Capítulo VI

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        Tyson
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  Llegó la hora de que yo cuente mi versión de esta historia.

  Todo comenzó con un cuadro.

  Estaba en una galería de arte de un posible socio. No me gustaban los eventos sociales, solo servían para que las personas presumieran el dinero que tenían y en algunas ocasiones, ni eso, solo era para aparentar.

  Necesitaba tener a este hombre en mi nómina, por lo que llevaba una hora en ese lugar, esquivando a las mujeres que me miraban, aquella a las que les importaba más el dinero que el peligro quienes hacían caso omiso a las advertencias y solo veían el signo de dólar en mi frente. Algo que no me molestaba realmente, no dudaría en llevarme a la cama a cualquiera, no obstante se me haría aburrido, era un cazador me encantaba la adrenalina del reto. Ver qué se me echaban encima les quitaba todo el atractivo.

  Los hombres que no dejaban de mirarme lo hacían con miedo, ninguno se atrevía a estar lo suficientemente cerca de mi, algo que me complacía, al final ellos no me aportaban nada que me interesara, si quisiera algún negocio con alguno de ellos ya lo hubiese hecho, pero como ya dije no me interesaba.

   Estaba a punto de irme, de dar por finalizada la noche, aún sin haber visto al hombre por el que había pasado aquella tortura, y el que habia desperdiciado su única oportunidad, cuando algo llamó mi atención.

  Había un cuadro, en un rincón apartado de la multitud, quizás por ser de un artista poco conocido, no lo sabía. Era en blanco y negro, colocado de manera estratégica y con una iluminación tenue. Eso, aunado a la mujer que estaba retratada, la pose, todo, le daba un aire sensual e ignotizante.

   La mujer estaba de espaldas, con el cabello recogido a la ligera, dejando escapar pequeños mechones rebeldes. Eso hacía que su espalda descubierta destacara. Un tatuaje de una daga con varios lazos y una rosa en el mango decoraban su columna desnuda. Pero fue la medialuna tatuada en su nuca la que atrajo mi atención. Tenía la misma medialuna en el cuello. Me pareció una extraña casualidad. No fue hasta que me fijé en su rostro volteado hacia un lado y casi oculto entre las sombras que tuve que dar un paso atrás de la impresión.

  Conocía ese rostro. Lo veía cada vez que cerraba los ojos. Llevaba años torturándome. Reconocería lo que serían unos pómulos definidos. Las cejas no se veían, pero estaba seguro de que estaban perfectamente arqueadas; la nariz ligeramente respingona. Sus pestañas eran infinitas, protegiendo sus ojos cerrados. Sus labios un poco levantados en la comisura daban la impresión que ocultaban una pícara sonrisa.

  Era ella sin lugar a dudas, no necesitaba verle el rostro al completo para saberlo. Pero, ¿Que hacía ahí? La mujer que yo recordaba no tenía tatuada su espalda, no era bien visto en ese entonces. ¿Cómo era posible? Miles de pensamientos se agolparon en mi cabeza, no obstante, solo uno de ellos predominaba. Tenía que saber quién era ella. Encontrarla, quizás ella tuviera todas las respuestas que yo en ese entonces aún no tenía.

  Le hice una seña a Peter, mi jefe de seguridad. Él de inmediato se acercó a mí.

   —Jefe —dijo cuando llegó a mí lado.

  —Compra este cuadro, averigua quién lo pintó y el nombre de la modelo. Me voy a casa, dile a Brandon que lo quiero ahí en media hora.

  —De acuerdo —respondió sin hacer preguntas y se fue a realizar su tarea.

   Me alejé del lugar sin darle otra mirada, mi chófer ya tenía el auto esperándome por lo que pude llegar a mí penthouse rápidamente.

  Al llegar me deshice de la chaqueta del traje, me preparé un trago y me senté en el sofá frente a las grandes ventanas que daban a la ciudad, antes de saltar al tema responsable de mis dolores de cabeza.

  A la hora acordada Brandon llamó al timbre. Me gustaba la eficiencia en mis hombres, eso y la discreción.

  Le di la orden de que entrara mientras disfrutaba de mi whisky.

  —Dime que tienes algo nuevo —ordené

  —Tal como predijo jefe. La vieja murió sola. Encontraron su cuerpo a los dos días —informó luego de señalar con la cabeza el asiento frente a mí y sentarse.

