𝚁𝚎𝚜𝚙𝚘𝚗𝚜𝚊𝚋𝚒𝚕𝚒𝚍𝚊𝚍

¿Recuerdan que dijo que podía con cualquier cosa? Pues olvidenlo.

Lidiar con mugrillas no era su fuerte.

Muy apenas en el hospital soportaba a los niños que llegaban al área infantil y de pediatría.

Estas criaturas a pesar de no ser niños, se comportaban como ellos, al menos la mayoría.

Se le subían a los hombros, a la cabeza, Katsuki quería alejarlos con sus manos, pero el Guardián lo estaba viendo, sentía aquellos iris seguirlo en cada movimiento que hacía, y eso lo ponía nervioso.

Maldición, no podía concentrarse sin sentir que la podía cagar en cualquier momento.

Era tal y como había dicho El Desintegrador, si quería conseguir lo que quería, debía hacerle ver al Guardián que podía pasar las pruebas que le pusiera sin ningún problema.

Ahora mismo no sabía que estaba haciendo, solo sabía que era la primera prueba para poder tener su oportunidad de ver al tal All Might.

Sin embargo no tenía idea sobre en que consistía esa prueba, solamente habían llegado y el Guardián se había sentado en una especie de roca y algunas de esas criaturas se habían acercado a él. 

Mientras que a él le había indicado que se quedara en su sitio, y aquellas mugrillas no tardaron en subírsele.

Al lidiar con ellas se percató de que el Guardián acariciaba a algunas que estaban con él, y se mostraban tan pacíficas. Como si confiaran en él.

Cuidarás por tu cuenta a las crías de los alebrijes, debes jugar con ellos y estar al pendiente de que no les pase nada hasta que se asome el sol, que es cuando regresan con sus padres. Como podrás ver, algunos tienen alas por lo que intentaran usarlas para volar. Debes cerciorarte de que no les pase nada, ¿he sido claro?

—Pero-

¿He sido claro? —preguntó con más firmeza.

Katsuki asintió sin nada más que refutar.

—¿En cuanto tiempo tardara en asomarse el sol? —se atrevió a preguntar.

En cuanto yo dictamine que es hora.

Aguantó las ganas de maldecirlo, dejó salir un resoplido y enfocó su vista en las mugrillas. De reojo vio como el otro se subía en la copa de un árbol y se recargaba en una de las ramas.

Así que lo dejaría solo, bien, eso tenía que ser pan comido.

¿Ya había dicho que se comportaban como niños chiquitos? Bueno lo volvía a repetir porque realmente, eso parecían.

Tenían demasiada energía, tenía que ir detrás de uno que otro que se quería separar del grupo. Otros lo seguían como si fuera la mamá gansa.

Obvio que no le gustaba eso, lo hacía sentir como un tonto.

Ni los niños del hospital hacían eso, huían de él al verlo entrar al área precisamente por su carácter.

Y creía que tendría el mismo efecto en ellos, pero se dio cuenta que no. En vez de huir de él, no se despegaban. Parecían garrapatas o crías de patos, lo que fuera, pero no se alejaban de él.

Todo eso mientras era observado desde la punta del árbol por el Guardián, el cual entrecerró sus cuencas, curioso de la imagen que estaba observando.

Kota apareció a su lado, el cual también observaba la interacción del cenizo con las crías de alebrije.

—Guardián, perdone mi insolencia, pero... ¿Por qué accedió a darle la oportunidad después de ver su comportamiento?

Hay algo en él.

Eso no le decía mucho a Kota, el Guardián era muy sabio así que suponía que sus razones debía de tener para haberle dado la oportunidad al cenizo de realizar las pruebas.

Pero él no estaba de acuerdo, no con la actitud tan irrespetuosa que tenía el cenizo. Sin embargo, no podía ir en contra de los ideales del Guardián.

En algo tienes razón, su actitud deja mucho que desear. Sin embargo comprendo su sentir.

Kota lo volteó a ver extrañado.

A nadie le satisface saber que ha muerto, si tuviste una vida desdichada, tal vez hasta te puedes alegrar. Si estás consciente de tu muerte ni te sorprenderás —sus iris se ensombrecieron, Kota supo que estaba recordando tragicos eventos de su vida —. Pero él parecía confundido.

—Aún así, su actitud no me parece correcta.

No hay que juzgar sin antes conocer realmente cuáles son sus motivaciones para querer seguir viviendo.

Kota no dijo nada más y asintió ante lo dicho por el Guardián, para seguir observando al cenizo junto a las crías.

El Guardián, por alguna extraña razón, no podía apartar la mirada del cenizo. Seguía pensando en su apellido, ese apellido que cambió drásticamente su vida.

Ese apellido que le atormentaba y recordaba un millón de veces en el peor error que pudo haber cometido, y del cual se arrepentía.

Sin embargo, no tenía sentido. Habían pasado siglos desde que se convirtió en el Guardián, tal vez y solo era una mera coincidencia.

Era imposible que el cenizo tuviera alguna relación sanguínea tan cercana con aquella persona que marcó su vida.

Decidió no enfocarse en ello y simplemente siguió observando las acciones que el cenizo tenía con las crías.

