Capítulo 14


Aragorn sacudió la cabeza para despejarse. Todavía le zumbaban los oídos por la explosión y tenía la visión borrosa. La detonación lo había lanzado contra el parapeto y, tras levantarse dolorosamente, Aragorn observó la zona para valorar el daño.

El muro de piedra del Abismo de Helm ahora tenía un agujero. El enemigo lo había abierto con explosivos, permitiéndoles entrar. Los escombros seguían cayendo a su alrededor, pero los orcos ya entraban por el hueco, gruñendo en busca de sangre y muerte.

El montaraz entró en pánico al no ver señales de Legolas y Gimli. Pero vio a Théoden a unos pies más lejos, poniéndose en pie, mareado. El hombre se le acercó y le ofreció ayuda.

"¿Estás bien, mi señor?"

"Estoy bien, lord Aragorn –Théoden miró el hueco en el muro, descorazonado-. ¡Están entrando!"

Aragorn miró hacia el puente y vio que otros intentaban romper la puerta de entrada.

"No les dejaremos tener éxito. Bajaré a enfrentarme a ellos."

"Nosotros nos encargaremos de la puerta –dijo Théoden. Entonces llamó a sus guerreros-. ¡A la puerta!"

Mientras tanto, Gimli gruñó mientras intentaba quitarse un cuerpo de encima.

"¡Ump! ¡Quítate de mí, estúpido orco!"

"¿Qué has dicho?" –dijo una voz familiar llena de dolor.

El enano abrió los ojos como platos.

"¿Éomer? ¿Eres tú?"

"Sí, por desgracia."

"Bueno, ¿y a qué estás esperando? ¡Quítate de encima! ¡No puedo respirar!"

"Dame un segundo, ¿quieres?" –el guerrero de Rohan se bajó del enano, sosteniéndose la cabeza.

Gimli se sentó y miró con preocupación la herida en la cabeza de Éomer.

"Eso se ve horrible."

"Siento que es horrible –contestó el hombre, pero entonces vio el enorme hueco en el muro y los orcos entrando-. ¡Vamos, Gimli! ¡¡Aquí vienen!!"

Pero el enano acababa de ver a su amigo elfo a varias yardas, inmóvil entre pilas de escombros.

"¡Legolas!"

Éomer vio, preocupado, cómo el enano echaba a correr hacia su compañero caído. El hombre balanceó su espada como loco para hacerse camino entre los orcos y acercarse al enano y el elfo.

"¿Cómo está, Gimli?"

Gimli apartó rápidamente los escombros que cubrían a su amigo y se fijó en que respiraba. Y milagrosamente, la corona plateada seguía sobre la cabeza del príncipe a pesar de todo el caos. Tras acabar con un orco que se le acercaba, Éomer lo miró.

"Dime, Gimli, ¿se encuentra bien?"

"No lo sé. Está inconsciente –Gimli estaba terriblemente preocupado. Acababa de encontrar un afilado trozo de roca clavado en el costado de Legolas, debajo de sus costillas derechas-. Esto no es nada bueno."

Entonces el elfo se movió. Abrió los ojos y parpadeó, confuso, al ver al enano mirándolo con preocupación.

"¿Gimli?"

"¡Maldito elfo! ¡Menos mal que despertaste! ¡Me asustaste! –Gimli gruñó cuando Legolas intentó sentarse-. ¿Qué crees que estás haciendo?"

"¿Qué te parece que hago? Tengo que... -de repente siseó de dolor cuando la agonía estalló en su costado herido. Entonces miró hacia abajo e hizo una mueca al ver la causa-. Genial. Justo lo que necesitaba."

"¡Su alteza! –el comandante Jaden se acercó de pronto, a toda prisa. Se arrodilló al lado del príncipe y miró el trozo de roca-. Estás herido."

"Gracias por decírmelo –Legolas puso los ojos en blanco, exasperado-. ¿Podrías ayudarme a sacarla?"

Jaden se alarmó al instante.

