CAPITULO 16


—Mi nombre es Sara. —Aún estoy anonadada contemplando las alas, heridas, pero doradas de la chica—. Soy una de ustedes. Hace dos años mis padres fueron asesinados por caídos, quienes estaban buscándonos. Un Ascendit me ayudó y me habló de lo que somos. Así que después de ser atacados, el hombre junto a otra mujer ayudó a curar a mis hijos y a mi hermano. Luego nos informaron de la existencia de este lugar y que debíamos acudir aquí.

—¿Por qué no lo hiciste? —pregunta Baruch.

Desde que la chica llegó, Adif ha permanecido callado y solo le observa con atención. Elijah fue como si hubiera visto un fantasma, aunque al principio no le reconoció. Los niños, bueno ellos aún no lo saben. El resto de los hermanos sólo la observan a ella y luego me observan a mí, ese es uno de los motivos por el cual me permiten estar en esta reunión. Sara es una versión exacta de mí, sólo que más adulta y su cabello es de un tono cobrizo.

—No lo sé. Lo último que recuerdo es estar en casa preparando las cosas para salir hacia aquí y luego estaba en un lugar oscuro. Eso fue hace dos noches.

Otro acontecimiento importante sobre esta chica es que no puedo ver su aura. No hay absolutamente ningún campo de energía a su alrededor y sé que todos están pensando exactamente lo mismo que yo. Esto no es normal, ni tampoco natural. Se supone que todo ser espiritual o terrenal, debe tener aura. Incluso los demonios la tienen, oscura, pero la tienen.

—No puedo creer que haya pasado tanto tiempo. Yo... ¿puedo ver a mis hijos? —Ante la mención de los niños mi piel se eriza, no comprendo aún mi prevención y desconfianza con Sara. Y no es por el simple hecho de no tener aura o de que es mi copia exacta o yo de ella, ya que es unos años mayor. No quiero que vea a los gemelos.

—No lo creo. —Dejo salir no muy ligeramente—. Digo. Tu aspecto y sin ánimo de ofender, no es el mejor para que tus hijos, a los cuales no ves hace dos años, te vean por primera vez. —Me apresuro a agregar, cuando Sara y la mayoría de los presenten me fruncen el ceño.

—Oh. —Luce avergonzada—. Tienes razón.

—Ya hemos limpiado tus heridas, sanarás en poco tiempo, así que calculo que en unas dos horas estarás como nueva. —Pileith le entrega unas pastillas para el dolor y una toalla a Sara—. Lamento mucho por lo que has pasado.

—Gracias —susurra y bebe del vaso que Atzel le acerca.

Devuelvo mi atención a cada uno de sus movimientos, para estar tan herida, se mueve con mucha facilidad. Una herida como la de su costado no me permitiría extender la mano de esa forma. Siento ojos en mí, aparto mi vista y me encuentro con Adif, quien me observa con cuidado. Me percato de su leve y casi imperceptible movimiento de cabeza. Está pensando lo mismo que yo.

Regreso mis ojos a Sara, notando otras peculiaridades en ella. Las marcas de sus manos no son tan profundas como para tomar literalmente sus palabras de "haber estado atada fuertemente y luchar contra las cuerdas". Además las alas, son doradas y ellas son muy difíciles de penetrar, al igual que nuestra piel; y ella menciona haberse lastimado con alambres de púas cuando escaló el muro de la casa en la cual se encontraba. Su cabello no está demasiado sucio, como se espera estar después de permanecer en el lugar tan sucio que ella describe. Sus uñas igual, no están rotas, sucias sí, pero bien limadas si se ven. Sus ropas están sucias y rotas, en ciertas partes del cuerpo están desgarradas, lo curioso es que la piel bajo esas aberturas está limpia e inmaculada.

