Capítulo 70
"Necesito mi dosis, admito que eres mi droga. Sé que estamos mal, un día nos amamos y luego sangramos. No estoy seguro de que el amor se vea así pero estoy borracho de ti. En tus ojos me pierdo, no entiendo cómo silenciar esta voz que solo quiere eso. No lo sé. Un regalo del infierno, me quemo cada vez que nos encontramos. Nos dañamos, así es. Una danza ardiente que me consume en cada ocasión."
-Ivre de Toi
(Nava)
☾
Kim Seokjin sintió el dolor en el interior de su pecho mucho antes de que su vínculo familiar comenzase a tambalearse. Había tenido las manos llenas de especias para realizar curas que ayudasen con la cicatrización de las heridas más complicadas, el tablero improvisado estaba lleno de tarros desordenados hasta el tope y marcas de sangre tanto suyas como de otros se extendían a través de la superficie plana. Cada venda necesaria se encontraba amontonada mientras los mestizos continuaban llevando a lobos heridos hasta su improvisada tienda de tela cuando sintió el punzante dolor quitarle la respiración de forma inesperada. Dejó caer todas ellas a la par que se precipitaba sin remedio contra la dura madera de abedul y el hierro que formaba su mesa auxiliar. Sin importar el tiempo que podría llevarle tener que volver a realizar las mezclas necesarias, sin que sus nervios llegasen a saltar porque el material cuidadosamente esterilizado se estuviera ensuciando con tierra.
Las venas se le marcaron en el cuello y sus ojos se cristalizaron. Todo a su alrededor pareció comenzar a volverse borroso mientras buscaba la manera de lograr asentarse a sí mismo en el interior de la estancia. Sus manos sujetaron el borde la mesa antes de finalmente deslizarse hasta el suelo. De cuclillas, Kim Seokjin se acunó a sí mismo.
Inspirar. Espirar. Inspirar. Espirar. Una y otra y otra maldita vez. Hasta que su corazón volviese a bombear con normalidad si acaso aquello era posible.
-Señor Kim. - una mestiza de sombras de cabello claro se acercó rápidamente hasta el sanador que ahora se encogía sobre su propio cuerpo llevándose una mano hasta el cuello de tela de la camiseta. - ¿Qué le ocurre?
Se estaba ahogando en la ansiedad y en el miedo a perder a sus seres queridos de nuevo. Esa era la respuesta que debería haberle dado a la chica para que pudiera ayudarle de alguna manera, sin embargo tan solo pudo cerrar el puño sobre su pecho y obligarse a clavar los pies en la tierra fría bajo sus zapatos. Obligándose a mantener la cordura a raya. Obligándose a no caer ante la sensación de hormigueo que le recorría las extremidades como una picadura punzante.
Inspirar. Espirar. Inspirar. Espirar.
-Mi... Es mi hijo. - se relamió los labios antes de cerrar los ojos con fuerza.
Él mejor que muchos otros sabía lo que las guerras implicaban, había sido consciente de lo que posiblemente podría ocurrir esa mañana de finales de Agosto desde el preciso instante en el que Jimin llegó acompañado de Taemin a la casa de líderes, tal vez incluso desde mucho antes. Y aunque trató de mantener su cabeza centrada en el trabajo, porque sabía lo muy necesarios y escasos que eran los sanadores en situaciones de cruda batalla como aquella, las imágenes de la muerte de sus padres lo habían estado persiguiendo durante las últimas horas como tan solo un fantasma que ataca sin piedad lo haría.
Seokjin recordaba el dolor de un vínculo familiar siendo rasgado poco a poco y sin ningún tipo de delicadeza en el pasado. Recordaba sentir los gritos de sus progenitores en su cabeza, el sabor de la sangre en su propia boca y los campos del norte llenos de aullidos desesperados durante la redada de guardianes sureños a uno de los refugios para deltas que sus padres regentaban. También se recordaba a sí mismo tratando de cruzar el río durante las heladas del invierno, el modo en que el agua había cortado la piel de sus patas con la misma facilidad que lo habría hecho cualquier cuchillo y el amparo de los brazos de su pareja mientras este se zambullía en aquellas corrientes irrefrenables para sacarlo de una tumba que él mismo había cavado y buscado en un intento por huir de la sensación de vacío que su lobo sintió tras conocer la noticia de que sus padres se encontraban en el pleno sentido de la palabra: lejos. Muy lejos.
