CAPITULO 8

—Sari y yo fuimos adoptados por nuestro padre. Yo tenía diez y ella once. Papá y mamá nunca lograron tener sus propios hijos, así que decidieron darnos una oportunidad. Era algo bueno, puesto que por lo general las parejas prefieren niños más pequeños. Tuvimos una buena familia y cuando llegamos a la edad adulta, Sari fue a la universidad y yo le seguí, ella estudió leyes y yo licenciatura en preescolar. Ella conoció a Emmet en su penúltimo año, quedó embarazada del chico, pero este murió unos meses después en un accidente de auto. Los mellizos llegaron cuatro meses después. Entonces Sari y yo regresamos a casa después de eso, terminamos la carrera a larga distancia, los niños nacieron y todo fue bien hasta que hace dos años nuestros padre murieron de un infarto, ambos. Sari y yo nos cambiamos de cuidad debido a ello.

—¿Y tus verdaderos padres? —pregunta Adif.

—No lo sé. En los reportes se registró que mi madre biológica ingresó al hospital sin identificación y con dolores de parto, ella fue atendida y asistida. Sin embargo, cuando me llevaron para limpiarme y regresaron a la habitación... ya no se encontraba allí.

—¿Qué pasó con Sari?

—Fue algo similar. Un hombre, al parecer su padre le llevó a los seis años al hospital porque se suponía tenía una fuerte fiebre. El hombre no se encontraba en la sala de espera cuando terminaron de revisar a Sari. No quedaron registros o documentos de ninguno, ya que el hombre misterioso nunca entregó nada.

—¿Soy el único aquí que recuerda lo del año noventa y nueve? —interrumpe Ariel

—¿El noventa y nueve? —masculla confundido Adif.

—Cuando corté mi pierna y fui al hospital con mamá...

—Los niños del clan Daniel. Encontrados en el hospital sin sus padres.

—¡Exacto! Tú y mamá no los reconocieron, pero ellos a ustedes sí. Sintieron tu poder y acudieron a ambos. Dijeron que sus padres les habían ordenado acudir al hospital si no regresaban en tres días... llevaban cuatro días desaparecidos.

—Fueron encontrados muertos en Black Lage. Inri les había ordenado investigar la presencia de sombras en la zona... nunca regresaron.

—¿Por qué los hospitales? —Elijah se ve confundido.

—Por los ángeles de la muerte —respondo.

—¿Los qué?

Suspiro. Este hombre de verdad no sabe nada sobre nosotros.

—Los ángeles de la muerte son los encargados de cumplir con el designio divino, las personas que ya fueron predestinadas para morir o quienes serán instrumento divino. —Cuando veo que sigue confundido aclaro—. Los milagros. Aquellos que sanan milagrosamente y aumentan la fe de los humanos.

—Ya veo... —suspira— ¿Qué tiene que ver, entonces?

—Los hospitales son algo así como su cuartel general —explica Atzel—. La mayoría de ellos habitan ahí, a la espera de instrucciones. Cuando estás en un hospital, te encuentras bajo su protección, ya que ellos solo dejan acercar la muerte para quienes está predestinada.

—¿Y qué pasa con los que mueren fuera de ellos?

—Si están en los libros, ellos acuden y hacen su deber. Luego nosotros llegamos para purificar las almas, contrario a aquellos que son sacrificados por diversión de los oscuros. Nuestro deber es protegerlos, así que vigilamos a quiénes están fuera de esos lugares.

—¿Qué llevó a que una gárgola dejara a su hijo en un hospital? ¿Y a un Ascendit su descendencia?

—Una fuerte amenaza —responde Saúl, quien al igual que su hermano hasta el momento permanecieron callados—. Es obvio por qué les llevaron al hospital. Algo o alguien estaba amenazando sus vidas. Un parto de gárgola puede ser atendido en casa, sus cuerpos son resistentes y puede procesar todo el trabajo de dar a luz una criatura y nosotros, los Ascendit, jamás nos enfermamos y mucho menos de fiebre.

—¿Qué sucedió con tu hermana?

