34: Declaraciones.
Solange
Hacer las cosas a escondidas a algunos les genera pavor, aún si se trata de cosas que otros consideran insignificantes. En mi caso, cuidar a Helena mucho más que antes traía nuevas limitaciones como el mero hecho de salir a pasear, pero decirle que "no" a ella y a mi estúpido espíritu adolescente no era muy sencillo.
¿Lo bueno? Todo resultó más que bien. Nadie nos atacó, Helena recordó más sobre su vida -omitiendo sus sueños extraños a los que debería ignorar- y comimos muchas cosas ricas.
¿Lo malo? Amalia me había llamado cuando estábamos en el columpio y no le respondí para que no supiera que Helena y yo estábamos paseando cuando ella me lo prohibió.
¿Hay algo más de malo en eso? Sí. Resulta que recibí otra llamada de Amalia justo después de que dejé a Helena durmiendo en mi habitación, lo cual me generó un susto enorme. Lo primero que pensé fue que nos había descubierto, ¡y no quería meterme en problemas otra vez!
Tomé el teléfono con mis manos temblorosas, presioné costosamente la opción de "contestar" y me acerqué el aparato al oído ya preparándome para el regaño que iba a recibir. Cerré los ojos con fuerza y apreté los dientes.
-Solange, has dejado de lado el teléfono hoy, ¿verdad? -fue lo primero que escuché del otro lado. Entonces abrí los ojos-. Bueno, menos mal que respondiste ahora. Tengo una muy buena noticia para darte.
Una... ¿Una "muy buena noticia"?
¡Que no se haya enterado de lo que hice fue una muy buena noticia!
-Oh, sí, estaba lejos del teléfono cuando llamaste hace rato -obviamente tuve que aprovechar su suposición para no levantar sospechas, ¡qué alivio sentí!-. ¿De qué buena noticia hablas, Amalia?
Últimamente no recibía buenas noticias y menos a la medianoche, así que esa debía ser una muy fantástica y buena noticia.
-El oficial González me comunicó que cierto demonio loco está exigiendo reunirse con nosotras para confesar la verdad -contestó Amalia. Pude percibir como, palabra a palabra, su voz se iba tornando más alegre-. Felicidades, Solange, mañana no irás a clases. Te esperaré en la comisaría a eso de las ocho y treinta, y por favor házlo sola. Sería un riesgo llevar a Helena y lo sabes.
Inconscientemente formé una gran sonrisa al escuchar esa muy fantástica y buena noticia, tal como si estuviera contemplando un helado gigante de cereza y limón. Dos días, ¡Raymond había resistido solo dos días con la boca cerrada en prisión! Tanto Amalia como yo imaginamos que tardaríamos semanas en conocer la verdad de sus acciones, pero al final resultó ser mucho más rápido de lo que esperábamos. Y eso no significaba nada malo, como probablemente pueden llegar a sospechar, sino lo contrario: ¡era excelente!
¿Y saben que más? Bueno, si las palabras de Raymond resultaran certeras, tanto yo como mi Escuadrón íbamos a obtener muchos beneficios.
Y ganar muchos beneficios nunca le viene mal a nadie, en especial si lideras un Escuadrón al que advierten con disolver desde hace tiempo...
¡Pero al fin podría levantar a Atardecer y demostrarle a los demás Escuadrones lo que esta angelita fue capaz de hacer!
Lunes. Ocho de la mañana con quince minutos. Apenas había conseguido dormir en toda la noche a causa de la emoción, los nervios, las dudas y lo incómodo que era mi sofá. Tenía muchas ganas de bostezar y la vista me pasaba bastante, pero debía ponerme límites para esa ocasión. La formalidad y el respeto son claves en un interrogatorio, lo cual obviamente incluye no demostrar mis ganas de dormir hasta el mediodía. Era la primera vez que acompañaba a Amalia a uno, así que no conocía mucho al respecto. Lo bueno era que el cuarto de los interrogatorios ya se encontraba listo cuando llegué. En el medio del pequeño espacio había una mesa y cuatro sillas. Junto con Amalia, quien había llegado muy puntualmente, nos sentamos de un lado de la mesa y a Raymond, a quien dos oficiales lo acababan de traer esposado, lo sentaron enfrente de nosotras.
