Capítulo 10

Esa era una hermosa y nueva vista, no se trataba del paisaje que veía a la distancia de un pequeño islote rodeado de un mar en donde el azul cielo se reflejaba con encanto acompañado de un brillante sol. No era se trataba de ese panorama, sino de otro frente a él, rizos negros y mojados, pinturas permanentes en su piel que simulaban una serpiente, una brújula, un barco un zafiro y por último algo que parecía ser una fina cadena de hierro uniendo estos cuatro elementos que iban desde su brazo izquierdo hasta su pecho.

La hermosa vista de esos ojos oscuros que lo miraban con arrogancia y diversión, la carencia de ropajes decentes en un sujeto que podría matarlo en cualquier momento pero en ese instante, llevaba una sonrisa ladeada mientras se apoyaba en su espada. El mar estaba en calma y el barco no se movía en prácticamente pero por alguna razón, la cabeza de Taehyung se estaba sintiendo como si estuviera en altamar con el oleaje más salvaje en medio de una tenebrosa tormenta.

— ¡Buenos días, Gran Almirante! Me alegra que esté despierto. — El oficial relamió sus resecos labios y asintió. — Supongo que no recuerda nada, de lo contrario tendría la cortesía de al menos darme una respuesta o agradecerme por salvarle la vida.

— Supongo que le debo mi vida a un pirata. — Dijo ensanchando sus ojos mientras que el contrario lo continuaba observando con algo muy parecido a una profunda empatía.

— No es que no haya sucedido antes, lo he salvado en muchas ocasiones, Gran Almirante. — Ante la pronunciación de su rango una vez más en los labios déspotas de ese pirata, Taehyung sintió su piel encresparse. Le incomodado sobremanera que Jungkook lo llamara así, sentía que era una burla más que una muestra de respeto.

— ¿Eso debería ser halagador o debo mostrarte mi eterna gratitud? Porque permíteme decirte algo, pirata, no es ninguna de las dos.

—Oh, estoy consciente de ello pero sería bueno si no lo olvidara jamás. — Comentó el pelinegro de larga cabellera echando esta hacia atrás, guardando a su vez la desenvainada espada en la vaina de cuero negro ajustada a su cadera. — Si tiene hambre, puede acompañarme abajo, quizás algo ajuste a su exquisito paladar, Gran Almirante Kim.

— No necesito tu comida, lo que necesito es regresar a tierra lo antes posible. Si no regreso, la marina desplegará sus fuerzas en mi búsqueda así que será mejor que me regreses o de lo contrario... — Demandaba en un tono agrio que se quebró cuando el pirata retrocedió sobre sus pasos, deteniéndose justo frente a él.

Por inercia retrocedió cuando el pelinegro acercó su rostro al suyo pero volvió a recomponerse rápidamente.

— Tu tozudez ya no causa ternura o debilita el mal humor de las personas, menos de mí. Si deseas irte, eres libre de hacerlo, no eres mi prisionero, solo un hombre que rescaté de morir ahogado. Eres el Gran Almirante de la compañía bumersa oriental, sabes nadar y la distancia hacia el islote donde puedes recuperarte, no es demasiada y de ahí a tierra, costará un poco más pero debes saber cómo superarlo. — Habló dejando de lado el trato formar que había estado manteniendo, eliminando todo brillo de buena voluntad de sus ojos.

Era extraño la forma en que un mismo hombre despertaba y causaba tantas emociones diferentes en su persona, desde la rabia, repulsión y deseo de justicia hasta esas sensaciones desconocidas de culpa, dolor, frustración y algo más, como aquello experimentado cuando el pirata esperaba su momento final en aquella fría mazmorra cuando sus labios se volvieron uno.

Su boca se entreabrió dejando escapar el aire acumulado y apresado en contra de sus propios deseos. Podía sentir el roce del aún húmedo cabello, veía la resplandeciente piel dorada cubierta de las sal seca como rastro de que minutos atrás estuvo en el mar. Su olor también lo confirmaba pero esta vez, no olía como una rata tras revolcarse en estiércol como cuando lo apresó por primera vez, si bien sobresalía el olor del océano, percibía la limpieza en él.

Por su parte Jungkook, cerró con fuerza sus ojos, empuñando sus manos a cada lado del cuerpo para una vez más contenerse porque ahora, el Gran Almirante estaba consciente, no podía simplemente abrazarlo y decirle lo feliz que estaba de saberlo con vida. Encontrarse con él después de tantos años no fue para nada como lo imaginó aunque desde que supo que se había unido al ejército y la marina, su destino era encontrarse como enemigos.

Mucho había cambiado pero de igual forma, seguía siendo ese Kim Taehyung que continuamente recordaba. No necesitaba grabar en su piel con tinta lo que en su pecho quedó plasmado con hechos. Si esa noche no hubiera...