—No lo sé. Después de lo de nuestros padres, ella simplemente cambió. Empezó a salir por largos días y dejaba a los niños a mi cargo. Un día me pidió que los trajera de la escuela a casa, la esperé y no regreso hasta la noche. No... no recuerdo muy bien que sucedió, pero si que me rogó que saliera de la ciudad y viniera aquí. Yo... —Su frente se surca mientras intenta pensar—. Ella... no lo recuerdo. —Parece haber envejecido años cuando levanta sus ojos y nos observa—. Simplemente recuerdo llegar aquí al día siguiente y comprar esa casa para los niños y para mí.

—Debemos investigar —exclama Jacob—. Leeremos todos los registros de clanes y Ascendit en el país, buscaremos clanes perdidos o extintos.

—¿Quién te dio tu nombre Elijah? —pregunta Saúl.

—Creo que una enfermera en el hospital que nací.

—Summum Ducem. —Se dirige a Adif—. Creo que por ahí podemos empezar.

Después de preguntar el nombre de su hospital y tampoco recordarlo, así como la ciudad y universidad en la que estuvo, se llegó a la conclusión de que algo raro estaba pasando con ellos. Los niños ni siquiera recordaban su vida antes de llegar aquí hace un año. Incluso no recuerdan el nombre de quiénes serían sus abuelos. Totalmente raro.

Los Damabiah decidieron ir a los libros e investigar qué relación hay entre lo que ha sucedido con la familia de Elijah, el ser perseguidos por los demonios y no recordar absolutamente nada con el hecho de ser parte de nosotros y tampoco recordarlo.

Adif envió a Ramuel y otras gárgolas para investigar en casa de Elijah. Camliel y Samayaza fueron a buscar en los registros de universidades, ya que el apellido con el cual se ha registrado Elijah y los niños es Latet. Oculto en latín.

Todo iba bien hasta que llegaron a mí, y cuando Adif dijo:

—Creo que lo mejor es que Ageysha permanezca con Elijah y le entrene.

Estuve a punto de sufrir un derrame cerebral.

—¿Por qué debo ser yo quien lo entrene? No voy a permanecer al lado suyo todo el tiempo. ¡Podría matarle! —murmuro indignada y molesta.

—O podrías morir tú en el intento —espeta con chulería.

Recordando cómo estuve de preocupada y asustada cuando lo vi volverse blanco mientras caía debo estar de acuerdo con él, pero jamás lo reconoceré.

—Idiota —gruño y le empujo—. Es un blandito, Adif y sabes que me gusta entrenar fuerte y duro. Podría lastimarse.

—¿Blandito? ¿Debo recordarte que me has enviado esa mierda mística de energía y he sabido soportarla?

—Se llama vibración, onda o campo de energía, no mierda mística, ignorante.

—Lo que sea, suena mejor cuando yo lo digo. —Me da una sonrisa burlona—. ¿Cuándo empezamos el entrenamiento?

—Nunca —murmuro mientras que Adif sonriendo responde:

—Mañana.

—¿Qué? Pero yo tenía planeado salir mañana de vigilancia. —No voy a quedarme con este idiota todo el día.

—Lo siento, Ageysha, pero es importante que se haga de esa manera. Eres nuestra guerrera más fuerte y él al parecer saca lo mejor de ti y viceversa. Además, los niños no hacen sino preguntar por ti y dicen querer ser como tú.

—¡No es posible! ¿También debo estar con los niños?

—Ellos quieren estar contigo. —Se encoje de hombros. ¡Mi superior se encoje de hombros!

—Pero Adif yo... no soy buena con los niños.

—Pues para ellos no es así. Desde que los salvaste de ese Flayers y luego arrojaste a su tío de los cielos eres... ¿Qué palabra es que usaron? —le pregunta a Ariel, quien sonríe.

—¿Cool? —responde.

—No —responde Armon—. Fue algo así como "buena onda".

—En realidad —agrega Atur—. Ellos dijeron que "era la ostia".

—Y que eres muy... principesca. Ríe Atzel.

—Ellos dijeron todo eso y hasta más. Tuve que oírlos las siguientes noches y días inventar historias místicas sobre ti —se queja en broma Elijah.

—No me importa, no voy a hacerlo. —Doy vuelta para salir, pero el dominio de Adif me advierte que no lo haga.

—No es una opción, Ageysha. Es una orden de tu Summum Ducem. —En mi vida Adif había usado su dominio y su título sobre mí.

