2. Sueños peligrosos
Ruelle | Bad Dream
"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd." †Alphonse de Lamartine†
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Presente... (2021)
Dolor, ese es el primer pensamiento que cruza por mi mente cuando logro desprenderme de las garras de la inconsciencia. Mis oídos registran caos a mi alrededor, voces distorsionadas por el dolor y confusión con el que lucho. Es aterrador.
Chirrido.
Goteo.
Goteo.
¿Alguna vez han sentido que se ahogan en su propio cuerpo? ¿Como si este se hubiera convertido en una prisión, perdiendo toda la capacidad de controlar algo? Mis pulmones arden, como si hubiera permanecido demasiado tiempo debajo del agua y finalmente, después de mucho, pudiera respirar. Los pulmones se me expanden de golpe, hambrientos de oxígeno.
Arrastre.
Silencio.
Caos.
Me estremezco, sintiendo mis ojos llorar cuando consigo abrirlos y lo primero que veo es una intensa luz blanca que asesina mis retinas. A pesar de eso, no cierro los ojos, demasiado asustada por todas esas sombras que se deslizan a mi alrededor como fantasmas que susurran a toda velocidad.
El miedo se enrosca en mi garganta como una serpiente constrictora.
Trato de luchar, peleo por gritar, pero nada sale de mi boca. No puedo. No. Puedo.
—Accidente de carretera, el automóvil pasó la valla de seguridad. Mujer en sus veintes con laceraciones en todo el cuerpo y quemaduras en primer grado.
Intento apretar mis manos, pero ni siquiera me responden nada. Parpadeo, luchando por ver algo, lo que sea, pero la maldita luz sigue lastimándome.
—Cuatro costillas rotas, una de ellas colapsó el pulmón derecho.
—Herida punzante en abdomen con entrada y salida, no es nueva, pero tampoco se ha cerrado correctamente. Necesitaremos al menos cinco unidades de sangre universal.
—Hematoma en cabeza, soliciten una tomografía para verificar el daño.
Siguen hablando, y hablando con palabras rebuscadas que ni siquiera me esfuerzo por entender. Nadie parece notar mi pánico, además comienza a hacer demasiado frío de nuevo. El pecho se me agita cuando el aire se vuelve insuficiente, asfixiando mi corazón.
Abro la boca, tratando de llevar un poco de oxígeno a mi cuerpo, pero no lo consigo.
—¡Llegaron los exámenes del laboratorio!
—Prepárense para intubar —ordena alguien —, vamos, continue...
—¡La saturación bajó!
—¿Qué? No, no, no, todo estaba bien, controlamos la hemorragia...
Manos se mueven frente a mi rostro, siento cómo tratan de introducir algo en mi boca, pero haciendo uso de mis pocas energías, cierro los labios y esquivo débilmente esa cosa.
Finalmente, parece detenerse y la sombra de un rostro flota sobre mí.
—Oigan, creo que...
—Oigan...
—Preparen epinefrina y...
—Escuchen...
—... puede que se salve si...
—¡Oigan!
—¿Qué pasa? Estamos tratando de...
—Está despierta. Ella está despierta.
—Aumenten el sedante.
¿El qué? No, no. No quiero regresar a la oscuridad, necesito... Honestamente no lo sé, pero mi pecho se comprime ante eso que estoy olvidando, o quizá solo es un paro cardiaco.
Mis ojos siguen de forma torpe las sombras que se ciernen sobre mí, siento lágrimas escapar de mis ojos por la irritación de la brillante luz que cala en mi iris. Percibo algo siendo puesto sobre mi rostro, negándome a respirar, pero la debilidad y el reflejo instintivo del cuerpo por sobrevivir me hacen tomar una bocanada de aire. Solo entonces me doy cuenta de que sea lo que sea esto, facilita el llevar oxígeno a mis pulmones.
