PREFACIO
—Recuerda que siempre serás mi princesa cariño.
—Lo sé, papi. Tú siempre serás mi príncipe y mi ángel guardián. —Beso su mejilla. Amo a mi padre es lo mejor. A los cinco años estoy totalmente convencida de querer un hombre como él a mi lado. Es el mejor.
—¿Ángel guardián has dicho? —bromea. Para nuestro linaje los ángeles guardianes son una deidad. Algo sagrado y debemos respetarlos. —Lo eres. Siempre has cuidado de mami y de mí.
—Y siempre lo haré. —Besa mi frente y arropa mi pequeño cuerpo con mi cobija rosa de princesas—. Ahora a dormir cariño. Mañana es tu cumpleaños —y el inicio de mi entrenamiento—, y debes verte preciosa para el gran día.
—Es solo un día papi. Y solamente son seis años. —Me encojo de hombros tratando de no mostrar lo nerviosa que estoy por el día de mañana. A diferencia de los humanos, los descendientes maduramos mentalmente más rápido que ellos. Así que aunque mañana cumpla seis en realidad serán unos diez años.
—Mañana eres mi princesa de seis años. —Me hace cosquillas y grito para que se detenga. Mi madre viene a mi rescate.
—Querido, deja a Ageysha. Debe descansar. —Se acerca a mi cama y me da las buenas noches—. No olvides decir tus oraciones, cielo.
—Sí, mamá —murmuramos papá y yo a la vez haciéndola reír. Mi madre es el ser humano más hermoso y puro. Su risa es como el canto de un querubín y no exagero en ello. Ella es mi propio querubín, mi luz, mi guía. La amo con todas mis fuerzas y algún día espero ser como ella.
—Les amo, recuérdenlo siempre. Ahora tus oraciones señorita.
Hago caso a mi madre y doy gracias a Dios por el día, por la noche y por todo lo que nos ha dado. Aunque mis padres son los descendientes más fuertes y aunque yo pronto seré igual que ellos, Dios nos ha bendecido no solo con nuestra fuerza sino, con una vida maravillosa.
—Buenas noches, princesa.
—Buenas noches, cielo.
—Buenas noches Papi, mami. Los amo.
****
—¡Levántate princesa! —Las manos de papá me sacuden de mi sueño, gimo porque aún no quiero levantarme—. ¡Shh! Cariño no hagas ruido.
—¿Qué pasa, papi? —Sus manos están temblando y su voz es tensa.
—Nada cariño solo debemos irnos. —Me envuelve en la cobija de princesas y me carga hacia la puerta.
Tomamos el camino hacia la parte trasera de mi casa, donde hace tres años papá instaló los juegos infantiles mamá nos espera y me recibe.
—Quédate con mami cariño. Papá debe asegurarse de que todo en casa este bien.
—Te amo, papi. ¿Qué sucede? ¿Qué no está bien en casa?
—No te preocupes, cariño. Todo estará bien, debe ser solo algún perro callejero. —Besa mi frente nuevamente y susurra—: Te amo hija mía, como nunca, como a nadie. —Mi padre vuelve a casa y mamá emprende el camino hacia el bosque. Los brazos de mami están aferrándose a mí demasiado fuerte.
—¿Mami?
–Shhh cielo. Por favor solo guarda silencio.
—Mami me aprietas muy fuerte. —Sus manos dejan la sujeción de muerte en mí.
Diviso la sombra de algo a lo lejos, una enorme sombra, luego se hace más claro y puedo verlo es...
—¡Azael! —grito por lo emocionada que estoy de verlo. Esa gárgola es una de mis favoritas. Está asignado a mi familia desde hace años, pero de unos meses atrás no había sabido de él. Papá me dijo que estaba con los Vehuiah o los Maiores, es decir, los superiores, los descendientes más puros y antiguos.
—¿Están seguros de esto? —Ignora mi saludo y se dirige a mi madre.
—Tómala, Azael son demasiados y no podremos contenerlos por más tiempo. —Sin dudarlo, me toma en sus brazos y despliega sus alas.
—Puedo luchar con ustedes. Mi deber es protegerlos.
¿Luchar? ¿Contra quiénes? ¿Ellos están aquí?
—¿Mami qué sucede? —Podía sentir la vibración en el cuerpo de Azael, se estaba conteniendo de transformarse totalmente y salir en defensa de nosotros.
—No sucede nada... —el grito de mi padre nos hizo sobresaltar a todos.
—¡Es tiempo! ¡Están aquí! ¡Llévatela ahora! Debes salvarla. —Desenfunda su espada y deja que la luz de su alma transforme su cuerpo. Sus hermosas alas doradas salen y se voltea hacia nuestra casa, donde la vista de fuego y luces de todos los colores posibles colores.
Son ellos. Los Cecidit... los descendientes caídos, descendientes de demonios.
—¡Papá! —grito con todas mis fuerzas intentado encontrarle. Necesito ver que sale de casa. Que está a salvo, pero más gritos se escuchan, algunos son humanos, otros demasiado como para serlos, pero hay uno. Un grito que hace mi piel se erice totalmente.
El Flayers-Desolladores. Uno de los demonios más aterradores, no por su apariencia sino por su poder. Entran en tu mente, destruyen todo lo bueno, multiplican lo malo, te hacen perder tu humanidad contaminando tu alma, te quitan tu voluntad, te esclavizan, te destruyen. Son muy poderosos y vencerlos es muy difícil debido a que pueden inmovilizarte y controlar tu mente.
