12. Calum
¿Cómo podía ser? Me tiré al suelo intentando no llorar como un niño pequeño. Estaba destrozado, aterrado y paralizado. Mientras tanto, una niña que ni siquiera iba a primero del nivel inicial se encontraba en frente de mí, tranquila, como si lo que pasó no fuese la gran cosa. Era de locos.
¿Quién era en verdad Mackenna Alden?
—La fe mueve montañas, Calum. La fe que Makenna te tenía fue la que causó que nada pasara a mayores, es una pequeña luchadora. Su cuerpo será joven pero su alma es antigua, casi como el tiempo. Eso le hace sabia, incluso si es desde el inconsciente.
—¿Cómo puede una niña de cinco años ser sabia? —indagué esa noche en la terraza del departamento. Ahora estaba un poco más tranquilo porque por más que estaba con Chamuel, podía oír los leves ronquidos de Brooke al dormir. Los sentidos se me habían agudizado con la desesperación.
—Algunas cosas de las vidas pasadas se arrastran hasta la presente y eso es lo que le ha quedado a Makenna luego de volver a nacer: su fe ciega en que si decreta algo con todas sus fuerzas, pasará. —Chamuel se sentó a mi lado mientras daba esa breve explicación que me dejó confundido.
Las palabras de Chamuel retumbaron en mi mente por varios segundos. Estaba clavado al suelo sin poder articular movimiento y la vida seguía su camino sin mí. El arcángel me abrazó sin aviso por unos segundos, luego se separó y dibujó con sus manos varios símbolos que plantó en mi espalda; supuse que estaba apuntando a mi corazón. Con lentitud, los ánimos que se me habían escapado con el intento de suicidio de Brooke volvieron a hacerme compañía y comencé a sentirme mejor.
—Has superado la primera prueba. Te dije que no iba a ser sencillo, ¿recuerdas?
—Sí, lo sé. Solo que no pensaba morirme más de una vez en esta vida. De haber sido posible, ya habría estirado la pata de nuevo.
—En ese caso es bueno que ya estés muerto. —El arcángel se dio cuenta de su chiste macabro cuando ya era demasiado tarde—. Lo lamento, en verdad. No me di cuenta.
—Vamos, que ya estamos en confianza como para que te de vergüenza mostrar tu retorcido sentido del humor. Olvídate. ¿Qué puedo hacer ahora? Necesito que me guíes.
—Será doloroso...—me advirtió y pude notar sus ojos marrones oscureciéndose debido a lo que diría después.
—Nada de lo que me ha pasado hasta ahora ha sido menos que doloroso, así que deja de tener tantas precauciones con mis sentimientos, Cham. —Dirigirse a un arcángel de esa forma tan informal me seguía pareciendo incómodo, pero era verdad que lo ponía en mi mismo nivel. De ser mensajero de Dios inalcanzable, Chamuel había pasado a ser mi compañero y copiloto en toda esa redada.
—Calum, puedes estar muerto pero aún sientes. Deja de hacerte el que eres fuerte.
—Déjame ser, siento que si pretendo ser fuerte en algún momento lo lograré. Llegaré a creerme mi propia mentira y comenzaré a serlo.
—Estás loco, compañero, pero presiento que eres demasiado testarudo como para que intente cambiarte. —Chamuel suspiró algo frustrado y de un segundo a otro, su actitud cambió. Como si el aire que había largado se hubiese llevado todas sus emociones negativas.
—Nunca mejor dicho.
—Ya. —Volvió la vista que tenía concentrada en Brooke hacia mí, pues sin darme cuenta, él nos había transportado a los pies de la cama de la chica—. Deberás recordar las cosas que te hacían amar estar vivo. La alegría es un arma poderosa pues es contagiosa. Si recuerdas aquellas cosas que merecían la pena y te enfocas en lo importante que son, podrás poco a poco devolverle perspectiva a Brooke. En este momento un inmenso árbol sombrío le impide ver el bosque que está detrás.
En medio de la noche mi protegida se despertó con brusquedad debido a lo que aparentaba ser una pesadilla. Sentándose sobre el borde de la cama intentó ahogar su llanto y yo me limité a acompañarla en el silencio. Sus ojos estaban fijos en el piso, mirando hacia la nada, su mano temblorosa se aferraba al pecho, buscando recomponer su respiración. Luego de unos minutos que parecieron eternos, su cuerpo volvió a ser esa coraza aparentemente vacía.