Aprieto los ojos sin tolerar más la luz y esas sombras que traen una sensación sombría a mi cuerpo. Lo que solo sirve para que estos se aneguen de lágrimas que trato de reprimir. Lágrimas de miedo y también algo más, algo que no puedorecordar.
—No está funcionando.
Esas palabras sí que logro entenderlas.
—Solo respira lentamente —susurra una dulce voz cerca de mí —, puedes hacerlo. Eres fuerte...
Ella vacila en la última palabra, miente. No cree que sea fuerte. Sin embargo, no puedo culparla por ello, ni siquiera yo misma puedo creerlo ahora mismo, solo sé que aunque lo considero, hay algo en el fondo a lo que me aferro con fuerza porque no quiero dejar este mundo sin haber...
—Nun... nunca —balbuceo a través de la mascarilla con voz débil.
—¿Qué ha dicho?
—¿Cielo, puedes repetirlo? —pide con suavidad la voz a mi lado.
—Nunca quise ir... irme —es como si mi voz no me perteneciera, diciendo incoherencias.
—Está bien, cielo —me consuela —, todo va a estar bien.
Abro los ojos, dejando correr las lágrimas que trataba de retener. Hace mucho tiempo que perdí la fe en esas palabras, alimentar falsas esperanzas y promesas imposibles solo trae sufrimiento.
Sé el momento exacto en que mi corazón deja de latir, porque por un momento muy pequeño, todo se siente mejor. Todo deja de doler. El peso de la vida sobre mis hombros se desvanece.
—¡Prepárense para reanimar!
Si pudiera, les diría que no hagan el esfuerzo. No vale la pena en alguien que no tiene nada por lo que seguir intentando. Que renunció a la idea de vivir con demasiada facilidad.
—¡Carguen!
Porque aunque no lo recuerdo, se siente como darle la bienvenida a algo por lo que esperaste tanto tiempo.
—¡Despejen!
La paz que la muerte ofrece.
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No tengo idea del tiempo y espacio que pasa antes de que mi cerebro reanude su conciencia, solo sé que es como si hubiera dormido por mucho, mucho tiempo. Tanto, que mis sentidos no logran despertar del todo.
El cosquilleo de mi nariz ante la fragancia que flota en el lugar, amortigua un poco la realidad de darme cuenta que de hecho, mi cuerpo sigue sin responder a las ordenes que mi cerebro envía. Una deliciosa combinación masculina amaderada y algo fresco junto a algo más que no logro descifrar, pero por el cual me siento inmediatamente atraída.
No logro abrir los ojos, quedándome en la oscuridad e ignorancia que me brindan mis parpados. Eso y un silencio roto por un constante sonido son lo siguiente que noto.
Beep... Beep... Beep...
Entonces, cuando comienzo a creer que este solo es el preludio a lo que sea que sigue después de la muerte, una voz se abre paso en la oscuridad en la que deambulo. Reverberando en los confines de mi cerebro y provocando que mi corazón duela un poquito con ¿nostalgia?
—Lo siento tanto —es ronca y masculina, teñida de pesar y una aflicción que me trasmite —. Nunca debí irme esa noche, debí quedarme y solucionarlo todo. No debí tentar a nuestra suerte.
Y de alguna manera, se escucha tan familiar que lucho por buscar algo en mi memoria que me diga algo, pero en ella no hay nada. Ni siquiera...
Antes de poder ahondar más en este nuevo descubrimiento, me sorprendo cuando me doy cuenta que otro de mis sentidos sigue despierto. Posiblemente me habría sobresaltado de haber podido moverme, pero no hay nada cuando siento ese toque delicado en una de mis manos que provoca una estela de agradable calor por donde pasa.
—He luchado por no perder la cordura en tu ausencia, de alguna manera sabía que ese no podía ser nuestro final —me estremezco al sentir sus dedos entrelazarse con los míos —. Y tenía razón, pero ahora lucho por no perder la esperanza a perderte por completo. Si pudiera remplazarte en esta camilla, lo haría —jura.