Pero lo que más me intriga es la inexistencia de su aura. Eso es imposible, y sin la visión de ésta, no puedo leer muy bien la verdad en Sara. Sin el aura no puedo percibir de manera correcta sus emociones y sentimientos. Busco con mis ojos a los hermanos Damabiah, se encuentran observando con especial cuidado a Sara también. Al sentir mis ojos en ellos, me miran. Lo veo en sus ojos, también están en la misma línea de pensamiento que el mío.

—¿Ageysha, cierto? —Asiento hacia Sara cuando me llama—. ¿Cómo están Elijah y los niños? —Confundida arrugo mis cejas—. Lo pregunto porque Pileith me dijo que eres muy cercana a ellos.

—Ellos han estado bien —respondo no queriendo dar más información sobre ellos. No entiendo lo protectora que soy en estos momentos—. Son niños encantadores, Elijah les ha enseñado bien. —Él es quien ha estado con ellos este último par de años, así que merece el crédito por lo encantadores que son esos niños. Bueno, la mayor parte del tiempo.

—Sí, estoy segura de eso. —Sonríe y es tan falsa que me produce nuevamente escalofríos.

—Sara —llama Adif—. Vamos a dejarte descansar por el momento, pero es necesario que mañana los hermanos Damabiah y yo hablemos contigo.

—Está bien. Aunque no creo que tenga mucha información conmigo. —Frota sus sienes—. En estos momentos mi cabeza es una cosa loca. No tengo muy buenos recuerdos y no sé qué es real y que no. —Trata de sonar dulce, pero en realidad hace que mi estómago se revuelva. Mi cuerpo no está reaccionando de manera positiva a esta mujer.

—Bien. Dejaremos descansar a Sara. —Esa es la orden para abandonar el lugar—. Dejaré a dos gárgolas en la puerta por si necesitas algo. —Y esa es la forma sutil de Adif para decirle a Sara que no confía en ella y la estará vigilando.

—Perfecto, gracias. —Vuelve a sonreír y esta vez rechino mis dientes.

Abandono la habitación y camino hacia los hermanos Damabiah, me ven y niegan con su cabeza.

—No tenemos respuesta para ello, Ageysha. Esa mujer es la única que puede aclararnos todo. —La mano de Jacob toma mi codo.

—Dudo que ella aclare algo. Esa mujer no...

—Lo sabemos, Ageysha. Pero no podemos hacer nada más, si no esperar... —No completa la oración pero adivino cuál es. Hasta que descubramos qué está realmente haciendo esa mujer aquí.

Asiento y camino hacia el piso superior para ver a Elijah. Paso a tres niños jugando en las escaleras y a dos jovencitas hablando sobre un chico llamado Juan en el pasillo. La puerta de Elijah está cerrada y desde adentro escucho una canción. Golpeo y después de unos minutos de no encontrar respuesta, golpeo más fuerte.

—¿Qué? —gruñe cuando abre la puerta. Está sin camisa, gotas de sudor bajan por su pecho y se encuentra agitado.

—Yo... —Qué sexy—. Quería saber cómo te encuentras. Sé que no has procesado bien los últimos acontecimientos.

Me observa por unos momentos y luego se aparta de la puerta para dejarme pasar. Entro y encuentro un saco de boxeo colgado de una de las vigas del techo que aún se balancea.

—¿Entrenando solo? —Levanto una ceja irónica.

Sólo me observa sin responder. Contemplo su rostro y cuerpo tensos, algo está sucediendo con él, percibo ansiedad e ira, con remordimiento y preocupación.

—¿Vas a quedarte sólo viéndome? —Su silencio me tiene retorciéndome un poco. Elijah es una de las personas más habladoras que conozco.

—Verte me hace bien. —Habla por fin y su voz es ronca y baja.

—Hmm, ¿sí? —Me tenso un poco al verle acercarse hacia mí. Sigue exhumando esta vibra enojada, pero aún así un hormigueo de excitación se explaya por mi cuerpo.

—Sí. —Otra vez esa voz... debo decir que ese tono combinado con su cuerpo y el hecho de no tener una camisa que cubra sus tentadores abdominales, es condenadamente sexy.

