Veinticinco.

Mi confesión, que era una declaración abierta de mis propios sentimientos, hizo que Chase dejara escapar un gemido ahogado. El resto del grupo contuvo el aliento, e incluso vi por el rabillo del ojo la expresión de desconsuelo de Avril; sin embargo, el ambiente cargado de tensión se evaporó en el mismo momento que se oyó la vibración de un móvil.

Me aparté de Chase con un empujón, mandándolo de nuevo contra el muro que había a su espalda. Todos hicimos el mismo movimiento: indagar en nuestros bolsillos para descubrir que el móvil que sonaba era el mío propio.

Leí en la pantalla la identidad de la persona que estaba llamándome y no tardé en responder.

-Harlow, ¿qué debemos hacer? –la voz de Petr sonaba ronca.

Observé a mis compañeros de grupo. Chase había regresado junto a su hermano y Percy, con un gesto de absoluto estupor; Avril y Alice cuchicheaban en voz baja, seguramente comentado el espectáculo de hacía apenas unos minutos antes. Aún no había recibido ninguna noticia de Gillespie y eso había empezado a inquietarme, abriendo viejos miedos sobre traiciones.

-¿Estáis todos ahí? –indagué.

-Hemos rodeado el edificio –contestó Petr-. Y hemos podido averiguar que ahí dentro hay bastante actividad; demasiado tránsito de idas y venidas.

Lancé una mirada especulativa al abandonado colegio en el que Kasper se encontraba atrincherado junto a Mina. De cualquier forma, si había vigilantes en las ventanas, nos pillarían cuando intentáramos entrar; miré a Caleb, recordando que él tenía una buena puntería y que era bastante diestro con el uso del arco.

-¿Habéis encontrado alguna forma de entrar sin ser descubiertos?

Petr tardó unos segundos en responder.

-Hay algunos licántropos vigilando por algunas de las ventanas –explicó, confirmando mis sospechas-. Si pudiéramos eliminarlos, tendríamos una oportunidad de colarnos por la parte trasera, que es la que se encuentra menos vigilada.

Entrecerré los ojos para intentar divisar a los vigías de aquellas ventanas. Encontré un par de licántropos que no era capaz de reconocer en algunas de las ventanas, bajo su forma humana y con la mirada recorriendo la calle que se extendía por delante del colegio abandonado; Petr seguía atento al otro lado de la línea, a la espera de que decidiera el siguiente movimiento.

-Quiero que envíes a cuatro hombres y que esperes mi señal para que puedan colarse en el interior del edificio –le pedí e hice una señal a Caleb para que se acercara a mí; me separé unos segundos del teléfono-. ¿Eres capaz de eliminar a cuatro de esos licántropos que hay vigilando por las ventanas?

El rostro se le contrajo cuando forzó su vista para localizar a los objetivos que le había señalado. Petr se mantenía en silencio al otro lado del teléfono, manteniendo la calma hasta que le diera la orden de que se pusieran en movimiento.

-Tendría que acercarme un poco –explicó Caleb.

-Hazlo –repuse.

No le perdí de vista mientras se acercaba a su esposa, que ya sostenía el carcaj y el arco de Caleb; lo tomó y se inclinó para decirle algo al oído a Lena. Después, accediendo a hacer lo que le había pedido, se dirigió hacia una de las escaleras de incendios de uno de los edificios adyacentes, subiendo un par de pisos para poder tener una mejor visión de sus objetivos.

Todos tragamos saliva cuando lanzó la primera de las flechas y se oyó un pequeño gemido en el edificio abandonado. Caleb, lejos de amilanarse, siguió disparando flechas hasta que cumplió con sus objetivos; me hizo un movimiento con el brazo para indicarme que era mi momento y yo me apresuré a ordenarle a Petr que mandara a los licántropos para que se encargaran de limpiar a los vigías y los sustituyeran para no levantar sospechas.

Mantuve a Petr pegado al teléfono mientras advertía al resto del grupo que debían prepararse, pues pronto nos pondríamos en movimiento; miré a los hermanos Whitman con una expresión pensativa. Dentro de poco daría la orden de que todos se transformaran en lobos, ya que así podríamos comunicarnos todos sin necesidad de teléfonos... pero solamente podríamos hacerlo los que formaban parte de mi manada. Y ahora también aquellos que habían jurado fidelidad al señor de Willard, que ahora era yo.

Vimos en sobrecogido silencio a mis lobos colándose por las ventanas. Mis oídos desarrollados captaron los ruidos de los enfrentamientos a los que tuvieron que hacer frente para poder tomar el control de las ventanas, y lograr que pudiéramos colarnos en el edificio sin que nadie diera la voz de alarma. Uno de mis licántropos hizo una señal desde las ventanas para informarnos que todo estaba bajo control.

