II. The Castle

George y Lydie habían llegado a Hogwarts la noche anterior, McGonagall los había dejado quedarse en el castillo, el lugar se encontraba desierto, a ambos se les dio la opción de elegir una Sala Común para quedarse, Lys había recomendado quedarse en la Sala Común de Gryffindor debido a que la Sala Común de Ravenclaw se necesitaba respuesta a un acertijo que formula el águila de la puerta sin picaporte y si George se le ocurría salir sin su compañía, ella no iba a ayudarle en nada.

Aquella noche los dos se quedaron en la Sala Común de Gryffindor, durmiendo en donde antes los gemelos dormían, esto porque ella no quería quedarse sola.

A la mañana siguiente George fue el primero en despertarse, se levantó y se acercó a la cama en donde ella dormía, corrió las cortinas y pudo ver a Lydie durmiendo plácidamente, tranquila y sin preocupaciones, pero a la ves tan frágil y delicada.

—Lydie —susurró él—. Despierta

Ella parpadeó un par de veces y se sentó en la cama con un poco de dificultad, alzó su mirada y miro a George, al verle le sonrió.

—Ve a cambiarte, para bajar a desayunar

—Voy

Se levantó de la cama dirigiéndose al baño para alistarse, sería un día largo lleno de recuerdos maravillosos del pasado.

El Gran Comedor siempre fue el lugar que dejaba asombrada a Lydie, a parte de la torre de astronomía, el encantamiento en el techo la dejaba total y completamente anonada, siempre tuvo un gusto peculiar por el cielo y los astros que se encontraban en la bóveda celeste.

George y Lydie al llegar a la puerta del Gran Comedor se vieron así mismos de once  caminando por aquel pasillo.

La pequeña Lydie al ingresar al Gran Comedor lo primero que vio fue el techo encantado mostrando el cielo nocturno, con una sonrisa en su rostro miró a sus ahora dos amigos pelirrojos.

—Esto es asombroso —dijo Lydie

—Lo es —menciono Fred

Los niños se detuvieron cuando la profesora McGonagall así lo indico, tenía una lista de pergamino en sus manos y empezó a llamar uno a uno a cada niño hasta que la nombraron a ella.

—Lydie Beaufort 

Ella volteo a mirar a sus amigos pelirrojos, Fred y George le sonrieron motivandola para que subiera, se sentó en aquel banco y en cuanto lo hizo McGonagall le coloco el sombrero en su cabeza.

—Pero que tenemos aquí —hablo el sombrero tomándola por sorpresa—. La hija de Sébastien y Céline Beaufort, unos excepcionales Ravenclaw, tendrías mucho potencial en esa casa al igual que en Hufflepuff, o tal vez Gryffindor, pero dónde te pondré —Lydie serró sus ojos esperando la respuesta del sombrero seleccionador—. Sí, eso es, te pondré en... ¡¡Revenclaw!!

Lydie abrió sus ojos, la mesa de azul y plateado vitoreaban por un nuevo miembro en su casa, ella se levantó  y si dirigió a aquella mesa, tomo asiento dedicándose a ver hasta que fue el turno de sus amigos lo cuales quedaron en Gryffindor, y aunque las mesas los distanciaban de lejos se sonrían como si estuvieran en la misma mesa.

—Aún lo recuerdo cómo si fuera la prime vez

Lys miró a su amigo —Yo realmente quería estar en la misma casa que mis padres —George la miró—. A ellos no les importaba en qué casa hubiera quedado, pero quería que estuvieran orgullos de mi

George abrazo a su amiga quien estaba llorando en completo silencio
—Eres y siempre serás su mayor orgullo, estuvieras en la casa que estuvieras

Ella alzo su vista y vio como su amigo le sonreía tiernamente —Me preguntó cómo hubieran sido las cosas si hubiera quedado en Gryffindor

George le dió un trago a su jugo
—Seguramente tú y Fred estarían pegados como chicles

Por primera vez en el día ambos habían reído, el resplandor en los brillos de ella, esa emoción de felicidad les hacía falta, por un segundo Lydie creyó ver un poco a lo lejos de donde se encontraban a Fred sonriéndoles, ella parpadeó un par de veces y ya no estaba ahí.

Ambos terminaron su desayuno, se levantaron y comenzaron a emprender su camino por el castillo, contando las anécdotas de sus primeros días en Hogwarts, gastando un par de bromas por aquí y por allá, prácticamente a quien se les cruzara en frente, siendo los mejores dias de sus vidas.

—Recuerdas esa vez que Filch los castigo

—Como olvidarlo, Lydie, tú eras la única que no detenían

—No por nada quedé en Revenclaw

Ambos sonrieron mientras se dirigían al despacho de Filch, ambos se vieron a si mismos en aquel lugar donde encontraron aquello que les dió el orgullo de su éxito.

