Sueños y visiones
A Nero, por inspirarme sin saberlo
Yuya bufó suavemente. Estaba en esa pequeña habitación mental, ligeramente enfadado con Yuto. Aquella batalla no debió de existir ni darse de esa manera. Había perdido totalmente el control de su cuerpo y había hecho cosas que se dijo que no haría. Miró a su alrededor para poder entender que era lo que estaba pasando. Se regañó mentalmente por preocuparse primero por su propio enojo antes que la situación en la que se encontraba. Todo era un poco extraño y confuso, era una especie de pasillo. Negro y oscuro como solo podría ser una pesadilla. Era mucho más oscuro que la última vez y estaba aterrado. Quizá estaba demasiado influenciado por el ambiente lúgubre de Heartland. Aquel sueño era tan... real. Casi no podía sentir la diferencia entre eso y estar despierto.
Solo que sabía que no estaba despierto. Lo último que recordaba en concreto era que Yuto tomaba el control de él y hacía de las suyas, apenas era consciente de lo que hacía, pero tenía la seguridad de que ya no estaba haciendo nada. Aun no sentía nada, y quizá se hubiesen desmayado por alguna razón, una que simplemente no entendía y que se escapaba de su entendimiento. Sin embargo, ese enojo y confusión no le impidió en lo absoluto llamarlo.
—¡Yuto!—porque sabía que estaba allí, había estado en un lugar así antes, se había sentido de esa manera antes—¡Yuto!—justo en la noche tan confusa en la que se encontraron por primera vez, aquella donde entendió a las 4 dimensiones y la existencia de una guerra dimensional. Una que le tocó vivir al chico con el que compartía cuerpo y no entendía las razones. Uno que, a pesar de estar molesto con él, sabía que los sentimientos que cargaba no eran fáciles, porque él los entendía, a través de sus ojos. A través de sus pensamientos, de sus enojos, cosas que comprendía, pero que de ninguna manera, compartía—¡Yuto!—comenzó a moverse en ese amplio espacio, a caminar por el largo pasillo. No lo encontraría si se quedaba quieto. Avanzó hacia la única dirección posible, la de la derecha.
Lo siguió llamando. Esperando encontrarlo, porque era lo único que le quedaba al fin y al cabo. Era lo único seguro de lo que estaba allí, en ese lugar, en esa especie de escape mental. Allí, donde creía haberlo visto antes, en sueños y en visiones. Cuando por fin llegó al final de aquel pasillo lo vio. Justo al frente de aquella perla negra, allí, donde solía mantener. De donde le había dicho varias veces que se alejase, en sueños y en visiones, pero que nunca le hacía caso. Allí, en aquel lugar que parecía querer consumirlos.
—¿Por qué?—preguntó en una voz tenue, para sí, apenas y movió los labios. Yuya se acercó a él casi corriendo y sin pensarlo.
—Yuto—lo llamó cuando se arrodilló a su lado. Este lo miró—, ¿qué ha pasado allí afuera?
—Lo lamento—dice a media voz, sin tener ganas reales de hablar, sin energías, no estaba mal, solo arrepentido—. Lo lamento en serio—El chico de ojos rojos suspira suavemente.
—Tranquilo, me ha dolido un poco que te hayas aprovechado de nuestro cuerpo—allí estaba, otra de sus costumbres, cuando no los escuchaban en sueños y en visiones, no llamaba a ese su cuerpo, porque en verdad lo compartían. Y eso no era algo que pudiese cambiar—, pero estoy preocupado. Siento que si no te hubiese detenido tu... probablemente hubieses hecho algo muy malo. ¿Estás bien?
—No—negó ligeramente, volvió a mirar el centro de la habitación, aquella perla que tan desconocida y trasparente era para ellos. Nunca hablaban de ella, no se habla de lo que no se comprende—, no estoy bien. Siento que tengo demasiados impulsos para... hacer algo, y que lo quiero hacer sin importarme las consecuencias. Si vuelvo a hacer algo como eso... te haré fracasar.
—Tranquilo Yuto—le dijo con una pequeña sonrisa en la cara—, vamos a hacerlo bien, vamos a completar nuestros objetivos y llegaremos al fondo de esto, pronto volverás a tener tu cuerpo—le sonrió. No debería de decirlo, pero no era algo que le importase. No debería decir cosas de las que no estuviese seguro—. Vas a poder volver a Heartland. Solo tenemos que esforzarnos un poco, estaremos bien.
—No creo que vaya a estar bien—suspiró Yuto cerrado sus ojos. Abrió sus ojos a Yuya cuando este le puso una mano en el hombro.
—Todo va a estar bien—de nuevo le dedicó una sonrisa—, solo tenemos que hacerle caer en cuanta a estos miembros de academia lo equivocados que están, Y para ello necesitamos llegar hasta en corazón de aquel que los guíe. El comandante.
—¿Hay un comandante?
—No estoy tan seguro de eso—soltó una risita nerviosa—, me pareció oírlo, pero ese no es el tema. El tema es que para poder llegar a él tenemos que confiar en nosotros y entre nosotros. Quizá el comandante solo esté confundido y en su corazón no crea de verdad en esta causa.
—¿Y si no lo está?—preguntó Yuto.
—Eso no lo sabremos hasta que intentemos llegar a su corazón, hablar con él por medio de los duelos—le sonrió suavemente—. Sé que nadie puede estar tan perdido—Yuto miró con algo de tristeza hacia aquella perla de oscuridad.