El cuerpo de Brooke estaba lejos de estar vacío, pero el alma estaba tan fragmentada que parecía imposible de recomponer. A la vez, parecía estar carente de emociones, pero eso tampoco era verdad. Brooke estaba carente de emociones positivas, que no era ni por cerca lo mismo a no sentir nada.
—Lamento lo de hoy, fantasma. ¿Eres un ángel guardián? —Sus palabras me dejaron petrificado, ¿era posible que ella me recordase? —. Te vi en el hospital y me has seguido hasta aquí, debes ser un ángel.
—No, no soy un ángel. Me llamo Calum.
—¿Calum? Y si no eres un ángel guardián, Calum, ¿qué eres? —Brooke tenía los ojos cerrados y el alma abierta para poder percibirme.
—Tu protector.
—No necesito un protector, soy bastante grandecita como para cuidarme sola.—El enojo se filtró por sus palabras sin que ella pudiera frenarlo.
—¿Lo eres, Brooke? Mi intención no es buscar pelea pero no te has comportado con madurez hoy. Y no, no lo digo para retarte. Dios sabe que yo no he terminado haciendo lo que tú intentaste hoy solo porque ya estoy muerto. Comprendo a la perfección tu sufrimiento.
—No, no lo haces, nadie puede comprenderme. —Las palabras sonaron quebradas, interrumpidas, tanto como su espíritu.
—¿Podrías dejar de ver tu ombligo al menos por un rato? Si te digo que lo comprendo es porque en verdad lo hago. No eres la única persona en este universo que está sufriendo.
—Nadie está sufriendo de la forma en que lo hago yo.
—Dice la que sigue viva, hablando con el que murió por culpa de una estúpida muerte súbita. —Suspiré sintiéndome agotado por el giro que había tomado nuestra conversación. No quería contarle por lo que había pasado pero sentía que si no lo hacía, jamás me tomaría en serio—. Fallecí hace tres días debido a un fallo en el corazón que nadie vio. Dejé a mis padres sin hijo antes de tiempo y no pude siquiera hacer eso que estaba destinado a cumplir antes de mi muerte. Dios decidió enviarme un arcángel llamado Chamuel, el cual está bastante loco, para asignarme una misión para poder ascender.
—¿...cuál es tu misión? —un susurro curioso se escapó de sus labios resecos.
—Tú lo eres, debo protegerte de que hagas algo como lo de hoy y seas exitosa. No es tu momento de morir, al menos no aún.
—O sea que haces esto solo para poder ganarte la entrada al cielo.
—Se puede decir que sí, esa era la idea. No quería decepcionar a mis padres y quedarme en esta especie de limbo para siempre. Al comienzo pensaba que era lo mínimo que podía hacer por ellos. —No pensaba andar haciéndome el buen samaritano fingiendo que todo lo hacía de buena persona. Yo también tenía cosas que ganar y perder de toda esa situación.
—Y ahora me dirás que algo ha cambiado, ¿verdad?
—Tan cliché como eso, sí. —De su garganta nació una carcajada que debió mermar al darse cuenta que había dejado ver un lado de ella que no quería; yo también comencé a reírme—. Brooke... somos las dos caras de una misma moneda. Tú estás condenada a vivir sin tu familia, yo a estar muerto sin la mía. ¿No crees que deberíamos acompañarnos de ahora en más? Para bien o para mal, nuestros destinos están unidos. Además de que es una mierda que solo Makenna sepa que estoy aquí.
—Puede ser, no sé. Si te soy honesta, ya no sé nada. Nunca creí en el destino, ¿sabes? Era una fan extremista del libre albedrío pero todo se fue al carajo en un segundo.
—Sí, te comprendo a la perfección. Yo tampoco creía en eso, pero tengo esperanza de que la vida sea una combinación de ambas. Debe haber cosas que podremos hacer por nuestra cuenta, otras que deben estar destinadas a ser sin que podamos hacer nada para cambiarlo.
—Suena hasta poético, pero es una mierda.
