8: Atardecer.
Helena
Después de escuchar la suave y tranquila voz de David, me levanté de la camilla para devolverle a Sophie el vaso de agua. Les confieso que me resultó muy incómodo que, durante ese corto trayecto entre la camilla y la puerta, nadie haya dicho ni una sola palabra. Odio los silencios, más aún cuando todo el mundo me está mirando y lo único en sonar en la habitación es el sonido de mis pasos.
¡Pero digan algo, maldición! Me avergüenza caminar y que me vean como si fuera un bicho raro. ¿Acaso lo soy? Estaré muerta, pero todavía no me he encontrado alguna rareza más que mi piel pálida y mi cabello reseco... A menos que ellos estén mirando justamente eso.
-Sol, ¿no crees que deberías...? -Al fin alguien tomó la palabra. Fue Sophie después de recibirme el vaso y dirigirme una cálida sonrisa como agradecimiento-. No sé, hablarle un poco sobre "eso".
Dicho eso, trasladó su mirada a la pelirroja. Pasó a verse dudosa y desconfiada. Solange no parecía pensar en moverse de aquella pared en la que todavía se afirmaba.
-¿Tú crees que valga la pena? -le preguntó a la rubiecita mientras me miraba de pies a cabeza, como si me estuviera analizando a simple vista-. La veo demasiado confundida, pero si insistes...
Entonces recién ahí se movió, descruzándose los brazos y dirigiéndose hacia mí.
«¿Acaso soy digna?»
Esa pregunta fue lo primero que se me vino a la cabeza después de que ella se detuvo a unos pocos pasos frente a mí, aunque...
«¿Digna de qué?»
-¿Tienes algún lugar a dónde ir después de salir de aquí? -me preguntó, mirándome fijamente-. Hablo de una casa o alguien de confianza con quién puedas ir.
Quedé perpleja al escuchar su voz y seguro que eso se notó cuando abrí bien los ojos.
«¿Para qué me habré preguntado si soy digna?»
Maldición. Mi casa estaba cerrada bajo un candado enorme que pesaba más que yo y no tenía un lugar mejor a donde ir más que a mi propia casa, ¡y viene a pasarme esto! ¡Nada podía salir peor!
-Bueno... Cuando fui a mi casa esta mañana, la encontré cerrada bajo llave y con un candado que jamás había visto en mi vida -respondí a la pregunta, tratando de sonar lo menos nerviosa posible. A veces no me era fácil ocultar mis emociones, como en ese momento. Pude evitar que me temblara la voz, pero no que se me formara una sonrisa por los nervios-. No intenté subirme al portón porque arriba tiene unas-
No pude terminar de dar mi explicación porque David me interrumpió.
-Estás perdida -afirmó mientras se detenía a mi izquierda, dirigiéndome una mirada que demostraba seguridad ante lo que decía-. Deberías intentar llamar a un albergue o...
¡Y cuánto odio cuando se interrumpen unos a otros! Primero me interrumpió él y después Sophie le tiró encima el agua del vaso que aún tenía en la mano, mojando toda su nuca y su espalda. Quedó paralizado.
-¡No seas idiota, David! -le gritó la rubiecita con un tono cargado de muy mal humor. Luego me miró a mí, pero forjando una gran y exagerada sonrisa-. ¡Nada está perdido para un lindo ángel! ¡Y menos en su primer día! Todavía tenemos una alternativa. ¿Recuerdas algún familiar que haya muerto cuando tú seguías viva? ¿Algún abuelo? ¿O hermano? ¡O tío! ¡Yo tengo a mis tíos aquí!
Esa última frase sonó demasiado alegre para mí.
Traté de adentrarme en mi memoria y en mis pensamientos una vez más. Esa consulta me congeló la piel y me dejó los pelos de punta. Mi familia no era muy grande que digamos, además de que mis padres decidieron mudarse a una ciudad que quedaba muy lejos del resto de mi familia. Si veía a mis abuelos o tíos, sucedía una vez al año. Incluso tuve parientes que jamás alcancé a conocer. Solo recordé a un par de fallecidos que, lamentablemente, entraban en esa última lista.
