第7章
como era de costumbre, teniendo su cuaderno de bocetos en mano; michael se puso de pie una tarde cuando el sol comenzaba a ocultarse hacia el oeste.
algo le molestaba, bueno, más bien, sólo se lo preguntaba. michael era del tipo curioso que se hacía ciertas preguntas a sí mismo y al no hallar las respuestas, con el tiempo no les encontraba sentido y al final las olvidaba. pero esta vez para su sorpresa, ésta no parecía abandonar su mente.
aquel día no se había topado con ese latoso rubio con el que últimamente a diario portaba conversaciones triviales. michael no lo aceptaría en voz alta, pero a decir verdad, éste extrañaba su sarcástico carácter e indiscretas preguntas.
entonces, ¿dónde se encontraba luke?
tal vez era por el hecho de que había cedido en confesarle todo, y a pesar de eso, él no había cambiado su actitud hacia su persona. estaba asombrado. luke seguía buscándolo en la misma banca de siempre, lugar en donde obviamente estaba consciente de poder encontrar al desteñido. michael ya había presagiado en su mente tener que decirle adiós a este muchacho debido a su condición. y nadie lo podía culpar. ya lo había vivido por experiencia.
cruzó el umbral del jardín y se adentró calladamente hacia la recepción en donde visualizó a la pequeña annie, la pobre niña en silla de ruedas no tenía sentido del tacto en sus débiles piernas. la pecosa de ocho años se había envuelto en un accidente automovilístico hace unos cuantos meses atrás, pero a pesar de aquel trágico suceso, no difuminaba su sonrisa mostrando la abertura entre sus dos dientes delanteros.
"¡michael!" annie gritó con su aguda voz, zarandeando sus brazos en el aire. se podría decir que ella encontraba una fascinación en el cabello de michael, su color favorito siempre había sido el violeta pastel.
"annie, ¿cómo has estado pequeña?" se puso en cuclillas alborotando el cabello de la niña.
"muy bien, ¿has dibujado algo nuevo?" ella preguntó, entusiasmo plasmado claramente en su semblante.
michael sonrió levemente, abriendo su cuaderno y buscando el trabajo en el que había dedicado su tiempo desde la mañana de ese día.
"sí, es más, toma." rasgó la hoja con un dibujo impreso, recibiendo la esperada alegre reacción de parte de annie. era un boceto de sus flores favoritas; las azucenas.
"¡michael!" chilló de nuevo. "¡me encanta!" observó la hoja de papel con ojos agrandados y sonrisa de oreja a oreja.
"sabía que te gustaría." el desteñido sonrió tristemente, aquello había sido un regalo de despedida por así decirlo. la pequeña annie partiría hoy a casa debido a la finalización de sus tratamientos, desde su hogar haría sus ejercicios corporales y el muchacho deseaba sinceramente poderla ver caminar algún día cercano.
la pequeña unió el entrecejo luego de unos segundos, acercando el boceto más a su rostro. michael frunció el ceño también.
"no usaste colores de nuevo." annie hizo un pequeño puchero con sus delgados labios y él no pudo evitar soltar una risa.
"lo siento, no es realmente lo mío." se encogió de hombros.
"¿de qué color eran?" interrogó curiosa.
"rosas como tus mejillas." punzó sus pómulos suavemente causando que éstas se sonrojarán aún más.
era un misterio. en el cuaderno de michael habían infinidad de dibujos, pero en ninguno de ellos él empleaba el uso de los colores. no nacía en su interior hacer tal cosa, quizás era por el hecho de querer dejarlo a plena imaginación.
annie abrió la boca con intentos de formular un reproche, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo ya que escuchó su nombre ser llamado detrás de sus espaldas. giró emocionada al reconocer las voces de sus padres.
"¡mamá! ¡papá!" gritó alzando una de sus manos. la pequeña viró hacia la dirección de michael y éste apreció un cambio en sus ojos, ese resplandeciente brillo de vigor en sus irises grisáceos.
aquella luz que nunca se cristalizaron en los suyos.
el muchacho la revistió en un fugaz abrazo deseándole suerte antes de retroceder y ver cómo eran los padres de annie quienes sustituían ahora sus brazos. esa cálida escena llena de alegría a pesar de las desgracias ocurridas, causaron que el sentimiento de la aflicción gobernara en su pecho. él nunca tendría una familia como esa. nunca la tuvo, no la tiene, y no podía permitirse el pensamiento de alguna vez poder tenerla.
desechando esos pesares que lo afligían, decidió regresar a su recámara, no sin darle una última sonrisa a la pequeña quien hacía un ademán de despedida hacia su dirección. caminó cabizbajo por los pasillos tomando una ruta diferente a la usual y se detuvo de golpe enfrente de la puerta blanquecina, tres dígitos numéricos de metal centrados en el medio.
pero, ¿qué estaba haciendo? sus pies lo habían guiado inconscientemente hacia esa habitación. o quizás, había sido de manera intencional, pero una vez más, michael no lo aceptaría.
posó una de sus manos en la fría perilla adquiriendo el valor suficiente para girarla, y al mismo tiempo cerciorándose del nombre inscrito en el tablero al margen de la puerta.
'luke hemmings' ésta decía.
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