Cuatro.

Durante unos breves segundos llegué a creer firmemente que me echaría a llorar como una niña ante el simple abrazo consolador que me estaba dando en aquellos momentos Mina, tratando de animarme.

Me atreví a rodearla con los brazos, devolviéndole el abrazo. Su contacto me traía a la cabeza buenos momentos, momentos que se habían quedado en el pasado y que ahora volvían a la superficie, asfixiándome bajo su peso.

-Thomas te quiere, Gary –dijo Mina junto a mi oído-. Dale tiempo.

Mi hermano era una imagen exacta de cómo había sido yo antes de toparme con Mina; me conocía lo suficiente como para saber que el término «tiempo» no se nos podía aplicar de la misma forma que al resto. Éramos impulsivos por naturaleza y conseguíamos todo lo que queríamos.

En cierto modo, éramos un poco como Rebecca.

Habíamos sido cortados por el mismo patrón.

Me separé de golpe de Mina, incapaz de poder seguir soportando su presencia tan cerca de mí. Ella me miró con sorpresa y dolor, como si le hubiera molestado que hubiera puesto entre nosotros tanta distancia.

-Voy a buscar a mi hermano –le informé, dirigiéndome hacia la puerta-. Creo que sería recomendable que regresaras a la fiesta, te echarán de menos.

«Y podrían pensar cualquier cosa de nosotros», añadí para mis adentros. Me imaginé el rostro desencajado por la furia de Chase, creyendo que estaba sucediendo algo no debido entre ambos, y la bronca que se montaría entre nosotros; quizá incluso nos intentáramos dar una paliza, transformándonos en lobos y dando un espectáculo de aúpa.

El tipo de bautizo que todo el mundo desearía darle a sus hijos.

Los ojos de Mina me traspasaron y decidí que había llegado el momento de largarme de allí. Salí de la cocina en busca de mi hermano Thomas; no me supondría ningún problema, ya que era capaz de reconocer su olor. En el camino de la búsqueda de mi hermano me topé con un muchacho que también tenía pinta de ser un Seling.

El tercero de los hermanos Seling.

Iba de la mano de una chica normalucha con el pelo de un color zanahoria y con multitud de pecas en las mejillas; sus ojos castaños se abrieron de golpe al verme y casi se me escapó un suspiro de impaciencia al comprobar que había logrado dejarla muda gracias a esa belleza sobrenatural que teníamos todos los licántropos.

El hermano de Mina tiró con insistencia de su acompañante, que seguía paralizada y sin dejar de comerme con los ojos.

-Vamos, Stacy –masculló el chico, fulminándome con la mirada.

Ni siquiera me conocía y ya estaba seguro de que no íbamos a convertirnos en amigos del alma, qué pena. Yo compuse mi mejor sonrisa de disculpa mientras los esquivaba con maestría y reanudaba la búsqueda de mi hermano; la casa no era enorme, así que tendría que dar con él en algún momento... si no había decidido coger el coche y largarse de allí. Dejándome abandonado como un simple perro.

Conforme iba recorriendo las distintas estancias de la casa fui consciente de que el aroma de Mina se había quedado pegado en mi ropa después de ese abrazo consolador por su parte; sonreí irónicamente ante la idea de guardar aquellas prendas en el fondo de un cajón para sacarlas cuando estuviera de bajón y olerlas como un puto perturbado.

Escuché un sonido similar a un puño chocando contra una pared, y creedme cuando os digo que sabía perfectamente cómo sonaba, y me dirigí hacia allí con decisión. No habían cerrado del todo la puerta y era capaz de ver la habitación de invitados de Chase y Mina; tenía que reconocer que la decoración estaba bastante bien y que Mina había hecho un trabajo impecable.

Thomas y Avril estaban sentados sobre la cama, rodilla contra rodilla; mi hermano se le notaba tenso, abriendo y cerrando los puños mientras su acompañante le daba palmaditas en el muslo. Por Dios, aquello se estaba retorciendo de una forma exagerada...

-Mi hermana también era condenadamente sobreprotectora con todos nosotros en su tiempo –le estaba diciendo la chica-. A veces se volvía un auténtico coñazo. Pero, en el fondo, siempre supe que lo hacía por mi bien.

-Soy un licántropo –soltó mi hermano, sin pensárselo dos veces-. Joder, soy su propio hermano y me está tratando como a un puto bebé.

Avril soltó una risita.

-Al menos tu hermana no se ha plantado en una fiesta, justo cuando me estaba enrollando con un tío con un chico al que no conocía de nada. Eso sí que es para quejarse.

Supe que estaba refiriéndose a alguna anécdota sobre el pasado de Mina y Chase que habían compartido en Blackstone. De nuevo me recorrió una oleada de envidia y celos; yo apenas había pasado unos meses con Mina en el pasado y, ni de coña, podría decirse que mis momentos junto a ella fueran tan "entretenidos".

-Ya no soy un crío –se quejó Thomas y, en aquel momento, sí que me lo pareció-. Soy miembro de su manada, no puede apartarme de lo que sea que esté sucediendo.

Me mordí el labio inferior. Él no había conocido a Rebecca, él no había tenido que hacerle frente a lo que yo había vivido... y él jamás sería capaz de entender ese sentimiento que me nacía de lo más profundo ante cualquier situación de riesgo que pudiera perjudicarle.