El sonido de su espada desenvainándose y el cambio de peso en su cuerpo lo hizo levantar la guardia que por momentos había bajado frente al hombre que ahora empuñada su propia arma en su contra. La afilada hoja de plata estaba tan ceñida a su cuello que ardía, al mínimo movimiento su piel podría quedar rasgada y ensangrentada.

Con una tranquilo juego de pies sobre la caliente madera, Taehyung dio un paso hacia atrás y otro hacia el lado, interponiéndose entre el sol que alumbraba al pirada y él. Su agarre era firme, elegante, de hecho, desde niño, Jungkook debía reconocer que su manejo de la espada siempre fue superior al suyo, como si hubiera nacido manejándola.

Ellos se volvían uno, se complementaban como si de una danza se tratara, siempre amó verlo entrenar, como su piel tan dorada como la suya pese a estar bajo el cuidado de una buena familia se robaba toda su atención.

Por eso, justo ahí, aún cuando este amenazaba su vida sosteniendo su espada, él solo podía sonreír ladeado. El Gran Almirante aún no se percataba bien de ello pero, solo llevaba puesto un largo camisón blanco que frente al sol revelaba todos los cambios sufridos a través de los años. Ya no era el cuerpo de un niño o de un joven adolescente, sino el de un hombre que por un instante, provocó pensamientos nada puros o inocentes en el pirata que desvió sutilmente su mirada,

Porque Kim Taehyung, no merecía que sus ojos lo observaran con lujuria como si fuese una mujer de moral relajada, una libertina que ofrecía sus servicios en un burdel o de esas que aún llevaban el título de señorita que decidían entregarse a alguien más antes de ser emparentadas oficialmente con algún señor escogido por su familia. Kim Taehyung, ni siquiera uno de esos hombres que a veces le hacían tener pensamientos impuros, tampoco era su matelot.

— ¿Qué haces en libertad? — Cuestionó Taehyung haciéndolo salir de sus cavilaciones. — En estos momento deberías estar en otro mundo después de ser ejecutado. ¿Cómo es posible que estés gozando de total libertad en este lugar que yo jamás he visto pese a estar tan cerca de nuestra tierra.

— ¿Lo preguntas como el Gran Almirante o como Kim Taehyung? No sé por qué me ha dado la sensación que lo que tienes conmigo es inquina personal.

— Soy ambos. Soy el Gran Almirante Kim Taehyung de la Marina Real Bumersa Oriental y ejército de Su Majestad. Ese niño que jugó a tu lado y consideró familia, incluso mis padres te quisieron como un hijo pero fuimos unos ingenuos que depositamos confianza en alguien que nació para ser un bárbaro, un rufián, un delincuente, un pirata. Yo, soy el hombre que puso su honor en juego cuando te apresó y permitió tu traslado. — Hubiera seguido hablando de no ser por la estruendosa risa que por segundos lo ensordeció. — ¿Qué resulta tan gracioso?

— Que el Gran Almirante realmente se crea sus palabras. ¿Tu familia me quiso como un hijo? ¿Ustedes me quisieron como una familia o una vía para asegurar la tranquilidad de su único hijo que podía ser desechada en cualquier momento? — Replicó avanzando lentamente sin alejarse de la espada amenazando su cuello.

— Un paso más y podrías morir, Jungkook. — Escuchar su nombre hizo que su andar se detuviera porque por primera vez en mucho tiempo, no era el pirata, el delincuente, solo... Jungkook. — ¿Cómo te atreves a insinuar que mis palabras son falsas? Que mi familia y yo...

Sus palabras se vieron interrumpidas cuando el brazo del pelinegro empujó el suyo, tomando una larga varilla forjada que elevó con rapidez deteniendo el impacto de la espada en su cuerpo. Como si de sus antiguos entrenamientos se tratara, ambos agitaban sus brazos colisionando sus armas, la única diferencia era que en ese momento, realmente uno de los dos podría morir o salir herido.

Ambos habían mejorado, Taehyung se apegó más a las técnicas y Jungkook a la eficacia ayudado por su astucia y fortaleza pese a que el contrario por momentos podía ser más veloz, fluyendo como pluma en el viento.

Una patada llegó al pecho del castaño que cayó muy cerca del timón del barco perdiendo la espada del pirata, rodando hacia un lado cuando Jungkook golpeó a centímetros de él con toda la intención de golpearlo. Aún en el suelo, Taehyung golpeó con dificultad la entrepierna del pelinegro.

