Epílogo
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Lyrae
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Un año y dos meses después.
Me encontraba parada, frente al mausoleo que Tyson había mandado construir para guardar los restos de las ocho mujeres que habían dado su vida para romper la maldición. El sol se ocultaba lentamente, tiñendo el cielo de un rojo profundo que parecía reflejar el dolor y sacrificio que representaba ese sitio.
A mi lado, la hermana de Victoria, una mujer de casi sesenta años llamada Verónica, lloraba en silencio. Sus sollozos eran un lamento suave, casi como un rezo, mientras se aferraba a la foto de su hermana que ella había traído consigo. Me giré hacia ella, sintiendo un nudo en la garganta.
—Gracias por encontrarla y darle tan bonita despedida —me dijo con la voz entrecortada, sus ojos llenos de lágrimas y gratitud.
Negué con la cabeza, sintiendo el peso de sus palabras.
—No hay nada que agradecer. Era mi deber —respondí, tratando de mantener mi voz firme, aunque por dentro estaba desmoronándome.
Ella me miró con ojos cansados y llenos de sabiduría, y sus labios temblaron en una sonrisa triste.
—Te pareces mucho a Victoria.
El dolor me atravesó como una daga. Asentí lentamente. —Lo sé. Victoria fue la verdadera madre de mi padre. Era mi abuela.
Nos abrazamos, compartiendo un llanto silencioso y amargo, uniendo nuestras penas en un lazo invisible, pero irrompible.
Después de un rato, la hermana de Victoria se despidió y se marchó, dejándome sola con Tyson. Juntos caminamos hacia nuestro auto, en dónde se mantenía el olor a bebé, aunque nuestra pequeña Emmabell Victoria, estuviera pasando la tarde con sus tias Eva y Aerilyn. Mis amigas habían estado más que felices de hacer de niñeras de mi pequeña de tres meses. Ella se había ganado el corazón de todos. La mejor parte era como desde el momento en el que salió de mi, había envuelto a su gruñón y sobreprotector padre en su pequeño dedo meñique.
Tyson nos condujo hacia la mansión que después de tener a Bell y haber cumplido con aquella última clausula, nos pertenecía. Una herencia tanto de horror como de valor.
La estructura imponente se erguía frente a nosotros, oscura y amenazante bajo la luz menguante del sol. Tyson me miró, y en sus ojos vi la determinación y el fin de una era.
—Es el momento —dijo, con voz firme.
Asentí, sintiendo la resolución en cada fibra de mi ser. Tyson se acercó a la entrada de la mansión llevando un bidón de gasolina que había traído con él. Con movimientos meticulosos, comenzó a rociar el líquido inflamable alrededor de la puerta y las ventanas, asegurándose de que cada rincón estuviera empapado. El olor acre de la gasolina llenó el aire, y me dió un vuelco el corazón al comprender plenamente lo que estábamos a punto de hacer.
Tyson me lanzó una última mirada, buscando mi aprobación final. Asentí de nuevo, más decidida que nunca. Él sacó una caja de fósforos de su bolsillo y encendió uno, observando cómo la pequeña llama danzaba en su mano antes de lanzarla hacia la casa.
El fuego se propagó rápidamente, devorando la madera y el mobiliario. Las llamas se elevaron, crepitando y rugiendo con una furia ancestral. Nos quedamos allí, viendo cómo el fuego consumía todo, hasta que no quedó más que cenizas.
—Este es el final de un linaje maldito —dije, siendo abrazada por mi esposo, mis palabras resonando en la noche, como una promesa y una liberación. —Es hora de un nuevo comienzo.
El fuego iluminaba nuestros rostros, y en ese momento supe que, aunque el pasado había sido aterrador y doloroso, el futuro nos pertenecía. A Tyson, a mí, y a nuestra hija aquellas que llevaba el nombre de las tres personas que habían marcado nuestras vidas, Arabella, Emmeline y Victoria. Con cada chispa que se elevaba hacia el cielo oscuro, sentí como todos los oscuros secretos y la maldad de los Lovelace por fin desaparecía.
En ese momento entendí que la casa simbolizaba el linaje. Por cada Lovelace muerto, una parte de la casa quedaba en ruinas y por mucho que mi abuela se haya empeñado en hacerla parecer magestuosa, no era más que un simple espejismo. Uno que había desaparecido por completo, consumido por el fuego.
Nos alejamos de las ruinas humeantes, sabiendo que con la destrucción de esa mansión se cerraba un capítulo sombrío de nuestras vidas. De la misma manera que las cenizas se dispersaban en el viento, nuestra historia ahora podía reescribirse, libre de las sombras del pasado.
***
Pero ¿sabes algo, querido lector?
No creas cuando te dicen que el amor todo lo puede, porque en esta historia… el amor no fue suficiente…
Cierro el libro y con una sonrisa miro a la multitud.
—El fin —digo, ganándome aplausos por parte de todas las personas que se reunieron aquí esta tarde, solo para la lectura de mi primer libro.
—¿Alguna pregunta que le quieran hacer a la escritora? —pregunta mi manager.
Varias manos se levantan. Respondo unas cuantas, hasta que veo por el vidrio de la ventana de la librería a un hombre alto con una niña pequeña de tres años, en brazos.
—La última —digo.
—¿Está el libro inspirado en una historia real? ¿O es simple ficción?
—No existen las reencarnaciones —respondí riéndome —… ¿O sí?
Un coro de risas me despide mientras salgo al encuentro de mi esposo, quien con nuestra hija me esperaba recostado en su auto.
—¿Acabaste por hoy? —pregunta, tomando el cabello que tengo recogido en una coleta con una mano mientras sostiene a nuestra Bell con la otra, y levantando mi rostro hacia el suyo para poder besarme en los labios.
—Por hoy, soy toda de ustedes dos—respondo sobre sus labios.
—Eres nuestra desde hace años.
—Lo soy.
—¡Lyrae! —dice mi manager, saliendo de la librería con mi cartera en la mano— Se te quedaba el bolso —explica, dándomelo y regresando dentro.
—Siempre tan despistada, Krolik.
—Y puede que nunca cambie, Herthowne.
—Mejor, me gustas así. ¿Vamos por pizza?
—Dios, sí, con...
—Extra de queso, lo sé.
Sonrío y de la mano de mi esposo me alejo del lugar.
Hola preciosuras, tristemente hasta aquí llegó esta historia. Espero que les haya gustado tanto leerla como a mí escribirla. Y si lloran con la muerte de Tyson, lo siento, y sepan que yo también lo hice, como si no fuera a mí a la que se le ocurrió semejante cosa.
En fin, espero que no crean que porque está historia haya acabado se van a despedir de los personajes, porque aún quedan unos cuantos libros más para disfrutarlos.
No sé olviden de seguirme en mi canal de WhatsApp, el link está en mi descripción.
Un besote grandote desde el fondo de mi negro corazoncito, y nos leemos en Almas Fracturadas.
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