Capítulo 7: Incertidumbre.
La sensación que siento cuando me mira, es la misma que tuve aquella vez en el club. Algo que había olvidado por completo.
¿Cómo fue que pude olvidarlo?
La respuesta no debería de ser tan sencilla, pero lo era. Tenía demasiados problemas a cuestas. Después del encuentro con Liam, todo lo demás dejó de importar.
Es justo el recuerdo de Liam lo que me hace luchar para apartar al extraño hombre de encima de mí.
—Suéltame —digo entre dientes.
—Solo si voy contigo
—¿Por qué demonios quieres ir conmigo? Ni siquiera me conoces, joder ni siquiera sé tu nombre.
—Me llamo Dante Noxem, puedes llamarme Dante.
—¿Dante Noxem? ¿No podrías tener un nombre más oscuro? Quítate de encima —exijo moviendo las manos o al menos intentándolo.
—No se lo pregunté a mi madre, la mataron antes de que tuviera la ocasión.
Lo miro fijamente, tratando de descifrar si lo que dijo es cierto o no. La expresión de su rostro no cambia, solo mantiene sus ojos ámbar fijos en los míos.
—Y si no te quitas de encima de mi quizás corras con la misma suerte —digo, forsajeando para que me suelte.
—Yo ya te dije mis condiciones. Depende de ti entonces si te suelto o no, Zephyra.
—¿Cómo demonios sabes mi nombre? —pregunto, pero él solo arquea una de sus cejas —¿Eras tu cierto? En aquella fiesta satánica y luego en el bar. —Él no responde por lo que tomo su silencio como una afirmación —¿Sabes que el acoso es ilegal?
—El asesinato también y no te veo presa.
Esta vez soy yo quien enarca las cejas, a lo que él niega con la cabeza. Para luego sentir su voz una vez más en mi mente.
»Podemos continuar con este juego todo el día, tengo tiempo, pero tú no ¿Cierto? Mientras más tiempo pierdas es más el que gana la orden en poder encontrar a tu amiga.
Me quedo callada por un momento, sopesando sus palabras. Es un descarado, seguro, pero no puedo negar que tiene razón. Mientras más tiempo pierdo discutiendo con él, menos tengo para sacar a Selene de nuestro edificio y esconderla en algún otro lugar. Y aunque me cueste admitirlo, hay algo en su presencia que me dice que podría ser útil. No sé si es su seguridad irritante o el hecho de que parece saber mucho más de lo que yo quisiera.
—¿Cómo sabes…? —empiezo a preguntar, pero me detengo. Da igual. No tengo tiempo para esto.
Miro a mi alrededor, barajando mis opciones. Podría intentar golpearlo con mis piernas, liberarme y perderlo, pero estoy herida, por lo que no sería muy rápida. Además, si realmente estaba en aquella fiesta y en el bar, puede que sepa incluso donde vivimos por lo que no le sería difícil encontrarme. Aprieto los dientes, odiando tener que ceder.
Sin embargo, hay un viejo dicho que dice que hay que tener cerca a los amigos, pero a los enemigos aún más y no estoy segura si Dante Noxem es amigo y enemigo.
—Está bien, Noxem. Puedes venir, pero no te interpongas en mi camino —digo finalmente, con un tono que deja claro que no estoy de humor para más tonterías.
Él sonríe, como si hubiera ganado algún tipo de juego, y se levanta. Me tiende la mano para ayudarme, pero lo último que quiero es darle esa satisfacción. Rechazo su mano con un gesto de terquedad y me levanto sola, sintiendo un pequeño orgullo al hacerlo. Su sonrisa se ensancha aún más, como si mi obstinación lo divirtiera.
—Perfecto te sigo.
—¿Qué tienes? ¿Complejo de perro?
—Quizás, pero prometo no morder… a menos que me lo pidas. —Añade, guiñándome uno de sus ojos en un gesto coqueto.
—Cierra la boca y muévete —respondo intentando ocultar una sonrisa, empezando a caminar sin mirar atrás.
Lo escucho reír suavemente mientras me sigue, y me pregunto una vez más si tomé la mejor decisión, puesto que ya me estoy arrepintiendo. Pero no importa, tengo una misión que cumplir, y Dante Noxem, con su nombre oscuro y su sonrisa arrogante, no me detendrá.
Recojo una vez más mi mochila del suelo, dónde terminó cuando Dante me derribó, mientras él se pone una camisa, sus zapatos, toma sus cosas, y sale de la habitación tras de mí.
—Dejé mi moto en…—Mi explicación se corta en el momento en el que veo el vehículo negro —¿Cómo?… ¿Sabes qué? Mejor no me digas nada.
Camino hacia la motocicleta, tomo el casco y cuando me voy a montar él me detiene.