— Por todos los mares, ¡maldición, Taehyung! — Exclamó molesto resintiendo ese dolor infernal que lo hizo apretar sus dientes. Una exhalación profunda escapó de sus labios mientras todos los vellos de su espalda se erizaban y una pequeña campana en su cabeza resonaba haciendo "din don". — ¡Ven aquí! — Gritó tirando al castaño de sus piernas viendo sin querer como su cuerpo desnudo quedaba expuesto y su delicada piel se enrojecía ante el contacto de la madera.

— ¡Suéltame, maldito pirata! — Se defendió pateándolo sin éxito esta vez, procurando alcanzar la espada que Jungkook pateó ante de inclinarse para tomarlo entre sus brazos, luchando con la rabia contenida de Taehyung hasta que llegó a la punta de la proa y lo lanzó hacia el mar sin contemplaciones.

El sol estaba en lo más alto del cielo a esa hora del mediodía, lo que la noche anterior parecía un profundo pozo negro, en ese momento, el azul resaltaba, no tan oscuro como en el medio del océano, pero lo suficiente para que el Zafiro pudiese aún navegar a pesar de estar anclado.

El impacto con el agua enfrió la sangre caliente que corría por las venas de Taehyung, calmándolo pero, también asustándolo, recordando lo sucedido aquella noche en que algo extraño los atacó. Recordaba esa extraña luz y lo que creyó sería el rostro de Jungkook pero esos puntos no se entrelazaban, solo lo confundían más. Con sus ojos abiertos, notó el cuerpo que cayó al mar, divisando a Jungkook nadando a gran velocidad hacia él hasta agarrarlo de su ahora transparentado camisón para subirlo a la superficie.

El castaño tosió continuamente, casi sonriendo cuando escuchó a Jungkook refunfuñar como cuando eran niños, obligándolo a aferrarse a su cuello mientras bordeaba el barco hasta las sogas por donde escaló.

— ¿Por qué no nadaste? — Recriminó acostándolo en el suelo como lo hizo la noche anterior, solo que ahora no tenía que eliminar su traje oficial dado a que estaba prácticamente desnudo. — ¿Mientras más rangos tienes más estúpido te vuelves? Si caes al mar debes flotar o nadar, ¿cómo te dejas hundir sin hacer más?

Molesto, el pelinegro de cabellos revueltos se levantó de su lugar sintiendo su pecho resistir a la furia de su corazón que luchaba por salirse. Se quitó la molesta vaina de su espada y las ahora mojadas botas, siendo su pantalón lo único que restaba sobre él. Casi mataba al imbécil oficial que lo mandó a la horca y en vez de sentirse feliz, sintió morirse junto a él. Se volteó para observarlo a la distancia ahora que estaba lejos de él, al estribor de la popa.

Sin embargo, cuando se giró, se encontró con una sonrisa traviesa a escasos centímetros de él y un cabello castaño que volvía a recuperar su rizo natural. Sus reflejos se volvieron muy lentos por lo que, antes de darse cuenta, se encontraba cayendo en el mar.

— ¡Quid pro quo! — Exclamó risueño observando al pelinegro que salía a la superficie agitando sus manos y piernas para mantenerse a flote. — Esto por aquello... Un trato justo dado a que tú fuiste el primero en lanzarme.

— ¡Ha firmado su sentencia de muerte, Gran Almirante! — Rebatió ladeando su sonrisa, echando su cabello mojado hacia atrás mientras nadaba rápidamente hacia el barco.

Cuando subió, no vio al castaño pero no le costó mucho encontrarlo siguiendo sus pisadas mojadas al interior del Zafiro. Justo detrás de la escalera, detrás de dos gigantescos barriles, el castaño parecía un ovillo humano que contenía la risa y la respiración, gritando en cuanto Jungkook lo agarró.

— ¡Te encontré!

— Si no me sueltas en este instante maloliente pirata, te prometo que no soy yo quien se enfrentará al desagradable extremo de una pistola. — Reclamó mientras Jungkook lo sostenía con fuerza sobre su hombro.

— Vuestra preocupación por lo que pueda llegar a ocurrirme es encomiable pero dejadme señalar que será otro quien enfrente el doloroso extremo de una pistola o mi espada, Gran Almirante. — Habló con gran formalidad sorprendiendo un poco a Taehyung, recordando los días en donde ambos tomaban clases juntos. — Esperemos que nada de eso me ocurra para que no le suceda a usted.

— Había olvidado que eres un hombre que puede llegar a tener un exquisito vocabulario.

— Uno que solamente sirve entre aristócratas carentes de toda la clase que predican. Quizás lo has olvidado pero esos, los oficiales como tú ahora, siempre han sido los protagonistas de todo acto abominable. — Respondió haciendo contacto visual.

— Nunca quise que estuviéramos en bandos diferentes, Jungkook. El honor y la decencia...