-Petr, quiero que todos os transforméis –le exigí-. Cubridnos las espaldas mientras intentamos llegar a la zona trasera y os abramos un camino.

Escuché la aceptación de Petr y la comunicación se cortó. A pesar de mantenerme aún bajo mi forma humana, sería capaz de escuchar perfectamente los pensamientos de mis lobos, pudiendo dirigirlos; además, temía transformarme y encontrarme con el vacío de no tener a mi Beta junto a mí, porque era un traidor.

Miré al grupo y vi que todos se encontraban preparados, a excepción de los hermanos Whitman.

-Podéis transformaros –les dije.

-He oído que tu Beta no está a tu lado –se atrevió a decir Carin, adelantándose unos pasos-. Yo soy Beta en mi manada...

Entrecerré los ojos, contemplándolo sin entender a dónde quería llegar exactamente.

-Puedo suplir su hueco –se ofreció de manera altruista-. Necesitas el mayor equilibrio posible para conducir a tu manada, y sabes que un Beta ayuda a mantener ese equilibrio.

-Pero tú no perteneces a mi manada –le contradije.

Carin sonrió de manera triste.

-Mi hermano tampoco y lo aceptaste cuando lo necesitó –me recordó.

Mi mirada se desvió hacia Chase, con una expresión especulativa. Ahora que no tenía a Kasper a mi lado, notaba su falta; su traición me había sentado como si alguien hubiera arrancado parte de mi corazón.

Valoré la oferta de Carin y pensé en lo que podría salir mal si me dejaba llevar por los pensamientos negativos que cubrían cada palmo de mi cabeza.

Carin me miraba fijamente, a la espera de que aceptara o rechazara lo que había decidido ofrecerme de manera desinteresada.

Se acercó hasta quedar frente a mí, a un palmo de mi cara.

-Es la vida de mi cuñada la que pende de un hilo, Harlow –continuó-. La vida de la mujer a la que tanto amas. Acepta mi ayuda y termina con esto de una maldita vez; está en tus manos la pelota.

Miré a Chase de nuevo por encima del hombro de su hermano mayor.

-Transformaos en lobo –les ordené, devolviendo la mirada a los ojos de Carin, que se habían tornado de color carmesí-. Ocuparás el hueco de Kasper, Carin.

Avril advirtió al resto que les dejáramos espacio para que pudieran llevar a cabo la transformación de manera cómoda. Yo me aparté a un rincón para observar cómo los hermanos Whitman se iban desprendiendo poco a poco de las prendas de ropa; después, y una vez que todas las chicas del grupo desviaron pudorosamente la mirada, iniciaron la transformación.

Carin no tardó mucho en conseguir arquear su espalda a causa de su cambio a lobo; Chase, por el contrario, le costó un poco conseguir hacerlo. Supervisé cómo su cuerpo se arqueaba y su rostro se contraía en una mueca de sufrimiento; Mina, en aquel tiempo que había creído que Chase había pasado a mejor vida, había hablado día y noche sobre él, creyendo que sus historias podrían mantenerlo vivo de algún modo. Sabía lo suficiente de ese licántropo gracias a su tierna esposa.

Y, al parecer, los años que habían pasado no le habían hecho cambiar ni un ápice: Chase podría haber logrado encontrar la paz con su naturaleza, pero siempre le había gustado fingir que era un simple humano más.

Su cuerpo se resentía tras haber pasado mucho tiempo sin transformarse, y ahora le estaba pasando factura. Mentiría si dijera que no me alegraba de ese pequeño castigo físico al que se estaba viendo sometido en esos instantes; una vez se completó, dejando en su sitio un esplendoroso ejemplar de lobo albino, me erguí para demostrarle que aún ostentaba el poder y que no me importaba lo más mínimo que se hubiera transformado en lobo.

Carin, otro magnífico ejemplar albino un poco más oscuro que su hermano menor, me contempló con sus ojos oscuros, a la espera de que diera la siguiente orden; en mi cabeza podía sentir perfectamente la presencia del lobo. La presencia de un Beta que me hizo olvidar por unos segundos que mi auténtico Beta se había convertido en un mísero traidor.

Al principio había creído ser capaz de poder dirigir la operación manteniendo mi forma humana... pero mi mente no era capaz de abarcar todas las conciencias de los miembros de mi manada y de aquellos que me habían jurado fidelidad al convertirme en el Señor de Willard.

Saqué el teléfono de mi bolsillo otra vez para hacer una última llamada antes de transformarme.

-¿Gary? –la voz de Jia sonó chirriante y preocupada al otro lado de la línea-. ¿Va todo bien? La señal de Kasper aún sigue estática y sin novedades...