  —Bien. No sé merecía nada más. ¿Y la chica? —pregunté, sabiendo que pronto la tendría a mi merced.

  —Heredó la casa. Hice que alguien limpiara antes de que la chica se fuera a vivir ahí; el olor era insoportable, e instalé varias cámaras. Sin embargo, no me dió tiempo instalarlas todas. Me faltaron una habitación y el despacho. Ella se mudó el mismo día.

  —¿Por qué? —indagué reclinándome en mi asiento.

  —Al parecer el idiota de su casero la corrió del lugar con la escusa de que no había pagado la renta. —informo cruzando los brazos sobre su pecho.

  Miré a mi empleado con la ira empañando mis facciones. Cualquier persona en su lugar estaría temblando, pero él, por el contrario, bajó la cabeza y esperó. Apreté con fuerza el vaso en mi mano y casi pude sentirlo astillándose hasta terminarse de romper.

  —¿Me estás diciendo que ese viejo se atrevió a desafiar una orden directa? —pregunté, mi tono de voz engañosamente bajo.

  —Exactamente señor.

  —Llévalo a una de las casas de seguridad —respondí, deshaciéndome de los vidrios que cubrian mi mano —. ¿Algo más?

  La sangre manaba de las heridas en la palma de la mano; sin embargo, lo ignoré por completo, el dolor prácticamente se había hecho algo natural para mí.

  —La chica está buscando trabajo señor, mandó su currículum a varias compañías. Me encargué de que todos supieran que si la contrataban sería su ruina.

—Bien. Llámame cuando tengas mi encargo. —dije despidiéndolo

—¿No quiere las imágenes de las cámaras? —preguntó, siempre hacía la misma pregunta y yo le daba la misma respuesta.

  —No, no me apetece verle la cara, aún no. Al menos hasta que la tenga donde yo quiero, con mi mano en su cuello y la pueda matar a gusto —expresé, ansioso porque llegara dicho momento.

  Sin decir nada más Brandon asintió y se retiró. Me levanté y me dirijí al ventanal que daba a la ciudad, mi ciudad.

  El pensamiento de que pronto acabaría con el linaje Lovelace me llenó de satisfacción. Solo me quedaba la pequeña mocosa. La última vez que la vi, ella tenía quince años; sin embargo, parecía de diez. Su cuerpo no había comenzado a desarrollarse aún. Su rostro desfigurado por el acné y sus ojos, suplicantes. Fue la primera vez en mi vida que sentí lastima por alguien. Le perdoné la vida en ese entonces, pero su tiempo había acabado. Había estado vigilándola, aunque no de forma directa. Sabía que había escapado de la casa de sus padres y se estuvo manteniendo oculta desde entonces, pero no de mi.

  La pequeña conejita, inocente criatura, jamás imaginó que su familia sería solo el principio de su tormento. Había llegado el momento de acorralar a mi presa, y con placer retorcido, desgarrar su delicada garganta para saciar mi sed de sangre.

  Me aparté de la ventana y caminé hacia la cocina. Me lavé las manos, observando fijamente como la poca sangre desaparecía poco a poco. Pronto sería la sangre Lovelace la que desaparecería de la tierra, me había encargado de ello.

  (***)

  Una hora después me llegó un mensaje de Brandon. Ya me había cambiado de ropa, esperando al momento de salir. Tomé mi chaqueta de cuero, guardé la pistola en la cinturilla de mi pantalón y tomé las llaves de mi moto.

  En el garage no perdí el tiempo en subirme a la motocicleta y salir disparado hacia la casa de seguridad.

  La escena que encontré al llegar me provocó un placer sádico que casi me hizo reír. Había olvidado por completo cómo ser compasivo, y la visión de terror en los ojos del pobre señor Pérez, me llenó de satisfacción.

Atado a una silla, débil y patético temblaba frente a los cuatro hombres que lo rodeaban, pero pronto se daría cuenta de que su verdadero sufrimiento estaba por comenzar. A quien de verdad debería tener miedo era a mí, sería su verdugo y disfrutaría de ello.

   —Solo te voy a hacer una pregunta. ¿Echaste de mí edificio o no a Lyrae Lovelace? —pregunte, haciendo énfasis en el mi.