Creo que mi corazón se salta un latido cuando percibo el destello de unos labios sobre mi sien. Tiemblo internamente al percibir tan cerca y tan lejos al mismo tiempo su cálido aliento.
—Te juro que pagará por cada lágrima que ha provocado —promete con certeza —, no descansaré hasta que sea él quien suplique tu perdón de rodillas frente a ti —Siento el roce de su rostro en mi mejilla, hablando cerca de mi oído, como si estuviera confiándome un gran secreto —. Cualquier cosa que me pidas, lo que desees es tuyo... pero debes prometer luchar por nosotros.
No pasa desapercibido el ligero rompimiento en su voz al final.
—Por ti. No puedo perderte, no a ti. Solo, por favor...
Su suplica es lo que se queda en mi cabeza mientras la oscuridad vuelve a llevarme.
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Asusta lo fácil que reconozco su presencia cuando recupero la conciencia. Su presencia, demasiado fuerte para ser ignorada. Al menos por mí.
Incluso cuando no puedo verlo, es imponente.
Y eso solo despierta mi enorme curiosidad por saber quién es él, esa solo siendo la primera de cientos de preguntas que quiero hacer. Mi seguridad por la muerte flaqueando, sin saber qué se supone que pasa ahora. ¿Por qué sigo aquí de alguna manera? ¿Por qué puedo escucharlo? Pero sobre todo, ¿por qué mi corazón se estremece al reconocer su voz?
—Ella sigue siendo un milagro —asegura una segunda voz —, sus probabilidades de vida eran escasas debido a las circunstancias, pero ella sigue aquí. Eso debería ser una buena señal, solo hay que esperar y tener mucha paciencia.
Se despide con amabilidad, seguido de una puerta siendo cerrada. Puedo sentirlo cerca.
Lo confirmo cuando el calor de su palma cubre mi mano, asustándome de nuevo lo fácil que mi cuerpo parece rendirse ante él. Sin embargo, tampoco lo analizo mucho, solo me dejo llevar por lo que sea que está pasando o de lo contrario solo perdería la razón tratando de adivinar porqué sigo aquí.
«Al menos ya no duele» reconoce mi conciencia.
Aunque creo que he olvidado lo que se supone que dolía.
¿Debería comenzar a temer por la forma en que mi cerebro comienza a desechar todo? No soy capaz de recordar nada más allá de la horrible escena en ese lugar con fantasmas, solo sé que antes de eso... hubo mucho dolor. Mucho silencio. Demasiada oscuridad.
Odio la oscuridad.
—Paciencia —exhala —. Eres la única por la cual me obligaría a tenerla, el único ser por el que esperaría una eternidad. Estaré aquí cuando despiertes, sujetaré tu mano hasta que te hartes de mí y no te quede más remedio que abrir los ojos para ordenarme irme, pero incluso entonces no lo haré.
Contra todo pronóstico, su promesa hace que quiera sonreír.
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De nuevo no estoy sola cuando emerjo de ese extraño estado de seminconsciencia.
De nuevo me sorprendo al darme cuenta que puedo reconocerlo.
Inspiro, llenando mis pulmones de esa fragancia fresca a la que comienzo a volverme adicta, perdiéndome en el sonido del tarareo suave que eriza cada una de mis terminaciones nerviosas, logrando que mi inquieta mente se quede en silencio por un rato.
Un momento en el que solo existo mientras sus dedos juguetean con mi cabello.
Perfectamente podría quedarme dormida si pudiera, o lo creo hasta que el estruendo de unos gritos ahogados por la distancia hace que se calle de golpe. Suelta mi mano, lo siento moverse por el lugar antes de que una puerta sea abierta con un estrépito, seguido de una serie de maldiciones provenientes de una voz femenina.
—¡Oh, Dios, por supuesto que lo sabías! ¿Cómo no lo sabrías, grandísimo bruto?