Su parte animal se había vuelto loca por la necesidad de venganza y sangre en aquella época. Quiso ver los cuerpos de sus enemigos rotos y deshechos hasta que sus familiares no pudieran tan siquiera dedicarles una ceremonia funeraria porque nadie los reconocería, nadie se atrevería a quitar los huesos del lugar donde él decidiera condenarlos a una muerte indigna y dolorosa.
Si su hijo llegase a morir esa mañana de eclipse, si la Luna no hacía nada para detener aquello. Se desataría una masacre. Él sabía que su lobo no podría contenerse ante el hecho de volver a sentir un dolor tan íntimo y extremo como aquel de nuevo. No otra vez.
-Señor Kim. - la mestiza de sombras volvió a intentarlo antes de que el fuerte sonido del abrir de la cortina que funcionaba de puerta para la tienda de los sanadores, la hiciera caer hacia atrás asustada.
El hombre de cabello oscuro y piel morena que se encontraba ante ellos estaba desnudo y repleto de sangre desde los pies hasta la cabeza. Las gotas rojas descendían por su frente y le teñían los ojos del escarlata más profundo.
-Seok.
Una sola palabra sirvió para que el sanador dejase de temblar y alzase la mirada.
-Joon. Es Taehyung, él... Va a morir... Nuestro hijo...
-Nadie va a morir, Seokjin. - Namjoon cruzó la distancia que lo separaba de su pareja tan solo necesitando un par de largas zancadas. - No cuando sus padres están aquí para desgarrar la yugular de todo aquel lobo que se atreva a dañarlo.
Jin asintió antes de mirar a la joven mestiza que ahora temblaba con miedo.
Por supuesto, ella no distinguía del todo bien a los lobos enemigos de los aliados. Y muchos menos sabía más que lo que le habían contado acerca de ese conflicto que ahora implicaba a su gente. Ella solo estaba presente para ayudar, incluso cuando no se trataba de una guerra que tuviese que enfrentar directamente.
-Cuida de la tienda y de los pacientes, este sanador tendrá que ausentarse por un tiempo. Hay otros tan buenos como yo en el trabajo que has visto y te he ido enseñando.
La chiquilla asintió, manos temblorosas y ojos llenos de sorpresa mientras observaba el modo en el que el cuerpo del hombre ante su mirada se deformaba hasta alcanzar la forma de un enorme lobo blanco.
Tenía que estar alucinando.
Pero no lo estaba.
La guerra era real, al igual que lo eran aquellos dos lobos ante su mirada azulada.
Jungkook enseñó los dientes y lanzó dentadas hacia los enemigos que los rodeaban a él y a Taehyung. Su cuerpo todavía se encontraba sobre el de este cuando un repentino gemido de dolor abandonó la garganta de su pareja. Giró la cabeza tan rápido como pudo, lo suficientemente rápido como para asustar al joven Luna Roja que había hundido sus dientes alrededor del tobillo de Tae y que ahora daba un par de pasos hacia atrás, inexperto, temeroso, arrastrado por una guerra que con toda seguridad ni siquiera entendía del todo. Por desgracia, Jungkook también fue lo suficientemente lento como para no poder reaccionar al lobo situado en el lado contrario que ahora se lanzaba contra su nuca con la única e implícita intención de matar al hijo de la líder de las Lunas Azules.
Estaban rodeados y sin fuerza, pero una vida entrenando debió servir para algo cuando Jungkook logró sacudir su cuerpo hasta lanzar al lobo contra sus compañeros haciendo caer al menos a un par en el proceso. Si tan solo sus padres le hubieran enseñado a controlar el poder de la naturaleza de la misma forma en la que le enseñaron a matar, a luchar y a ser un digno sureño parte de la familia de líderes. Si le hubieran hablado de la manera correcta de mantenerse fuerte sin que las llamas mermasen...
-Jungkook...- la mano de Taehyung se deslizó por la tierra oscura. Sus nudillos manchados y sus uñas llenas de arenilla y sangre. - Ve. Déjame atrás.
Jeon Jungkook gruñó ante la simple idea de huir dejando a Taehyung tras sus pasos como lo haría un cobarde. Cómo lo haría también un guerrero sureño que conociese sus órdenes, su lugar y sus oportunidades para salir victorioso de una pelea.
Él ya no era esa persona, no tenía ni un poco que ver con el lobo que le habían dicho por un tiempo que debía ser.
-"Los dos o ninguno."