—Nunca había entendido que veían las chicas de excitante en un hombre que las aceche, medio sudado y medio desnudo, pero debo decir que verte de esa manera le está haciendo cosas a mi cuerpo. —Detengo mis manos de cubrir mi boca por dejar que escape uno de mis pensamientos. No soy de las que se retracta o avergüenza por lo que hace o dice. Aunque sé por el calor de mis mejillas y la sonrisa estúpida de Elijah, que me he sonrojado. Así que continuo—: Cosas buenas, por supuesto.

—Debo decir que verte sonrojada y toda guerrera, intentando no avergonzarte y enfrentándome de esa manera... —Acaba con la distancia entre nosotros. Siento su calor corporal y deseo tocarle—, Me hace cosas —susurra cerca de mi oído—. Cosas buenas también. —Jadeo cuando besa el hueco de mi cuello—. Muy buenas. —Pasa su lengua por mi clavícula y me estremezco.

—Me gusta que me toques. —Contengo el aliento cuando sus labios suben por mi mejilla.

—Y a mí me gusta tocarte, Ageysha. —Besa mis ojos y mi nariz, suspiro cuando sus labios tocan suavemente los míos.

Continúa burlándose de mí, sólo que ahora agrega sus manos al juego, acariciando mi cintura, costado y espalda. Para igualar su juego, engancho mis manos bajo la pretina de sus pantalones, rozando la caliente piel de su pelvis. Gruñe y eso me excita aún más. Sus manos suben hasta rozar mis senos, me acaricia con tanta suavidad, ternura y delicadeza, que me encuentro más encendida que nunca.

Devuelve el roce de sus labios hacia mi cuello y clavícula, sin besar mis labios de la manera que deseo. Gruño frustrada cuando me esquiva al intentar llegar a su boca, ríe y muerde mi hombro haciéndome jadear y saltar en mi lugar.

—Elijah. —Mis manos suben hasta su cabello y se enredan halando su cabeza hacia mi boca. Es un movimiento eficaz, deja escapar un gruñido y decide por fin besarme. Sus labios son despiadados y necesitados. Muerde y succiona, enreda su lengua con la mía, se burla de mí y me hace querer más.

Mis uñas se entierran en sus hombros, y mis dientes buscan aprisionar sus labios. Nos convertimos en un enredo de extremidades y una caliente escena con el sonido crudo de la excitación y la pasión.

Empujo a Elijah hacia su cama, no me basta con sus besos. Necesito más y pienso tomarlo. Sé que él también lo necesita, su excitación se presiona contra mi estómago y mentiría si eso no aumenta mi propio deseo. Cae sobre las sabanas y yo le sigo ubicándome encima de él. Halo su pantalón buscando la manera de sentir toda su piel, mi camisa es sacada por mi cabeza, su boca desciende besando y mordiendo mi piel. Y las sensaciones que recorren mi cuerpo son inexplicables. Continuamos explorando, tocando, besando y mordiendo nuestros cuerpos. Pronto me encuentro sólo en mi ropa interior y él en la suya.

Nos gira y me aprisiona entre su cuerpo y la cama, mordisquea mi cuello y gimo cuando encuentra ese punto exacto que tanto clamaba por su toque. Se congela. Siento el frío que se cuela en su cuerpo como si fuera el mío. Se retira de mí y camina como un león enjaulado por su habitación. Confundida, frustrada y excitada lo miro desde mi no tan sexy posición en la cama.

—Lo siento, Ageysha —brama como si hablar le doliera—. Te deseo tanto en estos momentos. Dios, mi cuerpo duele por ti.

—¿Ven y calma el tuyo y el mío entonces?

—No.

—¿No? —Confundida y frustrada me levanto. No cubro mi cuerpo, estoy muy segura y orgullosa de él. Que me mire y decida el por qué se ha detenido de tenerme.

—No, Ageysha. Esto no va a concluirse. —Su voz está lejos de sonar monótona o despreocupada. Está igual de excitado y dolorido que yo.