—Grace... —su voz es apacible, como si ya hubiera estado preparado para esto.
—Ni siquiera te atrevas.
—Sé qué está enojada...
—¿Enojada? —gruñe, sin dejarlo terminar de hablar —Prueba con rota. Herida. ¡Estoy malditamente destrozada!
—Lo siento, pero esto es un hospital —se une una tercera voz, un poco más calmada —, debo pedirle que se tranquilice o abandone el lugar.
—¿Tranquilizarme? ¿Cómo puede pedirme eso? —solloza —Aterrizo y lo primero que veo es que mi hija estuvo desaparecida por meses. ¡Meses! Y no conforme, casi muere en un accidente. ¡Oh, Dios! ¿Sabes lo que es, maldito desconsiderado?
Creo que de estar de pie, mis piernas habrían fallado. ¿Acaba de insinuar que...?
—Lo lamento —responde el extraño, su tono ablandándose, casi juraría que suena avergonzado.
—¿Lo lamentas de verdad? —solloza —Confiamos en ti, dejamos que fueras parte de nuestra familia y ¿es así como nos pagas? Ella ni siquiera... Ni siquiera despierta. Joder...
—Amor, debes calmarte —una cuarta voz masculina se une, a lo que supongo se dirige a ella.
—¿Cómo podría, Henry? Nuestra niña casi muere —llora —. Oh, Dios, ella ni siquiera es capaz de abrir sus ojos —unas manos más delicadas y suaves frotan mis brazos —. Casi la perdemos y no lo sabíamos.
—Lo sé, amor, lo sé.
—¿Por qué? —sé que se dirige al aún misterioso hombre incluso sin ser capaz de mirar.
—Yo solo no... no he tenido cabeza para nada que no sea ella —se excusa con torpeza.
No consigo terminar de asimilar todas sus palabras.
Es como si mi cerebro se hubiera frito finalmente.
¿Acaso estas personas son...?
No, no es posible. Ellos me abandonaron.
No pueden ser ellos.
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Hace demasiado frío.
Ese es el primer pensamiento que cruza mi mente cuando la inconciencia libera un poco sus cuerdas sobre mí. Algo es diferente, y contra todo pronóstico, descubro que tengo miedo cuando no puedo sentirlo cerca de mí. Cuando no puedo oler su perfume o sentir su toque sobre mí. Al descubrir que de nuevo la espesa oscuridad y ese silencio ensordecedor son lo único que me rodea.
Para mi sorpresa, descubro que mi cuerpo no permanece inmóvil y esta vez, obedeciendo mis ordenes cuando me muevo. No obstante, no puedo estar muy segura de hacia dónde me dirijo cuando mis pies se mueven.
Aun con eso, sigo avanzando en ese extraño limbo en medio de la nada, alerta a cualquier alerta de cambio en el lugar.
Entonces la distingo, solo un pequeño destello en la lejanía que me hace avanzar con premura en su dirección. No he dado ni cinco pasos cuando me detengo de golpe al notar algo más.
Mis ojos caen al suelo que mis pies descalzos tocan, el reflejo oscuro del agua da un aspecto siniestro. O al menos, lo que espero sea agua.
—¿Qué diablos...?
Mi corazón se acelera con un mal presentimiento, haciendo que no lo piense mucho cuando vuelvo mi atención al único rincón en todo este lugar que parece tener luz, corriendo hacia ella con el sonido de mi respiración agitada y mis pies chocando con el agua de fondo.
Lucho por respirar cuando llego hasta ese punto, sintiendo mis esperanzas desmoronarse cuando descubro que solo es una simple lampara colgando... en medio de la nada. Caigo de rodillas, comenzando a tiritar cuando mi ropa se moja, pero la decepción y resignación pesan más, negándome a hacer nada por protegerme del frío.
Lágrimas de impotencia se agolpan en mis ojos.
Una pequeña parte de mi esperaba que algo cambiara por... él. Sea quien sea.