Lo observo, con toda la furia que puedo reflejada en mis ojos pero sin dejarla salir de mí. Asiento con resistencia y salgo hacia mi habitación hecha fuego. En mi camino me encuentro a las gemelas, pero al parecer debo tener una cara de pocos amigos, porque ambas cierran sus bocas y tapan la de los pequeños roba dulces y entrometidos niños antes de decirme cualquier cosa.

A la mañana siguiente pienso seriamente reportarme enferma, pero es obvio que no podré hacerlo. Nosotros no nos enfermamos. Entonces pienso que antes de enfrentarme a Elijah y sus dos chinches del mal puedo comer algo dulce, pero recuerdo que ahora todos mis malditos dulces están en algún bote de basura y me enfurezco. Entonces mi pelo empieza a brillar como el fuego de una vela y siento que mi energía escapa del cuerpo y recuerdo que algunos se encuentran descansando a esta hora, después de patrullar en la noche y me siento como una mierda. Luego recuerdo que me perdí el patrullaje y vuelvo a enojarme, y es ahí cuando siento al causante de mis desgracias en la puerta.

—Buenos días "Alas doradas" —grita detrás de la puerta—. ¿Preparada para nuestro primer día como equipo?

Lo pierdo. Como lo dijo ayer Adif... el chico saca lo mejor de mí.

Envío una fuerte vibración que hace que la puerta, los vidrios, las mesas y todo cerca al idiota, estalle. Por supuesto, esta vez no lo esperaba así que lo veo rodar en el suelo. Asustado por lo sucedido.

—¿Lo estás tú, compañero? —Me burlo, mientras camino hacia el baño que se salvó de mi arrebato. Mientras me aseo escucho las exclamaciones de todos en mi habitación.

Cierro la llave de la ducha y me envuelvo en mi toalla. Salgo muy casual hacia la habitación donde Adif, Elijah y las gemelas junto a un Ramuel y Samayaza enojados me observan y escuchan silbar. Atur, Atzel y Ariel se contienen de reírse, Armon disimula su risa con una tos y Azael solo sonríe mientras niega con su cabeza. Tomo mi ropa de la cómoda y continúo hacia el baño.

—Ageysha...

—Fue culpa de él —interrumpo a Adif, antes de permitirle regañarme—. No deja de provocarme. —Cierro la puerta del baño y escucho más exclamaciones en la habitación.

—¿Y por ello tenías que provocar semejante caos? —Si me dieran un don por cada llamado de atención de Adif debido a mis "arrebatos", probablemente ya sería una santa entre los humanos. O estaría beatificada o cualquiera de esas mierdas que hacen con los "santos".

Es curioso que los humanos crean que son ellos quienes hacen todos esos milagros y no se preguntan si tal vez hay otras manos –o alas, incluso la misma fe– detrás de ellos. Recuerdo una vez una humana que sufría de cáncer y escuchó que su vecino viajaría a Roma. Le pidió que por favor llenara un frasco con agua y la hiciera santificar para ella tomarla todos los días, ya que tenía Fe en que de esa manera iba a sanar. Por supuesto, su vecino lo olvidó pero para no quedarle mal a su vecina, llenó el frasco con agua de la regadera y se la ofreció a la señora como si fuera agua bendita. Todos los días, ella tomaba un pequeño sorbo de esa agua para limpiarse y sanarse. Lo hizo por un tiempo hasta que efectivamente se sanó. Ahora ella dice que el Papa la salvó. Cuando fue su fe en realidad.

—Te dije que no era buena idea dejarnos juntos, advertí que podría matarlo.

—Sé que puedes matarlo, pero también sé que no lo harás. —Odio que me conozca tan bien.

—Podría herirse de muerte —argumento en vano.

—¿En serio, Ageysha? Es una gárgola, veo difícil que se lastime de muerte.

—Pero aún no sabe transformarse y no creo que su cuerpo resista mis golpes por mucho tiempo.

—Ageysha. —Suspira cansado—. Ya te dije. No tienes opción.

—Bien —gruño y fulmino a Elijah con la mirada—. Vamos.

Camino fuera de la biblioteca hacia el gimnasio principal con Elijah a unos cuantos pasos detrás, abro las puertas y no hay nadie en el lugar. Perfecto.

—Espérame aquí. Y no toques nada —advierto y regreso por donde vine.

Unos minutos después, mientras buscaba lo que necesitaba, camino con todo en mis manos y una sonrisa estúpida en mi rostro hacia el gimnasio. Cuando llego encuentro a Elijah dando vueltas a la cancha. Está calentando el idiota. Al menos se toma esto en serio.