—Bien. —Molesta y sintiéndome rechazada me dispongo a recoger mis ropas y alejarme de él. Me observa mientras me visto y me enfurezco aún más cuando veo que en su entrepierna hay una tienda de campaña.

El idiota me desea, pero me rechaza.

¡Que se joda! Iré a consolarme yo misma.

Un frío se desliza por mi cuerpo cuando soy consciente de que no pienso en Yahir, quien por lo general es la persona que, aunque suene feo, uso para estas emergencias.

No quiero a Yahir en estos momentos. Quiero a Elijah. Pienso para mí misma y me estremezco con esa verdad. Porque cuando besé a Yahir pensé en Elijah, y cuando bese a Elijah solo él estuvo siempre en mi pensamiento.

Aún más molesta conmigo misma, me dispongo a salir de la habitación, pero la mano de Elijah me detiene antes de tocar la manija. Empujo su mano, pero no suelta su sujeción de mí. Gruño cuando logra volver mi cuerpo hacia él. Gruñe devuelta y luego sus labios están sobre mí, nuevamente.

¿Qué le pasa a este hombre?

—Te deseo, Ageysha. —Suelta sobre mis labios—. Te quiero, te necesito. —Muerde mi labio inferior y presiona su cuerpo contra el mío mostrándome lo necesitado que está—. Pero ya te lo dije. Cuando te tenga, serás solo mía. No te voy a compartir.

—Jódete. —Empujo su cuerpo y corro fuera de la habitación. Y todo porque aunque va en contra de la mujer independiente dentro de mí, pero sus palabras me hicieron por un momento, desear ser suya.

Una de las cosas que hacía mi padre cuando estaba enojada, era darme una caja de colores y papel en blanco. Amaba pintar con él, perderme en los colores, dibujando cualquier cosa que se nos ocurriera. Muchas de las veces, ni siquiera mis pinturas tendrían forma, pero de igual manera me calmaba y mi padre siempre se mostraba complacido por ellas.

Eso explica por qué en estos momentos me encuentro en el piso de mi habitación, con cientos de colores y hojas blancas, garabateando cualquier cosa. Ya he coloreado cinco hojas. Uno es un cuervo negro sobre unas hojas secas. Otro es una nube gris que oscurece una flor en el campo, otro es una niña señalando un arco iris, también hay unas copas de vino y en estos momentos trazo con color negro la sombra del niño que he dibujado recostado en una pared.

Después de lo que sucedió en el cuarto de Elijah, no pude "consolarme" a mí misma, ya que seguía pensando en él. Y por supuesto no se merecía algo de mi intimidad. Mi mal humor aumentó, por lo que decidí utilizar mi terapia número dos. Los siento antes de que toquen a mi puerta.

—Entren —grito para que puedan oírme. La puerta se abre y los pasos lentos y dudosos de ambos gemelos se escuchan—. Hola chicos.

—Hola, Ageysha. —Un decaído Almagor no responde a mi saludo. Sólo observa mis dibujos.

—¿Qué pasa niños? —Ambos comparten una mirada y sus ojos se humedecen— Eh, chicos. ¿Por qué están tristes?

—¿Es cierto que ella está aquí?

Suspiro y extiendo mis manos hacia ellos.

—Vengan aquí. —Vienen sin dudarlo, lo cual hace que mi corazón se apriete un poco. Abrazo sus pequeños cuerpos y espero a que me miren—. Sí, ella está aquí. Vino por ustedes.

—Yo... —Almagor se detiene y mira hacia el suelo—. No me acuerdo de ella.

—Tampoco yo.

—Tranquilos chicos. No se preocupen, es normal. No la han visto por dos años y no es algo malo que no recuerden cómo luce su mami. —Los estrecho un poco—. Pero ella ya está aquí y mañana podrán verla.

—Yo no...

—¿Si Briza?

—No quiero verla. —Abro mis ojos al escucharla confesar aquello.

—Tampoco yo —agrega su hermano y me encuentro confundida en cuanto a qué decir ahora.

