CAPITULO 5

—Perdón, pero... ¿Qué has dicho?

—Dije que, ¿en qué puedo ayudarles? —repite el hombre y me observa como si estuviera mal de la cabeza.

—No me refiero a eso —gruño—. ¿Cómo se llaman los niños?

Su postura cambia inmediatamente, sus hombros se tensan y puedo percibir hostilidad y cautela de su parte.

—¿Por qué quieres saberlo? ¿A qué han venido todos ustedes a mi casa a estas horas? —Su mano se pierde detrás de la puerta y estoy casi segura de que tiene un arma allí. Ruedos mis ojos. Como si eso los fuera proteger de un demonio.

—Sus nombres son Briza y Almagor, ¿cierto?

—Eso no te incumbe, mujer. Ahora será mejor que se vayan.

—Tranquilo hombre, sólo queremos hablar contigo. —Ariel trata de calmar a Elijah, así es cómo le llamó la niña, mientras Adif sigue en estado de shock como si pudiera ver a través del cuerpo del humano donde se encuentran los niños.

—¿Quién es, tío? —La pequeña y femenina voz me sacude. Es dulce, dulce como el canto de un querubín.

¡Santa madre de Dios!

Esto no puede estarme sucediendo.

—Briza. —Su nombre se escapa de mis labios sin que sea totalmente consciente de ello.

—¿Si? —responde con ternura.

—Briza, regresa con tu hermano y quédate allí.

—¿Por qué tío? Ella es llamándome.

—¡Quédate donde estás te he dicho! —Espeta entre dientes—. Será mejor que ustedes tres se vayan de mi casa.

—No son tres, tío. Hay más afuera... y tienen alas. —El rostro de un pequeño se asoma desde la ventana que precede a la puerta. Es de cabello marrón y sus ojos son verdes. No es como mi padre. Sin embargo su aura es extremadamente blanca y pura.

Algo parecido a la decepción se filtra en mi cuerpo. Luego el alivio se abre paso y posteriormente una risa histérica. Todos me observan como si estuviera perdiendo la cabeza. Todos excepto Adif, quien observa al pequeño en total y absoluto asombro.

—¿Tienen alas? —repite la niña asomando su cabecita desde detrás de las piernas de su tío.

—¡Niños! —gruñe Elijah intentado entrar a la pequeña Briza. Una hermosa niña igual que su hermano y con la misma intensidad en su aura. Ellos no pueden ser solo humanos.

—¡Son ángeles! —gritan— Mira sus alas.

Por supuesto que los pequeños pueden vernos cómo somos realmente, cuando nos hacemos visibles ante ellos. Su alma y conciencia pura les permite identificar a sus guardianes y salvadores.

—Hola niños. —Me arrodillo e inmediatamente la enorme y gorda perra se abalanza sobre mí para lamerme el rostro.

—¿Vienen para llevarnos al cielo? —pregunta Almagor, quien ahora se ha deslizado entre las piernas de su tío y me enfrenta—. Mamá dijo que si éramos buenos podríamos ir al cielo y conocer a sus Ángeles.

—¡Joder! —ruge Elijah. Toma a su sobrino y lo arrastra dentro de casa, regresa con una escopeta y apunta directamente a mi cara—. Será mejor que todos ustedes se larguen de mi porche y mi propiedad. Voy a llamar a la policía, así que aléjense de aquí.

—Tranquilo. —Por fin Adif sale de su trance o de dónde quiera que se encerró—. Venimos para ayudarles.

—¿Ayudarnos? —escupe con desprecio Elijah—. Nosotros no lo necesitamos y tampoco hemos pedido ayuda. Y si son los de asistencia social pueden besarme el trasero si creen que se llevarán mis niños.

—No son ellos, tío. Son Ángeles.

—¡Ángeles mi culo! Lárguense o no respondo.