—¿Qué son todos esos libros? pregunta confundido, acercandose para ayudarme.

—Esto. —Dejo que tome algunos. No es que no pudiera con ellos, es sólo que por primera vez quiero disfrutar de la caballerosidad de un humano—. Serán nuestras herramientas de trabajo.

—¿Nuestras qué?

—Herramientas de trabajo —murmuro fingiendo aburrimiento, cuando por dentro estoy muriendo de risa por su expresión—. ¿Cómo vas a saber de qué eres capaz si no tienes ni idea de lo que eres?

—¿Ángeles de piedra? ¿Historia de los caídos? ¿Dios y su creación? ¿Historia de nuestra especie? ¿Fisiología de una gárgola? ¿Guardianes en la oscuridad? ¿Soy una gárgola? ¿Esto es en serio? —pregunta después de leer los títulos de los primeros ocho tomos que llevé.

—Sí.

—Pero creí que íbamos a entrenar. —¿Eso es un puchero? Oh, necesito mi teléfono para esto.

—Así es... entrenaremos nuestro cerebro. —Sus ojos me fulminan y su boca hace una cómica mueca de desprecio. Oh, sí. Necesito tomarle una foto ahora mismo.

—Podríamos haber hecho esto en la biblioteca —gruñe.

—¿Y qué habría de divertido en ello?

—No le veo lo divertido ahora, tampoco.

—Eso es porque no puedes ver tu cara en estos momentos. —Río.

—Ja Ja... listilla.

Dos horas después, Elijah ha aprendido muy poco sobre su propia especie, debido a que se distrae con cualquier maldita cosa. Una mosca, el sonido de pasos fuera, la luz que se filtra en la ventana, una mariposa, el color de mi cabello, el color de mis ojos, el color en mis mejillas, uñas... se fija en todo. Eso me tiene a punto de halarme el cabello.

—Oh, mira —grita emocionado desde la colchoneta donde se encuentra acostado—. Encontré qué significa mi nombre.

—Felicidades —murmuro con sarcasmo mientras continúo el libro de la fisiología de los cuerpos de piedra.

—Wow, es un significado interesante. —Se sienta y contempla el libro en sus manos.

—No me digas.

—¿Sabes cuál es?

—No y no me interesa. —Creo que es algo con Yahvé o algo así.

—Elijah quiere decir: "Mi Dios es Yahvé".

—Ajam. Tu nombre confirma que le reconoces a Él como tu único Dios verdadero.

—¿Qué significa el tuyo? Lo he buscado en estos viejos libros pero no aparece.

—Y nunca lo vas a encontrar. Mi nombre es único, no está en ningún registro.

—Pero, ¿no se supone que cada uno de ustedes debe tener un nombre que signifique algo para él o que los identifique como creyentes o servidores suyos?

—Se supone, pero no es obligatorio. Para ello está nuestro apellido. Además, ¿por qué te excluyes? Tu nombre te hace parte de Él.

—Puede ser una coincidencia. Fue una enfermera quien lo puso y no creo que ella fuera una de ustedes.

—Tal vez Dios le dio esa idea a la enfermera, siendo tú un descendiente. Dios todo lo sabe.

—Sí, claro... Dios —escupe con desdén.

—¿Qué sucede? —pregunto curiosa.

—Simplemente que... a veces me pregunto a qué juega. Siempre me cuestionaba qué había mal en mí para que mi propia madre me abandonara. Por qué me dieron a una mujer que no me amaba. Mis padres eran buenas personas sabes, no entiendo por qué si ya me habían quitado a los primeros me quitaron a los últimos. Y Sari, la perdí también.

—Tienes a tus sobrinos y ahora nos tienes a nosotros. Te sabes la promesa, la dijiste ese día cuando luchábamos con el Flayers.

—Sari siempre se la decía a los niños. Simplemente la aprendí.

—Creo que desde un principio todo fue un diseño perfecto de Dios. —Cuando me mira confundido prosigo—. Bueno, Sari es una Ascendit y tú una gárgola, pero ninguno lo sabía. Sin embargo, de una manera "misteriosa" permanecieron siempre juntos y ahora estás cuidando de sus hijos, dos Ascendit también.

—¡Yo no soy una mascota! —ruge mientras se levanta furioso.