Pero Kim Taehyung pareció no entenderlo. Desde luego que no quiso entenderlo, no mientras usaba las últimas fuerzas de su cuerpo para abrir un camino de agua entre ellos que obligó al alfa sureño a apartarse incluso cuando lucho para tratar de mantenerse pegado al cuerpo de su pareja.
-Hazme caso por una maldita vez, cabezota. Si ninguno sale de esta, la guerra que estamos luchando no habrá valido la pena. Si...
-"No me hagas luchar contra ti también, Taehyung."
Jungkook abrió su boca para mordisquear las patas de los lobos que continuaban tratando de lanzarse en su contra. Al menos el camino de agua que Tae había usado para separarlo, parecía mantener lejos también a los Lunas Rojas que se amontonaban a su alrededor.
Pero sus fuerzas estaban menguando con una velocidad alarmante. Jungkook lo sentía en el mismísimo interior de su corazón.
-Vete.
-"¡No voy a irme! Tu voz de mando no funciona conmigo, Tae."
Quizás la Diosa Luna los había visto, tal vez esta realmente se había sentido atraída hacia la idea de ver crecer el amor entre ellos desde el mismísimo inicio de su historia. Podría tener que ver con el poder de los vínculos entre personas que se amaban, puede que se tratara de una mezcla de suerte y ganas de luchar por la vida.
Fuera como fuese, Jeon Jungkook aulló al cielo y este le respondió casi de inmediato con la presencia de olores conocidos entre la peste a sangre y muerte. Allí, a lo lejos, entre la bruma que les impedía ver con claridad las caras de quienes los rodeaban, él de alguna manera logró discernir a los lobos de los señores Kim, Jeon Joy y su propia madre. Tras estos un ejército corría sin miedo como fantasmales sombras. Todos ellos siguiendo a una misma líder, a favor de un mismo futuro y de una misma unión.
-"Hei, Taehyung." - Jungkook mordió la yugular del lobo que había tratado de atacarlo por la espalda minutos atrás. - " Después de que salgamos de esta asquerosa guerra quiero llevarte a cenar. ¿Qué dices de eso?"
La risa débil de su pareja sonó como un susurro en medio de los gruñidos, choques y aullidos de la batalla.
-Eso me gustaría, lobito.
Jimin sintió la sensación de debilidad recorrer todo su cuerpo mientras trataba de avanzar sin pausa a través del terreno lleno de manzanos en el que los refugiados se encontraban bien escondidos entre las ramas, la oscuridad y la bruma. Quizás sus aromas repletos de miedo y ansiedad se confundieran con el entorno bañado de violencia y sangre. Deseaba que fuese de ese modo, o de lo contrario no podría perdonarse el que estos terminasen siendo heridos incluso después de confiar en su promesa de protección.
Taemin todavía se encontraba sentado sobre una roca llena de escarcha cuando el omega se deslizó entre las frondosas hojas de los manzanos rojos, apartando las ramas con las manos a medida que avanzaba. Desde la boca del chico se deslizaba una nube de aire caliente que se precipitaba hacia el aire y moría en la penumbra. Las sombras bailaban a su alrededor como lo hubiera hecho el más antiguo de los hechizos. Incluso cuando el mestizo sentía el frío helarle las manos, era perfectamente consciente de que no moriría de congelación. Su capacidad física estaba alerta y preparada. Muy por encima de la media de los de su especie incluso sin haberse entrenado jamás. Al fin y al cabo era digno hijo de su padre en ciertos aspectos.
Jimin agradecía su compañía. Incluso si con toda probabilidad este se había mantenido a su lado únicamente para saldar una deuda. Y por su pueblo. Por su propia gente. De eso no le cabía duda. Mucho más por otros que por sí mismo.
En esa última semana el omega había llegado a comprender que Taemin era una persona justa, llena de ganas de luchar por sus derechos a pesar de que evitaba hablar cuando no era estrictamente necesario. Había reunido en unas horas a una especie de mestizos de sombras entera, los había convencido para luchar una guerra que ni siquiera era de ellos con el objetivo de obtener algo mucho mejor de lo que tenían en el presente a cambio. Y por supuesto había dado el primer paso al frente para defenderlo como respuesta a las nulas expectativas iniciales que otros lobos mostraron hacia él por ser el hijo de un traidor. Tenerlo a su lado se sentía bien, cálido, hacía que el dolor inevitable por la muerte de su padre pareciese un poco menos solitario. Menos incisivo.