—¡PAPÁ! —grito con más fuerza temiendo por él. Aunque somos del linaje más fuerte, él solo no podrá destruirlo, ya que no es solo un Flayers, hay más Cecidit en nuestra casa.
—¡Llévatela! ¡Ahora!
Azael bate sus alas mientras grito a mi madre que venga conmigo y llamo a mi padre para que se ponga a salvo.
—¡Mamá ven! ¡No vayas! ¡Te matarán! ¡Papá! ¡Papi! —Lágrimas corren por mis mejillas con la idea de perderlos a ambos. Mi padre, mi príncipe, mi ángel guardián y mi madre, mi querubín, mi luz, mi ángel guía.
—Lo siento cariño —llora mientras más luz sale de su cuerpo.
—¡Briza! —Escucho el grito de mi padre llamando a mi madre—. ¡Van por ustedes!
—Promételo cariño. —Los ojos de madre están lleno de pánico y temor—. ¡Promételo!
—Mamá...
—Hazlo cielo... por favor —suplica y derrama algunas lágrimas.
—Prometo no dudar nunca de su amor , prometo no dudar de su palabra, prometo no dudar de su misericordia, prometo no dudar de su poder y... —Me aferro a los brazos de Azael cuando veo a un Cecidit y un demonio dirigirse hacia mi madre—. Prometo no dudar de su voluntad.
—Te amo, Ageysha. ¡Nunca lo olvides! —Mirando a la gárgola le ordena—. ¡Ve! —Colocando su mano con la insignia en el pecho de la gárgola anuncia—: He aquí tu designio, Azael y tú, Ageysha, he aquí a tu nuevo guardián.
—¡NO! ¡Mamá! —Mis gritos continúan hasta que en mi madre es solo una luz dorada mientras Azael me eleva en el cielo transformándose totalmente.
El viento fuerte seca las lágrimas de mis ojos antes de que rueden por mejillas, aun puedo escuchar los gritos de mi madre y los demonios... mi padre dejó de gritar hace mucho tiempo. No sé exactamente por cuánto tiempo volamos, solo sé que mis sollozos nunca se detienen... ¿cómo es que mi vida pudo cambiar tan drásticamente de la noche a la mañana?
Azael me sostiene cuando aterrizamos en la entrada de una enorme mansión, nos rodean cerca de unas siete gárgolas más que reconocen inmediatamente a Azael y abren las puertas.
—Azael, hermano. —Una gárgola de un tono más oscuro estrecha la mano de mi guardián.
Mi guardián... hasta hace unos momentos él era el guardián de mi madre.
—¿Qué ha sucedido? —Un descendiente del clan Jeliel se aproxima a nosotros trayendo una manta consigo.
—Los Yeiyael —gruñe Azael—. Han sido emboscados en su casa por los Cecidit y otros demonios.
—¿Qué? ¡Por todos los ángeles! —murmura el Ascendit.
—¿Qué está pasando aquí? —Otro descendiente o Ascendit, corre hacia nosotros. Su rostro posee esa expresión de fiereza y su presencia exhume respeto... es un Vehuiah. Uno de los más poderosos hijos de ángeles.
—Adif Vehuiah —Mi guardián saluda inclinando un poco su cabeza a quien, ahora que he escuchado su nombre, es nuestro líder—. Hemos perdido a los padres de Ageysha Yeiyael... ella es la única sobreviviente de su clan.
—¿Los Yeiyael? Pero, ¿cómo? —La mirada del hombre se suaviza cuando se posa en mí. Estoy tiritando, puede que del frio o del shock o de ambos. Mis ojos deben estar totalmente hinchados y mi cuerpo ya no es capaz de producir más lágrimas.
—Había un Flayers con ellos.
—¡Padre Eterno! —murmura el Jeliel.
—¡Por la espada de Miguel Arcángel! ¿Un Flayers? —Azael asiente y se aproxima a mi lado—. ¿Y Azkeel? ¿Dónde está el guardián de Almagor?
—No puedo creerlo —murmura el otro hombre—. ¿Qué podría ser tan importante que un Flayers estaba con ellos?
—Sus almas —susurro con una voz ronca y seca. Probablemente mi garganta esta tan lastimada después de todos mis gritos y sollozos.
—¡Por favor! Sus almas son demasiado puras, ascendieron en el momento de morir. ¿Qué, acaso no aprendiste eso niña? —Me regaña otro Ascendit que no vi llegar.
—Raveh —advierte Adif—. La pequeña ha sufrido mucho esta noche. No le agregues más angustia.
—Lo siento mi Summun.
—Ahora tú eres su guardián, Azael. Cuando la pequeña herede su insignia será puesta en ti. Por el momento llevarás la mía, pero servirás a la niña, serás su sombra y su guía. Es lo único que queda de... mi hermano.
—La protegeré con mi vida —responde Azael—. Moriré por ella.
—Bien. Ramuel, Abdaquiel, Zamael. —Tres gárgolas vienen al encuentro del supremo—. Busquen a Samayaza, vayan a casa de mi hermano, recuperen los cuerpos y... —Sus alas se despliegan enseñándonos el más hermoso color oro del mundo—. Averigüen qué sucedió con mi familia —escupe con furia.
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