Estoy a punto de responderle, cuando los siento. Noto cuándo los demás también los sienten, pues se tensan inmediatamente y se acercan a la casa revelando a Elijah cuántos de nosotros somos en realidad.

—¡Mierda! —maldice, palideciendo al verse superado dieciocho a uno.

—Están cerca —anuncio—. Mira Elijah, toma a los niños y ven rápido con nosotros. Corren peligro aquí.

—¿Estás loca? —escupe—. Toma tú a tus amigos y lárguense de aquí o serán ustedes los que correrán peligro.

Un chillido irrumpe en la silenciosa noche... ese chillido. Mi piel inmediatamente se eriza y empiezo a vibrar.

—Mira tío, ella está brillando. —La pequeña niña corre para tener una mejor vista de mí.

—Un Flayers —susurro—. Traen un Flayers consigo.

—¡Por Miguel Arcángel! —grita Adif, volviéndose a los demás—. Prepárense —ordena.

Uno a uno se transforma, pero yo estoy congelada en el lugar. Mi luz pelea por salir al igual que mi energía, pero sólo puedo visualizar el Flayers.

—Ariel, Atzel, protejan a los niños —ordena el supremo. Elijah jadea cuando ve desplegar sus alas a todos—. Ramuel, Samayaza, protejan al hombre. Azael quédate con Ageysha y los demás a luchar. Puedo sentir a veintitrés caídos.

—Diez Cecidit, cuatro succionadores, cinco desoladores, tres subterráneos y un Flayers —informo, debido a que mis sentidos son más precisos que el resto.

—¿Tres subterráneos? ¡Por la sangre de Cristo Padre! Esos son demonios de cuarta categoría y uno de quinta. —El rostro de Armon también pierde su color.

—Podemos con ellos, Armon. Ayuda a tu hermano Atur.

—Sí, padre.

—Ageysha debes cambiar. Eres vulnerable en ese estado. —Ariel toma a los niños y los lleva dentro junto a Atzel, mientras Elijah y yo seguimos congelados en nuestros lugares.

—¿Tú también cambias? —susurra su pregunta. Tardo unos momentos en asentir porque otro chillido me neutraliza.

—No, Ageysha recupérate. Si le demuestras miedo controlará tu mente. —Azael me sacude y trata de hacerme reaccionar—. Vamos Ageysha, eres más fuerte que ellos, más fuerte que todos.

—¿Quiénes son ellos? Y, ¿por qué todos ustedes tienen jodidas alas y espadas? ¿Por qué brillan como una bola de disco?

—Somos quienes te salvaremos el trasero, humano. —Samayaza empuja a Elijah dentro de la casa también.

—Si, pues ella se ve como si necesitara que también la salvaran —murmura Elijah. Mis ojos se voltean hacia él. Tiene miedo, puedo sentirlo sobre él. Está atemorizado y confundido.

—Yo estaré bien —ofrezco, mirando a sus ojos claros y alimentándome de su miedo dejo que la luz se propague. Mis alas se despliegan y rompen parte de la fachada del porche, la energía de mi cuerpo se acumula, siento como pica mi piel y arde mi sangre.

—¡Santa jodida mierda! —Veo su boca caer y escucho su susurro. No sé porqué, pero su expresión me hace sonreír—. De... de verdad tienes alas.

—Sí. —Mi piel se eriza nuevamente y siento la anergía de los caídos mucho más cerca ahora. Me vuelvo hacia el bosque buscando entre los arboles por ellos.

—¡Están aquí! —grita Mijael.

—¡Protejan la casa, no les dejen pasar! —Adif empuña su espada. Cuando ve que aún no he hecho lo mismo con la mía me grita—. ¡Ageysha, prepárate!

—Tío Elijah, tengo miedo. —El temblor en la voz de la pequeña Briza me despierta totalmente. No voy a permitir que les hagan daño.

Desenfundando mi espada, dejo que más luz se filtre de mí. Me concentro en mi entorno, amplifico mis sentidos y me preparo a mí misma para verlo... al Flayers.