Thomas simplemente... se preocupaba de problemas superficiales: chicas, salidas y sus estudios. No tenía que lidiar con nada más; siempre procuraba mantenerlo lo suficientemente apartado de cualquier follón que hubiera relacionado con la manada.'

No podía entenderme. Era incapaz de ponerse en mi lugar.

Lo que sucedía era que no lo veía. O no quería verlo.

Decidí que había llegado el momento de afrontar de aquella tormenta que se avecinaba; llamé con los nudillos y esperé a que alguien me invitara a pasar... o que me mandara a paseo. Avril abrió la puerta completamente lanzándome una mirada cargada de curiosidad, no quería saber lo que Thomas pudiera haberle contado de mí.

La chica miró por encima de su hombro, en dirección a Thomas, y juraría que le había dedicado una sonrisa antes de colarse por mi lado para dejarnos a solas. ¿En serio? ¿De verdad?

Thomas me fulminó con la mirada y resopló como un niño que le habían quitado su juguete preferido.

Alcé ambas manos en señal de rendición.

-No he venido a que discutamos de nuevo –le avisé.

Los ojos de mi hermano me recorrieron, buscando cualquier signo que pudiera delatarme. Al no encontrar nada, se relajó.

-No puedes apartarme de todo, Gaz –me dijo con suavidad, demostrándome que él tampoco quería discutir conmigo-. Formo parte de esto tanto como tú.

Sonreí.

-Quizá un poquito menos de lo que crees –corregí.

Mi broma le hizo sonreír y supe que estábamos yendo en una buena dirección. Escucharía lo que Thomas quisiera decirme, pero él también tendría que escucharme a mí: había llegado el momento de que supiera lo que había sucedido y que tratara de entender por qué quería mantenerlo apartado de cualquier problema que supusiera tenerlo cerca de Rebecca.

Se me escapó un suspiro.

-Gaz, ¿por qué no te abres conmigo? –me preguntó y no pudo evitar soltar dolido-. Soy tu hermano, por Dios. Y ya no soy un niño. No soy ese niño que dejaste a cargo de una chica desconocida que te llegó tan hondo porque tú tenías una cita porque intentabas evitarla, evitar lo que suponía.

-Eso ha sido un golpe bajo.

Sonrió más.

-Habla conmigo, Gaz –me pidió-. Cuéntamelo.

Me froté la frente, tratando de buscar la mejor forma de explicárselo sin que estallara de nuevo una discusión entre nosotros.

-Es... Rebecca –le solté al fin, sin rodeos.

La boca de Thomas se abrió formando una «o» perfecta por la sorpresa.

-¿Rebecca? –repitió, estupefacto-. Pero creía que ella... que ella estaba lejos de aquí.

-Está más cerca de lo que creíamos –reconocí-. Y sé que Rebecca supone un peligro importante... no solamente para nosotros, también para la familia de Mina.

Thomas se inclinó hacia mí con la furia reluciendo en sus ojos verdes.

-La pondremos bajo nuestra protección –dijo-. A todos ellos. No le permitiremos a nuestra hermana que se acerque a ninguno de ellos.

No me atreví a contarle la segunda parte, la que me preocupaba un poquito más: el hecho de que hubiera traidores entre nosotros mismos. Siempre habíamos sido una gran comunidad que nos habíamos respetado los unos a los otros, jamás habíamos llegado tan lejos como... la traición.

No entendí qué había podido cambiar para que ahora llegáramos hasta estos extremos.

Negué con la cabeza.

-Eso es competencia de los cazadores, Thomas. Además, Mina es una cazadora, podrá hacerlo bien.

Le había prometido ayuda a Mina, le había asegurado que no permitiría que le sucediera nada a los bebés, pero mi idea había ido por la búsqueda de Rebecca y descubrir la identidad del traidor. Pero lo que Thomas me había propuesto, el hecho de volver a tener bajo mi protección a Mina, me pareció insoportable.

Sería como si hubiésemos retrocedido en el tiempo y yo no estaba seguro de poder hacerlo de nuevo. Aquello terminaría por destrozarme.

-Por favor, Gaz. Es obvio que Rebecca irá de cabeza a por Mina –comentó mi hermano, cruzándose de brazos.

Tragué saliva y me llevé una mano inconscientemente hacia el costado, donde aún tenía la cicatriz que me había dejado hacía diez años el disparo que había realizado mi propia hermana. Mi propia hermana.

Me dolía en lo más profundo rememorar aquellos sucesos del almacén.

Me mordí el labio inferior con indecisión.

-Compórtate como un Alfa, Gaz –me regañó mi hermano-. Deja a un lado el pasado y céntrate en el presente, en el futuro de esos dos bebés si no pones a toda la familia bajo la protección de la manada.

«Chase no necesita protección. Es un puto licántropo, puede cuidar su propio culo lo suficientemente bien», pensé con maldad. Si Rebecca estaba de nuevo en circulación... ¿qué sucedería si decidía emular de nuevo el accidente? ¿Y si Chase acababa de nuevo en el fondo de un río y esta vez de forma permanente? Dios, realmente era retorcido de veras.

Giré el cuello, haciéndolo crujir.

-Hablaré con Kasper al respecto –le aseguré.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top