EL PRIMER DÍA
"La injuria que hacemos y la que sufrimos no son pesadas en la misma balanza." - Esopo
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Ya había culminado mi cumpleaños y las cosas empezaron a ir mal, las discusiones de mis padres aumentaron, los problemas entre mi hermano y yo comenzaron a surgir, comencé a darme cuenta que la familia perfecta que yo presumía a los demás, no existía.
Así continuo la situación por algunos meses hasta que, en una ocasión, los gritos de mi madre ya no comenzaron a ser solo para mi padre, los gritos en su mayoría eran para mí; era tan solo una niña y ya lidiaba con millones de cosas en mi cabeza, no entendía porque mi madre me trataba de manera tan violenta, no entendía porque por la mínima cosa que ocurría, ella estallaba en gritos contra mí, no entendía que era lo que sucedía y lo único que hacia eran bajar la cabeza y llorar.
Cada noche era un martirio, escuchaba las peleas de mis padres hasta ya pasada la media noche, escuchaba los gritos y solo atinaba a acurrucarme en mi cama, abrasar a mi peluche favorito y tratar de conciliar el sueño, pero al pasar de los días, dormir era cada vez más difícil; tenía miedo cada vez que mi padre llegaba del trabajo, porque sabía que justo cuando eso pasara comenzarían los gritos, me ponía muy nerviosa cuando mis padres estaban juntos, porque lo único que yo los veía hacer era discutir.
Por las noches, yo solía sentarme en mi cama, mirar hacia la ventana y tratar de imaginar una historia con cada persona o cosa que pasara por la calle, a veces me quedaba horas y horas mirando, tratando de crear en mi mente historias felices, tratando de olvidar los gritos que escuchaba detrás mi puerta.
Cada día, era algo nuevo para mí, a mi corta edad me decía cada mañana que ese día sería mejor que el anterior, que volvería a tener la vida perfecta que tenía cuando era más chica, me decía mi misma que todo iría bien, que ya no habría gritos pero a penas salía de mi cuarto, la realidad me azotaba de golpe en el rostro; mis padres que se miraban encolerizados, mi hermano que solo me miraba atento y yo que aun tenia esperanza en que todo se iba a solucionar, pero día a día, esa esperanza se fue esfumando y llego un momento en donde me di cuenta, que nada cambiaría, esa era mi realidad y tenía que aceptarla.
Un día, no recuerdo exactamente cuándo, llegue de la escuela contenta, con un helado en mis manos, había sido un gran día para mí y corrí a buscar a mi madre para contarle todas las cosas que había aprendido, para narrarle el cuento que la profesora nos había contado en clase, para mostrarle cuan feliz era, pero nada resulto como yo quería, ella al verme, no sonrió ni se alegró, simplemente me dirigió una mirada fría y vacía pero eso no fue lo peor, ella al ver mi helado, se enojó, me comenzó a gritar pero lo que siempre quedara en mi mente es lo último que me dijo antes de darse vuelta e irse a continuar con lo que estaba haciendo antes de que yo apareciera.
- Eres una gorda, deja de comer por una vez.
Me lo dijo con tanta ira en su voz, que yo solo me quedé parada observándola, no me movía ni hacia ningún gesto; por primera vez tenía miedo de mi propia madre, tenía miedo de sus palabras aunque no las comprendía en su totalidad, tenía miedo de lo que podía significar todo lo que me había dicho y solo salí corriendo hacia mi habitación, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón roto.
Así fue como comenzó un problema más en mi vida, ya no solo eran las peleas constantes en mi hogar, ni la búsqueda de la perfección que mi madre incitaba, sino que ahora mi mayor miedo era estar gorda.
El nuevo miedo que había surgido, estaba presente constantemente en mi mente, mis pensamientos giraban en torno a la comida; tenía ocho años, casi por cumplir nueve y toda esta situación iba agravándose día con día sin que nadie se diera cuenta, ni yo misma era consciente de las cosas que rondaban mi mente, no entendía porque mi madre siempre me insultaba y me ponía apelativos denigrantes en cuanto a mi peso, no llegaba a comprender porque es que a ella le molestaba tanto que yo comiera un dulce, un helado o simplemente que tomara una gaseosa; para mí, todo lo que ocurría, carecía de sentido pero aun así, me importaba.
Así fue como comenzó todo, una simple palabra...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top