Sus palabras llenas de añoranza se reproducen en mi cabeza, tratando de encontrar algo, cualquier pista que me permita entender un poco lo que está pasándome. El por qué sigo atrapada en este lugar.
«Una fantasía para evitar caer en la locura, ¿quizá?»
Hundo el rostro en mis manos, mis hombros tiemblan con los sollozos contenidos. No entiendo nada, solo quiero despertar, quiero que todo acabe.
Me enjuago las lágrimas. Conteniendo un grito de terror, creyendo por milisegundos que hay alguien más en este lugar, antes de darme cuenta que la persona de rodillas y con aspecto demacrado frente a mí, no es nada más que mi patético reflejo en el espejo de cuerpo entero que antes no estaba ahí.
Contengo la respiración al captar otro movimiento tras de mí, dando la vuelta con el miedo en mis venas y descubriendo, para mi total confusión, un espejo idéntico al otro. Trago el nudo en mi garganta, aterrada cuando antes de que me dé cuenta, termino rodeada en una especie de círculo con nueve espejos que reflejan en todos los ángulos posibles mi figura descuidada.
Apenas tengo la fuerza y valor suficiente para levantarme con piernas inestables.
Mirarme en tantos espejos me pone nerviosa, incrementando mi ansiedad al darme cuenta de que no todos proyectan lo mismo. Solo uno de los nueve me muestra con el enrome camisón de mangas holgadas y cortas que llevo puesto, mi largo cabello castaño despeinado, rostro tan pálido como la nieve y algunos moretes a lo largo de mi cuerpo.
Frunzo el ceño, gesto que es replicado en cada uno de los espejos. Y aunque cada uno comparte las mismas facciones, es como si no fueran la misma persona. No en el mismo tiempo al menos, pero sí que comparten un pequeño detalle además del mismo rostro: los ojos tristes y apagados.
Giro sobre mí misma, detallando a cada una de ellas con curiosidad burbujeante.
Entonces me detengo abruptamente, apenas conteniendo el chillido de sorpresa al ver uno de los reflejos frente a mí. Literalmente. A tan solo unos pasos, una de ellas ha salido del espejo y me detalla con rostro pétreo.
El cabello castaño le cae hasta por debajo de las caderas, adornado con una tiara de cadenas de oro y piedras preciosas. Un largo vestido rojo de gasa y seda que solo cubre lo necesario, sujeto por los hombros con algún tipo de broche con un rubí en el centro, dejando su pecho y abdomen de piel lechosa al descubierto, se ajusta de forma perfecta en sus caderas antes de caer libre hasta sus pies.
Contengo la respiración cuando sus ojos helados conectan con los míos, casi puedo sentir cómo todas sus emociones se filtran a través de ellos, lanzando un peso sobre mi alma al darme cuenta de lo rota que está.
—Estás lista —su voz es dulce, preciosa, pero la ausencia de emoción lo vuelve un poco espeluznante.
—¿Lista para qué?
—Para volver.
—¿Adónde?
—Hemos esperado tanto por este momento —confiesa.
—Yo... no logro entender. No entiendo nada —digo de forma atropellada.
Y ella sonríe, solo como una pequeña y casi imperceptible que me hace dudar un poco.
—Sigue luchando por nosotras —mi pecho se hunde, confuso —. Haz que valga la pena.
—Por favor, solo dime lo que está pasando —suplico.
Pero no dice nada, en cambio, borra el espacio que nos separa y me envuelve con sus delgados brazos sin perder esa extraña sonrisa, parece ¿aliviada?
—Lo sabrás...
Tardo en reaccionar, desconcertada por todo, pero la abrazo de forma torpe.
Y se siente como si ambas hubiéramos estado por este abrazo por mucho tiempo, liberando un peso de mis hombros.
—Amalo como nosotras no pudimos —murmura en mi oído, antes de esfumarse en la oscuridad junto a los espejos.
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Creo que vuelvo a respirar solo cuando soy capaz de sentirlo.