-Tengo un tío que murió hace unos años, pero él siempre vivió en España y lo vi solo una vez cuando apenas era una niña -respondí, intentando recordar a más personas que me pudieran ser de ayuda y fracasando completamente-. También tengo una prima que murió cuando yo era muy pequeña y mi abuela materna que se fue antes de que yo naciera.
Los gestos y expresiones de los demás no me señalaron nada bueno.
-Sí, ahora sin interferencias, por favor... -David miró atento a Sophie mientras mostraba sus dientes con molestia. Después me miró a mí, levantando el mentón y cerrando los ojos, demostrando otra vez una gran seguridad-. Estás definitivamente perdida.
Esperé a que esta vez Sophie le golpeara en la nuca con el vaso de vidrio vacío, ¡sus comentarios no me estaban ayudando en nada! Pero... ¿Y si tenía razón?
Y si... ¿No teniendo a dónde ir, mi estadía en ese mundo sería un completo infierno?
-Sobre eso, Helena... -Solange me dirigió la palabra, lo cual me asustó un poco. Todavía seguía mirándome fijamente, lo que hacía todo más incómodo-. Basándome en mi experiencia, te recomendaría que no vayas a vivir con parientes que no conoces. En algunos casos pueden no reconocerte, dudar de ti, o aún peor: no recibirte con los brazos abiertos.
No podía creerlo. Estaba perdida. Definitivamente perdida.
«Eres un genio, Helena. ¿En dónde vivirás ahora? ¿Solamente a ti se te ocurre llegar a un mundo de muertos? ¡Pero ni siquiera es mi culpa! ¿Cómo iba a saber que me iban a...? ¿A asesinar?»
Y hablando de ello...
Ese sueño, si es que fue un sueño...
Esa noche en la que me acorralaron cerca de mi casa y me asesinaron...
Esa noche en la que al caer casi muerta reconocí la voz de Alexander....
«Acaso... ¿Acaso esa fue la razón de mi muerte?»
Si yo intentaba recordar algo más, lo último que me mostraba mi memoria acerca de mi vida era aquel desayuno con Mikaela en el colegio, entonces...
«¿Lo que soñé, fue lo que realmente me sucedió? ¿O acaso fue un simple sueño?»
Y como otra gran casualidad, como todas las casualidades que se me cruzaron en ese bendito día, alguien más se dispuso a entrar a la habitación.
«Genial, otro mono más para el circo».
Esta vez se trataba de una mujer muy alta que aparentaba tener unos cuarenta años de edad, de tez pálida, cabellos dorados que le llegaban hasta la cintura y unos destacables ojos azules.
-Buenas tardes, mis chicuelos -saludó mientras cerraba la puerta, mirándonos con ternura a mí y a los demás-. Veo que nuestro nuevo ángel ya despertó.
-Oh, sí. Hace rato -le aclaró Solange mientras se estiraba las mangas de su sudadera, dejándolas más largas que la altura de sus manos, como si fuera una niña-. Te lo perdiste. No pasaron ni cinco minutos de que te fuiste cuando despertó.
La mujer me dirigió la mirada con atención. No tenía ni la menor idea de quién era ella, pero los demás parecían conocerla.
-¿Cómo te llamas, niña? -Me consultó a través de un dulce tono de voz a la par que se descolgaba de su hombro izquierdo el bolso negro de cuero que llevaba.
-Helena -le respondí en el mismo instante-. Helena Seabrooke.
Me dedicó una sonrisa ni bien escuchó mi nombre y luego se nos acercó un poco, siendo que hasta ese momento no se había movido de la puerta.
-Yo soy Amalia Horlacher, directora principal de la Asociación de Ángeles de Almhara -se presentó-. Es un gusto conocerte, Helena. Me da mucha tranquilidad saber que Solange logró rescatarte de ciertas garras malignas.
Intenté sonreír lo más agradecida posible, pero...
«¿Asociación de Ángeles de Almhara? ¿Qué rayos vienen a decirme ahora?».
-Escuché que no tienes un lugar a dónde ir, Helena -aclamó justo después de mi pregunta-. Te diré algo. Después de que te recibieron en el hospital, me contactaron específicamente a mí para ir a recogerte en cuanto te dieran el alta. ¿Sabes por qué?