Había pasado un rato y tenía que admitir que el cenizo era alguien muy responsable, estaba al pendiente de que nada le pasara a las crías. Iba detrás de ellas si se alejaban demasiado, les alzaba la voz para demostrar su autoridad al estar a cargo de ellas, sin necesidad de maltratarlas.

Una de dos, o realmente se estaba esforzando por querer volver a la vida, o de manera inconsciente el cenizo estaba dejando ver que el valor de la responsabilidad estaba muy impuesto en él.

Si era de esa manera, entonces había superado la primera prueba.

Pero antes de poder decirlo, tenía que observar más.

Para cuando Katsuki se dio cuenta, tenía a todas las crías de alebrijes dormidas alrededor de él, había terminado agotado por toda la energía que había gastado al tener que cuidarlos.

Acercó sus dedos con la intención de acariciar uno de los lomos de un alebrije con forma de gato, la esquina de su boca se alzó mostrando una pequeña sonrisa.

Una ligera brisa lo atrajo, solo para ver como el Guardián descendía de la copa del árbol. Lo observaba pacíficamente, en sus iris podía ver que había calma total.

De alguna manera podía identificar las emociones que podían transmitir esas iris que parecían esmeraldas.

La responsabilidad es lo más importante en una persona, define y demuestra lo preparado que estás para tomar las riendas de la vida con madurez y organización. Los problemas que te mostrarán, las consecuencias de tus acciones, las ventajas y desventajas de tus decisiones —hizo una pausa para continuar hablando —. Todo eso conlleva el valor de la responsabilidad.

Katsuki no estaba entendiendo del todo que quería decirle el Guardián con eso, trataba de leer entre líneas para saber si podía captar algo. Sin embargo no pudo, y prefirió esperar a que terminara de hablar.

Bakugou Katsuki has demostrado tener presente y practicar el valor de la responsabilidad, has completado la primera prueba.

Al decir eso el sol se alzó en el cielo, mostrando un bello amanecer. Amanecer que reflejo el rostro de Izuku y Katsuki quedó embelasado por lo que veía.

A pesar de que ya no tenía piel ni facciones, podía admirar la belleza que pudo haber tenido en vida. La decoración alrededor de sus cuencas y boca eran elegantes.

El viento alzaba ligeramente su capa, haciéndolo ver aún más elegante. Katsuki se quedó callado, admirandolo por quien sabe cuanto tiempo.

El Guardián al ver que el cenizo no despegaba su mirada se sintió nervioso, más al sentir como aquellos iris cual rubíes lo analizaban con profundidad.

En todo lo que llevaba como el Guardián, jamás había visto a alguien con aquellos iris.

Tan profundos y atrayentes.

Aclaró su garganta para salir de su ensoñación, alzó su bastón y abrió un pequeño portal por el cual empezaron a ingresar las crías de alebrijes, las cuales recién se levantaban de su siesta.

Katsuki las observó como de a una ingresaban en aquel portal que el Guardián había abierto con ayuda de su bastón.

Una vez que la última cría pasó el portal, el Guardián lo cerró.

—¿A dónde fueron?

Con sus padres, cada cierto tiempo se requiere cuidar de ellas cuando sus padres van de visita a la tierra de los vivos —explicó brevemente.

—¿Con qué propósito van?

El Guardián sonrío ante esa curiosidad.

A veces los vivos necesitan cierto apoyo, pueden tener un momento de vulnerabilidad e inestabilidad en el que ni ellos mismos se entienden. Los alebrijes se encargan de ir a la tierra de los vivos como animales domésticos comunes, ya sean perros o gatos, y están con ellos en aquel momento de crisis. Así sienten que realmente vale la pena seguir viviendo, es un método que se emplea para evitar que lleguen tantos trascendidos, mayormente todos por suicidio.

La seriedad con la que lo explicó de cierta manera lo hizo entender varias cosas.

Recordó como una practicante del hospital donde trabajaba mencionó haber tenido una fuerte discusión con sus padres y que salió de casa, y que se sentó en una banqueta a llorar.

Y a los segundos un perro de la calle se había acercado con lentitud hacia donde estaba ella. La chica comentó que en todo el rato que estuvo ahí, el perro nunca se apartó de su lado. Y qué incluso la había acompañado a casa.

Por muchos días trató de encontrarlo pero jamás lo hizo, temiendo que alguien pudo haberlo matado o llevarlo a la perrera.

Ahora Katsuki entendía que pudobhaber sido algún alebrije de la tierra de los muertos y que solamente había echo su trabajo.

—¿Y por qué no hacerlo más seguido? Así se evitarían más muertes.

El Guardián sonrío lastimero ante eso.

Por mucho que eso nos beneficie, no podemos alterar el curso de la vida. No siempre podemos salvar a todos.

Katsuki percibió dolor en aquella frase.

Eres alguien curioso, Bakugou Katsuki. No muchos se interesan por como funciona la tierra de los muertos ya que creen que no estarán aquí por mucho, pero tú... Eres diferente.

El cenizo se sonrojó al escuchar eso, no sabía como interpretarlo ni como tomarlo. El Guardián nuevamente abrió un portal con ayuda de su bastón, esta vez mostrando como habían un montón de casas coloridas.

Andando.

Fue lo único que dijo, y sin darse cuenta, ya estaba detrás de él, siguiéndolo y a su vez, sintiendo algo punzante en donde se suponía, estaba su corazón.

¿Qué estaba pasando?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top