Siguiendo la intensa mirada del teniente, pudo percatarse de qué este estaba contemplando la marca que tenía en su ingle. No sabía si era deseo, molestia, o incluso una envidia mordaz que se lo estaba comiendo por dentro, lo que sí podía asegurar era que, la marca que el capitán del barco le había dado, significaba mucho más de lo que él mismo pensaba. Sus ojos se encontraron, mas velozmente, Yugyeom miró hacia otra dirección, ofreciéndole una falsa privacidad, pues seguía a la vista de todos.
Tras vestirse nuevamente. Taehyung fue llevado de regreso al bote que los llevó hasta la embarcación principal. Todos los marineros estaban inmersos en sus tareas designadas, yendo de un lado a otro incesantemente. Alzándose como la escultura más imponente, justo en la popa y al lado del timón, el capitán del barco mantenía bajo escrutinio a todos sus hombres, incluyéndolo a él. Vestía completamente de negro, desde sus botas hasta la bandana que cubría parte de su frente y cabello. Las puntas se ondeaban con el aire a la par de sus hebras negras, dándole ese aire rebelde que muchos bandidos tenían, pero mucho más elegante de lo que el propio almirante esperaba.
— ¡Mira por donde vas! — Exclamó uno de los marineros chocando con él, haciendo que cayera al suelo.
— ¡Muévete! Todos están trabajando, regresa a tus funciones.
Ese era uno de esos momentos en donde deseaba tener a mano su revólver o una espada para acabar con la vida de varios sujetos. Su labio inferior temblaba controlando la rabia sin éxito alguno. Antes de poder pensar en cualquier tipo de consecuencia, Kim se impulsó con sus brazos para levantarse del suelo y correr hacia los dos hombres que lo habían incomodado. Su pierna derecha colisionó con la espalda de uno de ellos, mientras tiraba de las greñas del otro hacia él, atrabancándolo entre su torso y brazo para luego, patearlos a ambos en el suelo, haciéndose así con sus armas.
Una vez más, sin premeditación, le disparó a uno en su cabeza y, antes de tener tiempo para recargar su pistola, clavó la espada de su mano derecha en el centro de su pecho. La sangre derramada refrescó y calmó levemente su sed de castigo luego de aquel atrevimiento por parte de esos insignificantes piratas. No obstante, su dicha no duró demasiado tiempo, tres de los que todavía estaban en pie haciendo sus tareas, saltaron sobre como si fuese un amotinamiento.
Para esos piratas, el hecho de que un prisionero hubiese acabado la vida de sus camaradas significaba un rompimiento en sus códigos que no estaban dispuestos a aceptar. Ellos no dudarían en arrancarse sus cabezas mutuamente, pero, ¿un prisionero? Eso estaba totalmente descartado.
Con rápidos movimientos rehuyó de varios golpes, librando una contienda contra esos asquerosos bribones. El número de contrincantes fue escalando, él fue quedando en el fondo de todos, sus cuerpos y sudores impidiéndole respirar correctamente, sintiéndose ahogar. Fue ahí que el sonido de un disparo al aire calmó la lucha, los hombres se fueron separando hasta dejarlo tirado en suelo.
A Taehyung se le dificultaba mirar correctamente hacia arriba, pero sus ojos se enfocaron en el pelinegro que empuñaba su pistola al aire, recostado en su timón. A su lado, Yugyeom lo miró por breves segundos antes de revolear sus ojos y alejarse de Jungkook para terminar de poner orden.
Con sus miradas entrelazadas, Taehyung por un momento creyó que quien fuera su amigo de infancia se le acercara para ayudar. Siempre se defendieron mutuamente, por ende, esperaba que al volverlo a ver tras todos esos días de lejanía y las circunstancias en las que se encontraba, el pelinegro diera un paso hacia adelante para ayudarlo, mas no lo hizo.
¿Qué podría haber esperado de un sucio pirata que lo humilló en frente de su tripulación y lo marcó como a una res de su propiedad?
Nada, no podía esperar nada, pero aun así, Taehyung guardaba una estela de esperanza en su pecho que rápidamente fue extinguida.