—Oh, sí. ¿Quieres que te cuente algo más jodido aún? Mi alma tiene un resto de protección angelical que nadie entiende y no morí cuando debía. Se suponía que me quedaban algunos meses en la cuerda, pero alguien hizo algo turbio y aquí estoy.
—No tienes mucha experiencia en levantarle el ánimo a los demás, ¿verdad?
—Lo lamento, Brooke Alden, eres la primera viva a la que debo proteger así que deberás tenerme paciencia. —Me encogí de hombros ya divertido por la situación.
—Amateur —sentenció mirándome por primera vez entre seria y divertida. Aquella chica era un inmenso enigma por resolver. Sobre todas las cosas, porque nunca supe en qué momento sus ojos despertaron la habilidad de observar el plano astral. Un punto de luz débil brillaba en medio de su frente, un poco más arriba de su entreceja. Ese era el tercer ojo en el que muchos religiosos creían y había aparecido en cuestión de segundos.
Si bien era débil, estaba ahí. Brooke era la primera a la que se lo había visto y me llamó mucho la atención. No lo había visto ni en Naomi ni en Makenna, pero era verdad que recién había muerto en esos momentos y también mi alma podía estar en transición.
¿Sería por eso? ¿Sería el alma de Brooke que estaba despertando o sería la mía que iba poco a poco adentrándose más en la oscuridad de la muerte? O tal vez, eran las dos.
Desde que los ojos de Brooke habían despertado: la chica me había dado reglas.
En apariencia eran sencillas.
Número uno: no podía aparecerme de la nada pues terminaría muriéndose de un infarto.
Número dos: nada de seguirla cuando iba al baño ni cuando se cambiaba de ropa. ¡Ja! Como si me interesara verla desnuda o algo.
Número tres: nada de largos sermones. No era eso lo que ella quería en aquel momento de su vida.
La expresión que se dibujó en mi rostro de manera inconsciente al escuchar sus condiciones fue tan clara como para que palabras mediadoras estuviesen de más. Que se vaya al carajo.
Sí, no estaba siendo muy maduro que digamos, pero ella tampoco. ¿No quería que besase el suelo por donde caminaba también? ¿Qué demonios pasaba con esa chica?
—Eres rara, ¿lo sabías? —ataqué de primeras bastante cabreado por la situación.
—Sí, soy consciente de eso. —Su tranquilidad al responder me dejó fuera de eje, sorprendido.
—¿También sabes que me importa un bledo lo que me acabas de decir y que no puedes hacer nada?
—Buscaré la forma, siempre hay una forma. —Su lado tozudo se dejó ver, metiéndose bajo mi piel y enojándome más en el proceso.
—Molesta.
—Metido.
—Floja.
—Idiota.
—Mejor me voy, hoy no vamos a llegar a ningún lado.
Atravesé la pared enfurecido conmigo y con ella sin saber a ciencia cierta hacia dónde ir. Mis pasos comenzaron a secundarse los unos y a los otros y cuando quise acordar me encontraba frente a una vieja casona. El edificio que respetaba la fachada señorial de antaño, se mantenía muy bien cuidada. Sus altas paredes estaban pintadas de blanco y la pérgola circular de madera blanca que se encontraba a la izquierda del patio frontal la hacía ver de ensueño.
Lo único triste del sitio eran las plantas. Todas se notaban arruinadas, maltratadas, dejadas de lado; como si nadie se hubiese tomado el tiempo necesario para hacerlas florecer con amor. Ingresé a ese jardín que ahora era tierra de nadie y pude sentir melancolía, tristeza y arrepentimiento. Quien fuese el anterior encargado de mantener ese pequeño retazo de cielo con vida había dejado ahí todas sus penas.
La sombra de una mujer me pasó por al lado y se propuso cuidar de lo que quedaba de aquellas plantas. Intenté hablarle, pensando que era un fantasma pero no logré que me prestara atención. ¿Quién era ella? No podía comprender por qué se empeñaba tanto en ignorarme de semejante forma.
—No es un fantasma, Calum, es un eco. Energía residual de una persona que quedó marcada en este jardín. Se ve que esa mujer fue muy importante para las plantas, pues ahora a punto de morir la recuerdan. —Podía aterrarme por la aparición sorpresiva de Cham o podía pasarlo por alto y sacarme las dudas. Elegí la segunda opción.
