Capítulo XXIV

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   Lyrae
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Después de tanto pedirle que me soltara, Tyson por fin me libreró de las esposas y ¿Que creen que hice? Pues si piensan que me encerré en el baño para tener un ataque de pánico con privacidad, estaban en lo correcto.

Me sentía atrapada, como si las paredes del baño se cerraran sobre mí. El vestido blanco que llevaba puesto me sofocaba y las lágrimas corrían libres por mis mejillas.

Me miré en el espejo y vi a una desconocida con los ojos rojos y la mirada perdida. Mis manos temblaban y mis piernas flaqueaban. Me costaba respirar, como si me faltara el oxígeno en medio de toda aquella opresión. Intenté calmarme, cerrando los ojos e inspirando hondo. Pero la impotencia y la desesperación seguían ahogándome, como un monstruo que se alimentaba de mi debilidad. No solo me había obligado a casarme con él a la fuerza, sino que había matado a un hombre frente a mis ojos, simplemente para demostrar un punto.

Golpeé con fuerza el lavamanos, sintiendo el dolor en mis nudillos como una liberación momentánea. Quería gritar, correr lejos de allí, dejar todo atrás. Sin embargo, sabía que no podía hacerlo. Estaba atrapada, encerrada bajo su techo.

El pánico me envolvía en su abrazo frío, convirtiéndome en una marioneta sin control. Me desplomé en el suelo, sollozando desconsoladamente, sintiéndome completamente perdida en un mar de incertidumbre y dolor. Y allí, en ese baño solitario, supe que mi lucha apenas comenzaba.

  Respiré hondo, armándome otra vez, pieza por pieza. Había tenido mi desahogo, no obstante, eso no arreglaba la situación. Llorar y lamentarse no iban a solucionar las cosas. Debía ponerme los pantalones de chica grande y hacer lo que siempre había hecho, seguir adelante. Si todo por lo que había pasado no había podido conmigo, Tyson Herthowne tampoco lo haría.

  Un plan empezó a tomar forma en mi cabeza. Encontraría una salida y huiría lo más lejos posible de él. Ya lo había hecho antes y sabía cómo mantener un bajo perfil.

  Me sequé las lágrimas y arreglé mi vestido, mi mente trabajando a kilómetros por hora. Lo primero que se me ocurrió cuando fui a abrir la puerta fue que al final todo sería un sueño, era imposible que algo así hubiera pasado. Mi vida hacía tiempo se sentía subrrealista. Si cerraba los ojos y los volvía a abrir, estaría en mi casa y nada de lo que había vivido en las últimas horas sería real, solo un sueño raro como el que había tenido esa noche, en el que aún no me permitía pensar.

   Así que así lo hice, cerré los ojos y conté hasta tres, abrí la puerta aún sin ver y volví a contar, ¿Por qué lo hice? No lo sé, pero teniendo en cuenta que tenía un cable suelto en mi cerebro, eso se sintió como una buena idea.

    —Estoy en casa, en la mansión de la vieja bruja, no estoy casada, nada de lo que pasó fue real —me dije mientras contaba.

   Cuando llegué al número tres respiré profundo y lentamente fuí abriendo los ojos. Lo primero que ví fue a Tyson recostado a un escritorio, mirándome con una ceja enarcada.

    —Lo siento cariño, pero si, estás casada y no, no estás en la mansión en ruina a la que llamas casa, este es tu hogar a partir de ahora, te aconsejo que te vayas acostumbrando.

  Me quedé en silencio, mi mente trabajando a toda velocidad en busca de una salida para escapar de él y encontrar un teléfono para contactar a Eva. Recordé que ella tenía amigos con una reputación violenta y peligrosa, pero mis pensamientos se detuvieron en esa idea en cuestión de segundos. La figura de Tyson, con su mirada fría y determinada, me dejó claro que no dudaría en utilizar la violencia extrema si fuera necesario. Además, los amigos de Eva trabajaban para él.

  Cambié mi estrategia de inmediato. Dicen que se atrapan más abejas con miel o algo así. Si me mostraba colaboradora el bajaría la guardia y yo podría encontrar una salida y huir.