—Bueno. —Pienso, pero la verdad no se me ocurre nada más que—: Es su mami, niños. Ella los quiere —o eso creo— y desea verlos.

—Pero, ¿y si no queremos verla?

—Les prometo algo. Mañana cuando ella venga a verles yo estaré con ustedes, ¿les parece?

—Sí —contestan ambos a la vez—. ¿Qué haces? —Almagor contempla mis dibujos—. Oh, ese me gusta. —Señala la nube y la flor.

—Les voy a contar un secreto —susurro y creo que la palabra secreto hace que se iluminen y dejen a un lado su preocupación— Pero no le pueden decir a nadie más, ¿bien? —Asienten entusiasmados. Me rio—. Cuando estoy molesta, triste o ansiosa, pinto o coloreo lo que se me ocurra.

—¿Cualquier cosa?

—Sí, Briza.

—¿Y ayuda?

—Sí, Almagor. ¿Quieren intentarlo?

Ambos exclaman un sí y se acuestan sobre sus estómagos para dibujar. Exactamente cuánto tiempo pintamos, no lo sé. Pero puedo asegurar que nos ayuda a los tres. Pintamos tanto que el bloc completo se acaba y la mayoría de los colores terminan de un tamaño poco favorecedor para tomarles en las manos. Briza ahoga un bostezo y Almagor frota sus ojos, miro la ventana y me doy cuenta que está oscureciendo.

Dejo a los niños en mi habitación, pidiéndoles que me esperen y bajo corriendo a la cocina para llevarles algo de comer. Zivia me provee de unos cuantos sándwich y refrescos. Subo y reparto el botín entre todos. Comemos, mientras halago sus pinturas y ellos se reparten las mías. En todo ese tiempo nadie, ni siquiera Elijah viene a vernos. Sé que las gemelas aún están molestas conmigo, al igual que Yahir. Ariel, Armon y Atur están patrullando y recibiendo a los clanes que vienen en camino. Atzel está con Pileith trabajando en la enfermería y Adif, está reunido con los mayores y los sabios.

—Estoy cansada. —Un bostezo escapa de la boca de Briza.

—Yo igual.

—Bueno, creo que ya es hora de dormir niños.

—¿Podemos quedarnos contigo? —pregunta Almagor, sorprendiéndome.

—Por supuesto —musito sin dudarlo—. Pero, ¿y su tío?

—Él está con los adultos creídos esos y el señor Adif.

—¿En serio? —Bueno eso sí me deja confusa. ¿Qué estarán haciendo?—. Entonces, vamos por los pijamas.

Corremos a la habitación y traemos todo lo necesario para que los tres estemos cómodos esta noche. Me siento un poco incómoda por no poder salir esta noche, pero cuidar de los gemelos lo recompensa. Se siente bien saber que dos criaturas tan puras e inocentes confíen en ti.

Los sabios dicen que los niños pueden detectar mucho más fácilmente a una buena o mala persona. Reconocen la luz en la oscuridad y viceversa. El hecho de que ellos se sientan a salvo conmigo me hace hinchar el pecho. Dejo el canal infantil encendido mientras nos ubicamos en la cama. Ambos chicos discuten sobre quién dormirá a mi lado así que decido hacerlo en medio de ambos. Mis manos abrazan a cada uno, como si lograra protegerlos y esconderlos del mundo. Y aunque asusta la mierda de mí, me siento poderosa al hacerlo.

Pero ese sentimiento se esfuma, cuando en medio de la noche ambos niños se despiertan gritando en su sueño.

No creo poder protegerlos de todo.

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¡Hola!

Un capitulo más con mucho cariño para ustedes.

Este, esta dedicado a Pattyespinoza26 quien también es una de mis fieles lectoras.

Agradezco infinitamente a HeidyRosales31, BrissWalker y @Drown18 por leer cada uno de mis capitulos y dejar su voto. Los aprecio de verdad.

Mi canción para hoy...

https://youtu.be/9CbQl98JEbE

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