—¿Quién era?
—La madre de Erin —respondió y no pude evitar que por un segundo mi mente volviese a ese terreno vacío, a esos demonios y a esa sombra parecida a mí que se tiraba a salvar al humano, empujándome a hacer lo mismo—. Cuando su marido falleció se obsesionó con estas plantas y las cuidó con toda su alma para compensar esa ausencia tan devastadora. Ella detestaba todo lo que se refería a la naturaleza hasta que quedó viuda y decidió que era su turno de cuidar del jardín que tanto había enamorado a su marido.
—Ya veo, sin querer llegué a la casa en donde vivirán de ahora en más Erin, Makenna y Brooke.
—¿Problemas en el paraíso? —cuestionó el arcángel al darse cuenta que la tonalidad de mi voz varió un poco al pronunciar el nombre de aquella chiquilla molesta—. Vamos, cuéntale a Cham qué fue lo que pasó.
—Me puso reglas, la muy malcriada me puso reglas. —Mi orgullo herido fue suficiente para que mi interlocutor lanzara una fuerte carcajada al aire. Su presencia hacía que todas mis emociones negativas se difuminaran al menos un treinta por ciento, cosa que creí lo hacía de gusto.
—Brooke es una chica tozuda que siempre tuvo todo lo que deseaba, el orgullo de su padre está grabado a fuego en cada una de sus células. No será fácil para alguien como tú lidiar con ella.
—¿Alguien como yo? —Estaba a una palabra del arcángel de enfurecerme. ¿A qué se refería?
—Sí, enojón. Eres muy buena persona, Calum, pero cuando te enojas pierdes perspectiva. Volver a tu eje te cuesta horrores, ¿me equivoco?
—Sabelotodo —escupí mis palabras de nuevo enojado mientras su mirada divertida me daba ganas de golpearlo. El tema era que Chamuel me llevaba como una cabeza y terminaría perdiendo. Estaba muerto pero no era estúpido.
Para el momento en que el sol del atardecer se escondió, las tres mujeres ya estaban establecidas dentro de la antigua casona que había visitado en la madrugada anterior. Claro que al decir establecidas me refería a inmersas en un caos de muebles con sábanas sobre ellos y cajas sin abrir. Ninguna de las tres tenía apuro alguno en ponerle orden a esa locura, cuestión que me ponía los pelos de punta.
Estaba demasiado enfurecido con Brooke como para andarle como perrito faldero por todos los sitios que ella recorría, así que después de la cena me fui hasta la pérgola iluminada con unos hermosos faroles y me tiré en uno de los asientos que allí había.
Abracé mis rodillas y escondí mi cabeza en el hueco que se había formado. Me sentía enfermo, a punto de estallar. Estar muerto pero tan cerca de gente viviente no me hacía para nada bien. Se sentía como mostrarle a un enfermo terminal su cura pero no brindársela para que se salve. La situación por la que estaba pasando era cruel en todos los niveles en que se pudiera analizar.
—Dios, más te vale que el cielo valga la pena porque siento que estás haciendo estallar en mil pedazos lo poco que me quedaba de alma —dije en voz alta, refrenando así mis ganas de gritar y golpear cosas.
La impotencia que se gestaba en mis entrañas estaba a punto de volverme un ser contaminado por su propia negatividad. Mis puños se cerraron con firmeza y sentí que, de quererlo, podría destrozar todo lo que se me cruzase, sin lograr sentirme mejor. Estaba en punto muerto y si no salía de allí pronto, poco útil sería para la misión que se me había encomendado.
—Hola...—Escuché un leve susurro y sin siquiera girarme supe que provenía de Brooke—. Te vi desde la ventana de mi habitación y me preocupé, ¿estás bien?
—No —espeté de manera ruda volviendo a sentarme en la posición en la que me encontraba al principio, lo último que precisaba era que Brooke Alden me viera llorando.
—Sí, se nota. Estás rodeado por una neblina oscura, ¿sabías?
—¡¿Cómo?! —Cuando alcé la vista por la sorpresa comprendí que no me estaba mintiendo en lo más mínimo, en verdad algo oscuro me rodeaba y se alimentaba de mi energía espiritual.
