22. Calum
Si bien la preocupación que nos causaba la situación de Makenna era un trago amargo muy difícil de ignorar, Dios nos brindó un respiro cuando la niña calló de repente y se desmayó. Brooke la tomó sin dudar en sus brazos antes de que la pequeña se desplomara sobre el suelo y sobreprotectora, como era solo con su prima, acarició sus cabellos.
—Ya pasó la peor parte, niños, ahora está descansando. —Chamuel tomó el rol de coordinador en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Estás seguro que nada más le pasa? —indagó mi amiga aún intranquila.
—Sí —respondió Chamuel cerrando los ojos—. Ahora debe descansar; por mi parte voy a investigar el nombre de Astaroth.
Chamuel se arrodilló contra el piso y posando la mano que todavía le funcionaba sobre el suelo, creó una llama rosada que quemó por unos segundos. Parecía un fuego controlado. Hasta podía apostar que de haberla tocado no me habría lastimado. ¿No la había usado ya esa llama la vez que fuimos a salvar a un ángel y un humano?
Ahí fue cuando comprendí, no muy a ciencia cierta, que había dos posibilidades: o nos estaba protegiendo con alguna barrera invisible o algo así, o estaba asegurándose que ya no quedara ningún demonio en el perímetro.
Por su cara de preocupación inmutable, supuse que había más chances de que fuera la segunda opción. Chamuel no se mostraría así de consternado si tuviese la posibilidad de dejarnos sanos y salvos.
—Brooke, lleva a Makenna adentro por favor, ya te alcanzo —le pedí como favor y si bien sus ojos me dejaron saber que no estaba del todo de acuerdo, accedió.
Al quedarnos solos, le permití a mi amigo el espacio suficiente para que fuésemos honestos el uno con el otro, aunque si hacía las preguntas correctas yo le debería contar algo horrible de mi parte.
—¿Te llevará mucho tiempo averiguar quién es Astaroth?
—Varias identidades pueden responder a un mismo nombre; como hay varios Chamuel deben haber varios Astaroth. Me llevará tiempo, pero recuerda que estoy en un ejército celestial, le pediré a mis superiores que muevan a tantos ángeles como sea necesario. Tengo un muy mal presentimiento de todo esto.
—No sabía que tenías superiores.
—Todos tenemos superiores, Calum, es la base de toda organización. Ahora, ¿qué te está pasando? Esto no me gusta para nada.
—¿A qué te refieres? —quise hacerme el tonto, pero era pésimo actuando. Convencer a un arcángel de mis mentiras jamás sería uno de mis talentos innatos.
—Estás temblando, miras por sobre mi hombro como si alguien estuviese por aparecer a atacarnos, tus ojos brillan con temor y tu aura está más oscura de lo normal. No es enojo, se puede ver con facilidad, eso quiere decir que algo malo te pasó dentro de la sombra.
—Alguien me estaba dando caza, era alguien externo al plano de Makenna. Un intruso como yo. Pensé que iba a morir y eso es irónico porque ya estoy muerto.
—Hay más de una forma de morir, la física es solo la primera. —Las palabras preocupadas de mi amigo no ayudaron en lo más mínimo al estado en el que me encontraba. Estaba viendo cosas que no deberían estar ahí; a mi alrededor había espectros como los de la sombra de Makenna y no podía discernir si eran verdad o solo uno de mis delirios—. Calum, debes comprender que nada de lo que hiciste hoy se ha hecho en el pasado. No sabemos las consecuencias de que te hayas metido en el alma de otro humano, tampoco sabemos lo que le pasará a mi brazo. Deberé informar esto. Puede ser que de ahora en más ya no tenga tanta libertad en tu caso como antes.
—¿A qué te refieres?
—Tu caso era por completo mío porque no tenía conexión alguna con la guerra. No sé qué pasará ahora que están relacionados. Astaroth es un demonio metiéndose con un humano, eso quiere decir que asumir que estas dos cosas no tienen nada que ver es una idiotez. Consecuencias como estas no existen. No sé lo que hará el Consejo.
—¿El Consejo?
—Sí, el Consejo de Arcángeles. Los cuatro originales, los primeros que llevaron los nombres de Miguel, Rafael, Uriel y Gabriel. Nadie puede contradecirlos así que deberé acatar lo que me digan. Sus métodos pueden no respetar las normas humanas, así que estate preparado.