-Schneider, Raymond Anael -Amalia comenzó a leer en voz alta la introducción del interrogatorio-. Cincuenta y dos años de edad. Llegado y registrado en Almhara el día 26 de septiembre de 1986. Actualmente no se le registra su domicilio, pero se presume que...
Para mi sorpresa, Raymond la interrumpió enseguida. No obstante, los demás no parecieron haberse sorprendido. Supuse que, debido a su experiencia interrogando a demonios, ya podían prever cuando escucharían algo útil y cuando no.
-Vaya, así que es usted la angelita que me quemó atrás para detenerme -manifestó el demonio con atrevimiento a la par que observaba muy minuciosamente a Amalia-. Ahora que la puedo contemplar mejor, le digo que es una ángel muy hermosa y con gusto puede quemarme lo que quiera... Otra vez.
Nunca imaginé que vería a un demonio dedicarle una mirada seductora a Amalia, y menos tratándose de Raymond. Hasta había dibujado en su rostro una sonrisa que hacía juego con su mirada de modo en que su colmillo de oro deslumbrara gracias a la luz que accedía desde una pequeña ventana que se ubicaba en la parte superior de la pared izquierda. No obstante, Amalia lo miró indiferente.
-Masoquista -murmuró ella en voz baja y trasladó su ojos hacia el papel para retomar la lectura.
Lástima que no logró leer nada porque la volvieron a interrumpir en un dos por tres. Dos oficiales más entraron a la habitación, trayendo esposado al hombre que había actuado como víctima cuando Raymond atacó.
El mismo asqueroso que intentó atrapar a Helena.
En ese momento, cuando en medio de mi pelea con Raymond logré ver esa escena, todo mi cuerpo se sumergió en una furia inmensa. Y ahora que lo volvía a tener enfrente, esa misma sensación buscó aflorar de nuevo en mí, por lo que intenté impedirlo mediante respiraciones profundas ya que no era el momento adecuado para que yo estallara. Sin embargo, no me hizo falta hacer tantos intentos, pues me terminé distrayendo por la misma ridiculez del sujeto. Resulta que cuando nuestras miradas se cruzaron entre sí, después de que él dio un solo paso dentro de la habitación, me miró como si yo fuera el mismísimo Diablo y se dio la vuelta instantáneamente como si no quisiera estar ahí. Para su desgracia, uno de los oficiales le cerró la puerta en la cara.
«¿Por qué me tienes tanto miedo, Ricky? ¿Será porque te quemé para que soltaras a Helena y te dejé medio pelón?»
Podría ser eso. En la parte de atrás de su cabeza no le había quedado nada de pelo.
-Sabemos lo mucho que le teme a la señorita y más aún cuando es la cuarta o quinta vez que se aprovecha de su impunidad por "defensa personal" -dijo entre dientes el jefe de la policía, el oficial González, a quien yo no le caía muy bien. Algún día les contaré por qué-. Pero todos también sabemos que ni ella, ni su compañera, ni cualquier otro ángel merecía ser engañado por usted y por su esposa al haberse pasado como víctimas en la calle.
El hombre pasó del temor a la preocupación con solo escuchar eso último.
-¿Lu-Luana está bien? -le preguntó al oficial con algo de dificultad mientras tomaba asiento, quedando justo enfrente de mí.
-Oh, por supuesto que sí -le respondió el jefe, quien entonces se colocó entre su respaldar y el de Raymond-. Es más, seguro que ahora está dándose un buen desayuno con sus nuevas amigas en la cárcel de mujeres hasta que puedan ir a cuestionarla, así que es mejor que este interrogatorio comience rápido.
Escuchado esto, Amalia asintió con la cabeza y retomó su lectura.
-Se presume que Schneider radica actualmente en el distrito conocido como "Datnesia", ubicado a las afueras de...
Una vez más y para el disgusto de todos, Raymond la interrumpió.
-No hará falta leer todos esos datos ahora, corazón -manifestó él sin haber borrado aún su estúpida sonrisa-. No sé qué clase de introducción sea esta, pero si insistí tanto en tenerlas aquí es porque realmente quiero ir directo al grano.
