08. Calum

Me giré después de unos segundos y aliviado le agradecí a Naomi por haberme brindado su ayuda. La mujer me miraba con una expresión extraña grabada en la mirada.

—¿Qué? —cuestioné llegando al punto de la incomodidad.

—Nada nada —quiso usar un tono casual para librarse de mi escrutinio pero al ver que sería imposible confesó—. Solo me parece extraño que te hubiese hecho caso de semejante manera cuando no te conoce.

—¿Te parece? A mí no. Estaba sola, perdida y desesperada porque nadie parecía identificarla. Creo que se estaba ahogando en un mar de soledad y solo necesitaba que alguien, no importaba quién, le hiciese saber que no estaba sola.

—¿Y tú creías que no estabas listo para ayudar a Brooke? Calum, es obvio que Dios no se equivocó en lo más mínimo en escogerte para salvarla. Estarás bien. —La mujer alzó su pulgar en un intento de levantar mis ánimos y luego se fijó en la hora—. Debo marcharme, vuelvo en dos horas. ¿Crees que puedes quedarte y evitar que la habitación explote mientras yo no estoy?

—Claro, cuando mucho y se prende fuego —le hice un chiste sintiéndome al fin un poco menos tensionado por semejante responsabilidad y la despedí con la mano.

Para cuando la siguiente ronda de Naomi llegó, todo seguía igual y sin novedades. Brooke descansaba apacible entre las sábanas y nada se había salido de control. La doctora cerró la puerta tras ella asegurándose que nadie podría escucharla hablando con la nada misma como una loca y procedió a informarme de las novedades:

—El médico dice que por su propio bien, a Brooke no se le dará el alta hasta dentro de dos días. Su tía llegará mañana y se quedará a cuidarla hasta que pueda llevársela a su departamento en Beaufort, Carolina del Sur.

—O sea que este es mi próximo destino. Beaufort, Carolina del Sur —repetí pero me estaba hablando más a mí mismo que a ella—. Espero que todo salga bien.

—Tranquilo, Casper, todo saldrá bien. Por lo pronto, cuídala hasta que llegue su tía mañana.

Pasar la noche cuidando de que el aura de Brooke no se volviera a espesar me costó mucho. Cada vez que esto sucedía, parecía como si la chica estuviese en medio de las peores pesadillas que cualquier ser humano pudiese imaginar. Aprisioné su mano izquierda entre las mías y susurré palabras motivadoras al oído. Le contaba que seguía a su lado, que la estaba cuidando, que no se quedaría sola. También, de vez en cuando, le recordaba que su tía estaba por llegar junto a su pequeña prima y que ya no tendría por qué sentir miedo.

En más de un momento me vi como un completo hipócrita por andar prometiendo cosas que no sabía si se podrían cumplir. Solo por una vez me permití mentirme a mí mismo diciendo que la situación lo justificaba.

Cerré los ojos por un segundo, bajando así mi guardia. Cuando quise acordar, Naomi estaba en la habitación de Brooke mirándome preocupada. Supuse que mi expresión de ¿qué mierda? fue suficiente para que ella comenzara a explicarme la situación.

—Llegó la tía de Brooke y no creo que sea bueno. Eres fantasma, vete hasta allí y cuéntame de qué demonios están hablando.

Asentí con firmeza y me dirigí hacia donde me indicaba la mano de mi ahora cómplice. Caminé intentando no parecer demasiado desesperado por saber qué carajo sucedía para luego recordar que era un espíritu y solo Naomi era capaz de verme. Olvidándome por completo de las apariencias y la dignidad, apuré el ritmo y quedé pasmado, como pegado al suelo, cuando vi la escena que me esperaba.

La mujer que se encontraba en la recepción del hospital lucía terrible. Llevaba ropas algo holgadas para el cuerpo delgado del que era dueña y la niña que se encontraba en sus brazos no dejaba de llorar. No debía tener más de cinco años y sus mejillas coloradas delataban la fiebre con la que había viajado. La tía de Brooke tenía unas ojeras bien definidas debajo de sus ojos y la piel pálida por el agotamiento la hacía ver incluso más demacrada. ¿Con ella debía quedarse Brooke? No era mi intención ofender a nadie pero no estaba del todo seguro que esa mujer pudiera siquiera cuidarse a sí misma.