Negué con un lento movimiento de cabeza. ¿Acaso ella era parte de mi familia? Jamás la había visto en mi vida, pero podía ser posible.
-Verás, Helena, como mencioné antes, soy directora de la Asociación de Ángeles de Almhara, lo que significa que puedo brindar una ayuda a todos los ángeles que llegan a esta ciudad en casos muy específicos como el tuyo -comentó-. En la Asociación somos una numerosa agrupación de Ángeles que nos disponemos a algo en específico: defender la paz y la armonía, aplicando justicia por mano propia ante los Demonios que intentan hacernos la vida imposible a nosotros y a todos los demás ángeles que habitan aquí.
Bueno, ¿les digo algo? Eso sonaba muy interesante. No sabía de qué manera podría ayudarme, pero se oía increíble, casi como de un cuento de fantasía. Claro, eso sin tomar en cuenta los comentarios negativos que surgieron después...
-Obviamente que todo eso iría entre muchas comillas -comentó David, quién seguía a mi lado, olvidándose por completo de su ropa mojada-. Los Demonios son mucho más poderosos que nosotros y lo peor es que últimamente se van agregando más a la lista negra.
Al escucharlo, Solange remarcó en su rostro la preocupación que tenía ante ese problema.
-Lamentablemente eso es cierto -expresó en un suspiro lleno de cansancio-. Pero hay algo positivo. Siempre pueden entrar nuevos ángeles a la Asociación capaces de echarnos una mano. Incluso ahora podríamos tener a alguien más, ¿no es así?
Dicho eso, volvió a clavar sus ojos sobre mí. Su mirada no fue nada sútil. ¿Acaso estaba hablando de mí? Sin lugar a dudas lo de la Asociación se me había hecho bastante interesante, pero... ¿Por qué todos empezaron a mirarme como si tuviera que ver en todo eso?
¡¿Por qué nadie se da cuenta de que odio que me miren tanto y son tan incapaces de ser directos con lo que quieren!?
-Helena... -Solange me volvió a dirigir la palabra y deseé que fuera al grano de una vez por todas, a ver si así me sacaban los ojos de encima de una bendita vez-. Sé que es muy temprano para preguntarte esto, pero viendo tu situación... ¿Te gustaría entrar a la Asociación?
Y vaya que no pude evitar sorprenderme.
Por supuesto que el tema de enfrentarme a los Demonios e intentar hacer justicia era algo que captó mucho mi atención, de hecho, algo que quizás me gustaría intentar en algún momento. Sin embargo, acababa de conocerla a ella y a los demás. Y como si eso fuera poco... ¡No llevaba ni un día en esta tierra! ¿Es que acaso ellos no se daban cuenta? ¡¿Cómo podían preguntarme algo así cuando ni siquiera sabía lo que haría al salir por esa puerta!?
-Tranquila, Helena, que todavía no han llegado a explicarte lo que quizás necesites de nosotros -Por fin Amalia, a quien le podía tener mayor confianza por ser la cabeza al mando, retomó la palabra. Eso me tranquilizó un poco-. Al contar últimamente con tantos jóvenes que como tú, no tienen familiares en este mundo, hemos aplicado un reglamento en el cuál cada integrante pueda habitar temporalmente en alguno de los departamentos de la Asociación hasta que logre encontrarse con algún familiar o pueda independizarse.
Perfecto. Lo que la mujer intentó decir era que, al unirme a su Asociación, tendría una especie de "hogar dulce hogar" para pasar mis días de muerta, a cambio de enfrentarme a los Demonios. ¡Sería genial de no ser por mi enredo de pensamientos!
-Entre otros tantos beneficios, querida, esta oportunidad no te la doy para publicitar mi trabajo -Amalia no quería dejar de hablar y, en parte, eso me agradaba. Significaba más información para aclarar mi mente y comprender mejor las cosas-. En el hospital me entregaron una ficha con tus datos personales y lo que había ahí no me indicó nada bueno... Realmente estás sola en este mundo.