  —Señor yo…

  —No me interesa escuchar tus escusas. Es un si o no Pérez.

  —Si.

  —Bien, parece que las personas no entienden cuando se les habla. Te dije claramente que habrían consecuencias por desobedecerme.

  —Señor por favor, no…

  —Aún en tus últimos minutos sigues sin oír lo que te dicen —dije burlándome.

  —Esa zorra se…

  —Oh ya entiendo. Te aprovechaste que te dije que no quería que ella se enterara de que yo era el dueño del edificio, para que te hiciera favores sexuales. ¿No es así? —inquirí con indiferencia, los hombres como el que tenía ante mi eran tan predecibles que resultaban aburridos —No podías mantener tu bragueta cerrada, tenías que joderlo. Bueno, como dijo Newton, cada acción tiene su reacción y tú estás a punto de comprobarlo.

  Extendí la mano y Zac depositó en ella un cuchillo. Me acerque a su rostro, pegando la hoja afilada a su piel y la fui desgarrando con lentitud. La sangre comenzó a manar de la herida cubriendome la mano, las gritos del hombre cada vez más desesperados, no obstante no me detuve.

  Cuando me aburrí tome la berretta de la cinturilla de mi pantalón y le disparé entre sus cejas. El silencio volvió a adueñarse de la habitación. Me gustaba el silencio.

  —Limpien este desastre —ordené antes de marcharme.

                             ━━✧♡✧━━

   El rostro dulce de una mujer estaba ante mi. Su sonrisa era demasiado contagiosa. Sus hoyuelos le daban un aire juvenil y pícaro.

  —¿Vas a saltar? —preguntó señalando el lago de aguas cristalinas.

  —Lo haré, pero no lo haré solo —respondí antes de tomar su cintura, pegarla a mi cuerpo y saltar al agua.

  El sonido de su risa, cada vez más fuerte cuando emergió a la superficie, hizo que mis propios labios se levantarán.

  Un dolor sordo empezó a apropiarse de mis sienes.

  —Te amo —dijo.

  Abrí los ojos, el dolor cada vez más insoportable. Haciéndome casi imposible mantenerlos abiertos.

  A tientas palpé el borde de mi mesita de noche, buscando los analgésicos que nunca estaban demasiado lejos. Cuando los encontré tomé tres y volví a recostarme en la cama con los ojos cerrados, esperando a que hicieran efecto. Sabía que no volvería a dormir. Cada vez eran menos mis horas de sueño y los dolores de cabeza más fuertes.

  Quería que cesaran y solo había una solución para ello. Una que me había costado demasiados años, más de los que podría contar.

  La imagen del cuadro volvió a aparecer en mi cabeza. Una vez más me pregunté. ¿Quien era aquella mujer? ¿Estaba relacionada de alguna manera a aquella que recordaba en mis sueños?

   La mañana llegó mientras analizaba algunos contratos, unos completamente legales y otros no tanto. Sin prisa me prepare para la jornada laboral como cada día. Mi chófer me llevó hasta mi edificio y sin saludar a nadie me dirigí hacia el ascensor. Sentí varias miradas a mi alrededor, pero nadie se atrevió a decirme nada. Todos me tenían miedo y no era algo infundado. Tenía sus vidas y familias en mis manos.

  En el momento en el que entre oi una voz femenina que gritaba mi nombre. Ignoré a quien fuera que estuviera dando tan ridículo espectáculo y me volteé dispuesto a seguir con mi camino.

  Entonces la ví.

  Corría hacia mi, vestida con traje de chaqueta y pantalón. Su cabello castaño en una cola de caballo con varios mechones rebeldes calléndole en la frente. El impacto vino por su rostro. Era ella, la mujer que aparecía en mis sueños

   —Arabella —El nombre salió de mis labios sin poder controlarme. Deteniendo las puertas del ascensor. Sin embargo, en dónde deberían estar unos ojos verdes, había unos violetas. Por primera vez en mucho tiempo no pude controlar la sonrisa que se dibujó en mis labios. —El Karma es un bastardo hijo de puta.

  Ella me miró con confusión. Entro al ascensor y se paró a mí lado. Nadie había hecho eso jamás. Ni siquiera mis hombres de confianza. Ellos simplemente se paraban detrás de mi, como debía ser.