Lydie había ido al despacho de Filch donde según lo que escucho era cierto, los gemelos se encontrarían ahí, le habían gastado un par de bromas a unos cuantos de Slytherin, ella no había salido detenida aunque hubiera colaborado en la broma.

La puerta estaba abierta y vio como los gemelos hurgaban en el lugar.

—¿Qué hacen?

La voz de Lydie los tomo por sopresa haciendo que ambos mirarán a la entrada, mientras Fred escondía algo a sus espaldas que no quería que viera.

—Ah, eres tú —mencionó Fred en tono aliviado

—¿Quién más se atrevería a salvar a los alborotadores de la escuela? Dudo que angelina lo haga o incluso Lee —ella entro al despacho—. ¿Qué tienes ahí?

Fred le mostro el pergamino
—Un pergamino, genio —dijo George a lo que ella rodó los ojos

Eso lo sé, me refiero a que contiene

Ella abrió el pergamino con sus amigos atentos, y al hacerlo se dieron cuenta que estaba en blanco, no había nada escrito en el.

—¿Creen que sea mágico? —preguntó Fred

—Eso es seguro —continúo George—. Si no ¿Por qué no lo vemos?

—¿Y como sabremos que contiene?

—Trabajo en equipo, Lys —Fred le sonrió

Vamonos antes de que Filch regrese —dijo George

Los tres salieron del despacho en total cautela junto con el pergamino, sin ser vistos por nadie.

Mientras Lydie y George seguían su camino hasta llegar al patio de la torre del reloj
—Recuerdas cuánto tiempo nos costó saber cómo ver el mapa

—Si, aún lo recuerdo, nos tomo meses saberlo

Lydie estaba sentada en la fuente rodeada de gargolas de águilas, con algunos libros y los gemelos haciéndole compañía.

Con su varita tocó el mapa
—Abracadabra, patas de cabra, abrete mapa

Se escuchó la risa de los gemelos
—No creo que eso funcione —dijo Fred

—Muy muggle —ella dió un bufido—. Estoy perdiendo la esperanza

Fred tomo el pergamino
—Y si lo que contiene es algo para hacer bromas

—Quieres decir, que es una lista completa de las mejores bromas que puedan existir —dijo George

—Claro —Lydie tomo el pergamino mientras los gemelos la veían atentamente—. Juramento de bromistas —con su varita dió un toque en el pergamino—. Juro solennemente que mis intenciones no son buenas

Y fue ahí que la tinta comenzó a verse, el castillo en el centro el cual decía:

Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta, los proveedores de ayuda mágica a los traviesos se enorgullecen en presentar el Mapa del Merodeador.

Los tres se miraron entre sí
—Son los nombres que estaban en el vagón —mencionó Fred

Lydie abrió el mapa y este dejo ver todo el interior. El mapa se muestra como algo grande, un papel muy plegado y con varios colgajos de desarrollo dentro de él, el cual no solo mostraba todas las aulas, pasillos, y todos los rincones del castillo, sino que también muestra cada centímetro del terreno —excepto la Sala de los Menesteres—, así como todos los pasajes secretos que se esconden dentro de sus muros y la ubicación de cada persona en el terreno, representada por un punto.

—Mis compañeros del crimen, después de mucho experimentar y tantas pistas —comenzó a decir Lydie—. Listos para hacer las mejores bromas de sus vidas sin ser atrapados

—Listos —dijeron los gemelos al unisono

—¿Y como lo cerramos? —quiso saber Fred

Ella rodó los ojos, con su varita señalo el mapa —Travesura realizadas

Y este se cerró completamente, los tres se miraron complices, ya sabían a quien hacerle una broma como forma de agradecimiento.

Lydie y George rieron a carcajadas, la broma que le gastaron a Filch ese día fue algo inolvidable, nadie los culpo, pero sospechaban que fueron ellos.

Con el tiempo se dieron cuenta que el mapa también es capaz de identificar con precisión a cada persona, y no se deja engañar por animagos, pociones multijugos, o capas de invisivilidad, incluso los fantasmas de Hogwarts no están exentos de esto.

En algunos casos raros, el mapa no se puede utilizar en la medida de su capacidad. De salir a través del pasadizo secreto desde el Sauce Boxeador a la Casa de los Gritos hará que la persona desaparezca. Además, no muestra ninguna persona que pueda estar dentro de la Sala de los Menesteres, debido a que la Sala de los Menesteres es indetectable y no aparece en el mapa.

Una ventaja que encontraron en el mapa es que si el portador del mapa se acerca a la entrada de un pasadizo secreto protegido por una contraseña, la contraseña aparecerá en el mapa, de ahí que en ocasiones Lydie entraba a la Sala Común de Gryffindor.