Lo primero que percibo es la intensidad de su energía. Son fuertes, muy fuertes. Cada vello en mi piel sigue apuntando hacia arriba. Mi piel se siente caliente debido a la presión que ejerce. Jesús, incluso siento que me falta un poco de aire.

Es el miedo, Ageysha. Todos tenemos miedo y no por ello somos débiles.

No dejes que te controle, no dejes que lo huela en ti, serás más vulnerable.

Los Flayesr se alimentan de nuestros temores, nunca permitas que vea los tuyos. Eres fuerte, puedes engañarlos, ciégalos con tu luz.

Eres fuerte...

Repito una y otra vez las palabras que Adif me enseñó en mi entrenamiento. Cuadro mis hombros y me convenzo a mí misma de que puedo hacerlo.

Lo siguiente que percibo es su repugnante olor. Huele a miles de cuerpos en descomposición, el olor proviene de todas las mentes que ha dañado y ha absorbido. Sus horribles tentáculos son lo siguiente, se desprenden de su boca y llegan hasta sus rodillas, la parte inferior alberga miles de dientes filosos que rompen la piel. Son cuatro, dos para retener o tomar a su víctima y dos para romper su mente. Veo sus enormes garras, son filosas y muy venenosas. El veneno paraliza el cuerpo y provoca delirio. Su cuerpo es grande, como un hombre musculoso, es resistente y fuerte como una roca, penetrar la piel solo es posible por medio de una espada angelical o un cuchillo serafín, ninguna otra arma lo puede hacer. Sus pies también tienen garras igual de peligrosas y mortales que las de sus manos. Si no fuera por dichas garras, los tentáculos, la falta de nariz y orejas, y... sus ojos, pasarían como un desapercibido humano. Por último, sus ojos son dos pozos rojos y sin vida, no hay pupila o iris. Es totalmente rojo, sin pestañas, sin cejas, sin luz. Esos ojos son los que ven tu mente, la fracturan, la roban, la destruyen.

Estoy congelada viendo al Flayers, es solo cuando Libi grita de dolor, veo a un Cecidit de alas negras enviarle una vibración de energía y luego cargar contra ella. Más Cecidit y demonios arremeten contra gárgolas y Ascendit. Vuelo hasta Libi y detengo la espada negra dirigida a su pecho.

—Oh, la hermosa y legendaria Ageysha. —Se burla el caído.

—¿Estás bien? —le pregunto a Libi sin dejar de observar al oscuro.

—Sí —grazna.

—Veo que sabes mi nombre. —Sonrío hacia el caído—. Lástima que no seas ni bello ni legendario como para saber el tuyo.

—Vanidad. —Se jacta—. Uno de mis pecados favoritos.

—Confianza, uno de mis valores favoritos. —Lanzo de vuelta—. Entonces, ¿vamos a luchar o hablaremos de los ocho pecados y los valores?

—Voy a hacerte llorar, pequeña —brama

—Apuesto que será al contrario. —Me lanzo llevando mi espada hacia atrás, dejo que mi dominio se esparza enviando una fuerte vibración hacia él. Se estrella con la que envía, pero mi poder es más fuerte y logro derribarlo.

Se repone con facilidad –es un alas negras, uno de los caídos más fuertes– y arremete enviando un puño a mi estómago. Alcanzo a esquivarlo por poco, lanza su espada a mi espalda y la punta toca la parte baja de la misma. Gruño cuando siento que rompe un poco mi piel, es solo un rasguño.

—Delicioso ese olor de tu sangre. ¿Preparada para morir guerrera?

—Déjame pensarlo... No.

Bandeo mi espada nuevamente y ataco. Responde a mis ataques al principio pero aumento la velocidad, lo cual le hace esforzarse más, pero no es suficientemente rápido. Con mi mano libre golpeo su pecho, derribándolo. Patea tratando de conectar con mis rodillas pero no lo logra. Empuño mi arma y la dejo romper la piel de su estómago. Grita y sangre espesa sale de su boca, sus ojos oscuros pierden el brillo –todo ser con alma tiene ese brillo de vida en sus ojos sin importar el lado al cuál sirva.