—Estaba bien, lo lamento en serio Yuya—volvió a repetir. El de ojos rojos se acercó un poco al otro y le brindó un pequeño abrazo.
—Deja de preocuparte por eso—dijo algo serio. Yuto solo quiso decir algo, y aunque Yuya no lo escuchó ni le respondió, de alguna manera lo sabía.
—A veces pelear contra la oscuridad es tan difícil...—No fue escuchado, nunca sería escuchado, o al menos no de la persona que quería que fuese escuchado.
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—Lo siento—Yuya tenía los ojos diferentes, sin la vida que solían tener, solo había un brillo carmesí amenazante—, pero es demasiado, no puedo soportarlo, tengo que dejarme ir, sino siento que voy a...—Pero el de ojos grises no estaba muy bien, no había brillo, solo oscuridad, oscuridad que los llamaba insistentemente.
—Yuto...—aquello fue un murmuro lastimero. Era evidente lo mucho que le costaba mantenerse. La columna en la que se encontraba tenía más ganas de quedarse en su puesto que él.
—Deberías venir conmigo—observó suavemente las heridas que tenía en su manos, aquella perla negra los había hecho librar tantas batallas, tantas que habían ganado, y casi ninguna habían perdido. Pero era un desperdicio de tiempo—, nuestra oscuridad es natural, es parte de nosotros, no tienes por qué seguir peleando.
—No quiero seguir peleando—dijo aun con su brillo carmesí, pero este se desvanecía, salía de sus ojos una luz que se dirigía hacia aquella perla oscura, como si ya no le fuese a pertenecer más—, pero he luchado mucho por todo eso, no quiero rendirme ahora, porque entonces todo lo que habré hecho...
—Yuya, sufres demasiado por esto—le dijo con un tono tranquilizador—y no puedes ganar todas las batallas.
—Esto significa perder la guerra Yuto—dijo algo pensativo, pero antes de que el otro respondiera con esa voz tan característica suya, Yuya habló también—. Pero... esta guerra también parece que la he perdido, todo lo que he hecho no parece aportar demasiado y Yuzu, que es la persona por la que comencé todo esto, está totalmente fuera de mi alcance. Todo lo que hago no parece ir bien, nada de lo que hago parece estar bien. Y... somos un demonio—reconoció incrédulo—. ¿Crees que valga la pena luchar por los demás destinado a dañarlos?—se agarró con la mano su brazo contrario, soltando así la columna—Además... Esto no parece ir bien en ninguna dirección. Pareciese como si cualquier final posible fuera... Una catástrofe... Creo que todo esto es... simplemente inútil. Ya ni siquiera...—no había ese brillo carmesí, solo existía aquellos ojos sin vida alguna, aquellos que pocas veces había puesto, aquellos a los que había enfrentado con una sonrisa. Sonrisas que ya no le quedaban siquiera, solo sentimientos, sentimientos profundos y puros—Ni siquiera siento que tenga razones para seguir luchando. Estoy cansado de luchar.
—No tienes que seguir haciéndolo—Yuto le alargó la mano, algo que siempre había querido hacer pero que simplemente no había tenido el valor suficiente para poder hacerlo antes—, estamos juntos, ¿no? Vamos, dicen que en la gloria todos te quieren, pero que en la derrota todos te dan la espalda. Pero, si nos rendimos los dos, no nos daremos la espalda mutuamente—le sonrió. Yuya le sonrió también y le agarró la mano con suavidad y se dejó llevar por aquel flujo que sentía que atravesaba su cuerpo. Las sensaciones tan fuertes le atravesaban el cuerpo y todas querían salir al tiempo. El otro no era muy diferente, también estaba deseoso de sacar sus sentimientos. Sensaciones de aquellos sueños y visiones, aquellos que no conocía nadie más y tampoco entenderían. Cosas privadas y secretas.
Agarrados de la mano y sin soltarse llegaron a la recámara de la perla envuelta en la oscuridad y la contemplaron en silencio mientras los gritos de agonía de uno contrarrestaban con los de júbilo del otro. Los dos al otro lado, ajenos a la relación que tenían Yuto y Yuya. Esas miradas, esas conversaciones, esas cosas que no mostraban, eso que mantenían oculto a todos los demás. Era eso mismo que los mantenía fuertes, no eran las esperanzas, no eran los demás, siempre fueron ellos dos, porque por mucho que ambos tuviesen intereses distintos, el poder sentir que alguien está a tu lado independientemente, era lo que los mantenía en pie. Nadie más salvo ellos dos.
Por ello mismo el momento en el que se besaron a punto de que sus almas fuesen consumidas fue tan natural. Porque sus sentimientos estaban libres, porque iban a desaparecer. Porque ellos se amaban mucho, se querían, deseaban tocarse y experimentar el amor de la manera en la que sus mentes y cuerpos se lo permitiesen, porque no eran más que niños tratando de entenderse. Se toquetearon, ellos se abrazaron de manera inexperta. Estaban carentes de amor y deseosos de él, se hicieron daño sin quererlo, pero estaban bien. Siempre estarían bien estando el uno al lado del otro. Ese par de niños se amaba con locura, ese par de niños que, de una manera o de otra, estaban condenados a no tener oportunidades para los dos.
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