—Que recuerdos

Lydie abrazo a George
—Se necesita toda una vida para contar nuestras aventuras aquí

—Fueron los mejores días de nuestras vidas

Ambos dieron media vuelta y siguieron si recorrido por el castillo, contando las anécdotas de sus años escolares, las épocas maravillosas, acompañadas de risas, ese día no planeaban sentirse tristes, o incluso llorar.

—Recuerdas el cuarto año —George miro a Lydie

—Fue el año en el que tú hermano me pidió ser su novia —sus mejillas se sonrojaron—. En el jardín secreto

—El quinto año fue el mejor, Lupin era un excelente profesor de defensa Contra las Artes Oscuras —George la rodeo con su brazo mientras caminaban pasando frente a la enfermería—. Y el sexto año

—Hermione les dijo que no funcionaría —se señalo a si misma—. Yo se los deje muy en claro y de todas formas no hicieron caso

Fred y George se encontraban en la enfermería, Lydie los veía seriamente, pero muy en el fondo quería reírse, sus barbas realmente daban gracia.

—Se los dije —dijo Lys en tono serio

—Pero aún con canas, me amas —mencionó Fred

—Si —una sonrisa se dibujo en su rostro

Fred serró sus ojos mientras esperaba un beso por parte de su amada el cual nunca llegó, abrió sus ojos y la miro

Pomfrey —Poppy miro a Lydie—. Podrías regresarlo a su juventud —ella se sentó a lado de Fred—. No digo que no me gustes siendo un lindo ancianito —dejo un beso en su mejilla—. Pero me gusta más el joven pelirrojo, mi querido león de melena pelirroja

—Después de esto, tú y yo iremos a la torre de astronomía, mi querida águila de ojos azules

Lydie sonrió al recordar eso
—El baile de navidad fue lo que marco nuestra relación

—Y no se te olvide nuestro negocio clandestino

—Solo a ustedes se les ocurrió hacerlo en el baño de hombres

Los dos se rieron mientras se dirigían a las cocinas, en el camino recordaban aquel momento en el que George y Fred habían apostado en la Sala de los Menesteres en la clase de ED.

Fred y George habían apostado por quien ganaba en el enfrentamiento, si Ronald o Hermione, siendo ella la vencedora, después siguieron George y Lydie, Fred aposto a qué su novia ganaría y George todo lo contrario.

Ambos se habían puesto a cada lado de la habitación quedando una larga distancia uno frente al otro.

Ambos tenían sus varitas en mano
—Lista, Lydie

—No —todos lo que se encontraban en ese lugar la miraron finamente—. Hay algo que he querido practicar desde hace tiempo, y ahora que se me presenta la oportunidad quiero hacerlo —se acercó a Hermione y le entrego su varita—. ¿Puedes?

—Claro —ella tomo la varita con algo de duda

Lys, no —dijo George—. Si te hago daño...

—Estare bien, si me lastimó no estaré molesta contigo

Fred la miró algo preocupado
—¿Estás segura?

—Si

—Entonces listos —ambos asintieron a lo que Harry les dijo

—Des... —George no termino de decir el hechizo cuando sintió que algo lo empujaba cerca de la pared

El lugar se llenó de murmuros, Lydie sonría con inocencia mientras Fred se acercaba a su hermano aún acostado en el piso y su varita a unos cuantos metros lejos de él.

Solo ha sido pura suerte —dijo George aún en el piso mientras miraba a su hermano

—No mientas George. Mi novia te ha dejado
por los suelos

Justo en ese momento Lydie fue a dónde ambos hermanos se encontraban
—¿Te encuentras bien?

—Excelente

Desde ese momento, cada vez que podía Lydie dejaba la varita a un lado para practicar con las manos y sin tener que decir los hechizos.

—¿Por qué dejaste de usar magia sin la varita? —George quiso saber mientras ingresaban a las cocinas

—No es como si quisiera que todo mundo se entera que hago magia sin varita —uno de los elfos que se encontraba ahí le entrego una barra de chocolate

Lys le agradeció, desde que ella y los gemelos supieron cómo entrar a las cocinas ella siempre encontraba la forma de escabullirse por las noches por un dulce o algo que se le antojara, normalmente el chocolate.

—Tu y tú chocolate

—Qué puedo decir —ella le dio una mordida al chocolate en sus manos—. Es mi mayor antojo

Era tanto por contar, se necesitaba una vida para contarles a lujo de detalle, tantas experiencias vividas en ese lugar, y solo Hogwarts fue testigo de las grandes cosas que vivieron, la grandes amistades que tuvieron y un amor verdadero del cual Lydie jamás olvidaría.

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