Convoco la luz, le dejo iluminar mi insignia y marco su pecho.

—Purifica tu alma. —En un grito silencioso, su alma se desprende del cuerpo. La luz la mide y la arroja a los infiernos al hallarla defectuosa. Enciendo fuego a su cuerpo y voy por más caídos. Dos alas rojas se avientan, tratan de arrojarme con sus propias vibraciones, pero al conocer que saben usarla, mis sentidos leen su intención antes de que lo hagan permitiéndome esquivarlas. Con mi mano derecha bandeo mi espada y con la izquierda mi cuchillo serafín. Encuentro e intercepto sus ataques de espada y sus golpes con el puño. Igual que con el Cecidit anterior, aumento mi velocidad y aumento la energía y luz a mi alrededor, cegándolos y oprimiéndolos un poco, acierto dos ataques con mi espada en el alas roja rubio y una certera puñalada en el alas roja de cabello negro. Girando sobre mi lugar, ataco con la espada a los pies del otro caído cortándolos. Cae y grita del dolor, salto sobre él y sin dudarlo entierro el arma en su pecho.

Antes de poder purificar sus almas un demonio succionador y dos desoladores se abalanzan sobre mí, envuelvo las alas alrededor de mi cuerpo para protegerme de su veneno y luego las abro con fuerza enviando energía, logrando hacerlos retroceder. Alzo el vuelo y me dejo caer en la tierra, golpeando el suelo más fuerte de lo que quería, haciendo caer tanto a demonios, caídos como a los nuestros. Ataco a un succionador cortando su cabeza, las garras de un desolador arañan mi pierna, gruño y volteo con mi cuchillo serafín enterrándolo en su antebrazo y rasgando cuando corto hacia abajo. Los chillidos de estas inmundas criaturas me deleita, la sangre más oscura de lo normal, se derrama por el suelo. Tomo la espada y corto su cuerpo a la mitad.

El sonido de la batalla se intensifica, gruñidos, golpe de espadas, golpe de carne con carne, el sonido de huesos rotos, y llantos de dolor se mezclan con el viento. Veo a Azael luchando con un subterráneo. Adif contiene a otro mientras dos gárgolas degollan a sus adversarios Cecidit de alas marrón. Libia rompe el cuello de un caído ala gris y otros más ascendidos luchan con fiereza. Un fuerte golpe por la espalda me hace perder el aire y me arroja al suelo, un peso increíble me aplasta contra la hierba, dos manos ásperas toman cada una de mis alas y las tuerce hacia atrás intentado romperlas. Grito por el dolor que me atraviesa. Intento levantarme del suelo, pero no lo logro. Me retuerzo para lograr que suelte mis alas, lo que hace que su agarre en ellas sea más fuerte y doloroso pues sus garras se entierran en mi carne. Vuelvo a gritar, algunas lágrimas se acumulan en mis ojos, veo frente a mí cómo Azael se da cuenta de mi lucha y trata de acudir en mi ayuda, pero un Cecidit y un desolador interfieren en su camino.

—Eres más fuerte, Ageysha. Créelo —grita, mientras ataca a sus adversarios. Observo su velocidad al volar y atacarles.

Puedes ser lo que quieras ser princesa, eres una bendición divina. Tienes la gracia y la misericordia de Dios de tu lado.

Los recuerdos de la voz de mi padre al decirme cuan valiosa soy, renuevan mis fuerzas.

Soy más fuerte, soy más fuerte.