Homicidio, contacto inexistente con familiares cercanos, pérdida de memoria reciente... ¿Qué más podía pasarme? ¡Era obvio que estaba sola! ¡Era obvio que no tenía a dónde ir y solo tenía a mi alcance una opción para elegir! ¡Una opción que me ponía demasiado nerviosa!
-Tampoco creas que la Asociación te regalará un departamento así por así -Solange volvió a hablar. Esta vez lo hizo mientras se cruzaba de brazos y con un tono un poco menos amable-. En caso de que aceptes, tendrás que irte a vivir conmigo, líder del Escuadrón Atardecer que está conformado por justamente... Nosotros.
«Así que pasamos de "Los Ángeles de Charlie" a un estilo de "Escuadrón Suicida". ¿Qué mierda es todo esto?»
-¿Qué se supone que es el "Escuadrón Atardecer"? ¿No me habían hablado de una Asociación de Ángeles? -Mi desorientación era cada vez más grande. Creo que nunca antes me había sentido más... Abrumada. Sí, esa era una muy buena palabra para definir mi estado en ese momento.
Entonces Sophie, con su tono de voz alegre y resaltante, fue la encargada de responder a mi duda, aunque sentí que Solange debía ser la responsable de hacerlo. Después de todo, la que lo mencionó había sido ella.
-De hecho, estamos dentro de la Asociación de Ángeles de Almhara -expresó la rubiecita con otra sonrisa enorme-. Pero los miembros se separan en "Escuadrones" por cuestión de orden. Cada escuadrón reúne a un grupo de seis ángeles que tengan edades similares para que trabajen juntos en las misiones que le son asignadas.
Y, como si ya tuvieran los diálogos preparados, David continuó con la explicación:
-Nuestro escuadrón solamente cuenta con cuatro miembros y si no conseguimos la cantidad que se requiere, nos pueden disolver a fin de año -agregó con preocupación, a lo que Amalia asintió apretando sus labios con pena-. Como ya lo dijo, Solange es nuestra líder, así que si tienes alguna duda, puedes preguntárselo a ella. Siempre está atrás de nosotros para acompañarnos y protegernos... A veces creo que demasiado.
Al decir su última frase, David mostró algo de cansancio en su rostro. Solange, quien estaba atrás de él, le clavó una mirada molesta. Me llegó a dar un poco de miedo... Pero luego volvió a mirarme, cambiando consigo su expresión a una más tranquila.
-Bueno, esa es mi responsabilidad como líder. Tengo que aconsejar, ayudar y, sobre todo, proteger a los demás miembros del escuadrón, o como yo los llamo, mis menores -mencionó la pelirroja, separando finalmente su mirada de mí para dirigírsela a los otros dos jóvenes, conservando su serenidad-. Nosotros nos encargamos de detener a los Demonios cuando planean hacerle daño a otros ángeles e investigamos sobre su especie cuando suceden cosas extrañas.
Quedé más tranquila una vez que ella dejó de mirarme tan profundamente, aunque cada vez me aparecían más dudas respecto a lo que decía. Era un enredo.
-La idea de defender el bien me agrada bastante, pero... -Y como era un enredo muy grande, tenía una nueva pregunta para hacerles-. ¿Por qué los Ángeles nos tenemos que enfrentar de esa manera a los Demonios? Creí que nuestra especie representa pureza, no violencia.
Ni bien alcanzó a escucharme, la rojiza volvió a centrar sus ojos sobre mí.
«¡Dios! ¡Odio que me miren tanto!»
-La respuesta es sencilla -contestó-. Si los Demonios nos atacan, nos defendemos. Si ellos no atacan, no hacemos nada. Hay que recordar que sus intenciones siempre son malignas y la peor de ellas es la muerte final... Y creo que ya sabes que al morir en este mundo, no hay marcha atrás.
Fue después de escucharla cuando dejé de prestarle atención a su mirada. Esa respuesta despertó algo dentro de mí. Algo que hizo ruido en mi consciencia y que me llevó a pensar profundamente en lo todo lo que había sucedido.
Yo, según el doctor del hospital, había sido asesinada.
No tenía memoria de cómo, ni en qué momento, ni quién lo habría hecho. Pero sí me dí cuenta de algo importante.
