Capítulo 8: ¿Dónde empezar a buscar?

Mientras Liam ayuda a Selene a recoger todo lo que pueda, yo dejo a Dante sentado en la sala, jugando con Jack, y entro a mi habitación. Tomo el libro de la vida, lo guardo en mi mochila y hago lo mismo con las armas que guardo detrás de la madera rota que se escondía tras mi cama.

Luego de terminar regreso al salón, en dónde Selene mira finalmente a Dante.

-¿No puedes hablar? -pregunta mi amiga.

Dante solo niega con la cabeza en respuesta.

-¿Qué, con ella si no te metes en su mente? -inquiero poniéndome la mochila detrás de la espalda.

-Eso es de mala educación -contesta el en mi mente. Mientras una sonrisa pícara se dibuja en su rostro

-Ah, ¿Por qué conmigo no es de mala educación?

-Bueno, contigo es un poco más divertido -me responde Dante, guiñándome un ojo, lo que me hace poner los ojos en blanco. Estoy a punto de responderle con algún comentario sarcástico cuando Liam entra en la habitación.

-Todo está listo -anuncia Liam, interrumpiendo nuestro intercambio.

Selene se gira hacia mí, con una ceja levantada. -¿A dónde vamos?

-Aún no lo sé -admito, encogiéndome de hombros. La incertidumbre es parte del plan, o al menos eso es lo que intento convencerme a mí misma.

Salimos los cuatro al fresco aire nocturno, la luna nos observa desde lo alto. Liam, siempre el práctico, me pregunta:

-¿Cómo lo vamos a hacer?

-Tú y Selene toman un taxi. Dante y yo os seguiremos -respondo, intentando mantener la calma mientras las luces de la ciudad brillan a nuestro alrededor.

Después de un rato, el taxi se detiene frente a un hotel. Nos registramos en dos habitaciones, cada una con dos camas, y luego nos reunimos en la habitación que compartiré con Selene. El cansancio de la noche empieza a notarse, pero la adrenalina sigue manteniéndome alerta.

La habitación tiene un aire acogedor, y mientras Selene se acomoda, me siento en la cama, tratando de ordenar mis pensamientos.

Liam y Dante se nos unen poco después.

-¿Ahora sí nos vas a contar qué está pasando? -pregunta Selene, acariciando a su rata.

Mi mirada viaja hacia Dante, pensando en su debo confiar en él o no, con esta información. Él arquea una ceja interrogante, en respuesta a mi mirada.

Ignoro la pregunta de mi amiga y decido que antes de enseñar todas las cartas primero tengo que saber si puedo o no confiar en él.

-¿Cómo terminaste con esas cicatrices el el cuello? -cuestiono directamente.

-¡Zephyra! -exclama Selene, horrorizada por mi pregunta.

-No confías aún en mi ¿Cierto? -La pregunta es susurrada en mi mente.

-No, no lo hago.

-¿Después de que te salvé la vida? Wao, me siento herido.

-La confianza es una calle de doble sentido, ¿Cómo quieres que confíe en ti, si me ocultas información?

-Bien, tienes razón. ¿Quieres saberlo? Está bien, te voy a decir... Es más, como dicen que una imagen vale más que mil palabras, te mostraré.

Sin esperármelo Dante camina decidido hacia mi, toma mi nuca y acerca su rostro al mío. Sonríe y antes de que pueda darme cuenta sus labios están sobre los míos.

Siento su lengua rozar la mía antes de que mi mente se inunde de imágenes que poco a poco se van volviendo nítidas, formando una historia con una claridad abrumadora.

Veo lo que él vio en ese momento, siento lo que él fue capaz de soportar.

Estoy en aquella sala oscura, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies y el hedor a humedad que impregna el aire. Una figura se yergue ante mí, y un estremecimiento recorre mi espina dorsal al reconocerlo. Es el encargado de buscar información en la orden, alguien a quien he visto antes en reuniones secretas, siempre en las sombras, siempre observando. Su tatuaje de una rosa negra en el cuello ahora parece un emblema de su crueldad. Ahora entiendo como era que lograba sacarle la información a los portadores que capturábamos.

-Dime dónde están los otros fugitivos -insiste, su voz un gruñido bajo y amenazante.

Siento que mis labios se curvan en una sonrisa desafiante, la burla en mis palabras es casi tangible.

-¿Y perderme la diversión de este encantador encuentro contigo? Ni en un millón de años.

El golpe que me propina es brutal. El sabor metálico de la sangre llena mi boca, pero me niego a ceder. Escupo al suelo, una mancha carmesí que destaca en el gris sucio del piso, y sonrío de nuevo.

-Mi abuelita de ochenta años pega más fuerte que tú.

La furia chisporrotea en sus ojos mientras saca una navaja. La hoja reluce amenazante, reflejando la luz tenue de la habitación.

-Veremos si tienes ganas de hablar después de que acabe con tus cuerdas vocales -dice con burla, su voz gotea veneno-. Una vez leí que es difícil no matar a alguien al cortarlas, hay que tener cuidado de no rebanarles la garganta... pero vamos a intentarlo a ver si lo logro.