Cierro mis ojos y convoco la luz y la energía, visualizo mi posición y la de mi atacante. Cuando lo veo, empujo con fuerza y funciona. Aunque lastima un poco más mis alas, logro quitarlo de encima y desenredarme de sus garras. Rodando en el suelo me alejo del subterráneo, me levanto y agito un poco mis alas para confirmar el daño. Algunos rasguños un poco profundos pero sanaré rápido.

Los subterráneos tienen diferentes formas, algunos son mitad hombres y mitad bestias peludas –los confunden con hombres lobo–, otros pueden ser semejantes a cuervos con la capacidad de volar, otros son como reptiles. Quien me ataca en estos momentos es un subterráneo que se asemeja a un lagarto. Su horripilante lengua, sus enormes colmillos y la piel verde y escamosa.

Atraigo mi espada y cuchillos caídos a unos metros de mí y me preparo para su ataque. Aúlla y me enseña sus garras, las cuales se han extendido más que antes. Gruñe y barre el suelo con sus patas y se prepara para embestirme.

—Ven por mí, Randall. —Sin vacilar el lagarto se impulsa hacia mí, tratando de aprisionarme con sus garras. Me desvió hacia la derecha y girando mi mano izquierda entierro el puñal en su ojo y la espada en su costado. Cae muerto inmediatamente.

Escudriño mi entorno dándome cuenta de que hay un Ascendit y dos gárgolas en el suelo inmóviles, dos más heridas y un Ascendit arrastrándose hacia una roca. Aunque hemos vencido a la mayoría de los enemigos, aún quedan suficientes dando la batalla. Atur y Armon junto a tres gárgolas y dos Ascendit más acorralan a los demonios que quedan. Adif y Azael a los Cecidit.

Hay seis Cecidit, tres succionadores, tres desoladores y el Flayers...

Mierda... ¿Dónde carajos está esa cosa?

Le busco frenéticamente entre los que continúan peleando, pero no está. La cosa debe estar dentro de la casa. Vuelo hacia la entrada y me encuentro a un muy abatido y torturado Ramuel, tiene cortes y mordidas en sus brazos, pecho y abdomen. El veneno ya está haciendo de las suyas

—¡Ramuel! —exclamo pero no voltea a mirarme. El Flayers está torturando su mente—. ¡Ramuel vamos, regresa! —Entro en pánico. Jamás había sido testigo de un ataque del desollador. Lo había leído y escuchado historias sobre lo horribles que eran y como destruían a sus víctimas. Empiezo a jadear y a temblar.

Eres más fuerte de lo que crees. Eres una bendecida, has sido tocada por Dios.

Convocando la luz, coloco mi insignia en el pecho de Ramuel.

—Vamos, hermano. Purifica tu alma. —La luz penetra en su cuerpo hasta el alma, pero es demasiado débil contra el poder del veneno.

Créelo, debes estar segura Ageysha, inténtalo una vez más.

No puedo...

No digas que no puedes hacerlo, no condiciones tu mente a la negativa. El poder es tuyo, la fuerza es tuya, el dominio es tuyo... úsalo. No dudes.

—¡Ramuel! ¡Purifica tu alma! —Presiono nuevamente mi mano en su pecho, la luz completamente dorada ilumina el alma de la gárgola—. No lo dejes ganar. ¡Sálvate ahora!

La gárgola grita y araña el aire, está regresando. De dónde sea que ese maldito demonio lo llevó, está volviendo. Parpadea varias veces y aunque el veneno está siendo eliminado de su sistema, sus heridas son demasiado profundas para curarse de inmediato.

—Está dentro —susurra—. Yo estaré bien. Ve, ayúdalos.

Pliego mis alas y corro hacia el interior de la vivienda, paso por una cocina, el comedor y finalmente llego a la sala... me congelo.

Atzel está doblado en el suelo, gimiendo y llorando, hay un corte en su brazo izquierdo y una de sus alas está reposando de manera extraña en el piso. Está rota, el hijo de puta rompió su ala. El latido de mi corazón se detiene cuando veo a mi hermano de esa forma. Levanto mis ojos de él y absorbo el resto de la imagen.

