Capítulo: El Peso del Legado
Una mañana
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando TN se presentó ante su padre, Son Goku, en el patio trasero de su casa. Vestía un gi de entrenamiento azul marino, la misma determinación glacial en sus ojos que la caracterizaba. No era una sonrisa la que adornaba su rostro, sino una expresión seria, casi impasible. A sus dieciséis años, TN había heredado la fuerza física de su padre, pero su personalidad era un reflejo más de su madre, Milk; una mezcla explosiva de terquedad y orgullo.
Goku, con su habitual sonrisa cálida, la recibió. —Buenos días, TN. ¿Lista para entrenar?
TN asintió con la cabeza, su respuesta breve y lacónica. No necesitaba palabras para expresar su determinación. Comenzaron con ejercicios básicos: flexiones, abdominales, carreras de resistencia. TN los ejecutaba con una precisión y eficiencia que sorprendía a Goku, quien, acostumbrado a la energía desbordante de Gohan y Goten, apreciaba la disciplina férrea de su hija.
—Papá, quiero aprender a controlar mi ki —dijo TN, su voz firme y segura de sí misma. No había lugar para la duda o la inseguridad en su tono.
Goku sonrió. —Claro que sí, TN. Pero controlar el ki requiere paciencia y disciplina. No es algo que se aprenda de la noche a la mañana.
El entrenamiento se intensificó. Goku la guio a través de ejercicios de meditación para controlar su respiración y concentración, técnicas que a TN le resultaron inicialmente frustrantes. Su impaciencia y su ego la llevaban a querer resultados inmediatos, lo que la hacía cometer errores y frustrarse aún más.
—TN, la calma es tan importante como la fuerza —le dijo Goku, observándola con paciencia mientras ella luchaba por mantener el equilibrio en una postura de meditación—. Debes aprender a controlar tu mente antes de controlar tu ki.
—Lo sé, papá —respondió TN, con un leve gruñido de frustración—. Pero es… difícil.
—Todo lo que vale la pena requiere esfuerzo, TN —dijo Goku, con una sonrisa comprensiva—. Recuerda, la perseverancia es la clave.
Después de horas de intenso entrenamiento, TN estaba exhausta, pero su determinación no se había quebrado. Sin embargo, al llegar a casa, se encontró con la firme oposición de su madre.
Milk, con su característica preocupación maternal, la esperaba en la puerta. —TN, ¿qué te has creído? Llevas dos días sin estudiar para los exámenes. ¿Crees que con entrenar vas a resolver todos tus problemas?
TN la miró con frialdad, su ego herido. —Mamá, necesito entrenar. Necesito controlar mi ki. Es importante para mí.
—Claro que es importante, pero tus estudios también lo son —replicó Milk, su voz firme y decidida—. No puedes descuidar tus responsabilidades. Y además, este entrenamiento es peligroso. Podrías lastimarte.
—No me lastimaré, mamá —respondió TN, con una inflexión de impaciencia en su voz—. Sé lo que estoy haciendo.
—No lo sabes, TN —dijo Milk, su voz llena de preocupación—. Eres joven, y aún no tienes el control necesario. No te arriesgues.
La discusión se prolongó durante horas. TN argumentó su necesidad de entrenar, su deseo de controlar su ki, su frustración por no poder alcanzar su máximo potencial. Milk, por su parte, insistió en la importancia de sus estudios, en el peligro del entrenamiento y en la necesidad de que TN fuera una joven responsable y equilibrada.
—Mamá, no me entiendes —dijo TN, su voz cargada de frustración—. No se trata solo de entrenar. Se trata de mi legado, de mi familia. Tengo que ser fuerte, tengo que estar a la altura de mi nombre.
—TN, tu legado no se define por tu fuerza física —replicó Milk, con una mezcla de ternura y firmeza en su voz—. Se define por tu inteligencia, tu bondad, tu capacidad para ser una buena persona. No necesitas poner tu vida en riesgo para demostrar tu valía.
TN se quedó en silencio, procesando las palabras de su madre. Por primera vez, dudó. Su ego, su orgullo, se enfrentaban a la preocupación genuina de su madre. La tensión en la habitación era palpable.
—Mamá, tengo que demostrarte que puedo hacer ambas cosas —dijo TN finalmente, su voz más suave, pero con una determinación inquebrantable—. Estudiaré, y entrenaré. Lo haré todo.
Milk la miró fijamente, evaluando sus palabras. Vio la determinación en los ojos de su hija, una determinación que no podía ignorar.
—Está bien, TN —dijo Milk, suspirando—. Pero te prometo que si tus calificaciones bajan, o si te lastimas, dejarás de entrenar. ¿Entendido?
TN asintió con la cabeza, aliviada. Había logrado un compromiso, un equilibrio entre sus ambiciones y las preocupaciones de su madre. Sabía que el camino sería difícil, pero estaba dispuesta a enfrentarlo. Su entrenamiento con su padre continuaría, pero ahora con una nueva perspectiva, un nuevo compromiso con sus responsabilidades. El peso del legado de su familia seguía sobre sus hombros, pero ahora lo llevaría con una mayor madurez y un entendimiento más profundo de sí misma. El camino hacia el control de su ki sería largo y arduo, pero TN estaba decidida a recorrerlo, sin descuidar sus estudios ni su responsabilidad como hija, estudiante y, algún día, una guerrera. El futuro se extendía ante ella, lleno de desafíos y oportunidades, y TN estaba lista para enfrentarlos, con su fuerza, su inteligencia, y su inquebrantable orgullo.
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