—¿Qué me estás queriendo decir?
—Solo que te cuides. No des nada por sentado, cuídate a ti y a las Alden. Apenas veas algo que no encaje, llámame. —El semblante de Chamuel se fue tornando oscuro por cada palabra pronunciada.
—Está bien, pero no me dejas tranquilo.
—Estamos en una guerra, amigo, no es momento para estar tranquilo.
Luego de mi inquietante conversación con Chamuel, entré a la vieja casa de los Alden y busqué a Brooke en su habitación, pero no estaba allí. Cuando crucé para el cuarto de su prima pude verla en el umbral, observándola en silencio.
—Duerme como si no hubiese pasado nada —comentó Brooke mientras sus ojos color avellana brillaban de una manera peculiar. Estaban llenos de enojo e impotencia.
—Gracias a Dios duerme como si no hubiese pasado nada —le corregí mientras apoyaba mi mano derecha sobre su hombro.
Aquella expresión física me dejó anonadado y comprender el por qué me hizo sentir incluso peor; claro, si eso era posible. No solo habíamos sobrevivido una pesadilla de la que no había salido cien por ciento ileso —pues las sombras se seguían moviendo cuando no debían—, sino que ahora también me pasaba eso. Había comenzado a perder de manera gradual el tacto. Ya no era solo mi capacidad emocional sino también uno de los sentidos que no me habían abandonado del todo hasta ese momento. Mi corazón se hundió debido al sufrimiento de esa epifanía y fui capaz de apreciar que estaba más muerto que nunca.
Busqué un lugar oscuro y alejado dentro del torbellino de emociones que me estaba lastimando. Necesitaba esconderlo de todos. Nadie más que yo debería saber que poco a poco estaba muriendo de verdad, perdiendo mi esencia y lo que alguna vez fui. A pesar de todo el infierno en mi interior, para cuando Brooke se giró a charlar conmigo cara a cara ya todo estaba bajo control. Dejarle saber que estaba desapareciendo podría matarla de la tristeza, estaba seguro pues yo sufriría de la misma forma si los roles estuvieran invertidos.
—Vamos al cuarto, ha sido una noche larga y eso que no hemos llegado siquiera a la mitad. Estoy agotada —me pidió con una débil sonrisa colgada de sus labios.
Como el primer día de clases en Beaufort, Brooke volvió a colocarse la careta de chica fuerte a la que no le entraban las balas. Que me mintiera a la cara con ese descaro podría haberme ofendido en otro momento; sin embargo, yo estaba haciendo exactamente lo mismo con ella.
Desde ese momento en más no volvimos a cruzar palabra alguna. Su espalda era todo lo que podía ver de Brooke mientras ella intentaba dormirse, eso me permitió entender que no era bienvenido y no pude comprender por qué se estaba comportando así conmigo; no en el momento en que más la necesitaba de mi lado.
Mientras el silencio de la noche era quebrantado por el ocasional ruido de un auto que pasaba por la calle, yo me fui poniendo más y más paranoico. Desde las sombras podía percibir cómo me observaban y más de una vez durante aquel calvario podría haber jurado que la mano terrorífica de antes buscaba atraparme. Como si no estuviese en verdad a salvo. No saber si lo que mis ojos veían era verdad o no me estaba haciendo rozar la locura. Salté sin poder evitarlo cuando la voz de Brooke interrumpió mi momento de esto-parece-una-película-de-terror.
—No puedo dormir.
—Hagamos un club —contesté irónico pues por más de que lo intenté no pude sacudirme este resentimiento que sentía hacia su indiferencia.
—¿Estás molesto conmigo?
—¿Debería? —volví a arremeter con una pregunta. Era hora que ella sufriera una cucharada de su propia medicina.
Suspiró con pesar y se enderezó sobre la cama. A continuación abrazó sus piernas con fuerza y ocultó su rostro en el hueco que se había formado. Su piel lucía más pálida de lo normal y los hombros —que le temblaban esporádicamente por los espasmos— me indicaron que estaba llorando. Parecía una niña pequeña que no tenía nada ni nadie que la protegiese. Quise preguntarle por qué estaba sollozando, mas presentí que me rechazaría como ya lo había hecho con anterioridad.