Amalia dejó a un lado los papeles. Poco a poco se notaba que empezaba a molestarse.
-Muy bien. Adelante. -Indicó ella-. Espero que lo que diga sea algo serio y no un chiste tonto ni palabrerías sin una pizca de gracia.
Milagrosamente, el demonio fue eliminando su sonrisa a medida que entendía las palabras de la directora. Después de eso aclaró la garganta y se cruzó de piernas.
-La cosa es sencilla. Lo que hice el día viernes fue porque me obligaron a hacerlo -reveló sin más-. Mi compañero y yo trabajamos para una persona muy poderosa. No solo poderosa porque literalmente se sumerge entre billetes, sino porque una vez que la desobedeces, corres el riesgo de desaparecer de este mundo. No por nada se hace llamar "la Real Majestad de los Demonios".
Con solo verle la cara, podría decir que Amalia y yo coincidimos en algo. Al comienzo pensamos que se trataba de una mentira porque la verdad es un pecado para los Demonios, pero con lo último nuestro criterio tomó otro camino. No le creímos al cien por ciento, pero había un pequeño porcentaje que indicaba que eso podía ser cierto. El porcentaje más grande indicaba que Raymond era muy poderoso como para temerle a otro demonio y que fácilmente podía defenderse. El porcentaje más pequeño, al menos de mi parte, señalaba que por el seudónimo de ese demonio podía tratarse de una historia de narcotraficantes. Excelente.
-¿Puede decirnos de quién se trata? -indagó Amalia a medida que escribía en su libreta lo que acababa de escuchar.
Raymond no tardó en darle una respuesta.
-No me atrevo a decir su verdadero nombre. Las paredes tienen oídos, no importa en donde me encuentre, y la verdad aprecio mucho mi existencia como para desperdiciarla por abrir la boca -se negó él-. Sin embargo, ustedes podrían averiguar un poco más con solo ir a Datnesia.
Era seguro que Amalia iba a hacer una pregunta, pero yo no pude evitar adelantarme.
-¿Dónde podemos conocer a esa tal "Majestad"? -interrogué.
Sin querer originar preámbulo, Raymond volvió a responder rápido.
-No todos los demonios tienen la oportunidad de conocerla. Ella misma decide quién puede se le puede acercar y quién no -confesó después de trasladar su mirada hacia mí-. Eso es así porque puede hacer realidad los deseos de quienes elija a cambio de que ellos trabajen para ella, así como sucedió conmigo y con Ricardo.
Descarté mi teoría del narcotráfico al escuchar eso. Una demonio muy poderosa que cumplía deseos a cambio de que otros hicieran el mal era algo que sonaba mucho más interesante.
-Entonces, ¿cómo puedo hacer para que ella me elija si voy a Datnesia simulando ser una demonio? -así como él fue directo al grano, yo hice lo mismo con la primera idea que se me vino a la mente.
No obstante, a Raymond pareció causarle gracia.
-Estás llena de ganas, naranjosa, pero tenemos que ver si también estás llena de valor -aclamó después de reír por lo bajo-. Encarar a la Majestad de los Demonios no es tarea fácil. No por nada ni yo mismo me he animado a desobedecerle.
No importaba en qué momento fuera, su risa siempre me generaba rabia. Además, si hay otra cosa que me hace hervir a ese nivel, es que me subestimen.
-No me importan los peligros que puedo correr si enfrentarme a esa demonio significa traerle un poco de paz a los demás -le hice saber a través de mi voz más sensata a la vez que insertaba mi mirada en sus horrendos ojos amarillentos-. Asegurar la armonía es mi deber como miembro de la Asociación de Ángeles de Almhara y no voy a dejar pasar esta oportunidad.
Después de unos segundos, como si hubiera tardado en comprender mis palabras, Raymond sonrió de par en par.
-El tercer viernes de cada mes, después de la medianoche, ella organiza una fiesta en el antiguo hotel Victoria, ahora conocido como "La Cumbre del Diablo". Siempre se llena de demonios, pero para ingresar al salón donde se encuentra ella, debes pagar un valor mucho más alto. Tres mil lunas por entrada. Es ahí en donde ella selecciona a sus demonios -declaró mientras desviaba sus ojos hacia Amalia, quien no paraba de tomar nota en su libreta y por ende no lo había visto. Luego de unos segundos más, volvió a centrar su mirada en mis ojos-. Pero te aviso, niña... No importa lo que hagas o lo que no hagas, ni lo que digas o lo que no digas, ella solo elegirá a aquel al que le ve potencial en la mirada... Así que con eso la tendrás difícil.