No quería morir en este nuevo mundo también. Ni siquiera llevaba un día ahí, pero el simple hecho de haber caído en un lugar tan idéntico a donde vivía antes podía significar una cosa, y era que tal vez "el más allá" no era más que una oprtunidad para seguir adelante con lo que querías lograr en tu vida, pero en un camino diferente. Un camino con muchos obstáculos como no tener a tu familia y amigos, o no tener ni siquiera un techo donde vivir, pero un nuevo camino al fin y al cabo. Un camino que me llevaría a ser quien yo quería ser... A pesar de tener algunas paradas inesperadas, como tener que detener a unos delicuentes que en este mundo se llamaban Demonios y seguir algunas reglas que aún no comprendía del todo.
¿Creen que suena mal? Bueno, siéndoles honesta, creo que podría sonar peor de no tomar este nuevo y extraño camino.
-¿Qué dices, Helena? -insistió Amalia, sin dejar atrás su tono amable y no tan inquietante como el de los demás-. Sabemos que es una decisión difícil, pero queremos ayudarte. No estás sola en esto.
Respiré hondo, tratando de calmar una ola de incertidumbre que se formaba dentro de mí, y tomé una decisión.
-Está bien -dije finalmente, con mi voz más firme de lo que esperaba-. Puedo intentarlo. Pero no les prometo nada. De hecho, es demasiado probable que tengan que ayudarme muchísimo en esto.
Amalia sonrió con satisfacción, como si ya supiera que ese sería mi destino desde el principio. Por otro lado, Solange quedó boquiabierta; y Sophie y David celebraron con una alegría tan grande, que no tardaron en sorprenderme con un abrazo de bienvenida.
-¡Ohhhh, esto es increíble! -exclamó Sophie conmucha emoción mientras me apretujaba como si fuese un oso de peluche-. ¡Al fin tenemos una nueva compañera! ¡Al fin, después de tanto tiempo!
-¡Sí, es increíble, pero porque no puedo creerlo! -le respondió David quien, a diferencia de ella, me abrazó con mucha cautela y por menos tiempo. Cuando se separó de nosotras, me dedicó una mirada cálida y una sonrisa-. ¡Bienvenida seas a nuestro escuadrón, Helena!
Abrí la boca para darle las gracias, intentando forjar una sonrisa en medio de la mezcla de emociones que me invadía, pero entonces Solange me dirigió su voz:
-¡No tienes idea de cuánto te lo agradezco, Helena! -Cuando la vi, ya no estaba tan sorprendida. A su tono alegre lo complementaba una sonrisa sincera y una mirada mucho más amigable-. ¡No pensé que aceptarías esto tan rápido! Bueno, Amalia sí lo sabía, pero yo, siendo franca, pues...
-No es momento para tus inseguridades, Solange -la corrigió Amalia cuando la vio hacerse pequeñita y manteniendo en su rostro una buena expresión de sinceridad. A mí se me escapó una pequeña risa-. Te dije que todo saldría más que bien. Ahora lo más importante es lo que ya sabes.
Dicho eso, la mujer me dedicó una sonrisa dulce y todavía más sastifactoria.
-Bienvenida seas, Helena -me dijo-. Me alegra mucho saber que al aceptar esta propuesta, podrás mantenerte a salvo junto a Solange. Estoy segura de que ella será una buena guardiana y maestra para ti.
Solange sonrió todavía más cuando escuchó eso, aunque si les soy honesta, esa sonrisa me pareció un poquitín falsa. Como si en realidad se hubiera incomodado.
-Oh, sí. Por supuesto que sí, Amalia -aceptó la muchacha entre dientes, sin borrar su sonrisa sospechosa-. Sabes que siempre puedes confiar en mí.
Amalia no la observó, pero sí sonrió con alivio, como si se sintiera segura respecto a esa deciusión. Pensé que estaría dispuesta a decir algo más, pero la alarma de su teléfono, el cual estaba guardado dentro de su bolso, comenzó a sonar.
