𝚂𝚎𝚗𝚝𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘𝚜 𝚒𝚗𝚌𝚘𝚖𝚙𝚛𝚎𝚗𝚍𝚒𝚍𝚘𝚜
El silencio que los rodeaba no era incomodo, pero tampoco era grato. Katsuki iba pensando en todo lo que había escuchado momentos atrás.
Miró de reojo el perfil del Guardián, se veía tranquilo y sereno. Las dudas carcomían su interior al querer saber el por qué hizo aquel acto de solidaridad.
—¿Puedo hacerle una pregunta? —no fue agresivo ni exigente, fue curioso y amable.
—Mm —tarareó de manera elegante.
—¿Con qué propósito hiciste ese invernadero?
El Guardián no esperaba aquella pregunta, si debía ser sincero, tenía la idea de que preguntaría sobre el Gran All Might o cuanto le faltaba para terminar con lo que sea que estuvieran haciendo.
Con una sonrisa cálida, respondió.
—Cuando recién llegaron las primera víctimas nadie le dio importancia. Todos lo tomaron normal y siguieran viviendo su última vida. Cuando ascendí como el Guardián, me di cuenta de que las víctimas que llegaban entraban en pánico al estar rodeadas de muchos habitantes, sobre todo si estos eran hombres. El Desintegrador, a pesar de que no era su trabajo, se tomaba libertades y las asilaba de todo y todos, para que no ocasionaran problemas.
La espalda de Katsuki se crispó al escuchar aquel nombre, sobre todo por el tono que utilizó el Guardián al hablar de él.
Tenía la leve impresión de que no se llevaban bien.
—Entonces fue que tomé la decisión de crear un lugar en donde se pudieran sentir seguras. Le comenté mi idea a All Might y estuvo de acuerdo. Durante el proceso fue que tuve muchos problemas con el Desintegrador, por el simple hecho de hacerles un espacio.
—¿Hace cuanto paso eso?
—Varios siglos atrás. Desde entonces cada quien se enfoca en su trabajo y rol, y en cada reunión con las deidades siempre busca cualquier cosa para causarme molestias.
—¿Hay otras deidades aparte del Gran All Might?
A el Guardián le causó un sentimiento de felicidad el escuchar como ahora se dirigía a All Might, con el respeto que merecía.
—Una que otra, una se encarga de vigilar el cuarto donde permanecen las almas de todo ser vivo, otra cuida a los habitantes que les queda poco tiempo aquí y así sucesivamente.
El Guardián avanzó unos pasos más, dejando un poco atrás al cenizo. Alzó su mirada para ver el cielo decorado con hermosos patrones de colores que simulaban un atardecer.
Sonrió para sí mismo y volteó a ver al cenizo.
—Al final no importa lo que digan, mientras esté en mis manos, ayudaré a quien sea con tal de que puedan sentirse como en casa.
La sonrisa que se asomó en el rostro de el Guardián había sido tan atrayente, Katsuki estaría mintiendo si decía que no era la primera sonrisa que le había gustado admirar.
Ni siquiera con Camie se atrevió a pensarlo.
Un pulso en su interior salió a relucir, Katsuki creía que ese vendría siendo su corazón, pero... ¿Por qué, por qué latía de esa manera?
Jamás, en toda su vida, su corazón había reaccionado de esa manera; ante nadie.
Pero, la imagen que tenía de el Guardián en esos momentos, era encantadora.
—Muy bien, hora de irnos —mencionó dándose la vuelta y avanzó.
El cenizo no refutó y lo siguó a paso lento. La percepción que ahora tenía de El Guardián había cambiado por completo, ya que para él, aquel acto era uno de los más bondadosos que había presenciado en lo que "llevó" de vida.
Su vista permanecía en la espalda del de cabellos verdes, la manera en la que el viento alzaba su capa era algo elegante. Todo en él gritaba elegante.
Caminaron por una de las tantas colinas que decoraban aquel lugar, Katsuki una vez más admiraba las viviendas que pertenecían al famoso mundo de los muertos.
Al estar tan concentrado en ello, no se percató cuando el Guardián se detuvo y chocó contra su cuerpo. Estuvo a punto de decirle algo, pero el Guardián solamente se le quedó viendo con una sonrisa.