    —¿Dónde está la cocina? —pregunté, tenía hambre, si, pero también tenía la idea de revisar la casa en busca de alguna salida y la cocina era mi primera parada.

   —¿No vas a rogar que te deje ir, ni a armar un show como lo hiciste antes? —indagó desconcertado.

   —¿Me dejarás salir si te lo pido?

   —No —pronunció en ese tono helado al que estaba acostumbrada.

   —Entonces no voy a gastar saliva ni tiempo en pedirlo y mejor dedico mi tiempo a hacer algo que si puedo, comer —dije dejándolo en silencio, mientras analizaba si mis palabras eran ciertas o falsas.

   Cuando se dió cuenta de que no diría nada más, salió del despacho en dónde una hora atrás nos habíamos casado. Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba en una casa en el sentido tradicional, sino en un apartamento de lujo, específicamente un penthouse, lo que me dificultaba mi huida, pero por muy difícil que fueran las cosas, no me detendrían.

  La sala estaba amueblada con elegantes sofás blancos que daban a una cocina abierta con una impresionante barra de desayuno de mármol blanco y crema, llena con electrodomésticos de acero inoxidable. El ambiente era acogedor y si no fuera porque estaba ahí en contra de mi voluntad, me hubiera encantado quedarme. Cada detalle del lugar parecía haber sido cuidadosamente elegido para crear un ambiente de lujo y comodidad.

   —Adelante, puedes hacer lo que desees.

   —Lo único que deseo es salir de aquí. Y ya dejaste en claro que eso no va a suceder así que mejor dime si eres alérgico a algo —indagué abriendo la nevera y encontrándola llena, no sin antes mirar hacia una puerta que se encontraba escondida en un rincón, esperando que Tyson me dejara sola para poder investigar si podría encontrar alguna salida.

  —¿Por qué? ¿Quieres buscar a lo que le soy alérgico y matarme?

  —Por supuesto, hasta que la muerte nos separe, tu mismo lo dijiste. Yo solo tengo que lograr que la muerte llegue a ti pronto. —murmuré de espaldas a el, tomando un cuchillo y cortando algunas verduras.

   Si lo pensaba no era tan mala idea, si tenía un shock anafiláctico me daría tiempo para escapar de ahí mientras el intentaba sobrevivir.

  —No te vas a librar de mi tan fácilmente, mi hermoso Krolik —susurró con voz ronca, rodeando la encimera y deslizándose hacia mí por detrás.

   Nota mental, preguntarle que significa esa palabra, buscarlo en Google ya no funcionó.

Sentí sus manos fuertes y seguras posarse en mis caderas, sus dedos rozando ligeramente la suave tela de mi ropa. Podía percibir el aroma de su perfume mezclado con el característico olor a hierba fresca que lo acompañaba siempre.

Su nariz rozaba mi cuello, una sensación cálida y eléctrica que erizaba mi piel ante cada respiración que emitía. Cada soplo suave y cálido enviaba escalofríos por toda mi espina dorsal. La presión de su cuerpo contra el mío me hizo sentir su presencia de forma intensa y casi abrumadora.

El firme y prominente bulto de su erección se hizo notar contra mi trasero, enviando una corriente de calor y anticipación a través de mi cuerpo entero. Mi respiración se volvió irregular, mientras la intensidad del momento creció con cada segundo que pasaba. Fue como si el mundo entero se hubiera reducido a esa conexión física, a esa ineludible atracción carnal que se entretejía entre nosotros.

   El timbre de la puerta sonó bruscamente, interrumpiendo la burbuja de lujuria en la que se había convertido la cocina.

   Como un jarro de agua, recordando que a pesar de la atracción que claramente sentía por Tyson, debía meterme en la cabeza que él me había secuestrado y obligado a casarme, tan solo una hora atrás. Mi cerebro se empeñaba por olvidarlo constantemente. No me dejaría engatusar por sus encantos, mi determinación de resistir su influencia se fortaleció cada vez que recordé la situación en la que me encontraba.

   Dejándome sola se dirigió a abrir la puerta, mientras yo trataba de volver a mis cinco sentidos.

