Capítulo 12

Esa podría ser la sesión de besos más extensa de sus vidas, la más íntima y quizás la más esperada. Esos choques de labios inocentes que compartieron de niño significaron más de lo que ellos pudieron imaginarse. A día actual todavía no lo interiorizaban por completo, mas esas ansias que estaban desbordándose podrían hacerles ver lo mucho que anhelaron ese momento. Les mostraba que esas miradas que hacían sus ojos brillar eran más profundas de lo pensado.

El desespero con el que sus bocas profanaban los fragmentos de sus pieles expuestas. Esas fuertes respiraciones que parecían quejidos. La frotación de las telas que llevaban en su cuerpo y las sábanas sobre la cama, eso era todo lo que se escuchaba en el camarote. Eso y el leve sonido del mar en calma.

— Te extrañé... — Musitó muy bajo el pelinegro contra el cuello de Taehyung, presionando sus labios con cautela, deteniendo brevemente sus besos. Esa fue una pausa necesaria, sirvió para que ambos controlaran sus respiraciones, para que Jungkook pusiera un poco de distancia y se quedara mirándolo.

Los recuerdos de aquella noche de hacía catorce años atrás volvían a invadirlo. Las palabras que escuchó del propio Taehyung parecían nunca haber salido de ese par de labios que, aunque equivocados para él, tanto deseó probar, para sentir su textura, calidez, su sabor. Se encontró deseando ser el heredero de una gran fortuna. Aunque muchas veces la rechazó de manera radical en su pasado, debía reconocer que por el castaño se bañó de hipocresía.

Porque su corazón fue capturado por lo que en aquel entonces era el chico más bello y elegante que jamás había conocido. Ese que era tan inocente a sus ojos y le inspiró la primera llamarada de deseo genuino que experimentó en su vida. Un joven Lord junto al que fue instruido en las costumbres y el estilo de la alta sociedad, como un noble aristócrata. Sin embargo, se olvidó de sus diferencias, se sintieron iguales y debido a esto, aceptó la conformidad de su corazón alejando su mente.

Pero, esa noche, volvió a desear poder refugiarse detrás de la lujosa fachada de perfecciones que tenían las clases altas. Por un instante, deseó ser un buen adinerado hombre que exclusivamente se preocupara por el corte de su abrigo o la calidad de sus botas. Si se convertía en alguien así, jamás sería visto como poca cosa para el hijo del Marqués Kim, porque aunque fuera en un secreto a gritos, podrían soportar juntos el alto precio de la pasión y el amor. No importaba si no podían protegerse de los peores excesos de la sociedad, si de alguna forma se veían obligados a cumplir con esta para evitar ser sentenciados a la guillotina o una horca. Porque estarían juntos.

— No quiero ser oficial, realmente los piratas son más honestos que muchos oficiales. — Expresó automáticamente recibiendo un manotazo de su amigo. — ¿Qué?

— Sé que te gusta romper las reglas de vez en cuando, pero los piratas son lo peor, no respetan las leyes y no son buenas personas. No vuelvas a decir que prefieres ser uno de esos hombres. No me gusta.

— No sabes todos lo que esos hombres pasaron en su vida, para muchos de ellos esa fue su única opción. ¿Crees que cualquiera puede ser oficial? Muchos piratas no tienen apellido, tuvieron familia o posibilidades de escoger algo mejor. Ellos no pidieron eso, quizás no sean los mejores, pero si no conocen los mares que navegaron, los caminos que transitaron, no se deberían juzgar. Quién sabe cómo hubiese terminado yo de no haber dado contigo, con tu familia.

El castaño se incorporó molesto, quizás eran ciertas sus palabras, pero no le gustaba que hablara o defendiera tanto a esos hombres. Tanto en la marina como entre piratas había de todo, unos mejores que otros, pero no podía aceptar que Kook simplemente defendiera siempre a los delincuentes sin siquiera sopesar la idea de ser un oficial o también ponerse en el lugar de ellos. Iba a salir de su habitación cuando el contrario tiró de su brazo haciéndolo caer en la cama para abrazarlo con fuerza.