El miedo se enrosca en mi estómago mientras la navaja se acerca peligrosamente a mi cuello. La adrenalina bombea en mis venas, agudizando mis sentidos. Puedo sentir el frío metal a milímetros de mi piel, y cada latido de mi corazón resuena con fuerza en mis oídos.

Entonces, un sonido inesperado. La puerta se abre de golpe, y alguien de la orden entra apresuradamente, con la urgencia pintada en su rostro.

-Tenemos problemas -anuncia, su voz crispada con apremio.

El torturador se detiene, molesto por la interrupción, pero no antes de lanzar una última amenaza.

-Parece que la diversión se acabó -murmura, y de repente, me golpea varias veces en la garganta, cada impacto un golpe de dolor que reverbera por todo mi cuerpo. Sus manos hábiles colocan una soga alrededor de mi cuello. La soga es áspera y me corta la piel mientras me levanta, el aire desaparece de mis pulmones y la asfixia se convierte en una sombra que se cierne sobre mí. La desesperación me embarga, cada segundo que pasa siento la vida escaparse, como arena entre los dedos.

Cuando estoy a punto de sucumbir, la puerta se abre de nuevo y alguien entra. Soy yo. Me veo con un cuchillo en la mano, y con un movimiento rápido corto la cuerda que me sostiene. Caigo al suelo, tosiendo y respirando con dificultad, el aire vuelve a mis pulmones como un torrente de vida.

-Ahora tu vida depende de ti -dice mi voz antes de salir de nuevo.

La visión se desvanece, y vuelvo a estar frente a Dante. Sus labios separados de los míos, pero la intensidad de lo vivido aún arde en mi mente. Nos miramos por un momento que parece eterno.

-¿Ahora entiendes? -pregunta.

-No recuerdo nada de eso. ¿Cuándo...?

-Creo que fue cuando huías con ella -responde, dirigiendo su mirada a mi amiga, quien nos la devuelve confundida -. Cuando me recupere te busqué. Fue realmente difícil. Lograron esconderse muy bien por dos años.

-Sin embargo, me encontraste.

-Lo hice y no te he perdido de vista desde entonces. Te debo mi vida Zephyra, jamás podría traicionarte ni poner la tuya en peligro.

-Me salvaste hace unos días, creo que estamos a mano -susurro, evitando que Selene pueda oír. Él sonríe y se encoge de hombros ante mi comentario, como si le diera igual. Suelto un suspiro, antes de volver a hablar -Bien, pero... ¿Tenías que besarme para mostrarme?

-Eso solo fue un premio añadido

-¿Saben qué? Me cansé -dice Selene de pronto, parándose de la cama y caminando hacia nosotros.

Lleva su mano al cuello de Dante y en cuestión de segundos algo cambia en el aire.

Miro su brazo y veo como poco a poco las venas bajo su piel se iluminan, su colgante de jade en forma de hoja resplandece, como si estuviera latiendo. Sus ojos azules poco a poco van perdiendo el color y quedan blancos como la nieve.

Doy un paso atrás, atenta a la escena. Antes había visto a Selene usar su don; sin embargo, no había sido nada como esto.

Mis ojos van a dónde su mano toca el cuello de Dante y observo como el lugar está igual de resplandeciente que sus venas, como si la energía estuviera fluyendo hasta él.

Poco a poco el resplandor va opacándose, hasta que desaparece por completo. Selene da un paso atrás y se tambalea. No obstante, Liam está ahí en cuestión de segundo, sujetándola y llevándola hacia la cama, donde la acuesta. Él también se sienta y pone la cabeza de mi amiga sobre su muslo derecho.

-Listo, ahora no nos dejarán fuera -dice Selene, cerrando los ojos como si estuviera agotada

-¿Qué hiciste? -pregunto sin poderlo evitar.

-Solo le devolví la voz -responde ella, abriendo solo un ojo, su expresión cansada, pero satisfecha.

Volteo a ver a Dante, quien se lleva la mano al lugar en donde Selene lo tocó, donde ya no hay cicatrices. La conmoción en su rostro es tal que veo una lágrima deslizarse por su mejilla.

-¿Estás llorando? -se burla Liam.

-No, solo se me metió algo en el ojo -responde él, hinchando el pecho -Soy un hombre y los hombres no lloran.

-Liam lloró al ver como moría Jack -comenta Selene sin abrir los ojos.

-¿Quién es Jack? -indaga Dante a lo que la rata responde con un ladrido.

-El de Titanic -añado intentando contener una risita.

-Yo no lloré.

-No cariño, solo te salió agua salada de los ojos -El tono condescendiente de la voz de mi amiga no se me pasa por alto, lo que me hace soltar una carcajada llamando la atención de todos en la habitación, como si oír mi risa fuera lo más extraño que les hubiera pasado.

El dolor en la herida me hace detenerme y hacer una mueca, algo que no pasa desapercibido por Selene.

-¿Qué te pasó?

-Nada -respondo demasiado rápido.

Ella estrecha sus ojos, sabiendo que miento; sin embargo, Liam habla llamando la atención de todos y librándome de que ella descubra que estoy herida.