—Si no hubiese sido por Chamuel...—al fin comenzó a hablar— te habría perdido. ¿Es que no lo comprendes, Calum? Podría haberte perdido y ya he perdido demasiado; si también pasara eso contigo, me moriría. No precisaría siquiera suicidarme como más de una vez lo intenté, moriría en ese mismo instante de angustia.
El mensaje que quería expresar fue fuerte y claro, incluso cuando el llanto la refrenaba y le impedía hablar bien. La mezcla de sufrimiento con desesperación que emanaban sus hermosas pupilas me quitaron la respiración a la vez que sentí cómo un gran dolor crecía en la boca del estómago para luego atacar cada parte de mi ser. Estaba entre la espada y la pared, entre decirle la verdad o mentirle para que el dolor no la atacara desde tan temprano. ¿Cuándo habíamos cambiado tanto? Antes éramos honestos el uno con el otro, ahora estaba considerando con seriedad si mentirle era una buena opción.
—Brooke, estoy perdiendo el tacto y alucinando con sombras que se mueven y no deberían. Lo primero me preocupa muchísimo más que lo segundo.
Si bien no pude juntar el coraje para decírselo mirándola a los ojos, al menos pude pronunciar en voz alta las palabras que tanto esfuerzo me habían costado. Ya estaba, la verdad había salido a luz y la oportunidad de pretender que no era así ya no estaba disponible. El tiempo se nos estaba acabando y podía ser que al final de aquel recorrido tuviese una tumba lista para ocupar.
—Por lo menos no me mentiste. —Su voz entrecortada y la sonrisa que había dibujado en sus labios me desencajaron—. Debe haberte costado mucho, ¿no? ¿Cuándo comenzaste a sentirlo? Yo sentí algo raro cuando me tocaste el hombro hace un rato.
—Sí, fue en ese momento que lo noté. Ya ni siquiera el tacto es como antes. Imagina que agarras todo con guantes gruesos y ahí podrás comprender más o menos cómo yo experimento las cosas ahora. Parece irreal, como si otra persona estuviese robándome las sensaciones. Primero mis emociones, ahora el tacto. ¿Qué más me quieren quitar?
Todo eso lo dije intentando no llorar pero fue inútil, una vez que una lágrima se escapó de mis ojos las demás no encontraron obstáculo alguno para seguir su rumbo natural. Mi amiga se paró y fue a parar a la derecha de donde estaba recostado. Ambos contra la pared dejamos que nuestro llanto corriese con libertad y nos tomamos de las manos, aunque ya no era como antes.
—No quiero perderte, Calum.
—Yo tampoco quiero perderme, Brooke, estoy aterrado. Creo que nunca había sentido tanto miedo como ahora.
—Sigues siendo tú, Casper. Sigues siendo el adolescente flacucho y medio torpe que siempre fuiste, el lunar que tienes en el cuello sigue en el mismo lugar y tu sonrisa no ha perdido el brillo. No me interrumpas —me calló cuando intenté hacerle saber que no estaba en lo correcto—. Estás pensándolo demasiado y eso hace que creas que te estás perdiendo, pero sigues atado a mí. Lo que hiciste hoy se cobró una parte de ti, te aterrorizó lo que viviste dentro de la sombra de Makenna y puedo comprenderlo, pero nada ha cambiado desde que nos conocimos. Estoy segura de eso.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Por dos cosas, número uno: te lanzaste a salvar a Makenna sin siquiera pensar dos veces en las consecuencias que podrían tener tus actos, fuiste impulsivo como cualquier persona de nuestra edad. Número dos: hace un rato cuando te despediste, quisiste besarme y te arrepentiste. Si en verdad tu habilidad para emocionarte se estuviese disipando eso no habría pasado, ¿no te parece?
—¿Vas a usar esa carta? ¿En serio? —Le pregunté medio ofendido, medio sorprendido.
—Jugaré tan sucio como sea necesario para que no te vayas. —Su resolución me abrumó una vez más—. En las películas siempre dicen que debes vivir sin arrepentimientos, que debes aprovechar todo al máximo porque nada es para siempre. ¿Puedo preguntarte algo y recibir una respuesta honesta?