— Ya, no te molestes y te vayas como siempre haces. Cambiemos de tema, es mejor que entre nosotros no se abran más esos debates porque siempre acabamos igual. ¿Otro abrazo? — Extendió sus manos, pero con sus labios abultados, Taehyung negó. — ¿Por qué no?

— Solamente te perdonaré si me traes un poco de leche de la cocina. — El pelinegro rodó sus ojos acomodándose en la cama renuente a levantarse. — ¿No vas a ir?

— ¿Eso es chantaje emocional, lo sabía? — El castaño asintió besando sus mejillas. — ¿Te traigo también pan?

— No solamente leche, si puedes tibiarla un poco sería mucho mejor. — Le lanzó un beso y el contrario puso cara de asco. Taehyung palmeó su trasero cuando se levantó y el mayor enrojeció. Odiaba que lo nalgueara, patadas, puños no importaba cuando estaban peleando, pero así era demasiado incómodo. — Ve y regresa rápido.

El pelinegro lo miró seriamente, pero con un abrazo terminó saliendo con uno de los quinqués hacia la cocina. Como era costumbre en aquel castillo, a esa hora la servidumbre cesaban sus labores, al menos aquellas que requerían actividad en el interior y en las zonas cerca de las recámaras. Gracias a esto todo estaba en gran silencio, todas las velas apagadas, la única luz era la de aquel artilugio de diminuto mechero con el que transitaba.

— Recibiremos una gran cantidad de oro. — Escuchó Jungkook hablar al Marqués en la alcoba principal por la que debía pasar para ir a la cocina. — Están ofreciendo una gran suma por ese ordinario plebeyo. Jungkook no nos es de gran utilidad y con la recompensa que ofrecen por él, saldaremos nuestra deuda, recuperaríamos territorios e incluso podríamos vivir sin preocupaciones por un año, más si nos volvemos abrir paso en el comercio internacional.

El pelinegro que había detenido todos sus pasos, sintió su corazón detenerse. Su primer instinto fue apagar esa lamparilla que llevaba en su mano, de igual forma conocía ese castillo como la palma de su mano, no quería que los mayores notaran su presencia.

— Es un don nadie, ¿quién pagaría tanto por él? No es un noble, si lo vendemos, puede que solo nos den unas pocas monedas que se irán en un pan fresco en el mercado principal. — La voz de aquella mujer llegó a los oídos del menor cuyos ojos comenzaban a lagrimear. — Es un pobre siervo al que hemos pulido solo para que nuestro hijo esté feliz, pero no vale nada.

— Quién sabe por qué están pagando tanto por un sirviente como él. — Le habían hecho creer que formaba parte de la familia, que era uno más.

Jungkook podía ver que al final, no significaba nada para ellos. Creyó que la señora era la madre que nunca tuvo, que el marqués sería como un padre aunque sinceramente pasaban más tiempo con Esir que con los señores.

— Hace unos días, cuando fuimos al puerto, un mercader de Murcia estaba reclutando esclavos. Se me acercó personalmente y me ofreció cinco bolsas de oro por el chico de negra melena. Al parecer le sirve a un hombre muy pudiente, tal vez tiene gustos un pocos específicos o refinados y puede que sea Jungkook lo que este sujeto busque. De cualquier manera, podemos sacar buen provecho de él. Ya estábamos un poco incómodos por su cercanía con nuestro hijo, lo íbamos a echar en cualquier momento y ahora es la oportunidad perfecta.

— Es cierto que nuestro hijo debería comenzar a codearse con jóvenes de su clase, de mejor familia. Ya no es un niño, no está incoo con nosotros como lo estuvo desde aquel suceso en que por más de un día lo perdimos. Jungkook no es la mejor de las influencias aunque ahora sea un poco más educado y sepa cómo comportarse. — Murmuraba la señora mientras el pelinegro descendía por aquella pared junto a la puerta, conteniendo sus sollozos. — ¿Qué tiempo tenemos para decidir?

— Nos resta hoy y el día de mañana porque al siguiente zarparán para Murcia. Deberíamos ir a hablar con Taehyung ahora, quizás de este modo, podamos llevar a Jungkook al amanecer.

— Seguramente está con él, no creo que nos diga lo que verdaderamente opina delante de Jungkook. — La voz de la marquesa se sintió un poco más cerca y esto hizo que Jungkook se alejara buscando no rechinar el suelo con sus pisadas.