En una perfecta sincronización con la naturaleza que parecía reflejar el estado de ánimo de ambos hombres, la cólera en el pecho de Taehyung comenzaba a agitarse junto con las olas del mar. Un trueno seguido de un relámpago, resonó en altamar, haciendo que la mayoría de los marineros corrieran a prepararse para la evidente tormenta que prontamente se desataría.
En medio de esa rugiente tempestad que agitaba los oscuros e implacables mares, una escena parecía volver a repetirse, con el sabor amargo de la traición entre dos seres que fueron muchas cosas, pero simularon no ser nada. La agitación se desplegaba sobre las curtidas tablas del barco pirata conocido como el "Zafiro", o al menos la copia del que verdaderamente llevó ese nombre. El cielo tormentoso continuaba reflejando las tumultuosas emociones que se estaban gestando entre el capitán del barco, ese Jungkook que para todos era un temible pirata y su cautivo, el almirante Taehyung, de la Marina Bumersa Real.
Mientras la lluvia azotaba la cubierta de madera y el viento aullaba como una banshee, el almirante fue arrastrado y llevado frente al capitán Jungkook, con los ojos llenos de una mezcla de ira, dolor y traición. Había sido su mejor amigo, su confidente e incluso su amante por un poco tiempo, pero aquellos días lucían como el horizonte más lejano dejado atrás.
Liberándose de las garras de los miembros de la tripulación que le habían llevado frente al capitán Jungkook, aprovechó la oportunidad para una confrontación. Con una mirada desafiante, avanzó hacia el pelinegro. El capitán, con los ojos clavados en los de Taehyung, vio el desafío en su mirada. Él también estaba preparado, con su espada brillando en la tenue luz de la tormenta.
El choque del acero resonó de nuevo en la tempestuosa tarde que le abría paso a la noche, mientras los dos antiguos camaradas, convertidos en acérrimos enemigos, se batían en duelo entre la lluvia y el mar embravecido. Cada golpe de sus espadas era un testimonio del dominio que una vez compartieron de la espada, pero ahora estaba alimentado por la traición y la venganza.
Un relámpago iluminó el campo de batalla durante un breve y electrizante instante, revelando más destellos de ira y frustración en los ojos de Taehyung mientras insistía en su ataque. Arremetía y esquivaba, sus movimientos eran ágiles y mortíferos, pero el capitán Jungkook con quien por años entrenó, no era menos formidable. Respondía a cada golpe con precisión, con una expresión fría y decidida.
A medida que se enfrentaban, la cubierta empapada por la lluvia se volvía traicionera, ambos luchadores resbalaban y tropezaban, pero nunca cedían. El corazón de Taehyung latía con el deseo de vengar su honor, mientras que la determinación de Jungkook permanecía inquebrantable.
En una maniobra rápida y calculada, el capitán desarmó al castaño, enviando su espada volando hacia los cañones de la cubierta. Indefenso, Taehyung se encontró de rodillas, empapado y derrotado, odiando haberse también resbalado en un momento tan crucial.
Con la lluvia cayendo sobre sus rostros, el capitán levantó la barbilla de su antiguo amante con la punta de su espada y volvió a mirarle a los ojos. Había un entendimiento frío y tácito entre ellos: su historia, su dolor y su destino inevitable.
La bota de Jungkook presionó el pecho del almirante, clavándolo en la cubierta húmeda y resbaladiza. El desafío del castaño había encontrado su recompensa y quedó jadeando bajo la fuerza implacable de Jungkook.
Pero en lugar de asestarle el golpe final, el capitán retiró su bota e hizo una señal a su tripulación para que volvieran a poner en pie al almirante derrotado.
Los dos adversarios, calados hasta los huesos y con las ropas pegadas a sus formas, acababan de salir de una feroz y brutal lucha de espadas, pero parecían seguir agitados. La piel de Jungkook una vez más picaba, pero la voz en su cabeza no apareció. Era gracioso, porque esa voz siempre despotricaba todo su odio hacia Taehyung, lo quería muerto, pero en ese instante, aunque intentaba hacerse con el control, estaba más calma que en otras tantas situaciones.