-Has hecho mucho por los demás pero muy poco por ti, Jimin. Ve a buscar a tu madre, reúnete con ella antes de que sea tarde. - propuso el mestizo, incluso antes de que Park Jimin llegase hasta su lado con las manos escondidas en los bolsillos de sus vaqueros rasgados y llenos de barro. - Puedo vigilar la entrada al campo de manzanos. No aseguro ser capaz de luchar contra un lobo pero definitivamente serviré de alerta para quienes se esconden y de entretenimiento para quienes traten de llegar a ellos.
Jimin dudó, sus pies ansiaban correr a través del bosque en busca de la única persona que mantenía activo su vínculo familiar. A esas alturas parecía sentirse tan débil que temía que ella, desde donde sea que ahora estuviese, no pudiera aguantar lo suficiente.
-¿Estarás bien? - preguntó, sus pies avanzando casi por acto reflejo hacia él.
-¿Acaso eso importa? - Taemin sonrió mientras hablaba. - Todo lo que realmente importa es que pueda defender a todas esas personas inocentes si llega a ser necesario.
Jimin negó, extendiendo su mano para buscar la de Taemin y forzando una diminuta sonrisa mientras se obligaba a encontrar un poco de humor entre la desesperanza y el miedo.
-Lo hace. No te saqué de esa cabaña solo para que decidas hacerte el héroe y acabar bajo tierra solo unas semanas después. Tienes que sobrevivir, si se redactan nuevos pactos deberías estar presente. Eres importante para los de tu especie, puedo sentir eso.
Taemin se tomó unos instantes para recordar su conversación con los líderes de sur y norte. No había conocido nunca a su madre más allá de fotografías, cartas y documentos desteñidos, o tal vez simplemente no recordaba haberlo hecho. Después de todo, definitivamente alguien había logrado obtener imágenes borrosas de ella en sus recuerdos usando el cóctel de hierbas adecuadas para hacer confesar hasta al diablo. Con todo eso de por medio, ahora al menos sabía que ella no se había conformado con lo que su mundo y las reglas de su manada narraban. Ella se había revelado, había buscado una vida más allá de aquello que todos esperaban, más allá de lo que incluso ella probablemente esperó. Y aunque salió mal, aunque eso lo condenó a él a vivir con la falsa imagen de una madre egoísta y malvada en su cabeza... Ya no tenía que seguir sufriendo por ello.
Ahora al fin creía con certeza en las palabras de su padre. Todos esos relatos sobre un amor imposible y sobre el modo en el que Choi Maya, su madre, lo había querido desde el primer instante, tal vez incluso adorado. Sabía que si su madre había estado dispuesta a luchar en un tiempo donde nadie se atrevía a desafiar las reglas de un líder, si ella incluso había logrado enamorarse de un cazador y cambiar las ideas de este sobre la necesidad de exterminar a cada lobo que se cruzará en su camino, él definitivamente podría hacer lo posible por demostrar que por sus venas corría la sangre de una mujer rebelde y valiente, ofreciéndose a ser parte de una nueva y mejor unión en la que los mestizos pudieran ser tenidos en cuenta.
-¿Te he mencionado ya que mi padre era un cazador antes de convertirse en un pacífico y tremendamente aburrido hostelero?
Jimin dio un paso atrás. Taemin sujetó con sus manos la cintura de este antes de que una raíz de manzano en el camino lo hiciera tropezar y caer.
-Un cazador que se enamoró de una loba revolucionaria y que abandonó sus creencias para criarme como a un humano a pesar de que yo distaba mucho de ser solo eso. - el mestizo sonrió levemente notando el modo en el que los ojos de Jimin se clavaban sobre los suyos. - Mi madre murió poco después de mi nacimiento, mi padre lleva una vida entera negándose a querer hablar del tema a pesar de que ha dicho muchas veces que los dos se amaban de verdad, casi con vehemencia.
Un suspiro abandonó sus labios.
-Sea como sea, este día quiero sobrevivir con el recuerdo de ella presente en mi cabeza. Quiero saberlo todo sobre la mujer que me dio la vida. Una mujer que se atrevió a ir en contra de su propia manada y que incluso pudo hacer que un vil cazador cambiase de opinión sobre las criaturas a las que la iglesia consideraba un pecado. Voy a defender a esas personas como lo hubiera hecho mi madre y voy a sobrevivir para traer a mi padre hasta los bosques por los que un día, hace mucho, la mujer que él amaba, vivió. Puedo prometer eso y prometo que si está en mis manos la redacción del nuevo pacto entre mestizos y lobos será más justo y leal a la paz de lo que jamás lo ha sido.