— Por la hora, creo que ya deben haberse despedido, cada uno en su habitación.

— Entonces vayamos juntos a conversar con él en este momento, dependiendo de su respuesta sabremos cómo proceder. Podemos simplemente llevar al pelinegro o inventar alguna excusa para que nuestro propio hijo se decepcione y quiera alejarlo.

Antes de que a Jungkook le diera tiempo reaccionar para ir hacia la alcoba de Taehyung y advertirle, la puerta se abrió. Tuvo que casi correr hasta doblar el pasillo en dirección contraria a la habitación del castaño. Los escuchó caminar, el reflejo de la luz se veía en el suelo. Solo al volverse más tenue, dudando un poco, avanzó con destreza y sigilo hasta quedar lo suficientemente cerca como para oír. Dependiendo del proceder de la conversación, él intervendría, pero confiaba en Taehyung. Este desde un inicio lo defendió frente a sus padres. Su relación no terminaría, de ser preciso, huirían como no lo hicieron años atrás.

— ¿A qué tipo de cariño se refieren, padre, madre? — Preguntó el castaño mirándolos. — Es claro que me agrada pasar tiempo con Jungkook, ha sido mi único amigo. Alguien desgraciado que no ha tenido una gran vida y me despierta una gran lástima.

¿Lástima?

— Puedes tener más amigos, jóvenes de buenas familias que puedan entrenar, jugar o simplemente pasar tiempo contigo. — Habló su madre sosteniendo su costosa bata para sentarse a su lado y acariciar su cabello con parsimonia.

— Lo he amoldado a mi manera, a mis gustos, algo que no sucedería con los hijos de esas familias que ya han sido amoldados al gusto de sus padres. Más que interesarme su persona, es la comodidad de que se adapte a la mía. Conoce su lugar, no soy yo quien debe medirse, lo hace él porque sabe que está por debajo de mí, cosa que no ocurriría con esos jóvenes que cuentan con una mejor posición económica. Me tocaría a mí bajar la cabeza frente a ellos y no me agrada. Si voy a tener un tiempo de esparcimiento adecuado, necesito contar con la comodidad suficiente.

— ¿Lo quieres?

— Claro que lo quiero, madre. Me entretiene.

— De acuerdo, nosotros te comprendemos. Discúlpanos por importunarte tan tarde en la noche, descansa bien. — Comentó la mujer, besando la frente de su hijo antes de caminar hacia una puerta de la que Jungkook una vez más se alejó, corriendo hasta el granero.

No sabía qué era eso que le estaba ocurriendo, nunca había experimentado algo igual. Jamás esperó nada del mundo y las personas, pero Taehyung era diferente, los padres de este fueron una nueva esperanza que ahora era golpeada. Pateaba la paja, golpeaba la madera mientras lloraba sin dejar algún sonido escapar de su interior. No sabía que estaba tan molesto y dolido hasta que vio aparecer a un Esir que lo miró con dolor.

El mayor se acercó para contenerlo, había ido ahí porque escuchó el ruido y, si él lo hizo, de igual forma podrían hacerlo sus señores. Si esto ocurría, lo regañaría, una razón más para que el marqués se ciñera a su plan de deshacerse de él.

No obstante, Jungkook lo alejó. Lo golpeaba con fuerza y Esir se dejó hacer hasta que finalmente los labios del pelinegro se abrieron para llorar en voz alta. Se aferró a él y entregó todas sus fuerzas a la nada, desplomándose en esos brazos que lo sostuvieron con fuerza hasta quedar sentados en la paga desorganizada.

— N-No me quieren aquí, me intercambiarán por bolsas de oro o me echarán del castillo, Esir. No son mi familia, nunca lo fueron y tampoco lo serán. Solo soy un vulgar siervo que ha sido el entretenimiento de su preciado hijo por años. — Esir intentó abrazarlo, pero esta vez no pudo hacerlo. — No me abrace, usted como Taehyung, ninguno me quiere. Los aristócratas nunca van a querer a un joven sin cuna como yo y que no se le permite forjar fortuna honradamente porque debemos siempre permanecer como esclavos.

— No somos esclavos, somos libres, podemos hacer lo que nos apetezca.