El choque de acero contra acero había resonado con una dolorosa resonancia, reflejo del amargo conflicto que había desgarrado su antaño inquebrantable vínculo. El almirante Taehyung, con los trapos que llevaba como ropa, rotos, manchados nuevamente de suciedad y sangre, miró al capitán, que estaba ante él, victorioso, pero con un aire de indiferencia que cortaba más profundo que cualquier espada. El pecho del almirante se hinchó por vigésima vez de una rabia incalculable mientras luchaba por recuperar el aliento.
— Tú tienes la sartén por el mango, — espetó, con una voz hirviente de furia y frustración. — Has ganado por ahora, Jungkook. Pero no hace falta que me trates como a un vulgar criminal. — Escupió con molestia. — No te atrevas a hacerlo porque aquí el mugriento pirata es otro.
El capitán, con el pelo de ébano empapado y pegado a los hombros, lanzó una mirada gélida y calculadora a su cautivo. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel que provocó escalofríos en el almirante.
— Taehyung, Taehyung... — Ronroneó, con voz burlona. — Siempre has tenido un don para lo dramático y delirante. ¿Todavía te sientes con mucho poder? — Musitó ladeando una sonrisa que poco tenía de alegre o divertida. — Vamos a arreglar eso.
Con un movimiento de muñeca, hizo una señal a su tripulación, que rodeó rápidamente al almirante derrotado. Entre ellos, Yugyeom se abrió paso acompañado de Jackson, con Soobin manteniendo el orden para que nadie más se acercara. Jungkook lo desarmó y le ató las manos con una cuerda áspera y manchada de sal. Taehyung podía sentir el peso del desprecio de sus captores, su desdén por un hombre que una vez había sido suyo, su Jungkook.
— Llévenlo al calabozo, — ordenó el capitán Jungkook, sin apartar los ojos del castaño. — Que se pudra allí hasta que aprenda que desafiar a su capitán nunca le traerá buenas consecuencias, que conozca el precio de la traición. Todo aquel que se rebele contra mi persona en mi barco, deberá hacerle frente al resultado de sus acciones.
El corazón del almirante se hundió mientras se lo llevaban, con las botas chapoteando en los charcos de agua mezclada con sangre. Ser el muñeco de entretenimiento para unos piratas no le hubiese importado tanto en otra situación. Su orgullo parecía más maltratado de lo que en toda una vida sufrió, a pesar de estar recibiendo un trato que, a ojos del mundo, era menos que justo debido a sus acciones y al lugar donde se encontraba. No podía apartar la mirada del capitán que permanecía impasible, con su indiferencia como golpe final y devastador. No era el cautiverio lo que más le dolía, se lo reiteraba una y otra vez a su cerebro, sino saber que el hombre que una vez le había dicho que lo amaba ahora únicamente lo miraba con desprecio.
No había pasado tanto tiempo, si no lo pudo olvidar en años, ¿cómo demonios Jungkook parecía haberlo superado en esos pocos meses?
Cuando la pesada puerta de hierro del calabozo del barco se cerró tras él, el almirante Kim se quedó solo con su ira y su amargo pesar, atrapado en una celda que él mismo había construido y que no tenía barrotes de metal.
+++
Había hecho las pases con las noches en vela, preparado para que alguien siempre quisiera cortarle su garganta o extirpar su corazón. Nació rodeado de enemigos, pero el dolor causado por el puñal amigo era el más corrosivo y doloroso.
Desde su camarote, Jungkook no podía evitar pensar en que, a pocos metros, se encontraba el hombre que amaba tanto como odiaba. Deseaba poner todos esos sentimientos en el pasado, amarrarlos a un grillete y lanzarlos al fondo del mar, pero no podía. Eso era lo que más le incomodaba, lo que le hacía exigir sangre y lo que, quizás, tenía a su animal tan inquieto.
— ¡Maldición! — Exclamó levantándose de su cama para caminar hacia el exterior de su camarote en busca de un barril de agua que cargó y vertió sobre su cuerpo. Estaba frío, pero parecía arder, picaba.