-Bueno, ¿Ya podemos pasar al tema realmente importante? ¿Nos vas a contar, ya que pasa?

-Bien -digo, caminando hacia el otro extremo de la habitación y dejándome caer en la cama. -Me infiltré en el templo.

-¿Qué hiciste qué?

-Era necesario, la única manera de saber cómo abrir el libro y descubrir como encontrar el medallón.

-¿Te refieres al medallón de obsidiana? -pregunta Dante.

-¿Qué sabes de él? -indago.

-Solo lo que me contó mi padre hace tiempo. Se dice que posee un trozo de oscuridad dentro de la piedra y que puede corromper hasta al alma más pura.

-¿Conoces con exactitud sus poderes? -indaga Liam.

-No, pero sean los que sean no pueden ser buenos.

-Por eso es que necesitamos seguir con lo que habíamos pensado antes -menciono capturando la atención de los tres -. Tenemos que encontrar el medallón y destruirlo antes de que Carver pueda llegar a él.

-¿Pero cómo? Ya nos dimos cuenta de que el libro de la vida no nos sirve si no podemos abrirlo -dice Selene, llevándose la mano al rostro.

-Con esto -digo, sacando de la mochila que estaba sobre la cama, el pergamino antiguo que me dio el anciano en el templo.

-¿Qué es...?

Les hago un resumen de lo que pasó en el templo. Evitando la parte en la que me hirieron y tuve que saltar del tejado al muro y en la que casi caigo al suelo y muero. No es necesario que se preocupen innecesariamente.

Cuando termino, Selene, Liam y Dante están sentados a mí alrededor en mi cama.

El pergamino descansaba entre nosotros, sus bordes amarillentos y frágiles, como si un simple suspiro pudiera reducirlo a polvo. Con manos temblorosas, lo desdoblé lentamente, asegurándome de no ejercer demasiada presión.

Las palabras antiguas estaban escritas con una tinta que parecía haber absorbido la oscuridad misma. Selene, Liam y Dante se inclinaron hacia adelante, sus rostros reflejando tanto curiosidad como aprensión. Comencé a leer en voz baja, como si alzar la voz pudiera despertar a los fantasmas del pasado.

-El medallón de obsidiana, forjado en la penumbra de un eclipse, contiene el aliento de la oscuridad misma -recité, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda -. Quien lo posea será tentado por su negrura, su voluntad despojada, su alma corrompida. Sin embargo, su poder es grande; puede desafiar al destino, devolver la chispa de la vida a los caídos y sanar las heridas más profundas. Pero recordad, quienes regresan no son nunca los mismos, pues la muerte les deja una marca que no puede borrarse.

Hice una pausa para mirar a mis amigos. Sus rostros estaban pálidos, pero sus ojos brillaban con una mezcla de temor y fascinación. Continué, consciente del peso de cada palabra.

»Para hallar el medallón, buscad en la tierra donde el ladrón descansa, quien en vida lo robó y en muerte lo escondió. En el lugar donde la luna no se atreve a brillar, bajo la sombra del roble que nunca duerme, allí yace su tumba.

El silencio se apoderó de la habitación mientras procesábamos las palabras del pergamino. Nuestras miradas seguían fijas en el manuscrito, temerosos de romper el hechizo que parecía envolvernos. Selene fue la primera en hablar, su voz apenas un susurro.

-Entonces, el medallón está en la tumba del ladrón... pero, ¿A qué se refiere a ese roble que nunca duerme? -preguntó, sus cejas fruncidas en concentración.

-No lo sé. Tal vez habla de un árbol muy antiguo.

-Un lugar donde la luna no brilla. Tal vez una caverna o un bosque tan denso que la luz no puede penetrar -reflexiona Dante.

Liam asintió, su mente ya calculando las posibilidades.

-Podría ser un antiguo cementerio, uno olvidado por el tiempo, donde los árboles han crecido tanto que han cubierto todo con su manto.

Sabíamos que nuestra búsqueda no sería fácil, pero no podíamos permitir que Carver llegara antes que nosotros.

La habitación permanecía en un tenso silencio mientras continuaba deslizándome por las líneas del pergamino, consciente de que cada palabra podía contener secretos aún más oscuros. Al llegar al final, mis ojos se detuvieron en un pasaje que parecía haber sido escrito con una urgencia frenética, como si el escriba hubiera querido asegurarse de que nadie pasara por alto esta advertencia.

-Pero tened cuidado, pues el medallón no solo trae poder al portador, sino que también busca devorar la luz misma -leí, mi voz temblando ligeramente ante la gravedad de las palabras -. La oscuridad que se le concedió no es más que una fracción de su verdadero ser, y si el medallón se alimenta de suficiente poder, podría liberar la sombra en su totalidad, devorando todo a su paso. El equilibrio del mundo entero pendería de un hilo, sumiendo a la humanidad en un abismo sin retorno.

Sentí que el aire se volvía más denso a nuestro alrededor, como si el pergamino hubiera invocado una presencia invisible que observaba con ojos hambrientos.

-¿Dónde empezamos a buscar? -pregunta Selene, frotando sus brazos, de repente el aire se había vuelto helado.

-Donde todo comenzó.

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