—Como si fuese capaz de engañarte —confesé encogiéndome de hombros, por cada segundo que pasaba maldecía más y más nuestra situación.
Si tan solo no estuviese muerto.
Si tan solo pudiera besarla y no lastimarla en el proceso.
—¿Por qué no me besaste?
El mundo se detuvo en seco por un segundo. Los colores se opacaron, los sonidos enmudecieron. Estábamos en medio de una guerra celestial, Makenna se encontraba en peligro y casi no volví de una sombra, pero ella quería saber por qué no la había besado. Un cierto calor que no pude catalogar empezó a anidarse en mi pecho... ¿era orgullo?
Intenté encontrarle sentido a su pregunta pero la idea más persistente en mi cabeza se me hacía demasiado altanera e imposible de omitir: dentro del caos en que nos encontrábamos inmersos, ella me estaba poniendo como prioridad, sobre todo y todos; ella me estaba poniendo como prioridad a mí.
—Creo que hay muchas razones. Porque no quería arruinar lo que tenemos; esas cosas a veces son simples impulsos y las amistades se pueden perder por cosas así de mínimas. No quería perderte por sentimientos que ni siquiera yo comprendía, no quiero ahora tampoco. Además, no hacerlo me iba a dar fuerzas; esa sensación de materia pendiente que me obligaría a luchar con todas las fuerzas dentro del alma de Makenna para volver a tu lado. Otra razón es porque estoy muerto y no sería justo para tí, siendo que sigues viva. No lo había analizado hasta recién, pero creo que estoy siendo tan honesto como puedo.
—¿Y ahora? ¿Quieres besarme?
—Con desesperación, porque si estoy en lo correcto y estoy perdiendo el tacto... jamás podré hacerlo, ni siquiera si lo intento con todas mis fuerzas.
—No quiero que me beses si esa es la razón. —Sus ojos avellana brillaron ofendidos y un destello de electricidad que pasó por sus pupilas me dejó saber que hablaba muy en serio.
—¿Cómo...?
—No quiero que me beses solo porque en el futuro puede que ya no puedas. Quiero que me beses porque lo quieres, porque sientes algo aprisionándote en el estómago y esa sensación de nerviosismo no terminará hasta que lo hagas. ¡Por Dios, Calum! ¿Es que puedes ser más idiota?
—Deseas que te bese... porque en verdad lo quiero. —Parafraseé sus palabras buscando darle sentido. Me llevó un rato pero cuando comprendí hacia dónde se dirigía su mente me enfurecí con ella—. ¡La estúpida eres tú, Brooke! ¿Crees que la única razón por la que quiero besarte es mi pérdida del tacto?
—Dijiste que estabas enamorado de Rylee.
—Y después te conocí. Tú estabas enamorada de Harry, ¿no? Aun así yo no dudo de tus sentimientos por mí.
—¿Cómo estás tan seguro de lo que siento por ti? —su cabeza ladeada y su medio sonrisa socarrona llenaron de leña el fuego que yacía en mi pecho. Me estaba retando. Le había dado en el clavo, pero su orgullo no se quedaría allí contento y aceptaría que tenía razón, así sin más.
En vez de contestarle con palabras me arrimé y rocé sus labios con los míos. Nunca había besado a nadie en mi vida, pero Brooke tenía toda la razón del mundo. Aquella bestia que me anudaba el estómago y me quemaba el pecho no pararía hasta que la besara.
El contacto me dejó un sabor amargo en la boca, señal de que precisaba más y no podía obtenerlo. Quería abrazarla con todas mis fuerzas y besarla hasta el cansancio, pero no era capaz porque el cuerpo astral que me quedaba no era sólido.
—Una vez más —sus ojos estaban cerrados cuando lo pidió con vergüenza y me sentí cohibido: No podía darle más que eso—. Sé que el cuerpo que tienes ahora no te permite más que un roce pero, por favor, bésame de nuevo.
No era necesario que me lo dijera dos veces, volví a repetir ese gesto que me llenaba de mariposas el estómago una y otra vez. Los besos eran simples, castos, puros. Eran la llave que liberaba felicidad en forma de contacto físico, era el candado de mis miedos siendo desbloqueado pues ella se sentía como yo.