— ¿Está seguro que somos libre? ¿Podemos hacer lo que nos plazca o aquello que remotamente queremos siempre y cuando no incomode a los patrones junto al resto de la sociedad? Porque existe una gran diferencia que había olvidado. — El mayor miraba a ese joven de trece años, lo escuchaba, pero todo lo que llegaba a sus oídos eran quejas de un hombre. — Solo nos mirarán a los ojos si tenemos una gran fortuna, si podemos hacerle favores que los beneficien. — Su voz se quebró, lloraba y hablaba salivando, pero al parecer ya no podía articular palabra.

Su cuerpo se había vuelto momentáneamente tan débil que no pudo sostenerse de pie. Fue Esir quien lo sostuvo, abrazándolo aunque Jungkook no quería. Lloraba y pensaba, su pecho le dolía de solo recordar las palabras de Taehyung. Sí, las de sus padres fueron dolorosas, pero no lo lastimaron tanto como las del castaño. No solo quería ser su diversión, el esclavo hecho a su medida que no era visto como un igual. Eso no era algo que pudiese soportar fácilmente, nunca dejó que lo pisotearan, si se quedó ahí, fue porque en apariencia le dieron la bienvenida a su hogar.

Si decidió quedarse allí, no fue por las comodidades o ventajas, sino por la compañía, una que tenía título, nombre y apellido. No lo tenía miedo a las noches a la intemperie o a la lucha para llevarse algo de comer a la boca para el finalizar del día. Si debía hacer uso de la sinceridad, solo estaba ahí por Lord Kim TaeHyung, con quien creyó que compartía algo más que una simple amistad aunque no sabía qué era eso que los unía. Ahora, comprendía que para el contrario no era igual.

Permanecer ahí iba contra todas y cada una de sus creencias, esas que desde muy temprana edad aprendió junto al pescador que lo recogió, su padre. Tampoco esas adquiridas por su cuenta a esa temprana edad. Batallar contra su mente y hacerle caso a un rebelde corazón, renuente a abandonar a Taehyung. No solo se trataba de su orgullo, nunca le importó vivir sin este si podía permanecer a su lado. Se trataba del dolor tan profundo que estaba sintiendo, se trataba de que incluso si dejaba su dignidad de lado y permanecía solo por no alejarse de ese hermoso chico, él sería echado con cualquier pretexto.

Sería vendido a saber los Merfolk a qué persona. Sinceramente, antes de que esos marqueses hicieran fortuna con su persona sin darle a él un solo penique, prefería escapar. Por su cuenta, él podría llegar a ser alguien poderoso aunque no de la manera más honesta. Tendría tantas riquezas como para comprar el castillo de los Kim e incluso mejores.

Algún día, él podría ser una persona a la que ellos tuvieran que elevar su cabeza para mirar. Si no lo lograba, de igual forma prefería ser libre que humillado por personas que utilizaban incluso su compañía. No sacarían provecho de él, más bien él sacaría provecho del mundo. Sentenciando esto en su mente, secó todas sus lágrimas y, aunque aún sollozaba, se puso en pie seguido por Esir.

— Espera aquí, te traeré algunas cosas para el viaje. — Jungkook se sorprendió porque fue como si ese hombre hubiese podido leer sus pensamientos. — Siempre has sido un alma libre y rebelde, aventurero que no está hecho para asentarse en un único lugar por mucho tiempo. Ahora, lo mejor es que huyas lejos, pero necesitas con qué huir. Espera por mí.

Cuando Esir abandonó el establo, Jungkook se escurrió dentro de la habitación del castaño que contra lo deseado, había quedado en un sueño mientras esperaba que Jungkook regresara con su leche. Si quería alejarse, esa no era la mejor idea, pero necesitaba verlo una vez más, despedirse de él. Aunque Taehyung no lo quisiera, aunque para él solo fuera un siervo con el que se entretenía, el pelinegro necesitaba cerrar esa parte de su vida.