—¿Está completamente segura que no hay nadie más, señora? —La voz de la pobre mujer sonaba desesperada y agotada, todo a la vez—. No es que yo no quiera cuidar a mi sobrina pero tengo una niña pequeña y el dinero con suerte llega a fin de mes. No quiero que ella trabaje, con suerte y está a punto de terminar la secundaria.

—Lo lamento, señora, pero usted es la única familiar a la que pudimos contactar. —El tono de la recepcionista no era para nada empático, parecía importarte poco y nada la situación de la tía de Brooke—. Las opciones para Brooke si no queda bajo su cuidado no son muy buenas que digamos. Podría terminar bajo el sistema de adopción e incluso si lucha por su emancipación, eso le llevaría meses.

—Demonios... —la mujer se golpeó la frente con fuerza, dejándose la piel golpeada bastante colorada.

—¿La niña viajó cinco horas con fiebre? —la recepcionista, que ahora bajaba y subía su mirada ante la madre soltera frente ella, ya se había ganado un buen puesto en mi top 10 de personas odiosas. ¿Quién carajos se creía para hablarle así? ¡No sabía nada de la vida de esa mujer y ya la estaba juzgando!

—Sí, ya le he dado su medicamento pero no queda más que esperar que baje. Hubiera preferido que no viajase, pero no tenía con quién dejarla.

—Aquí la doctora Naomi la cuidará mientras le muestro los papeles del alta que debe firmar, señora Alden. —Noté cómo Naomi aparecía veloz al ser nombraba y se llevaba a la niña contenta en sus brazos hasta el área de pediatría. No dudó en bajar la vista en forma de saludo ante la recién llegada, un gesto amigable por demás necesario.

—No puedo dejarla sola... —La voz de la señora Alden se quebró un poco intentando terminar la oración. Vio a su hija alejándose, bajó la vista a los papeles que la esperaban en el mostrador y sacudió los hombros como tomando una decisión—. Me encargaré de ella. Se lo debo a mi hermano.

Firmando con mano débil, la mujer asintió a la recepcionista; esa era su forma callada de pedir que la llevaran con Brooke. Por supuesto que la seguí, no podía perderme nada de los primeros minutos del reencuentro pues dependía de la relación entre ellas dos para equilibrar la esencia de Brooke. Cada gesto, cada detalle sería crítico.

Los latidos de su corazón se dispararon al entrar a la habitación y grandes espasmos debido al ahogo del llanto contenido comenzaron a afectarla. Si me ponía a pensarlo con detenimiento, la habían llamado tarde en la noche y había salido disparada. Ni siquiera la fiebre de su pequeña la había frenado.

Culpa. El aura de aquella mujer gritaba culpa a todo pulmón y la intriga comenzó a hacer ruido dentro de mí. ¿Alguna vez agarraron un reloj antiguo y lo sacudieron? Pues ese sonido de algo suelto, de algo que no está bien, ese era el ruido que me producía por dentro la curiosidad. ¿Qué había pasado para que se lanzase sobre su sobrina de aquella manera? ¿Sería un tema personal con ella? ¿Sería con el hermano fallecido? ¿Estaría analizando por demás la situación? Debía descubrir la respuesta de aquel enigma tan pronto como me fuera posible, pues mi instinto me dijo que sería clave para lo que nos deparaba el futuro.

Quedarme más tiempo me hizo sentir como un intruso, fue por eso que me salí del recinto teniendo como destino el ala de pediatría donde estaban Naomi y la pequeña. Cuando llegué, sus pequeños ojos se dilataron por la sorpresa y quedó mirando en mi dirección. Si no hubiese sido porque me sabía muerto, podría haber jurado que me estaba observando.

—Hola. —¿La niña me hablaba a mí con tanta tranquilidad?—. Nene malo no saluda, Naomi. —Esta vez se dirigió a la enfermera mientras ella sonreía.