¿Qué demonios estaba ocurriendo?
Al amparo de la noche, los pies inquietos del capitán Jungkook continuaron su camino, llevándolo a las cubiertas inferiores de la copia del Zafiro, donde el infame almirante Kim Taehyung yacía prisionero en el calabozo húmedo y débilmente iluminado. Los faroles parpadeantes proyectaban sombras inquietantes sobre las paredes mientras Jungkook permanecía allí, con los ojos fijos en el castaño dormido.
Con el peso de una mirada fija, Taehyung se agitó en su sueño irregular, sintiendo la presencia de un intruso que le hizo ponerse en alerta. Abrió los ojos y, a la luz tenue, reconoció la figura del capitán Jungkook, una presencia inquietante en la oscuridad de la noche.
— Jungkook, — espetó Taehyung con voz acusadora. — No sabía que visitabas personalmente a tus prisioneros. — En todo el tiempo que llevaba allí, esta era la primera vez que el pelinegro iba hacia él. — ¿Qué te trae a mi celda, escoria?
El capitán pirata, con las facciones envueltas en la oscuridad y los ojos ardiendo de resentimiento, no pudo evitar replicar en tono frío y agresivo, completamente arrepentido por haberse dejado guiar hacia esa celda.
— Quería ver la cara del hombre que me traicionó, que nos traicionó.
Continuamente, esa historia que ellos habían compartido desde que sus caminos se cruzaron por primera vez, pesaba en el aire. Un testimonio del rencor que se guardaban mutuamente. Taehyung se levantó, con la mirada fija en Jungkook.
— Actúas como si no tuvieras nada que ver en esto, — replicó Taehyung, con la ira aflorando a la superficie. — No me dejaste elección.
— Opciones siempre habrá varias y fuiste tú quien cada vez escogió la peor. — La respuesta de Jungkook estaba llena de desafío. — Nunca te perdonaré lo que hiciste, Taehyung. Traicionaste todo lo que representábamos en más de una forma.
Sin decir nada más, el capitán giró sobre sus talones y se marchó, dejando al almirante solo en el frío y húmedo calabozo, con su garganta picando por seguir en una conversación que no tenía sentido. El encuentro no había sido más que un enfrentamiento débil, que había dejado tras de sí un reguero de acusaciones tácitas y hostilidades persistentes. Mientras Taehyung observaba la figura de Jungkook en retirada, no podía evitar preguntarse si su historia común se vería empañada para siempre por la animosidad que ahora definía su relación.
En su camino de regreso al camarote, la cabeza de Jungkook comenzó a doler. Sus ojos perdían el enfoque y su respiración se debilitaba. Pronto pudo sentir como su corazón había disminuido tanto los latidos que parecía haberse detenido, la frialdad en su piel y el cambio de su visión fue lo que le advirtió el peligro.
Con el resto de fuerza que le quedaba y chocando contra las paredes de madera, corrió hacia su habitación, encerrándose ahí. Sin embargo, en su trayecto a la cama perdió total conocimiento y cayó al suelo.
— ¡Imbécil! — Refunfuñaba Taehyung una vez más. — Ni siquiera volver a dormirme puedo. Este maldito lugar apesta.
Las instalaciones del fuerte en donde pasaba la gran mayoría de su tiempo no tenía las comodidades de su vivienda, la verdad, estaban muy lejos de ellos. Siempre las odió, pasar las noches ahí se volvían una odisea, mas justo en ese momento en el que el aire del mar mezclado con toda la pudrición que venía de varios lugares en ese barco, la frialdad de la noche tras la tormenta y la soledad de ese calabozo le hicieron desear estar en ese fuerte.
Hoseok...
Ahora que lo pensaba, no había tenido la oportunidad de verlo, los dos se quedaron en ese barco, pero en los días que estuvo prisionero a su llegada, los días de trabajo y demás, en ninguno lo había visto. ¿Cómo podría haberse olvidado de su comodoro?