La verguenza lo invadió al momento y desvió la mirada.
—Hemos llegado.
Al escuchar eso devolvió su mirada hacia el Guardián y detrás de él, observó una casa en un árbol. Desde su posición podía ver que estaba hecha de madera, para llegar a ella habían unas escaleras echas de madera con un barandal adicional para tener soporte al momento de usarlas.
No lo negaría, se veía bonita.
Sobre todo con la iluminación que había alrededor de ella, le daba un toque hogareño.
Lo que no entendía era que hacían ahí, cuál era el motivo.
Y al parecer su rostro fue muy expresivo en cuestión de sus pensamientos, porque el Guardián no tardó mucho en revelar la razón por la que estaban a los pies de aquella bonita casa.
—Vivirás aquí de forma temporal hasta que tome una decisión. Estarás aquí hasta que vuelva, aprovecha para descansar porque mañana tenemos muchas cosas que hacer.
—¿Solamente yo? ¿A dónde irás?
El Guardián no le dio importancia al ligero cambio en aquella pregunta, pero tampoco lo ignoró.
—Tengo otros asuntos que resolver, no tardaré —se dio la vuelta, pero se detuvo antes de irse —. No te metas en problemas.
Y sin más, se fue.
La brisa del viento elevó los petalos de algunas flores que estaban cerca de aquel árbol. Y como si tuvieran vida propia se acercaron al rostro y lo acariciaron.
El cenizo sintió aquella caricia y se quedó aún más confundido.
Hasta que aquella brisa desapareció en un santiamén. Una sombra se alzó detrás de él y rápido se volteó, reconociendo a la figura que estaba ahí con él.
—Me sorprende hasta donde has llegado, te felicito —el tono de su voz reflejaba burla.
Se colocó en posición de defensa manteniendose alejado de aquel sujeto, si al principio había creído en cada una de sus palabras, ahora cada una de aquellas palabras ya no tenían validez alguna.
—Oh vamos, ¿no me digas que ya te convenciste de que es una buena persona?
—Eso no te incumbe.
—Ja, entonces es así. No deberías caer tan fácil en su juego, al final te va a traicionar y no te va a dar lo que quieres. Hazme caso y sigue actuando como si realmente te importara cambiar.
—En este punto, quien menos debe hablar eres tú.
—Sé de lo que hablo, cuando llegue el momento te darás cuenta que no es quien dice ser.
El cenizo en ese momento, podía decir con certeza que tanto el Guardián como el Desintegrador tenían problemas demasiado personales, y no iba a mentir, realmente le intrigaba saber el por qué. Sin embargo, sabía que no era algo que le correspondía saber.
La manera en la que trataba de desprestigiar a El Guardián no le agradaba para nada, y como si fuera algo que necesitara hacer, no dudo en hablar.
—Deja de decir mierdas sobre él sin siquiera conocerlo bien.
—¿Y tú si? —preguntó retador.
Ante ello no supo que responder, pero no tardó mucho en externar su respuesta.
—Lo suficiente para asegurar que lo que dices sobre él es pura mierda.
El Desintegrador solamente sonrió divertido, no era una sonrisa de esa diversión que te alegraba y te daba felicidad por lo que veías.
Era de esas sonrisas que mostraban el deleite de saber que la otra persona sufriría en el futuro, de una victoria con sabor agrio.
—Nos estaremos viendo muy pronto.
Como las cenizas, se desvaneció.
Katsuki frunció el ceño al ver eso, se regañó a sí mismo. No debió de haberlo escuchado desde el principio. Sentía que debía hablarlo con El Guardián y explicarle lo que estaba pasando.
Pero por alguna razón, tenía miedo de como reaccionaría. Y no por perder la oportunidad de ver al Gran All Might y perder su boleto para volver a la vida.
Si no que, temía decepcionarlo. Nunca tuvo ese temor, ni siquiera cuando hizo sus guardias en el hospital tuvo miedo de decepcionar a los doctores.
Pero con El Guardián si tenía ese temor.
Y lo que más le aterraba es que no tenía ni la más remota idea del por qué.
Decidió no pensar más en ello y se apresuró a subir a aquella casita en el árbol, con suerte y pensaría como salirse de aquel embrollo en el que él solito se había metido.
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