Ariel está frente al Flayers herido en la espalda, el cuello y una piern.- Elijah sostiene un cuchillo –el cuchillo serafín de Atzel– en sus manos y está enfrentando también al demonio. ¿Cómo es eso posible? En una esquina los dos pequeños están acurrucados con los ojos cerrados y cantando alguna especie de canción infantil. Están aterrados. Su aura esta turbia y sus cuerpos tensos y tiritando.

—No te acerques a ellos bestia o te mataré —ruge Elijah, apuntando el cuchillo hacia el demonio.

La horripilante risa del Flayers hace estremecer a mi cuerpo.

—¿Tú me amenazas a mí? El hombre que no logró proteger a su hermana, tú insignificante cosa que no recuerdas nada sobre ti, tú triste y patética vida. Ni siquiera sabes quién eres, lo que puedes o no hacer. ¿Crees que eres suficiente para ellos? ¿Qué podrás cuidarlos?

—Me importan tres jodidas mierdas lo que digas. Te acercas o los lastimas y te clavaré esta estúpida espada en tu horrorosa y enorme frente. —Aunque no hay vacilación en su voz, el color de su aura se torna de una tonalidad gris. El Flayers ha encontrado un punto débil en Elijah y está usándolo a su favor.

—Coge a los niños y sal, yo lo detendré —ordena Ariel. Su voz es ronca, tan diferente a lo normal. Siente dolor y desesperación, el veneno está obrando en él.

—Claro, el hijo mayor del Summun Ducem, el león de Dios. ¿No se supone que deberías ser tú el sucesor de tu padre? —Se ríe de mi hermano. Los hombros de Ariel se tensan, también ha dado con un punto ciego—. ¿Qué diría tu madre al ver que una insignificante huérfana como la tal Ageysha, es en realidad más fuerte que tú? ¿Acaso seguiría orgullosa de ti, Ariel?

—Cállate —brama entre dientes.

—Oh, es cierto. Duele no poder vencer a esa pequeña agregada. —jadeo sorprendida y dolida. Los ojos de Ariel me encuentran y puedo ver culpa y arrepentimiento en ellos. Si algo sabemos todos, es que el Flayers usa nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras en nuestra contra. Si el Flayers ha dicho eso es porque Ariel lo ha pensado—. ¡Pero mira a quién tenemos aquí! —Yo sigo contemplando a Ariel en shock. ¿Mi hermano siente celos de mí? ¿Acaso me odia?—. La princesa de papá. —Se burla el demonio. Y eso es como una daga directamente a mi corazón.

Tú eres mi princesa, pequeña. La princesa de papá.

—¡Que injusto ha sido Dios contigo, Ageysha! —Siento como los muros de mi mente son empujados, es él. Está cavando en mi mente. Lucha Ageysha, mantente fuerte—. Permitir que te fueran arrebatados tus padres de una forma tan horripilante. Aún puedo escuchar los gritos de tu padre cuando fracturé su mente. ¿Quieres saber cuál era su más grande miedo? —Empujo contra sus intentos de romper mis muros, defensas mentales, pero cuando envía la imagen simplemente no puedo—. ¿Puedes verlo, Ageysha? El miedo más grande de tu padre.

No asiento aunque si puedo verlo. Soy yo, muerta en brazos de mi padre. Él está llorando, reclamándole a Dios por arrebatarme de su vida. Sacude mi cuerpo inerte de cinco años. Veo como su aura se torna oscura, el rencor y odio hacia sí mismo y hacia sus creencias aumenta y es entonces cuando veo a mi madre. Está llorando, pero no por mí sino por mi padre. Está viendo la maldad florecer en él y teme por su vida. Ella lo sabía, por eso trató de protegerme, por eso intentó salvar la mía. De esa manera no perdería a su amor, a su verdadero amor, no importa que yo haya llegado a robarle el cariño de él. Mi padre... ese era el mayor miedo de mi madre. Perderlo a él, no a mí.