-Necesito que te pongas en contacto con este número de teléfono –la corté abruptamente y dicté las cifras rápidamente, casi atragantándome con ellas; no disponíamos de mucho tiempo y me estaba jugando parte de mi poder en aquella arriesgada jugada-. Se llama Gillespie y es mi segundo al mando... con los licántropos de Willard; quiero que le llames nada más terminar de hablar conmigo y le digas quién eres. Diles que te lo he ordenado yo y que quiero que no se transforme, necesito que se mantenga en su forma humana.

-Lo haré –aceptó ella, interrumpiéndome-. Pero, Gary...

-No, no. Escúchame bien, Jia, por favor. Dile a Gillespie que tú te encargarás de dirigir todo desde el hospital y que necesito que tenga a su lado a uno de los suyos transformado para que pueda hacer de nexo de conexión entre tú y nosotros –le expliqué, con un nudo en la garganta-. Te necesito al otro lado de la línea en todo momento, Jia. Necesito que seas mis ojos y mi voz cuando yo no pueda comunicarme porque esté bajo mi forma lupina.

Jia dejó escapar un sonido estrangulado y tuve la sospecha que ella se había puesto a llorar.

-Gary, sé que no es el momento idóneo para hablar de esto –hizo una pausa, cogiendo aire y ahogando un sollozo-. Sé que deberías estar pensando en la seguridad de Mina, pero yo... yo... Te quiero, Gary Harlow.

Sus palabras, lejos de acelerar los latidos de mi herido corazón, me provocaron un escalofrío de pavor. Tendría que haberlo visto desde muchísimo tiempo antes; tendría que haber visto que todo el altruismo (en ocasiones camuflado bajo capas de veneno) que mostraba Jia hacia mí tenían un motivo poderoso. Pero yo había decidido cerrar los ojos y dejarlo pasar fingiendo que no pasaba nada en absoluto.

En cualquier otra historia, yo tendría que haberle respondido con las mismas palabras. Si fuera cualquier otro hombre, quizá habría caído finalmente rendido a la inteligente, deslenguada y leal pelirroja que tantas veces me había salvado el cuello.

Pero no me fue posible hacerlo porque yo no amaba a Jia. Porque lo único que sentía hacia ella era un poderoso sentimiento de gratitud por todo lo que había hecho por mí en el pasado... por lo que todavía seguía haciendo por mí.

Jia supo interpretar perfectamente mi silencio e intentó ocultar la decepción de mi rechazo.

-Ten cuidado, Gary –me pidió-. Me resultaría muy complicado encontrar un sustituto a tu misma altura.

Dicho esto, colgó para cumplir con mi último encargo. Le transmití mis nuevos planes a los cazadores allí reunidos, logrando que Alice me mirara con una expresión de profunda concentración; no sabía si había recibido algún tipo de mensaje por parte de su madre, pero no había tiempo para hacer preguntas.

-Yo me haré cargo de comunicarme con los cazadores, Gary –prometió en tono solemne-. Incluso cuando mi madre se ponga en contacto con nosotros.

Asentí y me dispuse a llevar a cabo mi propia transformación. Durante todo el proceso, de manera intencionada, mantuve mi mirada clavada en Chase, mostrándole lo mucho que disfrutaba bajo mi piel lobuna, al contrario que él; sin embargo, aunque jamás lo dijera en voz alta, a mí también me resultaba dolorosa.

Caí sobre mis patas delanteras y me sacudí. Observé las reacciones de los humanos que me rodeaban, ya que no era capaz de comunicarme con ellos; la presencia de Carin, su aspecto de Beta, a mi lado me hizo creer que era Kasper quien se encontraba allí. Y entonces percibí las voces que había en mi cabeza, inquietas; la voz de Petr se hizo oír entre las del resto.

«Vamos a entrar –les dije, lanzando el mensaje a todos-. Estad preparados.»

Luego, de manera privada, le pedí a Petr que se uniera a nosotros y que, bajo ningún concepto se separara de mi lado y volviera a su forma humana; era muy posible que tuviera que retornar en algún momento a mi forma humana para intentar negociar, por lo que no quería perder el contacto con Gillespie y Jia.

Nos movimos de manera sigilosa, lobos y humanos, hasta cruzar la calle y colarnos en la parte trasera del edificio para poder alcanzar la puerta que nos conduciría hacia Kasper y Mina; había decidido aguardar hasta que Petr se uniera a nosotros.

La enorme silueta gris de Petr no tardó en materializarse a un par de callejones anexos al que nos habíamos encontrado nosotros minutos antes; los viejos ojos del lobo contemplaron con recelo a los dos lobos que había a mi espalda y que correspondían a los hermanos Whitman.

«Son aliados, Petr.»

Mis palabras parecieron aplacar un poco la desconfianza que parecía brotar de cada centímetro del cuerpo del lobo. Una vez todo el mundo estuvo seguro de que no estallaría ningún enfrentamiento, le di la orden a todos los lobos de que se movilizaran y estuvieran cerca por si surgían problemas.

Después nos internamos en aquel ruinoso edificio.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top