—Tranquilízate. —Su voz se tornó comprensible, rayando los niveles de dulzura—. Cuando pienses en cosas positivas podrás volver a la normalidad. No que yo sea la persona correcta para decírtelo, pero vamos. Es tu alma la que está en juego, intenta volver a encontrar tu centro.
A medida que susurraba esas sabias e irónicas palabras, Brooke se sentó a mi lado adoptando la misma postura en la que me encontraba y me permitió ser. No me dejaría solo, era verdad, pero tampoco invadiría mi espacio personal. La chica era inteligente.
—Estoy harto, Brooke. Estoy cansado de pensar en todas las personas a las que abandoné a la fuerza. Pensar en no poder volver a abrazar a mis papás o volver a charlar con mis amigos. O no poder siquiera confesarle a Rylee lo mucho que me gustaba. ¿Tienes idea de todas las cosas que me he perdido ya?
» ¡Lo más irónico es que se supone que debo contagiarte de ganas de vivir! Es como que un ciego le dé ganas de apreciar la vista a una persona sin problemas en los ojos! ¿Sabes lo desgastante, tóxica y agobiante que es mi tarea? A veces siento que quiero mandar todo esto a la mismísima mierda, pero no puedo dejarte ni siquiera si así lo quisiese. —Me permití reírme de mí mismo, porque hasta yo sabía que me había convertido en un chiste andante.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedes ponerte a ti primero en la lista de prioridades?
—¡Por ti! ¡Demonios, Brooke, ¿es que no puedes darte cuenta?! —Me enderecé con brusquedad, como saltando de mi lugar a fuerza de furia y frustración—. Son tus ojos los que no me permiten ser egoísta...—Lo que comencé a decirle me agarró hasta a mi desprevenido—. Tus ojos son como joyas a las que le robaron el brillo. Parecen que no llegan a ser siquiera un bosquejo de lo que solían ser. Pero el otro día se iluminaron, esa vez que intentaste matarte y te reté. Me tuviste un poco de miedo y paraste, ¿lo recuerdas? En ese mismo momento tus ojos volvieron a tener brillo.
—¿Brillo?
—Sí, chispearon. No podré alejarme hasta que vuelvas a recobrar esa energía para vivir, ¿sabes? No importa cuán caprichosa seas ni cuánto intentes alejarme, no podré hacerlo.
—Eres un maldito masoquista —me reprochó abrazando sus piernas con fuerza y mordiéndose el labio inferior como si así pudiese morder sus ganas de llorar—. Estoy demasiado rota por dentro, soy un maldito caso perdido.
—Pues se ve que nos hemos encontrado por esa razón: yo también estoy demasiado roto como para ser salvado. ¿No crees que podríamos hacer un pacto? Voto porque nos ignoremos por completo cuando el otro diga que ya no puede más. Si te escucho decirlo, no te dejaré tranquila hasta que cambies tu opinión, ¿podrías hacer lo mismo? ¿Podrías convertirte en mi compañera en esta desgracia por la que estamos pasando?
Al ver cómo su cabeza lenta se movía de arriba hacia abajo haciéndome saber que estaba de acuerdo, quise abrazarla con todas mis fuerzas. Brooke tenía el extraño poder de hacerme odiarla y adorarla, todo a la vez. Me mareaba. Pero eso no importaba, al fin estábamos pasando por un buen momento, al fin habíamos conectado con honestidad. Era en momentos como esos que sentía que ella podría convertirse en mi mejor amiga.
Me arrodillé en frente de ella y viendo cómo las lágrimas rodaban por sus sonrojadas mejillas cedí a mi instinto. Apoyé mi frente sobre sus rodillas e imaginé a ojos cerrados cómo mi aura abrigaba todo su ser, no solo su cuerpo.
—Calum... me estás abrazando, ¿verdad? No puedo verlo, pero puedo sentirte; me estás abrazando. —El sollozo se intensificó en segundos y la acompañé como si fuese un niño pequeño—. Gracias por no dejarme sola.
Después de esa noche, con Brooke relacionamos un lazo extraño de lealtad y compañerismo. No podía llamarlo amistad aún, pero sentía que era algo que iba a superar todas esas cosas, me hacía ruido el alma cuando pensaba en eso y no podía catalogarlo bien.
¿No era estúpida esa necesidad del hombre de que todo tuviese una etiqueta?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top