—Conduzco yo, tú estás herida.
—No.
—No fue una pregunta.
Me quedo mirándolo fijamente, considerando mis opciones. La verdad es que mi costado sigue doliendo y mi visión aún está un poco borrosa, pero no quiero ceder el control tan fácilmente. Sin embargo, Dante parece tener una determinación de hierro y, por más que me moleste admitirlo, probablemente sea más seguro para ambos si él conduce.
—Está bien —cedo, lanzándole el casco con un gesto brusco—. Pero si haces alguna idiotez, te juro que salto de la moto.
Dante atrapa el casco con facilidad y se lo coloca. Su expresión se suaviza un poco, como si entendiera la lucha interna que estoy teniendo al ceder el control de la situación. Lo cual es ridículo.
—Tranquila, Zephyra. Llegaremos a salvo —dice mientras se sube a la moto con una confianza que empieza a irritarme.
Resoplo, subo detrás de él, me aferro bien con los muslos mientras me sujeto del manillar detrás de mi espalda. La posición es incómoda, además de que me lastima la herida; no obstante la ignoro.
—Zephyra —La advertencia en el tono de su voz no pasa desapercibida.
—¡Qué! —La palabra sale más brusco de lo que pretendía, pero si me preguntarán si me importa, la respuesta sería no.
—Las manos en mi cintura.
—Estoy bien así, gracias.
—Bien tú lo pediste —dice, y de repente acelera la motocicleta.
La moto ruge bajo nosotros y siento cómo el viento golpea mi rostro con una fuerza inesperada. Mi corazón salta al compás de la aceleración, y mis manos se aferran instintivamente al manillar detrás de mí, pero el agarre no es suficiente.
La presión del viento hace que mi cuerpo se incline hacia atrás peligrosamente, y mi herida arde con un dolor punzante que me recuerda lo vulnerable que soy en esta posición. El paisaje a nuestro alrededor se vuelve borroso, mezclándose en un caos de colores mientras la velocidad aumenta.
El instinto de supervivencia se enciende como una alarma en mi mente, y sin pensarlo dos veces, mis manos se sueltan del manillar y se aferran a su cintura. Mi cuerpo se pega al suyo, buscando estabilidad y seguridad en medio del caos.
Él suelta una risa que apenas puedo escuchar por encima del rugido del motor y el viento que nos envuelve. Es una risa que lleva consigo un toque de triunfo, como si hubiera sabido desde el principio que terminaría cediendo.
—Sabía que cambiarías de opinión —Su voz en mi mente está cargada de una mezcla de burla y satisfacción.
No respondo, más concentrada en estabilizar mi respiración y en ignorar el dolor que ahora pulsa con fuerza en mi costado. A pesar de todo, hay una parte de mí que no puede evitar sentirse viva, como si este impulso desenfrenado y peligroso fuera exactamente lo que necesitaba en este momento.
—¡Cállate! —grito al fin, por encima del viento y lo siento temblar lo que solo significa que el muy idiota se está riendo.
Mientras avanzamos a toda velocidad por las calles de la ciudad, me concentro en el camino. El tráfico es denso, pero Dante maniobra con destreza, zigzagueando entre los coches como si hubiera nacido para hacerlo. En otro momento, habría disfrutado del viaje, pero ahora mi mente está centrada en Selene y en lo que podría estar ocurriendo si no llego a tiempo.
Mientras Dante conduce, noto que se desvía del camino y se detiene frente a una pequeña tienda de artículos de motociclismo y se baja. Me bajo de la moto, desconcertada y un poco irritada por la interrupción.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunto con impaciencia.
—Necesitas un casco —responde con calma, dirigiéndose hacia la tienda sin esperar mi respuesta.
Lo sigo, sintiéndome descolocada por su repentino gesto de consideración. Mientras él escoge un casco para mí, miro a mi alrededor, alerta por si veo a alguien de la Orden. Ellos se camuflan entre las personas normales, y no puedo permitirme bajar la guardia ni un segundo.
Dante regresa con un casco negro y me lo tiende. Lo acepto con un gesto brusco, aun intentando procesar el hecho de que se haya tomado la molestia de comprármelo. Cuando salimos de la tienda, no puedo evitar preguntar:
—¿Por qué te preocupas tanto?
Él se encoge de hombros, como si fuera lo más natural del mundo.
—Sería una pena que perdieras la cabeza… literalmente.
Vuelvo a subir a la moto, intentando no leer demasiado en sus palabras, y mientras retomamos nuestro camino, no puedo evitar mirar a mi alrededor, buscando cualquier señal de la Orden. La sensación de ser observada nunca me abandona.