No encontré nada más para decir. Sí, realmente tenía desventajas, pero no me iba a rendir solo con escuchar esas palabras. Tenía que intentar infiltrarme en esa fiesta y conocer a esa demonio.
-¿Cómo se consigue la entrada para acceder a esa fiesta? -después de pasar un buen rato en silencio, Amalia liberó una pregunta.
Raymond le dedicó por segunda vez una mirada atrevida. Menos mal que ella no se había dado cuenta por mantener la vista plasmada en el papel.
-Vaya, ¡así que la naranjosa terca no es la única que quiere meterse en problemas! -Exclamó. Luego de unos segundos, como Amalia lo ignoró por completo, deshizo de nuevo su sonrisa y continuó-. Creo que algunos demonios que trabajan en la mansión se encargan de vender esas entradas. Ojalá pudiera darles sus nombres, pero como fui seleccionado hace años y desde entonces tengo la entrada gratis, no conozco a esas personas.
Completamente neutra ante las palabras del demonio, Amalia levantó la mirada y se la dirigió directamente a Ricardo. Este se encontraba tan aburrido que lo único que hacía por el momento era quitarse la suciedad de sus uñas.
-¿Usted sabe en dónde conseguir esas entradas, Ricardo? -le preguntó Amalia.
Menos mal que logró preguntárselo justo cuando él estuvo a punto de hurgarse la nariz, aunque desafortunadamente solo la miró con su cara de asustado y negó con la cabeza. Al parecer solo era un miedoso e inútil. Inútil para nosotras, inútil también para sus compañeros, pero Amalia siempre piensa que sacar a un demonio de su celda, aunque fuera por unos pocos minutos, tenía que valer la pena.
-Bien, por otra parte, ¿podría darnos la razón por la que usted y su esposa decidieron trabajar para la "Majestad de los Demonios"? -interrogó ella-. Me parece extraño que hayan hecho tal cosa teniendo en cuenta que, según sus datos, ambos han habitado desde siempre afuera de Datnesia. No tienen antecedentes y al parecer no llevaban una vida demasiado fuera de lo común... A excepción de lo del viernes.
El imbécil comenzó a temblar como un perro mojado ni bien Amalia terminó de hablar, lo que me hizo creer que seguiría sin responder nada y a cambio solo demostraría que era un demonio torpe e inservible que seguía en este mundo por pura suerte. Sin embargo, al parecer escuchando la maravillosa voz de su conciencia diciéndole que calladito no se veía bonito, intentó calmarse después de unos segundos.
-Mi Luana y yo quedamos en la calle hace un tiempo, señora -respondió al fin-. Yo trabajé en el almacén de su abuela por unos meses hasta que me despidió cuando se enteró de que soy un demonio y luego echó a Luana de su casa solo por nuestra relación. Jamás le hice daño a esa mujer, pero aún así esa fue su decisión y no nos quedó de otra que aceptarlo.
¡Ajá! Eso era lo que le faltaba a esta mañana, ¡una explicación muy vaga que trataba de justificar un pésimo acto como engañar a todo el mundo, destruir un negocio a propósito y querer secuestrar a una adolescente! ¡Es que los demonios son tan tontos que últimamente ya no saben inventar buenas excusas!
-Una noche me comentaron de las fiestas que organiza la señora Majestad y del pacto que realiza con sus elegidos -continuó explicando el demonio, lo cual nos venía fantástico aún si su historia me parecía una estupidez-. Con Luana no creímos que tendríamos suerte, pero aún así conseguí una entrada gracias a un amigo que me la revendió a un menor precio y pasé al salón de la selección. La señora Majestad me señaló y cuando Luana y yo hablamos con ella, hicimos el trato de que ella nos daría el dinero suficiente para abrir un negocio a cambio de que nos hiciéramos pasar como víctimas de un asalto o secuestro para que de esa forma llamáramos la atención de algún ángel poderoso. Y hace una semana nos llamó para informarnos de nuestra misión con mayor detalle junto con el señor Raymundo.