— Es algo que nunca conocerán verdaderamente. Deshonran sus palabras y recuperan la misma en un fabricado duelo o pagando unos chelines para resolver el asunto si es que llega a hacerse público, de lo contrario, actúan como si no hubiera sucedido nada. Los piratas tenemos códigos y honores más respetables que esos que ahora defiendes. Desde el momento que decidiste vestir un uniforme... — Comunicaba nuevamente sin formalidades. — Era sabido que terminaríamos enfrentados de esta manera.

— Yo...

Antes de que pudiera responder, Jungkook abrió sus brazos para dejarlo caer al agua pero defiriendo de lo pensado, el castaño no hizo lo mismo, al contrario, se aferró más a su cuerpo terminando por llevárselo con él. Ambos cayeron juntos y abrazados al mar, saliendo a la superficie entre risas, salpicándose a modo de castigo como solían hacerlo de niños y justo ahí, así volvieron a sentirse.

No eran el pirata y el Gran Almirante, solo Jungkook y Taehyung, esos dos niños cuyos caminos fueron cruzados en unas tierras no muy lejanas años atrás y que ahora habían vuelto a reunirse. El pelinegro hundió al contrario y este como pago tiró de su pierna, enredándose ambos bajo el agua.

— ¿Crees poder llegar a la orilla? — Señaló el pirata cuando comenzaron a nadar hacia el barco, notando la confusión de Taehyung.

— Sí.

— Sígueme...

Jungkook nadó acompañado del Gran Almirante hasta que los pies de ambos pudieron sentir la proximidad de la fina arena, pudiendo finalmente apoyarse y caminar hasta la orilla en donde el castaño se dejó caer por varios minutos, palmeando la húmeda arena a donde restos de tenues olas aún llegaban. El pelinegro se acostó junto a él sin decir una palabra y allí permanecieron intercambiando miradas de vez en cuando hasta que finalmente él se levantó brindándole su mano.

El castaño lo dudó, pero cuando miró ese entintado brazo que se le ofrecía y los ojos del dueño del mismo, fue como un hechizo que lo envolvió, agarrándolo y dejándose llevar por él al interior de esa isla. Era casi imposible que esa isla estuviera a escasos minutos de Bumer y que nadie la hubiese reclamado o encontrado antes a parte de Jungkook. Si ellos lo hicieron, no dejaron huellas de esto, ni siquiera rumores.

Era un lugar mágico, tropical pero fresco. Uno que el pirata conocía como la palma de su mano porque lo atravesó con familiaridad y sin detenerse hasta llegar a un claro del que caía una hermosa cascada, misma que actuaba como una elegante cortina cubriendo una cueva.

Ese día, no hicieron mucho más que nadar en agua dulce, comer algunos frutos y jugar cual niños hasta que el sol comenzó a ocultarse y Jungkook decidió que era momento de volver al Zafiro. No recordaba la última vez en que sintió sus hombros tan ligeros y su cuerpo tan relajado a pesar del ejercicio físico realizado todo el día como en esa noche.

Envuelto en ropajes limpios y rodeado de más comida de la que se imaginó encontrar en ese solitario barco, se encontraba confundido y alegre a la misma vez. Emociones contradictorias como esas que lo envolvieron durante todo el días. Su mirada se elevó cuando escuchó el rechinar de unas botas que se aproximaban, las puertas de ese camarote se abrieron y tras estas se erguía la figura de un pirata que parecía noble.

Su cabello estaba pulcramente peinado hacia atrás, se notaba su rostro despercudido y sus ropas limpias, de buena costura y aspecto. No sabía si fueron adquiridas en sus saqueos y contrabandos pero estaban tan perfectamente entalladas en él que parecían estar hechas para llevar por ese pirata. No eran trajes de galas pero podía infiltrarse en uno y pasar desapercibido de no ser porque su atractivo llamaría la atención de muchos.

Caminó hasta el extremo de la mesa, tocando su frente, boca y pecho antes de inclinarse haciendo una reverencia formal frente al Gran Almirante que desvió su mirada para contener su sonrisa, mirándolo únicamente cuando pudo mantener las apariencias.

— Permitidme, Gran Almirante Kim, que esta noche nuestro barco sea testigo de nuestra interacción, que le ofrezca a usted el mejor trato que un pirata como yo, pueda ofrecerle. — Comentó con formalidad tomando desprevenido al castaño que lo miraba con incredulidad.

— ¿N-Nuestro barco?

— Solamente tú y yo podemos ser los dueños del Zafiro. — Habló esta vez dejando el trato formal de lado, abriendo un poco su camisa de seda hasta mostrar el collar que llevaba debajo. No era el momento, no fue así como imaginó todo pero algo en él lo alentaba a decir esas palabras esa noche. — Estos Zafiros son tanto tuyos como míos.

💜💜💜
¡Buenas por aquí con un nuevo capítulo! Espero que hayan estado bien...
LORED

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top