—Te mentí —llegué a susurrar luego de que nos separamos—. No estaba del todo seguro de cómo te sentías por mí, lo que tenía bajo la manga era más esperanza que evidencia.
—Pues sirvió. —Una leve risa se desató desde lo más profundo de su garganta y comprendí que no había experimentado en verdad el amor hasta que la conocí.
—Me dejaste más idiota de lo normal y estoy a punto de abrir la boca para decir cosas estúpidas y sin sentido.
—¿Cosas románticas? ¿Tu? —Sus ojos se abrieron de par en par y en vez de ofenderme, me divertí por su mala actuación.
—¿Quién lo diría? —Esta vez la hice reír con ganas y una explosión de orgullo se dejó caer en mi pecho, haciéndome así olvidar todo lo malo que estábamos viviendo. Ahora estaba con ella y nada más existía en ese pequeño paraíso que se había creado entre nosotros. Cruzaríamos el puente de la diferencia de planos en otro momento.
—Voy a decir una sola cosa y solo porque no sé qué demonios pasará con esto de la guerra entre el cielo y el infierno. Apenas lo diga debes prometerme que nunca volveremos a hablar de este asunto. —Luego de que asintió expectante abrí la boca y me permití de manera consciente parecer un idiota—. Eres donde pertenezco, creo que estar a tu lado era mi destino. Sí, sé que empecé esta misión para ganarme mi pedazo de cielo, pero ¿qué sentido tiene poder pasar a una mejor vida si ya no podré estar contigo? Todo lo que tengo, todo lo que soy, lo dejo en tus manos. Me estoy encomendando a ti... ¡No te vayas a reír, Brooke Alden, o juro que nunca te lo voy a perdonar!
—No pensaba reírme, paranoico. —Rozó mi mano con uno de sus dedos, y por un segundo presencié su calor corporal—. Porque yo también te encomiendo todo lo que tengo y todo lo que soy. Comenzamos este camino y fuiste mi protector, luego te convertiste en mi amigo. Ahora... ahora no puedo encontrar palabras para describirte, pero eres de lo más preciado que tengo y confío en ti. Ojos cerrados, manos en el fuego, ya sabes a qué me refiero.
—Esto es lo más cerca que vamos a llegar a una declaración de amor —lancé el chiste buscando alivianar un poco la situación.
—No que tengamos mucha experiencia en estas cosas, ¿no? —Ella me regaló la más hermosa sonrisa que vi en toda mi existencia, vivo y muerto.
—Siempre serás mi molesta, siempre seré tu Casper. Eso es todo lo que importa.
—Es chistoso. Siempre fui Brooke antes de ti, siempre me consideré un ente independiente; pero desde que estás en mi vida siento como si estar a tu lado hace que todo sea mejor. Ser Brooke era algo bueno, pero que seamos "Brooke y Calum" hace todo perfecto. Siento que estoy protegida y que me llevas a ser una mejor versión de mí misma. Siempre podré ser Brooke, pero siento que tú me llevas a ser mejor de lo que solía ser.
—Te comprendo porque yo tampoco quiero un Calum si no hay una Brooke de por medio.
—Calum... —dudó ella por un segundo mientras se enderezaba para poder verme frente a frente. A esas alturas estábamos enfrentados, sentados los dos en posición de indio, con nuestras manos entrelazadas—. Me va a costar horrores aceptar que al final de toda esta aventura tú no puedas volver. Tener que dejarte ir va a ser de las cosas que más me van a doler.
»Lauren Mills me está enseñando a ver las cosas como son, a separar qué puedo controlar de lo que no. Y tu muerte es una de esas cosas. No lo puedo controlar. A pesar de eso, agradezco de corazón todo lo que vivimos. Que seas mi guardián, que me estés ayudando tanto. Siento que todo lo que vino contigo fue una forma de compensar la mierda de situación en la que estoy.
»Y puede que sea egoísta, pero si hay algo más allá de la muerte, y si en verdad reencarnamos. Por favor, por favor, espérame. Te estaré buscando, no me habré olvidado de tí. No sé cómo, pero lo pienso hacer.
—Te voy a esperar hasta el fin del mundo, mi molesta querida —sabía a la perfección que la sonrisa de oreja a oreja que tenía en ese momento casi no me dejaba hablar. Me daba igual, lo que estaba viviendo en ese momento era felicidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top