Y como claramente, yo debía de tener algo mal en mi cabeza, esa determinación de alejarlo se fue a la basura cuando una mujer joven, de unos treinta años, de cabello castaño y ojos verdes entró en la sala como si fuera la reina del lugar.

   —Por dios Tyson cariño, que no somos extraños. Aunque no nos hemos visto en meses sé que te agrada que halla decidido venir hoy, se que me extrañaste —dijo tomando el cinturón de mi marido de manera juguetona, tratando de acercarlo a ella.

   Lo único bueno que puedo decir por parte de él es que nunca mostró una expresión de alegría y mucho menos comodidad. Su rostro expresaba lo fastidiado que estaba con la escena, aunque claramente eso no hizo nada por detener mi enfado. Porque claro, yo no podía tirarlo a los brazos de esa mujer para que me dejara libre, no, yo tuve que recordar el porqué había ido al bar en primer lugar. Los celos, esos sentimientos corrosivos se adueñaron de mi, al ver a otra mujer tocar lo que era mío por ley. Ese hombre era mi marido y me importaba una mierda en ese momento que yo no había consentido aquel matrimonio.

    ¿Lo ven? De ahí salía directo para un psiquiátrico.

   —¿Tyson? —dije y claramente el supo por el tono de mi voz que la situación no era de mi agrado, no obstante, la mujer no lo dejó hablar.

  —¡Ty, cariño, contrataste a una empleada! Lo siento dulzura, pero tus servicios no serán necesarios en estos momentos. —dijo la mujer con un tono de superioridad que me hizo fruncir el ceño.

  —Creo que te equivocas. No soy una sirvienta en esta casa —respondí con firmeza.

  —¿No lo eres? Perdón y ¿Quién eres entonces? —replicó la mujer con una mezcla de curiosidad y desdén en su voz, mirándome con descaro.

  —¿Quien soy? Bueno, lindura, soy la que va a usar tus manos como tiro al blanco si no las quitas del cinturón de mi marido. Mejor aléjalas por completo, así me sentiría más tranquila. Quien sabe, mis instintos psicópatas pueden salir a la luz. Estoy segura de que disfrutaría mucho ver la sangre correr—mencioné con firmeza mientras deslizaba suavemente mi dedo por la hoja sin filo de uno de los afilados cuchillos de cocina para darle más impacto a mi afirmación.

  Ella soltó a Tyson inmediatamente, quien no pudo ocultar la sonrisa de satisfacción en su rostro, una que quería borrar de un puñetazo, luego de darme dicho golpe a mi, por ser tan posesiva con un hombre que claramente no era bueno para mí, ni para nadie si somos claros. 

   —¿Te casaste? —preguntó la mujer, atónita.

   —Aparte de fresca le faltan neuronas —murmuré por lo bajo. 

  —Hace aproximadamente una hora exacta. Y si no quieres comprobar la veracidad de lo que dice mi esposa, te aconsejo que te retires —añadió él.

   —Si olvidas esta dirección en tu camino, mejor para ti —comenté sin poder contenerme.

La mujer palideció, recogió su bolso y salió corriendo. Tyson se giró hacia mí, su sonrisa se ensanchó.

   —Me gusta cuando te pones posesiva —expresó.

  —¡Cállate, o será contigo con quien juegue al tiro al blanco! —exclamé, saliendo furiosa de la cocina.

   Me alejé por los pasillos de la casa, sintiendo las carcajadas de Tyson mientras caminaba.

  Mi convicción de escapar volvió tan fuerte que era casi abrumadora. No me podía permitir estar más cerca del pelinegro o acabaría por querer quedarme a su lado para siempre y eso estaba mal ¿Cierto? ¿Qué decía? Por supuesto que estaba mal.

   Revisé meticulosamente cada habitación en busca de una salida trasera o algún indicio que me permitiera escapar de aquel lugar. Al llegar al último cuarto, la desesperación casi me invadió por completo. Sin embargo, al abrir la puerta y adentrarme en el recinto, lo que descubrí  me dejó pálida.

¿Cuánto tiempo llevaba Tyson siendo consciente de mi existencia?

La pared frente a mí, decorada con fotografías mías desde mi adolescencia, parecía intentar darme una respuesta que me resistía a aceptar.

   ¿Con quién carajos me había metido?

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