IV. Visits

Lydie se encontraba sola en casa, ella y sus lágrimas, no era bueno que estuviera en un estado depresivo, y menos en la condición en la que estaba, pero era algo imposible de evitar, recordar.

Desde que había regresado de Hogwarts el llanto no paro y no solo por el hecho de recordar los momento que vivió a lado de Fred, más bien por la familia, la familia era su talón de Aquiles.

Su padre Sébastien Beaufort y su madre Céline Beaufort, ambos francés pero residían en Inglaterra, siempre fue querida y amada por su familia y la consentida por su padre en todo momento, eso era más que claro era hija única.

Esas fechas le traían recuerdo felices que pasaba con su familia en especial en navidad.

La pequeña Lydie de once años después de unos meses en Hogwarts estaba de vuelta en casa para las vacaciones de navidad.

Lys bajaba las escaleras a toda prisa aún en ropa de cama hasta donde el árbol se encontraba, adornado de luces y decoraciones, bajo de este cajas envueltas se encontraban.

Lydie se agachó y vio los obsequios
¡Regalos!

Se escuchaban las risas de sus padres mientras bajaban, ella volteo a verlos con una sonrisa en su rostro.

Sébastien se agachó quedando a un lado de su hija, Céline hizo lo mismo.

Bien —dijo Lys mientras tomaba una caja y revisaba para quien era—. Este es para ti

¿Para mí? —preguntó su madre algo sorprendida

Ahí lo dice —dijo su padre señalando la pequeña nota en la caja

Este es para ti Lydie le dio otra caja a su padre y tomo la otra que llevaba su nombre. Y este es para mí

Su madre vio algo más debajo
¿Creo que esto también es para ti?

Lydie tomo lo que su madre le dio y reviso el destinatario —Es de la señora Weasley

¿Y qué esperas? —miró a su padre—. Ábrelo

Y así lo hizo, quitó el papel que lo envolvía dejando ver un suéter color azul tejido a mano con una L bordada en el centro.
Lys emocionada se levantó y se puso el suéter, aunque le quedaba un poco grande, pero con el tiempo le quedaría perfecto.

¿Y cómo se ve? —Lydie dio una vuelta para que sus padres lo admiraran

Se ve perfecto —dijo su padre

Un poco grande —mencionó si madre mientras se levantaba para agacharse a la altura de si hija—. Pero crecerás y entonces se te verás más perfecto

Lydie sonrió y abrazo a su madre e hizo lo mismo con su padre, un momento en familia que atesorar, ellos sonriendo de felicidad.

Tengo que enviarle una carta a los gemelos —Lys se separó del abrazo

Anda, ve —ella miró a su padre

Sin quitar su sonrisa, subió a su habitación a escribirle una carta a los gemelos dándoles las gracias por el obsequio y deseándoles una feliz navidad.

Lydie se encontraba en la biblioteca en el sofá individual, en sus manos se encontraba un libro Muggle que su padre le había regalado, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, el cual enseña que el amor puede ser más fuerte que cualquier otro sentimiento negativo.

Ese libro era un lindo recuerdo por parte de su padre, algo realmente invaluable, al igual que muchos otros que sus padres le regalaban, la mantenían entretenida, se enamoró de otros mundos, personajes ficticios, aventuras inolvidables y amores verdaderos, incluyendo llantos y corazones rotos.

Un libro, era eso, un viaje sin moverse, podía viajar a las grandes civilizaciones antiguas, conocer las vidas de personajes históricos muggles con tan solo estar en su habitación, era una sensación agradable y le agradecía a sus padres haberle inculcado el hábito de la lectura, podía olvidarse un poco de su realidad, de sus problemas.

Un fuerte sonido se escuchó alarmando la, se levato y se dirigió a donde el ruido provenía, la chimenea, dos personas empolvadas y tendidas en el suelo se encontraban ahí, se acercó a ellos para verlos mejor.