Un sollozo se me escapa cuando la realidad de lo que sucedió esa noche me golpea. Mamá me salvó para así salvar el alma de mi padre y no permitir que se contaminara y se condenara. Ella escogía estar con él y no conmigo. Ella lo amaba a él...

—Pobre, pobre Ageysha —murmura con diversión. Se recuesta contra la pared cruzando los pies.

—Déjala —exige Ariel.

—¿Por qué? —Ríe y Ariel se estremece—. Si la destruyo, tú serías el sucesor de tu padre. Conservarías el linaje de tu familia en el poder. No avergonzarías a tu madrecita que en paz descanse.

—¡No te atrevas a mencionarla! No eres digno.

—Como quieras. Esto ya es aburrido, así que terminaré con mi trabajo aquí a iré a divertirme con las almas que me esperan ahí abajo. —Extiende uno de sus tentáculos golpeando a Elijah en el hombro, envía un campo de energía hacia Ariel y al parecer una imagen que le hace tambalearse en sus pies. Sus rodillas ceden y cae agarrando su cabeza y lamentándose—. Demasiado fácil para mí. —Sonríe y camina hacia los pequeños, que continúan con sus ojos cerrados y cantando una rara versión de los pollitos—. Vamos pequeños, abran sus ojitos. —Trata de engatusarlos.

Aunque mi sangre divina me grita que haga algo. Mi mente está perdida, procesando las imágenes anteriores. A mi madre, mi padre destruido y llorando por mi muerte. Mi madre lamentando que le haya robado el amor de mi padre y luego sufriendo al verlo perder su pureza y su alma.

El grito ahogado de los pequeños y sus siguientes palabras me sacan de mi lapsus.

—Prometo no dudar nunca de su amor, prometo no dudar de su palabra...

Nuestra promesa...

Hazlo cielo... por favor —suplica y derrama algunas lágrimas.

Prometo no dudar nunca de su amor —sollozo—. Prometo no dudar de su palabra, prometo no dudar de su misericordia, prometo no dudar de su poder y... —Me aferro a los brazos de Azael cuando veo a un Cecidit y un demonio dirigirse hacia mi madre—. Prometo no dudar de su voluntad.

¡Te amo, Ageysha! ¡Nunca lo olvides!

—Prometo no dudar de su misericordia —digo la promesa junto a los niños—. Prometo no dudar de su poder, prometo no dudar de sus promesas, prometo no dudar de su protección y prometo no dudar de su voluntad...

—Aunque ésta a veces no sea lo que yo espero —termina Elijah desde el suelo.

—Qué bonito, rezando todos juntos. Ahora si me disculpan debo tomar unas almas por aquí. —Uno de sus tentáculos aprieta la pequeña mano de Briza y al ver la sangre y escuchar su grito de dolor, algo dentro de mí se levanta.

Recuérdalo siempre, Ageysha. La duda es la principal arma del mal para contaminarte... cuando pierdes la seguridad y la confianza en lo que crees, estarás perdida.

Nunca dudes de Él, nunca dudes ti, nunca dudes que te amamos.

Mi sangre empieza a correr por mis venas salvajemente, me aferro a la ira que es el sentimiento más fuerte en estos momentos, siento como el aire cruje a mi alrededor y como la luz se extiende a una mayor velocidad e intensidad. El suelo y todo tiembla, y mi dominio se derrama ahogando todo en la habitación. La cabeza del demonio voltea hacia el origen de la fuerza. Cuando sus ojos se posan en mí, esos dos agujeros se agrandan aún más. Está sorprendido.

—Aléjate de ellos —gruño y envío una onda de energía hacia él. Su cuerpo se estremece al ser oprimido por mi dominio.

—Vaya, Ageysha. Veo que has sido bendecida.

—Lo soy, ahora apártate.

—¿Y qué harás si no lo hago? ¿Acaso eres fuerte?