Y con semejante testamento que acababa de escuchar, mi molestia se fue hacia otra dirección más allá de las razones nada justificativas del buen Ricky. Había algo en lo que dijo que me llamó muy detenidamente la atención y que, además, me generó todavía más rabia de la que ya se me venía acumulando esa mañana: no podía creer que de verdad existiera una demonio capaz de aprovecharse de la necesidad de otros solo para que hicieran el mal en nombre de ella.
Si hacer el mal para cualquier demonio era una tarea sencilla por naturaleza... ¿Por qué no lo hacía ella?
Me pareció curioso que se quedase de brazos cruzados mientras los demás trabajaban para ella. Es lo que hace cualquier jefe en realidad, pero en ese caso no podía entenderlo.
¿Por qué usaba ese método para atraer personas?
Posiblemente porque desde un comienzo supo que no irían a ella una o dos personas, sino cientos de ellas. Desde personas que no encontraban otra solución a sus problemas, tal vez como Ricardo y su esposa, hasta idiotas que muy probablemente hayan acudido a ella solo para comprarse drogas o un teléfono de última.
Además... ¿Cómo era eso de que la misión encomendada a Raymond y Ricardo se basaba en atraer algún ángel "poderoso"? Es raro que alguien quiera fastidiar a un ángel que fácilmente pueda quemarle el trasero y en ese caso se dio la enorme y gran casualidad de que ese ángel fui yo, aunque de no haber salido esa tarde podría haberse tratado de cualquier otro ángel con sus poderes bien desarrollados. Aún así, que fuera una coincidencia tan grande me llegaba a resultar un poco extraño. No en el sentido de lo sospechoso que llegaba a sonar, sino en el sentido de que por unos instantes llegué a sentirme dentro de un sueño donde suceden puras cosas raras y aleatorias.
-Entiendo. -Amalia solo soltó esa palabra. Supongo que era parte de su protocolo demostrar neutralidad al interrogar a demonios, lo cual incluía respuestas cortas-. Raymond, ¿quiere explicar el porqué decidió trabajar para esa persona?
El viejo demonio, quien esposado y rodeado de oficiales no podía hacer nada más que escuchar, reveló su motivo sin dudarlo. Sorpresivamente eso era bueno. Respondía a todo sin importar de qué habláramos.
-Los Demonios no tenemos las cosas regaladas como los Ángeles, corazón, eso incluyendo el trabajo, y yo no soy un demonio vago. ¡Tantas horas de esfuerzo y sacrificio dedicadas en mi vida tenían que seguir valiendo la pena en este mundo! -por primera vez en el interrogatorio, su voz fue liberada con algo de molestia o enojo, como si se sintiera ofendido-. Hace muchos años me harté de trabajar como cantinero de bares de cuarta y me atreví a ir a la fiesta de la Real Majestad. Pasé de recibir una miseria de sueldo a tener una buena cama, malteadas de fresa todas las tardes y ropa que me da status. Y aunque todo el tiempo tengo un cuchillo que apunta hacia mi cuello, jamás volveré a ser un demonio de la calle por nada de este mundo. Jamás.
En solo un minuto recolectamos más información de la que esperábamos. Raymond había sido un misterio durante mucho tiempo, quizás demasiado para lo que terminó siendo. Un simple demonio que se hartó de trabajar en algo que no le gustaba y prefirió convertirse en un delincuente. ¿Era novedoso? No. ¿Era esperado? Quizás. ¿Era decepcionante? Un poco. Lo único bueno fue lo que siguió a continuación: Amalia quiso averiguar un poco más.
-Y hablando de otro asunto fuera del ataque del viernes, Raymond... -sorprendiéndome incluso a mí, la directora sacó de entre los papeles que tenía todas las fotos que yo le había entregado el mismo viernes justo dos horas antes del accidente, aquellas que enseñaban a Raymond haciendo de las suyas en el tanque de Datnesia y la casa de aspecto terrible-. ¿Puede explicar qué ha estado haciendo respecto a esto?