Comenzaba a sentirse como un pésimo almirante, peor de lo que se sentía tras aquel amotinamiento y la intención de aquellos bárbaros piratas de hacerse con su cuerpo también. Fue el sonido de unos pasos lo que hizo que aquellas preocupaciones abandonaran su cabeza para centrarse en el dueño de las pisadas. No pudo evitar rodar sus ojos al volver a ver la figura de Jungkook.
— ¿Ahora qué quieres? — Su pregunto fue formulada, mas no respuesta. — Vienes y te vas según te place, pero no tengo planeado seguirte el juego esta noche. Estoy agotado, así que vete de una vez. ¿Tu matelot no te está buscando?
Jungkook permaneció en su sitio, el castaño lo veía mirar en todas las direcciones antes de posar su mirada en él. Entonces, notó un coronamiento ligeramente diferente. Se incorporó con cuidado, porque las advertencias de que su vida corría peligro comenzaron a sonar en su cabeza. Buscaba algo para utilizar y pegarle, pero cuando la puerta se abrió y el pelinegro entró, no tenía nada más allá de su propio cuerpo y astucia para defenderse. Lo vio elevar su brazo, asustado, antes de que Jungkook lo agarrara, Taehyung lo golpeó fuertemente en su rostro, empleando toda la fuerza de su puño.
Para su sorpresa, el pelinegro pareció no inmutarse más allá de un desconocido sonido que hizo y logró escuchar. En cambio, hubo algo que le asustó más que el hecho de que él se hubiese quedado quieto, y esto, fueron los ojos amarillos y brillantes que se posaron en su persona. Antes de darse cuenta, recibió un golpe tan fuerte por parte de Jungkook que perdió por completo la consciencia.
No supo cuánto tiempo después abrió sus ojos, pero cuando lo hizo, estaba prácticamente ahogándose, pero a su vez, todavía respiraba. Taehyung no estaba loco, no era un sueño, pero se movía por debajo del mar con rapidez tal, que pronto volvió a desmayarse. Para cuando abrió los ojos, por fin, se encontraba en un lugar completamente oscuro. La humedad se percibía en el aire, mas el suelo en donde se encontraba era arenoso y seco.
El pánico comenzó a cundirlo, lo que lo llevó a moverse estrepitosamente, pisando y tocando algo que le hizo gritar. Se sintió raro, frío, por un momento creyó que se podría tratar de algún bicho, pero todo lo que escuchó fue un leve quejido, seguido de dos diminutas luces amarillas que se movieron en la oscuridad hasta quedar justo en frente de sus ojos. Un aliento chocó contra su piel y, por un segundo, Taehyung no pudo respirar.
— Mantente quieto. — La voz que escuchaba la pudo reconocer, se trataba de Jungkook y esto le hizo recobrar un poco de calma. Su cerebro trataba de procesar toda la información a la que había sido expuesto de una vez. — Apestas a traición.
— J-Jungkook.
— Deberíamos matarte. — Esa voz era un poco más baja y carrasposa, parecía alargar más la pronunciación de las palabras y por momentos se volvía más profunda. — Yo debería matarte para que tú no lo mates a él. Porque él no recuerda todo, pero yo sí.
— ¿D-De qué estás hablando? — Taehyung se movió en su sitio o al menos lo intentó, pues unas manos fuertes lo mantuvieron en su lugar. — Jungkook.
— No le he permitido recuperar las memorias de su pasado y lo que podría ser su futuro. — Las lucecillas amarillas desaparecieron, todo lo que sentía era el aliento de Jungkook en su oído. — Es un débil que sufre por tu traición, ¿qué pasaría si se llega a enterar de que tú ya lo mataste una vez?
— Jungkook, ¿puedes dejar de decir estupideces y expresar claramente tus ideas?
— Shhh... — El sonido vino acompañado de unas ligeras cosquillas en la oreja de Taehyung, como si la punta de una lengua la hubiese rozado. — Me molesta que la comida hable. Debería matarte ya.
— Sigues diciendo que deberías matarme. ¿Por qué no lo haces de una buena vez?
— Porque eres mío.
💜💜💜
¿Cómo han estado? Hola, hola por aquí, pasando a dejarles un nuevo capítulo 🙈 Espero que sea de su agrado...
LORED
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