Jimin se tomó unos instantes para memorizar las palabras de Taemin antes de finalmente apartarse de este.
-Cuando todo esto se termine... - susurró. - Me gustaría saber un poco más acerca de esa historia de amor. - las mejillas del omega se enrojecieron. - Un cazador y una loba. Suena imposible y quiero tener más detalles.
Los dos sonrieron, mirándose. En medio de la bruma y con el horror de la batalla rompiendo el sonido de sus corazones.
-Entonces sobrevive. Ve, encuentra a tu madre, traela a este lugar y mantente a salvo hasta que todo acabe.
Jimin prometió hacer aquello, sin embargo algo en lo profundo de su lastimado pecho gritaba que tenía que luchar esa guerra. Ser parte del nuevo cambio que tal vez se había iniciado con la muerte de su propio padre.
Dolía. Dolía lo suficiente como para poder encontrar el rastro de humor de su madre desperdigado en el aire entre tantísimas sensaciones y colores diferentes.
Quizás la Luna quiso que ellos dos pudieran encontrarse de nuevo, tal vez la Diosa lo empujó hasta los brazos de su progenitora tras sentir ese desamparo que ya comenzaba a amenazar con hacerlo sollozar mientras se movía con pánico a causar más ruido del necesario si sus patas se enterraban demasiado en la fría tierra. Ni siquiera podía caminar por sus bosques, por su hogar. La guerra lo había cambiado todo en un simple parpadeo.
-Madre.
Más allá de los frondosos manzanos y del sonido martilleante de las mandíbulas mordiendo y la piel de las yugulares siendo atravesada y desgarrada, Park Jimin supo el lugar en el que ella estaba. Su vieja casa. Aquel que había sido su hogar por muchos años, donde su padre lo sostuvo en brazos cuando era un cachorro y giró con él una y otra y otra vez hasta que ambos cayeron sobre la hierba fresca. Allá donde su madre le había besado la frente antes de irse a trabajar en una innumerable cantidad de ocasiones.
Ella había escapado del fragor de la batalla. Ensangrentada y con el rostro lleno de lágrimas. La mano derecha de Kim Namjoon, la esposa de Park Tommie, la madre de un omega brillante, la guardiana más quisquillosa del norte en su forma de realizar las investigaciones... Había huido de la sangre para esconderse en los recuerdos y aromas de su hogar. Allí donde la memoria de su familia todavía permanecía. Lloraba, acurrucada sobre sí misma y de pies a cabeza temblorosa.
-Mama.
El llamado de Jimin fue un sollozo e incluso antes de que esta respondiera, corrió hacia los brazos de su madre. Solo allí, sobre la mullida alfombra del vacío salón de su antigua casa y entre las paredes que aún guardaban el olor de ellos tres. Solo en la intimidad que le aportaba ese espacio conocido y amado, él finalmente se rompió, gritó y estremeció entre los brazos de la mujer que le había dado la vida. Solo allí, escondidos del mundo y la guerra que se escuchaba más allá de las ventanas de cristal, los dos se atrevieron a echar de menos a un hombre que pasaría a la historia como líder de las Lunas Rojas y traidor, a un hombre que para ellos lo había sido todo. A alguien que no podrían dejar de amar y ansiar ver de nuevo a pesar de los errores imperdonables que había cometido.
-Mama. - Jimin se atragantó con un sollozo. - No puedo odiarlo, quiero hacerlo pero no soy capaz.
La señora Park apoyó una mano sobre la cabeza de su hijo y empujándolo hacia su regazo negó con la cabeza.
-No necesitamos odiarlo. Basta con que sepamos que él no hizo bien las cosas, pequeño. Todavía podemos recordar los buenos momentos a pesar de todo, aún tenemos derecho a amarlo incluso en el silencio. - la madre de Jimin trató de ocultar su olor lleno de ansiedad. - Él... nos amó. Con su alma entera lo hizo.
Y aún con todo, su ideología superó el amor por la familia. Sus ansias lo condenaron.
--------------------------
Hiii!!!
No sé bien como, pero al fin he logrado subir el capítulo. He estado hasta arriba de cosas durante todo el día y mi semana ha sido hasta ahora tremendamente agobiante. Para colmo ahora la tecla de Mayúsculas se activa sola en mi pc y estoy tan cansada que me va a explotar la cabeza de lo mucho que me duele. Solo espero que os haya gustado el cap o de lo contrario lloraré (es broma, amo que seáis sinceros en vuestras críticas).
Un agotado beso,
os amo
Mel
💜
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top