0. The Dream

Lys

Lydie escuchó una voz que la llamaba, tan lejos, pero a la vez tan cerca, tan dulce y familiar, algo que añoraba de verdad.

Lys —volvió a llamarla

Ella volteo por todas partes hasta que su mirada lo encontró, en aquel prado de flores, mientras la puesta de sol estaba a sus espaldas, entonces sus miradas se cruzaron, él se encontraba a unos metros de ella, Lydie no dudo ni un instante y fue hasta él, lo abrazó como nunca, él le devolvió el abrazo.

Lydie se separó y admiró el rostro de su amado, alzó su mano y acaricio el rostro de él.

Te extrañe —sus ojos se cristalizaron

También te extrañe —él la miro con una sonrisa en su rostro—. ¿Cómo están?

—Estamos bien —ella acurrucó su rostro en el pecho de Fred—. No te vayas

—No me iré —él le daba carias en su cabello—. Siempre estaré con ustedes

Lydie lo miro —Lo prometes

—Lo prometo

Lys se puso de puntitas y ambos se besaron como si la vida se les fuera en ello, ella no quería que ese momento se terminará, pero así lo hizo cuando Fred le susurro al oído:

—Es hora de que despierte

—¿Qué? —Lydie lo miro confusa

—Despierta Lys

Sus ojos se abrieron, la luz traspasaba la ventana, un paisaje nevado se veía.

Dio media vuelta mirando a su costado el lado vacío de la cama, una lágrima recorrió su mejilla, aún sentía extraña esa sensación de amanecer si Fred a su lado, sin sentir su calor, su aroma, algo que le costaría mucho aceptar, al igual que reconocer que sus padres ya no estaban más con ella.

Se levantó de la cama, entro al baño, se ducho y arreglo, se peinó y maquillo.

Una vez lista se acercó a su mesita de noche y tomo un anillo de zafiro y se lo coloco en el dedo anular de su mano izquierda, aquel anillo que Fred le dio el día que se comprometieron.

Dio un suspiro, tomo su varita y la guardo en su abrigo, salió de casa para dirigirse al noventa y tres del callejón Diagon.

Cada paso que daba por el callejón miraba todo con nostalgia, se veía a sí misma de once años caminando junto con sus padres con la lista de artículos mágicos en sus manos que usaría una ves que estuviera en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

La pequeña de once años emocionada y sonriendo con todo lo que veía, no sabia por donde ir, sus padres viéndola con una sonrisa en su rostro

Por que no vamos a Ollivanders por tu varita su madre le decía a la pequeña Lydie al lugar donde comprarían su varita, la Tienda de Varitas Ollivanders.

Siiii dijo la pequeña emocionada

Los tres se dirigieron a la tienda de varitas y al salir de Ollivanders se dirigieron a librería Flourish y Blotts donde a mitad del camino a la librería choco con dos pelirrojos.

—Lo lamento —la pequeña Lydie miro a los dos pelirrojos

—No hay problema —menciono uno de los pelirrojos—. Soy Fred

—Y yo soy George

—Y somos gemelos —ambos le sonrieron

—Soy Lydie —a lo lejos su madre la llamaba—. Tengo que irme ¡Hasta pronto!

La pequeña dio media vuelta y fue a donde sus padres estaban, regreso su mirada a donde los gemelos encontraban, ambos sonriendo y agitando sus manos en forma de despedida y ella hizo lo mismo.

Así fue como los había conocido al igual que al amor de su vida, sus ojos se cristalizaron al recordar a sus padres y a quien sería su compañero de vida, siguió su andar hasta llegar a Sortilegios Weasley.

Cuando llegó al sitio se quedó admirando el lugar desde afuera recordando aquel momento que los gemelos habían inaugurado Sortilegios Waesley y el momento de satisfacción de los tres aquel día. Suspiro y entro, había demasiada gente, suponía que se debía a que las fiestas navideñas estaban próximas.

De lejos vio a George y se acercó a él, estaba de espaldas así que no la vio llegar.

—George

El mencionado dio media vuelta y vio a su mejor amiga —¡Lydie!

—Hola —ambos se abrazaron

—¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando

—Me sentía sola en casa —fue a dónde el hermano de George estaba—. Hola Ron

Él la miro —Lydie, hola

Los dos se abrazaron y ella siguió caminado por el lugar mientras George la seguía notando la leve tristeza que se mostraba en ojos de Lydie.

—A todos no afectó su perdida, pero te afectó más a ti

Ella dio media vuelta, sus ojos estaban cristalizados, tratando de aguantar el llanto, George la abrazo, le dio caricias para que se calmara y subieron al piso de arriba alejados de la multitud.

Lydie se separó de él —Perdón yo...

—No tienes que disculparte —él la miro—. Está bien que llores

—Todavía lo extraño

—Todos lo hacemos —George miro su rostro—. Aún te cuesta conciliar el sueño

Lydie se secó sus lágrimas y asintió como respuesta.

—Soñé con él, hasta en los sueños lo extraño

—¿Quieres que vayamos a verlo?

—Harías eso por mi

—Por ti, haría lo que fuera —ella le abrazo nuevamente

—Gracias —susurró Lydie

—No agradezcas —él le sonrió—. Puedes quedarte aquí para que no te sientas tan sola

—Eres el mejor amigo que tengo ¿Te lo he dicho?

—Siempre —él le guiño el ojo lo que la hizo sonreír


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