—¿George? —ella lo miró confundida—. ¿Charlie?

Ambos se levantaron y sacudieron sus ropas
—Hola —dijo George

—¿Qué hacen aquí?

—Venimos a hacerte compañía —dijo Charle

—Y a darle un poco de vida a la casa —prosiguió George mientras miraba por toda la casa—. También te trajimos esto

George mostro en sus manos un Micropuff en tonalidades azules, el azul después de todo era su color de toda la vida, desde su uniforme en Hogwarts hasta el color de sus ojos.

Lydie sonrió y tomo a la pequeña criatura en sus manos —Gracias

—Charlie recomendó a la criatura, ya sabes él y su fascinación por las criaturas mágicas

Ella fue a abrazarlo
—Enserio, gracias

Charlie correspondió el abrazo
—No fue nada —ambos se separaron y él la miró a los ojos—. Puedo asegurarte que él hubiera querido que fueras feliz

—Lo se, solo que es algo difícil de superar

George se acercó a ella
—Y por eso estamos aquí, no estás sola

Charlie los miró sonriendo
—¿Y como le pondrás? —señaló al pequeño peludo

—Silky —ella respondió

—¿Silky? —ambos preguntaron

—Es sedoso en inglés —acarició al pequeño peludo—. Le irá bien

—Tú y los nombres raros —señaló su vientre—. Espero que a mis sobrinos no les pongas nombres extraños

Lys sonrió nostalgicamente
—No me he puesto a pensarlo

George volvió a abrazarla
—Tranquila, seguro serán hermosos —él se separó del abrazo—. Ahora ¿Dónde guardas los adornos?

—En el desván

Charlie la miró confusa
—Creí que una casa como está tendría sótano

—Lo tiene, solo que ahí hay otras cosas

—Entonces —comenzó a decir George—. Charlie, manos a la obra, que está casa no se adornara sola

Los dos comenzaron a subir las escaleras mientras ella los esperaba tranquilamente.

George y Charlie con ayuda de la magia comenzaban a colocar los adornos navideños donde Lydie les indicaba, la nostalgia tocaba lo más profundo de su ser, adornar la casa era algo que acostumbraba hacer con sus padres y trato de recrear in poco recordando donde iban ciertos adornos, una pequeña parte te su ser le alegraba hacer eso.

Tanto Charlie como George veían como su amiga ya no se notaba triste, no querían verla así, ella tenía ese don de transmitir a los demás su estado de ánimo, verla tan decaída no era normal en ella, cuando recibió la noticia de que sus padres habían sido asesinados por mortifagos la lastimó emocionalmente y al saber en ese mismo momento de la muerte de Fred la había derrumbado por completo, no volvió a ser la misma Lydie que alguna vez conocieron.

Ellos querían darle esa pequeña ilusión de dónde hay oscuridad siempre habrá una pequeña luz de esperanza, que podría salir de la depresión que le consumía su ser día y noche.

Los tres ponían los últimos adornos al árbol de navidad y cuando toda la decoración de la casa fue terminada se dirigieron al comedor a beber y comer algo.

—Deberías pasar navidad con la familia —sugirió George

—Tengo una mejor idea —dijo Charls—. ¿Por qué no la pasamos aquí? El lugar es espacioso y Lys no estaría tan sola, se sentiría mejor en casa

—¿Qué opinas Lys?

Ella miró a George y lo pensó por un segundo —Está bien, pueden pasar la navidad aquí

Ambos se levantaron de sus asientos y envolvieron a Lydie en un cálido abrazo.

—En serio, no saben cuánto los quiero

—Nosotros a ti también —dijo Charlie

—Además —comenzó a decir George—. A nosotros nos hace feliz verte sonreír

Los tres se separaron del abrazo y se sonrieron mutuamente, y era cierto, les alegraba ver qué su amiga dejaba entrar esa pequeña luz de esperanza y felicidad.

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