—Creo que Calum se ha olvidado de lo que significa un saludo, ¿por qué no te acercas y lo intentas de nuevo? —cuestionó motivándola así a que se me acercara.

¿Era verdad? ¿Esa niña podía verme? Miles y miles de preguntas se abarrotaron en mi cabeza sin que yo pudiera formular siquiera una respuesta. Su pequeña boca comenzó a articular una simple palabra y noté cómo se esforzaba por marcar con cuidado cada sílaba. Makenna. Me estaba dejando saber su nombre.

—Hola, Makenna. Me llamo Calum. Perdón por no haberte saludado hoy. —Fijé mi vista por un segundo en Naomi, quien estaba apretando su puño con fuerza contra sus labios para que la risa de la que era víctima no la dejase en evidencia—. Supongo que olvidé lo que era ser notado por alguien que no fuera Naomi.

—¿Por qué no puedo tocarte? Cuando lo intento se siente frío —la pequeña ladeó su cabeza en señal de confusión, pasando su mano por cuarta vez a través de mi estómago.

—Eso es porque estoy...—frené la oración a mitad de camino pues me pareció demasiado pequeña como para que la realidad la tocase.

—¿Muerto? ¿Como mis tíos y mi prima Alison? —Makenna parecía entender en su corto tiempo de vida más que yo—. Mamá me contó anoche que se habían ido al Cielo y que de ahora en más deberíamos cuidar de mi prima Brooke. ¿Por qué no estás en el cielo tu también?

—Debo cuidar a Brooke antes de irme. Ella está muy triste por todo lo que ha pasado y debo asegurarme de que podrá seguir sola.

—Ya veo, —Makenna llevó su mano a su mentón en señal de pensamiento profundo, parecía un dibujo animado andante y se notaba que de ahí había aprendido el gesto—, entonces prometo ayudar. No lloraré más cuando mamá me diga que ya no puedo ver dibujitos o jugar. Iré al jardín y me portaré bien.

—Muy bien, eso ayudará mucho a Brooke. —Sonreí ante semejante ocurrencia de la niña y enternecido me tenté a acariciarle la cabeza, luego recordé que ya no podía con tanta facilidad como antes y sentí una punzada directo en el corazón. Odiaba esos momentos en que comprendía todo lo que había sido y ya no era.

Después de varios minutos Makenna cayó dormida debido a la fiebre y los medicamentos. Mientras la niña reposaba con inocencia en una de las camas que estaban disponibles, con Naomi comenzamos a hablar de la situación. Erin Alden no tenía el dinero suficiente para abastecer a tres personas, con suerte podía cuidar de ella y su hija. Se notaba cansada y era más que obvio que el viaje no era el único detonante de semejante agotamiento. Parecía como si la mujer solo supiese trabajar.

Naomi tomó con cuidado el peluche blanco en forma de oso que Makenna tenía entre brazos y sus ojos se volvieron negros en cuestión de un instante. Parecía poseída o algo similar, observarla en ese estado extraño de trance daba algo de miedo. Para cuando su mirada volvió a la normalidad, tenía más detalles que me podrían ayudar.

—Sí, la pobre mujer vive trabajando. No podría cuidar de Brooke ni con las mejores intenciones del mundo. Estamos en proble... Hola. Se ve, Calum, que no eres el único fantasma hoy.

Las pupilas de mi interlocutora dejaron de prestarme atención para poder enfocarse en alguien que estaba detrás de mí. Al girarme pude apreciar cómo un hombre de unos cincuenta años nos miraba con tintes de desesperación y apuro en sus facciones. Las manos le temblaban y las tenía firmes en un apretón entre ellas, pero seguía en evidencia el temblequeo del que era víctima.

—¿Ustedes pueden verme? —Sus ojos avellana se enfocaron en mí y pude ver en esa mirada desconocida un algo que ya había visto en otro lado—. Necesito dar un mensaje antes de que se me acabe el tiempo. Me llamo Derek Alden, mi familia y yo fallecimos en un accidente de auto. Mi hija...