—No te preocupes —dice Dante de repente, como si hubiera leído mis pensamientos lo que es muy probable —. Para constancia de la Orden, tú moriste aquella noche.
Me quedo helada, procesando sus palabras. ¿Morí? ¿Aquella noche? Miro a Dante con una mezcla de incredulidad y sospecha.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —pregunto con voz tensa.
Dante desvía la mirada, y eso solo hace que mi suspicacia aumente. Insisto, fijando mi mirada en él.
—Dante, ¿cuánto tiempo?
Él suspira y finalmente responde:
—Tres días.
La noticia me impacta más de lo que esperaba. Tres días perdidos, sin saber qué ha pasado con Selene o si Carver ha hecho algún movimiento. Me siento frustrada y molesta, pero sé que no puedo permitirme perder más tiempo.
—Maldición —murmuro, apretando los dientes. Pero rápidamente me recompongo, recordando que lo más importante ahora es mi amiga.
Dante me observa en silencio, aparentemente consciente de mi lucha interna. Finalmente, rompo el silencio.
—Está bien, sigamos.
Con un asentimiento, Dante arranca la moto nuevamente, y nos dirigimos hacia mi edificio, cada segundo contando en nuestra contra. Mientras avanzamos, me preparo mentalmente para lo que pueda encontrar y para la posibilidad de que Carver ya haya hecho su jugada.
Después de horas conduciendo, el sol comienza a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. La ciudad se vuelve un poco más silenciosa mientras Dante y yo nos acercamos a mi edificio. La ansiedad crece en mi interior, y el tiempo parece estirarse y comprimirse al mismo tiempo. Finalmente, llegamos y aparcamos la moto en un callejón discreto.
—Ahora, ¿cuál es el plan? —pregunta, su tono más serio que antes.
—Primero, necesito asegurarme de que Selene está bien. Luego, veremos cómo sacarla de aquí sin que nadie nos vea —respondo, dirigiéndome hacia la puerta trasera del edificio.
Dante asiente, siguiéndome de cerca, y siento una extraña y molesta sensación de alivio al tener a alguien más conmigo en esto. Aunque todavía no sé si puedo confiar en él, por el momento, parece que estamos en el mismo equipo.
Me apresuro hacia la entrada, con Dante pisándome los talones. El edificio está en silencio, y cada paso que damos resuena en el pasillo vacío. Mi corazón late con fuerza mientras nos acercamos a mi departamento. Al abrir la puerta, lo que encuentro dentro me deja momentáneamente sin palabras.
Selene está sentada en el sofá, acurrucada en el regazo de Liam, quien la abraza con una ternura que me descoloca. Me quedo en el umbral, intentando procesar la escena. Solo he estado fuera cuatro días, y ya parecen tener una relación cercana que no esperaba.
—¡Zephyra! —grita Selene al verme, su voz llena de emoción y alivio.
Antes de que pueda reaccionar, se lanza hacia mí y me envuelve en un abrazo apretado. Siento su cuerpo temblar ligeramente, y cuando me aparto un poco para mirarla, veo lágrimas en su rostro.
—Estás viva —susurra con voz entrecortada, sus ojos reflejando una mezcla de alegría y alivio.
—Claro que estoy viva —respondo.
Liam se levanta del sofá y se acerca, mirándome con una expresión de alivio que iguala la de Selene.
—Gracias a Dios estás viva, Zephyra. No sabes cuánto nos preocupamos —dice, su voz llena de sinceridad.
Asiento un poco incómoda por tanta atención. La cercanía que parece haber desarrollado con Selene me desconciertan, pero no tengo tiempo para cuestionar su relación ahora. Lo más importante es que Selene está a salvo, al menos por el momento.
Mi amiga se aparta un poco de mí, mirándome de pies a cabeza, asegurándose de que estoy bien, para luego fijar su mirada en el hombre detrás de mí, confundida.
Liam también lo ve y la forma en que se para junto a Selene, pasando su mano de manera posesiva por su cintura y acercándola a él vuelve a desconcentrarme.
¿Qué demonios pasó en esos cuatro días que estuve fuera?
—Él es Dante. Me ha ayudado a llegar aquí —explico, sin entrar en detalles.
Selene le dedica una pequeña sonrisa, aún pegada a Liam, mientras este le asiente en señal de reconocimiento. La extraña calma y el alivio del momento son solo temporales, lo sé, pero por ahora, estoy agradecida por ello. Sin embargo, tengo muchas preguntas, y el tiempo sigue siendo un enemigo que no podemos ignorar.
—Recojan sus cosas. Nos vamos —apremio mirando al Chihuahua que viene a saludar.
Hola hola pitufines, espero les haya gustado el capítulo.
Díganme¿Encontraron las conexiones con Almas Cautivas? Y no hablo solo de la mansión 😉
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