-Bien, ya pueden regresar a casa, mis chicuelos -anunció Amalia mientras abría su bolso. Una vez que desactivó la alarma, nos dirigió la mirada a todos-. Luego organizaré una reunión para mañana. Tendremos que debatir algunos temas, en especial las misiones que les otorgaré para este mes. No se asusten, no será tan cargado como otras veces.
Solange, Sophie y David asintieron con la cabeza.
-Eso suena demasiado bueno para ser verdad -comentó David, pero entonces Sophie, molesta, le pegó un codazo para hacerle cambiar de opinión-. Quiero decir, ¡es cierto! No es como que siempre tengamos que hacer cosas muy complicadas.
Arqueé lentamente mis labios al verlo un poco avergonzado, poniendo sus manos detrás de su nuca. Hasta me dieron ganas de darle las gracias por suavizar un poco el panorama.
-Espero que puedas adaptarte correctamente a nuestro mundo, Helena, aunque estoy muy segura que recibirás toda la ayuda posible de parte de ellos -me habló Amalia antes de marcharse. Luego observó a los otros chicos-. Y si en algún momento lo necesitas, ten en cuenta que siempre puedes acudir a mí.
Sin duda alguna le sonreí a la mujer. Su dulce tono demostraba que no era una directora exigente. Quizás resultaba todo lo opuesto.
-Muchas gracias, señora Amalia -correspondí.
-El agradecimiento es hacia ti -me respondió la mujer, comenzando a caminar hacia la puerta-. En cuanto puedas, llenarás unos papeles para poder confirmarte y asegurarnos de que estarás bien aquí, pero por ahora solo ve con Solange a descansar. Estoy segura de que este día necesita una pausa.
Dicho esto, salió de la habitación no sin antes llamar a la pelirroja por su nombre. No sé para qué lo hizo, pero Solange fue con ella rápidamente y ambas cerraron la puerta.
-¡Bienvenida seas, Helena! -sentí otro abrazo muy repentino junto a la dulce voz de Sophie-. Ojalá hubieras podido venir conmigo. ¡Siempre quise tener una roomie y más ahora que llegó alguien que tiene mi edad! Pero Solange tiene que seguir su protocolo, y a veces eso puede ser muy... Exigente.
Me asusté al escuchar esa última palabra. Siempre opiné que las exigencias hacia una persona no podían afectar en nada bueno.
-Y ni hablar de Solange -comentó David, apoyándose suavemente en los hombros de Sophie-. A veces suele ser peor de lo que fue cuando despertaste. No me gustaría despertar todos los días viendo esa cara.
Ya me lo imaginaba.
«Maldita sea, no me gustaría volver a verla furiosa aunque tuviera buenas razones para hacerlo».
-Ups, adivino. ¿Crees que por ser exigente, Solange es una persona ruda que lo único que haría es pisotearte como cojín deshinchado? -me preguntó Sophie, tal vez dándose cuenta de mis pensamientos.
Rayos.
-Pues, me salvó la vida... -respondí, tratando de sonar lo más agradecida posible. De lo contrario sería muy incómodo-. Quiero decir, mi muerte, ¡o lo que sea! No puedo verla mal en todo momento, la cosa es que... Me da un poco de miedo.
No obstante, Sophie largó una carcajada casi al instante, para después tomarme de la nuca y haciéndome quedar casi de su altura, mientras pasaba su palma bruscamente por mi cabello, despeinándolo horriblemente.
-¡Pero qué tontita eres, Helena! ¡Solange puede ser así de exigente con nosotros dentro del Escuadrón, pero en realidad es un amor de persona! -me soltó luego de hablar-. Es solo que a veces suele estar muy cargada con estas cosas. Aun así, encontrarte a Solange en sus momentos libres es encontrarte con alguien que puede acompañarte a comer una pizza, ayudándote a romper tu inservible dieta mientras escucha las desgracias de tu vida amorosa.
Pestañeé un par de veces tratando de analizar los dichos de Sophie.
«Ya quisieras que Solange se comportara así contigo, Helena».
Porque de hecho, una muy buena compañía era lo que más necesitaba si realmente quería quedarme dentro de este mundo.
Alguien que me hiciera lucir cómoda y tranquila, no necesariamente como si fuera mi familia, pero sí como una buena amiga.
Una pequeña manito de ayuda.
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