—¿Quién carajos te ha dicho que lo eres? Eres una gárgola.

—Insinúas que soy la mascota de Briza y Almagor. No es así como tratan a sus guardianes. He visto a esos ancianos ordenarles cosas, gritarles y tratarlos peor que a perros.

—Lo sé, algunos de ellos son terribles.

—Incluso Azael me ha dicho que no puede retirarse de aquí sin tu permiso, que eso que tiene en el pecho es una marca de que pertenece a ti.

—¡Como mi guardián!

—¡Como una res de ganado! Él debe seguirte y responder por cada berrinche que haces y así es con todos esos viejos de arriba. No voy a pertenecer a una malcriada ni a un anciano de culo arrogante. —Me enfurezco tanto. Odio que traten de esa manera a Azael o que me señalen de ser una de esos snobs angelicales—. ¿Quién crees que está limpiando tu desastre de esta mañana y colocando una puerta nueva en tu enorme habitación de princesa?

—¡No soy una princesa!

—¿Ah, no? —Se burla—. Vas a decir que aquí todos no corren ante ti cuando sacas tu fuerza mística y esa mierda.

Gruño, estoy a cinco segundos de transformarme y patearle su trasero de gárgola rebelde.

Corrección, estaba a cinco segundos... sin pensarlo me lanzo hacia él. Voy con un certero golpe hacia su cara pero el infeliz lo esquiva. Gruño nuevamente y empezamos una batalla entre ambos lanzando y esquivando puños. Logro darle en el estómago, el brazo, la espalda, una pierna. Él no logra ni una vez golpearme. Arrastro su cuerpo de un lado a otro y lo arrojo contra las colchonetas, no puedo matarlo, pero si lo voy a dejar con tanto dolor que me recordará por siempre. Cada vez que se levanta vuelvo y lo arrojo al suelo de culo, de frente, como caiga.

Cuando lo derribo como por milésima vez, escucho su risa ahogada y me congelo. ¿Qué carajos le sucede a este chico? ¿Disfruta el ser golpeado?

—De esto estaba hablando —murmura entre jadeos—. Estaba muy aburrido con esos libros. —Estira sus manos y se queda tendido en el suelo.

¿Qué?

El idiota lo hizo a propósito.

—Lo hiciste a propósito —bramo nada agitada o cansada como él.

—Por supuesto. ¿Crees que provoco a la gente así por así?

—Empiezo a creer que sí, es lo que haces conmigo. —Le doy una mano para que se levante.

—Porque contigo es diferente.

—¿Diferente? —Frunzo el ceño en confusión.

—Me divierte hacerte enojar... eres graciosa cuando estás molesta.

No queriendo entrar en su juego de provocación otra vez, cambio la dirección de esta conversación.

—¿Entonces no crees en Dios? —Se encogió de hombros así que afirmé—: No, no crees en ÉL

—¿Cómo puedo no creer en él si estoy viendo tus hermosas alas? Sería un estúpido al creer que alguien tan poderoso no exista y no sea quien fue capaz de crear algo tan magnífico como tú... o ellas. —La punta de su dedo toca mi ala derecha.

Esto es nuevo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Qué es lo que dice Adina? ¿Me sonrojo? ¿Ruedo los ojos? ¿Resoplo? ¿Sonrío? ¿Lo beso? ¿Lo golpeo?

Espera, ya me sonrojé.

No ruedes... maldita sea te dije que no los rodaras.

¿Eso fue un resoplido?

¡No sonrías! ¡Ageysha no lo hagas!

Oh, ¿ahora vas a besarlo?

¿Eso fue un golpe?

¡Oh, maldita sea, acabo de golpearlo!

—¡Por Miguel Arcángel! Lo siento, Elijah. —Devuelvo mi puño con mente propia a mi costado y corro por algo para limpiar la sangre que baja a chorros de su nariz.

—No te preocupes, Ageysha. Estoy bien. —Se tambalea un poco sobre sus pies—. No, creo que no lo estoy. —Y sin más cae al suelo.

—Buen trabajo, Ageysha. —Escucho a Adina, quien viene corriendo a mi encuentro—. Un chico trata de ser lindo contigo y lo noqueas.

¿Qué puedo decir? Él saca lo mejor de mí...


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La música que me acompañó en este capitulo. 

https://youtu.be/XClvMMxBg1k

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