—Brooke, usted es el padre de Brooke —le interrumpí sorprendido por la realización, esa era la razón por la que el completo desconocido se me hacía tan familiar—. Yo soy el encargado de cuidarla hasta que encuentre equilibrio emocional, señor Alden. Me llamo Calum Argent.

—Dependo de ti para que le dejes un mensaje a mi hermana, Calum, así que presta atención, por favor. —Su voz era firme y asertiva, lo mismo que la mirada, se notaba que era un tipo que estaba más acostumbrado a dar órdenes que a pedir favores—. Me peleé con ella al saber que había quedado embarazada de un idiota, fue el mismo año que mis padres fallecieron. —La historia fue siendo develada a medida que las palabras brotaban de su boca, bruscas, como si las estuviera escupiendo más que narrando. No pude comprender en ese momento por qué me contaba todo con tanto detalle y sin miramiento alguno, sin embargo supuse que la razón se me revelaría más adelante.

—Me mudé aquí por trabajo y le dije que nos había deshonrado. Llevaba años diciéndole que el tipo era un imbécil y cuando desapareció del mapa, lo confirmó. Desgraciadamente yo también fui un idiota y la dejé cuando más vulnerable estaba.
»Le prohibí que viviera en casa de mis padres debido a que el cincuenta por ciento era mío y ha sufrido desde ese entonces. Quiero, no, preciso que le digas que lo lamento. Fui egoísta al dejarla de lado solo porque no me había escuchado. No soy el mejor hermano del mundo, no lo fui en vida al menos. Eso no quiere decir que no pueda serlo ahora en muerte.

Se notaba sincero y arrepentido por lo que había pasado antes, sus palabras eran genuinas. Sus ojos, casi al borde de las lágrimas y la postura encorvada del hombre dejaba en evidencia que no estaba acostumbrado a sentir arrepentimiento o vergüenza de sus decisiones. Asentí con firmeza y le dejé saber en silencio que haría lo posible para poder enviar ese mensaje a su hermana. Fue en ese momento que su rostro pasó de demostrar preocupación a alivio. Era increíble cómo las facciones de ese tipo podían cambiar con tanta rapidez, ¿sería por la muerte? No había siquiera pestañeado cuando lo noté helado, como tomado por sorpresa.

—¿Quién es esa nena?

—Makenna Alden, su sobrina. —La voz de Naomi se dejó escuchar al notar que yo estaba desencajado, por un segundo había perdido el hilo de los acontecimientos—. Ahora tiene cinco años y seis meses. Le agarró fiebre dos noches atrás y los medicamentos la tienen cansada.

—Es preciosa. No puedo creer lo parecida que es a Erin. El cabello castaño y con algunas ondas, la nariz recta y la frente amplia. Es como volver a ver a mi hermana de niña. —La sonrisa dulce que se dibujó en ese rostro áspero llegó a la que fue la combinación perfecta. No creía que otro estilo de sonrisa hubiese quedado tan genuino.

Los ojos avellana tan característicos de la familia Alden se abrieron para que Makenna pudiera ver a su tío por primera y última vez. Sonrió feliz y lo saludó con un gesto de su cabeza; la respuesta dulce que causó en su tío fue automática.

—Tío Derek, hola.

—Hola, pequeña. ¿Cómo estás?

—Bien, me alegra por fin conocerte. Mamá habla mucho de ti y me muestra tus fotos, por eso supe que eras tú.

—¿En serio? —El tipo dio un paso atrás, tomado por sorpresa por la explicación de la pequeña que parecía haber tomado control de la conversación.

—¡Claro! —La niña sonrió divertida, como si ver fotos de gente que nunca veía en la vida real fuera lo más natural del mundo—. He visto fotos tuyas, de tía Claire, de Alison y Brooke. ¿Tú tampoco estás en el Cielo? Calum debe quedarse a cuidar de Brooke, ¿tú también te quedas?