Mi corazón parece reanudar su ritmo normal cuando escucho el familiar tarareo.
Solo recupero la tranquilidad cuando la calidez de su mano abraza la mía y percibo la suavidad de sus labios en el dorso, calentándola con el susurro de su voz.
El recuerdo de los espejos flota en mi mente, exigiendo atención a mi cabeza atrofiada.
Es como si hubiera pasado una eternidad en poco tiempo.
—Lei mi ha raccolto da per terra coperto di spine —su voz es baja y ronca. Agradable —coi morsi di mille serpenti fermo per le spire... —no reconozco la canción, pero suena como una plegaria —Non ha ascorbato quei bastardi e il loro maledire con uno sguardo mi ha convinto a prendere e partire...
No es la primera vez que lo escucho, pero sí la primera en la que su voz provoca algo en mí. El aleteo en mi estómago me confunde. Una parte de mí, la inocente, se derrite ante la idea de alguien —en realidad él —cantando para mí. Nikolai nunca...
«Nikolai es un hombre resentido con la vida».
Por un segundo me pierdo en todas las veces que me obligué a tratar de entenderlo, de justificar cada uno de sus actos porque habíamos sido educados de formas muy diferentes. Excusas que yo misma me hacía creerme aun cuando él nunca ofreció ninguna.
—Che c'ho una frase scritta in testa ma non l'ho mai detta...
No puedo explicarlo, porque la razón o lógica son dos conceptos que me han abandonado hace tiempo, pero estoy segura de que algo cambia mientras lo escucho.
—... torna a casa, che non voglio più sparire...
Estoy lista. Ahora lo sé.
Y es como si el solo pensamiento fuera suficiente para que todo vuelva a funcionar de nuevo. Literalmente. Mis pulmones se expanden, llenándose de aire y liberándome de esa pesades que mantenía mi cuerpo cautivo. Mis parpados ya no bloquean la luz y me emociono al tiempo que me acobardo, cuando un centenar de recuerdos con el nombre de Nikolai llenan mi mente. El deseo de muerte en sus ojos. ¿Lo intentará de nuevo?
Aun con los ojos cerrados, se me llenan de lágrimas.
—Lei con la mano mi accarezza in viso dolcemente...
Es su voz quien me trae de regreso de ese lugar oscuro, como un faro en altamar que evita que me estrelle contra las rocas filosas de mi cabeza.
Los ojos se me encogen al abrirlos de golpe, cegándome con la luz blanca que hay sobre mí. Parpadeo, luchando por adaptarme al cambio hasta que puedo distinguir el blanco del techo y la pared de un gris deprimente.
Mi cuello apenas se mueve cuando trato de mirar a mi acompañante, mi campo de visión es limitado. El pecho me da tumbos con la adrenalina corriendo por mis venas, deteniéndose por segundos cuando el cosquilleo en mis dedos me recuerda que está tocándome y nos sorprendo a ambos —me sorprendo— cuando de forma involuntaria, le devuelvo la caricia. Un poco más tenue, casi débil.
Al instante su voz se calla.
Dejo de respirar.
Pruebo suerte de nuevo, tanteando la capacidad de respuesta de mi cuerpo. Hasta que consigo un agarre mucho más firme. El corazón se me va a salir del pecho.
El arrastre de algo contra el suelo reverbera en el lugar. Un enorme sombra cerniéndose sobre mí. Imponente. Intimidante. Mis ojos viajan por ese brazo al que mis dedos se aferran cual ancla, un amplio pecho recubierto de una camisa negra de botones arrugada. Parpadeo, tratando de descubrir sus rasgos a través de la luz que me encandila un poco.
Solo que cuando finalmente lo logro, ni siquiera puedo detallarlo porque todo lo que puedo ver es verde. Un verde peculiar. Un verde hermoso. Son los ojos verdes más bonitos que alguna vez haya visto.
—Despertaste...
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