Sus lágrimas volvieron a caer mientras lo observaba perdido en un plácido sueño. Sonrió ante sus recuerdos, esos que en ese momento también lo apuñalaban. No quería correr el riesgo de que se despertara y lo viera, no podría irse si eso ocurría, por lo que se volteó para desaparecer. No obstante, al llegar a la puerta frenó su andar, regresando sobre sus pasos para depositar un beso en su frente que terminó sobre esos tiernos labios. El roce fue casi inexistente, no quiso correr riesgo, eso era suficiente para él.

Fue entonces que sus ojos se fijaron en el mueble junto a la ventana. Miró al castaño para proceder a caminar, encontrando ese zafiro que siempre tantas cosas despertaban en él. Quizás no le pertenecía, pero sentía todo lo contrario, además, era un pedazo de Taehyung físico que se llevaría con él. Cogió también un puñal y una petaca para esconder licor que juntos robaron en una travesura. Sobre sus pasos se giró para verlo una última vez, secando con su muñeca las lágrimas que volvían a caer. Justo después, debido a que lo vio moverse, se dejó caer en el suelo. Esperó algunos segundos antes de levantarse muy lentamente. Tras verificar que estaba dormido, salió de aquella habitación y castillo sin mirar atrás.

— Te dije que me esperaras aquí. — Murmuró Esir tirando de su brazo cuando lo vio acercándose al establo. — Esto es para que te alimentes, tienes para casi una semana si lo administras bien, también algunas bebidas. — Comentaba terminando de anudar una sábana con la que le hizo un bolso. — No la dejes nunca en la tierra, si descansas, engánchala en algún árbol, así podría ser incluso vista como una ofrenda sin que piensen que hay alguien cerca. — Le aconsejaba viéndolo con su corazón acongojado pese a no compartirle esta emoción. — Con esto sobrevivirás algún tiempo, pero no será eterno.

— No, no puedo aceptar esto. — Negó viendo la mediana bolsa de tela que le era entregada. — Esto es parte de tus ahorros, Esir.

— Lo necesitarás más que yo. No permitas que te lo roben, trágalas y defécalas si así lo necesitas. — Jungkook rio al notar la seriedad con que le decía esto.

— Prometo que algún día te lo pagaré. — Le aseguraba Jungkook con un asentimiento y nuevas lágrimas, un llanto muy cerca que no quería dejar salir. — Siempre te estaré agradecido, Esir.

— Lo sé. El pago que te exijo a cambio es que no te dejes matar, debes ser libre. Vive y yo me sentiré gratamente pagado. — Le revolvió el cabello y lo abrazó, permitiendo que una vez más, Jungkook llorara como el niño que a pesar de todo seguía siendo. El menor lo abrazaba, la cabeza contra su pecho. — Si quieres sobrevivir nuevamente allá fuera después de haber vivido aquí, debes evitar el llanto y las debilidades. Esconde tus emociones y sentimientos para que no se aprovechen de esto. Si algún día sientes que no puedes más, bebe y llora hasta que sacies tus penas. Luego, con la misma botella, haz un arma y pelea contra el mundo. ¿Promesa?

— Prometido...

Esa fue la última vez que Jungkook vio a Taehyung hasta el día en que este lo atrapó catorce años después. En aquel momento no esperaba que se reencontraran, mucho menos que este primer encuentro fuera con él siendo llevado a la horca por el castaño. Cuando supo que se había convertido en un oficial de la marina, fue que comenzó a pensar en esa posibilidad. No obstante, no se permitía pensar en Taehyung o su familia, cuando esto ocurría, lo alejaba a cualquier costo.

Ahora, ahí estaba el pelinegro que contenía su deseo de llorar mientras contemplaba el rostro de Taehyung entre sus brazos. No debía mezclarse con él, pero una vez más, le era imposible negarse a ese hombre que tan dulcemente lo estaba acariciando.

— Yo también te extrañé, Kook.

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MERFOLK: Legendarias criaturas marinas que comparten similitudes con los "humanos". Tipo sirenas y tritones, ninfas, nereidas, Escila, etc.

Hace tanto no actualizaba esta historia. Lo hice para mi cumpleaños y estaba supuesta a sacar este capítulo una semana después, pero mi salud no me lo permitió. Fui puntializando otras obras cuando podía y Altamar fue quedando relegada a un segundo plano. Lamento la tardanza y la lenta actualización de esta obra. Espero que les haya gustado el capítulo.

LORED

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