—No, cariño, lo siento. —Una expresión sombría volvió al rostro de Derek Alden al recordar que le quedaba poco tiempo, sus manos se estaban volviendo cada vez más claras, como avisándole que ya estaba todo casi listo—. Claire y Alison me están esperando. Ya es hora de que me vaya, pero quiero que sepas que te queremos mucho y que es un gusto conocerte al fin. Cuida de tu mamá y de tu prima, ¿sí? Ahora son una familia.

—Lo prometo, las cuidaré a las dos. Manda mis saludos a los demás, a los abuelos también.

—Lo haré, hasta siempre, pequeña.

Derek Alden se hincó en una rodilla para quedar a la altura de su sobrina y le tomó las manos con cariño y firmeza. Sonrió tímido, clavando sus ojos en Makenna. La niña, se tiró a los brazos con esa ingenuidad que solo los niños tienen.

Con esas simples palabras tío y sobrina terminaron aquel encuentro que el destino les había regalado desde el cielo como algo que nunca creyeron posible y terminaron su despedida. Nunca había visto algo así por mí mismo, supuse porque mi familia siempre había estado unida. Sin embargo, saber que hubo una especie de cierre fue lo que me llenó de felicidad por dentro, como si fuegos artificiales estallasen en mi pecho dejándome saber que al fin algo bueno había salido de todo eso.

—¡....un momento! ¿Cómo se pudieron abrazar? —pregunté indignado por la facilidad con la que Derek Alden había podido lograr en un solo intento algo que a mí me llevó horas, sangre, sudor y lágrimas.

—Entre menos lo piensas, más lo logras. Estabas muy sugestionado porque te moriste, Casper, en cambio ese pobre tipo no tenía nada que perder...

—Y mucho que ganar. —Bajé la mirada al piso, absorto por esa realización—. Este mundo sí que es retorcido.

Luego de aquella escena con Derek Alden todos estábamos algo sensibles. Según Naomi, nunca había vivido un día tan ajetreado como aquel. Yo no sabía siquiera cómo proceder y Makenna saltaba contenta mientras nos dirigíamos a la habitación de Brooke. Se notaba que la fiebre al fin estaba descendiendo, pues sus energías iban incrementando.

—¡Mamá! ¡Vamos a vivir a la casa de los abuelos!

—¿Makenna? ¿Qué estás diciendo, hija? Nosotros tenemos nuestro pequeño departamento, no es necesario que dependamos de la casa de los abuelos.

—No, vamos a ir a vivir a lo de los abuelos cuando Brooke se despierte. Mi tío me dijo que eso era lo que quería. Dijo que lamentaba haber sido un mal hermano y que quería de verdad que te mudaras.

—Así que solo pretendía hacerse la dormida—susurré divertido en el oído de Naomi aunque ésta mantuvo su compostura.

—¿Y cómo sabes todo eso?

—El tío se apareció en un sueño y me lo dijo. Si dices que no, lloraré hasta que cambies de idea. No quiero que el tío se ponga triste.

—Pero, Makenna, esa casa no es nuestra: la mitad ahora es de Brooke.

—¡Mejor! Podremos vivir juntas en un lugar que es nuestro, ahora las tres somos familia. ¿No crees que eso sería genial, mamá?

Erin se notaba en una encrucijada entre su recuerdo y las esperanzas de su hija. Entendía a la perfección su predicamento. ¿Cómo vivir en un lugar del que su hermano la había echado? Si bien parte le pertenecía, siempre estarían allí las memorias de sus crudas palabras y su rechazo. Mudarse para ser rechazada una vez más por los fantasmas del pasado sería de masoquista.

Unas manos se posaron en los hombros de la mujer y pude ver cómo Derek aparecía con una gran sonrisa. Abrazó a su hermana menor por los hombros y le susurró al oído algo que no pude escuchar. Si bien era fantasma y mi audición se había agudizado, nadie debería escuchar algo tan personal y privado como ese mensaje. Sin embargo, era bastante nuevo en eso de ser fantasma así que si no podía o no quería sería una duda que me quedaría para siempre en la mente.

—Está bien, hija, iremos a vivir a lo de los abuelos.

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