Soy fuerte.

—Sí.

—Demuéstralo —brama y se abalanza hacia mí, golpeo uno de sus tentáculos cuando intenta agárrame. Ruedo en el suelo y me impulso hacia él, golpeo su cabeza haciéndolo trastabillar hacia atrás. Bandeo mi espada y la dirijo hacia la misma, pero logra esquivarme así que solo alcanzo a cortar uno de sus tentáculos.

¿Acabo de cortar el tentáculo de un Flayers?

—Maldita. —Me encuentro tan sorprendida aún de que haya logrado lastimarle que reacciono tarde y es entonces, cuando su mano golpea mi mejilla, sus garras desgarrando mi carne. Grito y escucho gritar a los niños.

—Voy a devolverte al maldito hoyo al que perteneces escoria. —Acumulo mucha más energía ahora y la dejo fluir enviándola con toda la fuerza posible. Cae y es ahí cuándo aprovecho. A una velocidad increíble, me impulso hasta estar frente a él. Con mi espada y demasiada fuerza atravieso su cuerpo—. ¡Purifica tu alma!

A diferencia de los otros demonios, los de categoría cinco y seis no toman cuerpos humanos, ya que se presentan tal cual, por ello este hijo de puta simplemente se evaporó. Ha regresado a su lugar, bajo tierra, en el mismísimo infierno.

Elijah se levanta y corre hacia sus sobrinos. Ariel y Atzel permanecen en el suelo. Puedo sentir como el cuerpo de Atzel está más herido que el de Ariel, aunque el orgullo del último está mucho más magullado que el del otro.

—Lo destruiste —murmura asombrado Atzel, mientras sostiene su ala rota.

—Lo hice —respondo—. ¿Tú estás bien?

—Lo estoy. ¿Tú?

—Lo estaré. —Miro a mi hermano mayor, quien permanece con la cabeza baja.

—Ageysha yo...

—No, Ariel —interrumpo—. No quiero oírlo.

Abre su boca para continuar, pero Adif y el resto ingresan apresurados a la casa.

—Ageysha —exclama con alivio Azael cuando me ve de pie y en una sola pieza— ¿Tú... tú lo purificaste?

—Sí. —De repente un mareo hace que me tambalee—. Wow.

—Ageysha. —Me vuelvo hacia Elijah y los niños.

—¿Ellos están bien? —pregunto.

—Sí, pero... estás perdiendo tu brillo.

—¿En serio? —También estoy perdiendo mi equilibrio—. ¿Ahora vas a ir con nosotros? No puedes quedarte aquí, más de ellos vendrán.

—Ageysha, estás tambaleándote —brama Adif, acercándose para ayudarme a sostenerme en pie.

—Siento que mie pies son muy frágiles. —Mis rodillas comienzan a doblarse—. Y todo me da vueltas.

Adif observa mi herida en la mejilla y otra que no había notado en mi brazo izquierdo.

—Es el veneno del Flayers.

—¿Pero no tengo alucinaciones? —Frunzo el ceño, pero talvez no lo estoy percibiendo, ya que siento adormilado todo el cuerpo.

—Eso no es lo único que hace el veneno, pequeña.

—Tengo mucho sueeeññooo. —Dirijo mis ojos a los niños—. Oigan niños, vamos a volar. Será muyyyy divertidoooo.

—Está en letargo, pronto se desmayará. Hay que llevarla rápido a casa para que se recupere.

Carry Me Home Tonight... me gusta esa canción. Adina la escucha todos los días. —Y no le había encontrado el sentido hasta hoy—. Tonight we are Young... nanana nananana.

—¡Jesús! ¿Acaso las garras de esas cosas tienen éxtasis o alguna mierda de esas? Parece que fue al país de nunca jamás.

—Algo así —responde Azael y lo último que recuerdo es volar en los brazos de mi guardián, mientras cantaba la estúpida canción de Adina.

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