Raymond recuperó su humor en menos de un segundo. Con solo darle una revisada a las fotos a la distancia, chasqueó la lengua y lanzó al aire una irritante risilla perversa.
-No tengo otra cosa que decir más que fue otro pedido de mi Majestad -contestó, dirigiéndole su mirada a Amalia una vez más-. De todas formas el resultado será un fracaso, así que prefiero quedarme encerrado aquí por un buen tiempo hasta que se le pase un poco el enojo, y... -entonces me miró a mí-. Ahora entiendo porque me sentía tan perseguido esa noche, ¡si la naranjosa terca andaba de espía a mis espaldas!
Si bien largó otra carcajada al decir esa última frase, su mirada expresaba las ganas que tenía de ahorcarme por segunda vez. Gracias a Amalia -no a Dios, sino literalmente a Amalia- que no podría hacerlo hasta dentro de muchísimo tiempo, así que no tenía por qué asustarme. De hecho solo lo miré con mucho orgullo.
-Fracaso o no, quiero saber en qué consiste, Raymond -insistió Amalia ya con lo poco de paciencia que le quedaba-. ¿De qué se trata esa sustancia? ¿Y qué hacías en el domicilio que se ve en la foto?
El demonio volvió a mirarla, esta vez levantando los hombros.
-Sé que ustedes ya lo sospechan. Es una droga de mi Majestad. Creyó que mezclándola en el agua de la red potenciaría los poderes de sus demonios, que andan muy débiles andan, pero yo ya le había advertido que era muy poco contenido como para que hiciera efecto. En fin, esa porquería no hace ni cosquilla más que oler a perro muerto -declaró finalmente-. Y sobre esa casa... Ah, es en donde habité durante muchos años, antes de trabajar para Majestad. Volví hace un tiempo para desarrollar este pedido especial, aunque primero tuve que sacar a patadas a los inquilinos. Un cuarteto de demonios adolescentes que se la pasan drogados. De hecho me sorprende que ningún vecino los haya demandado por todo lo que han estado haciendo ahí dentro... ¿O sí lo han hecho, oficial?
Entonces su mirada atrevida fue a dar hacia el oficial González, llegando a incomodarlo. No es nada sorprendente que hasta un demonio tan perseguido sepa que la policía ignora bastantes denuncias. Menos mal -para González, obvio- que Amalia interrumpió semejante momento.
-Es todo, al menos por ahora -anunció ella con sensatez cuando soltó su bolígrafo. Posteriormente le dirigió sus sutiles ojos morados al oficial González, quien coordinó en mirarla a ella. Al cabo de unos segundos, él asintió con la cabeza-. Todavía falta expandir todo este asunto, pero eso será cuando sepamos bien qué es esa sustancia "fallida" y cuando hagamos un allanamiento en esa vivienda -entonces la sutileza de su mirada se convirtió en una buena mezcla de rabia y odio con la que miró a Raymond-. Nos vemos mañana, corazón.
A Raymond no se le movió ni un pelo. Siguió mantenimiento su expresión perversa y atrevida hasta que se fue. Ricardo, en cambio, se veía tan frágil que hasta podía percibir algo de "inocencia" en él. La misma inocencia que ves en un niño que intentó quemar su propia casa nomás porque sus padres lo regañaron. Los cuatro policías ahí presentes los guiaron para que se levantaran de las sillas y salieran de la habitación. El oficial González quedó al último.
-Me sorprende la poca información con la que se siente satisfecha hoy, Amalia --comentó él antes de traspasar la puerta. Nosotras debíamos seguirlo-. Es porque le tocó empezar la semana con un interrogatorio, ¿verdad que sí?
Amalia, que enfrente de personas de confianza era honesta, bostezó profundo.
-Es un caso complejo y estoy segura de que volveremos después a preguntar más cosas. Particularmente a Raymond. Tenemos otras evidencias de él, pero meterse ahora en ello sería demasiado -contestó ella cuando se levantó de su asiento, llevando debajo de su brazo el cuaderno que había utilizado-. Aún así, nuestro trabajo no finaliza aquí.
Dicho eso, se giró a verme. Yo, al igual que ella, acababa de levantarme. Su mirada tenía un mensaje fácil de detectar.
Y estaba segura de que ese mensaje llevaba incluída la palabra "café".
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