  —Tengo una reunión con usted ahora —explicó. Lo que solo podía significar que a mí lado se encontraba Lyrae Lovelace, la última pieza de ajedres que debia destruir.

  —¿No me diga? —pregunté, mirándola.

   Las marcas de acné habían desaparecido, en su lugar se extendía una piel blanca, aparentemente suave. Su cabello ya no parecía maltratado con un color que no la favorecía, como era el rubio que tenía cuando la vi aquella vez. En ese momento su castaño natural lo hacía brillar, y parecía tan sedoso que tuve que apretar las manos en mis bolsillos para evitar tocarlo y comprobar si era cierto o no. Era claro que la niña de quince años había desaparecido, y en su lugar esa mujer hermosa se erguía. Una mujer que me provocaba pensamientos que no debería tener hacia alguien a quien terminaría matando pronto.

  La invité a entrar cuando llegamos a mí oficina. Me senté en mi escritorio y no logré apartar mi mirada de ella. Desconcertado por el hecho de que una mujer cualquiera, una con la sangre de las personas que acabaron con mi vida, corriendo por sus venas, haya despertado un interés tan enfermizo.

  Estaba claro que no me reconocía, quizás ni siquiera me recordaba y eso despertó mi curiosidad.

  Ella comenzó a hablar, me dijo cosas que ya sabía puesto que había sido yo el causante de que ella estuviera parada frente a mí en ese momento, sin embargo, no me importaba. No podía dejar de mirarla. Sin poder evitarlo la provoqué a propósito, quería ver hasta donde era capaz de llegar.

  Una vez más, Lyrae Lovelace me sorprendió. Ya no había miedo en sus ojos, sino una fuerza, una tenacidad, y algo más que no logré descifrar, pero me moría por hacerlo.

  En solo minutos esa mujer logró despertar en mi sensaciones que creía ninguna mujer seria capaz de despertar. Un hambre enfermiza por conocer cada gesto, cada expresión de su rostro, cada movimiento de sus manos.

  No tenía mucho tiempo, los días cada vez pasaban más rápido y poco a poco se me iba agotando mi estadía en ese lugar; no obstante, estaba dispuesto a desenvolver todos los secretos que Lyrae mantenía escondidos.

   La dejé ir por el momento, no sin antes asegurarme de que sería mi acompañante en la gala del viernes.

  La mañana se me fue poco a poco en reuniones y al mediodía coincidí en el mismo restaurante que mi Krolik.

  El llamarla mía me confundió por un momento, no obstante, no le di mayor importancia. Fue hasta que ví como otro hombre osaba tocarla y el sentimiento de querer cortarle la garganta se volvió cada vez más incontrolable. No me di cuenta que mi obsesión por Lyrae Lovelace habia comenzado.

  Salí del restaurante antes de tomar el cuchillo a mi lado. No me convenía esa clase de atención. Tenía que encargarme de mis sentimientos, no podía permitirme flaquear en mi plan. Ella debía morir y nada me detendría, ni siquiera yo mismo.

  Al salir recibí una llamada de Peter.

  —Tengo el cuadro jefe —informó apenas tomé la llamada.

  Vi como Lyrae salía del restaurante. Su postura me dijo que estaba molesta, lo que extrañamente me alegró. Ella no me vio, solo tomó su teléfono y siguió caminando.

   Peter siguióhablando, pero mi atención estaba en la chica de ojos extraños que distraída hablaba por teléfono. Quería saber quién estaba del otro lado de la línea y matarlo por simplemente tener su atención.

  —Esperame en mi casa. Estaré ahí en veinte minutos —dije y colgué sin esperar respuesta por su parte.

   En ese instante ví como un auto descontrolado se acercaba a Lyrae, ella no se había dado cuenta. Así que no lo pensé dos veces, por impulso la tomé de la cintura, sacándola del lugar y pegándola a mí cuerpo.

  Sus ojos confusos me miraron. Miles de sentimientos pasaron por sus iris en ese momento.

  —Gracias —susurró

  —Ne blagodari volka za spasenie, teper' krolik, on sdelal eto lish' dlya togo, chtoby pozje tebya syest —respondí en ruso la frase:

  No le des las gracias al lobo por salvarte ahora conejita, el solo lo hizo para devorarte más tarde.
 
  Porque, que dios me condene, pero la devoraría entera.

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