"¿Ahora? Quiero decir, ¿aquí?"

"No esperarás que la deje ahí y me la lleve a la batalla, ¿no?"

Todavía enfrentándose a los orcos, Éomer miró hacia ellos y gritó:

"¡Maldito enano vago! ¡¡Necesito ayuda aquí!!"

Gimli gruñó y se enderezó, empuñando su hacha.

"¿No puedes hacer nada solo, hombrecito?"

Si no se tratara de una situación tan tensa, Legolas se habría reído. Entonces miró a Jaden a los ojos.

"Hazlo, Jaden."

"Pero es una herida grave, su alteza. Tenemos que llevarte a las cuevas y tratarte adecuadamente."

"¡No tenemos tiempo para eso, y de ninguna manera voy a abandonar el campo de batalla! –Legolas era firme-. Sácala, Jaden. Es una orden."

Jaden obedeció a regañadientes. Sujetó la parte exterior de la roca y murmuró algo en voz baja. Legolas alzó una ceja.

"¿Qué has dicho?"

"¡Dije que ni esta piedra puntiaguda sería capaz de atravesar tu cabezota! ¡Ay, qué testarudo eres! –entonces alzó la mirada y suavizó la voz-. ¿Preparado, su alteza?"

Legolas asintió y relajó los músculos, esperando el dolor.

Jaden sacó la roca lo más rápido que pudo, pero aun así Legolas dio un respingo y gritó de dolor. Cerró los ojos con fuerza cuando las náuseas lo atacaron, pero se las arregló para no vomitar y esperó a que el nivel de dolor disminuyera.

Cuando volvió a abrir los ojos, Jaden lo observaba, ansioso.

"¿Su alteza?"

"Estaré bien" –Legolas se puso en pie, desequilibrado.

Jaden le ofreció el brazo inmediatamente. El comandante vio, preocupado, cómo el costado de Legolas sangraba libremente.

"¿No vas a vendar la herida primero?"

Legolas sacudió la cabeza y no malgastó el tiempo, pues sujetó sus espadas gemelas y dijo:

"¡Defiende la entrada! ¡Dile a nuestra gente que no dejen que los orcos se acerquen a la puerta principal!"

Sabiendo que Legolas no cambiaría de decisión, Jaden asintió.

"¡De acuerdo, mi señor!" –y entonces se dio la vuelta para reunirse con su compañía.

Ahora que se habían quedado sin flechas, los elfos que quedaban luchaban con sus espadas. Su número había disminuido a trescientos. Muchos habían muerto, y otros muchos estaban heridos. Y la batalla solo iba por la mitad.

La medianoche llegó y pasó. El enemigo seguía enfrentándose a la defensa del Abismo de Helm, ya debilitada. Pero aun así se negaban a rendirse, porque lo único que conseguirían con eso era la muerte.

Así que aguantaban. Éomer se lo había prometido a Gandalf. Así que daban todo lo que tenían para defender el fuerte hasta la llegada del mago.

El amanecer finalmente llegó.

Aragorn se sintió aliviado al ver a Gimli luchando contra unos orcos, furioso.

"¿Cómo te va, amigo?" –le preguntó, mientras cortaba el pecho de un orco.

El enano bufó.

"¡No tengo tiempo para hablar, Aragorn!" –derribó con el hacha a otro orco y luego la clavó en su cabeza.

El montaraz hizo una mueca por el sonido y la explosión de sangre.

"Err... vale. ¿Pero has visto a Legolas?"

Gimli se detuvo un momento y lo taladró con la mirada.

"¡Por ahí! –dijo, señalando al elfo que luchaba codo con codo con Éomer a unas yardas de la puerta principal-. Ahora deja de molestarme y dile al elfo que atienda su herida de una vez."

Aragorn se alarmó.

"¿Legolas está herido?"

"Sí, ¡y Éomer! ¡Pero esos dos son unos cabezotas! –el hacha de Gimli cayó al lado de Aragorn, haciéndole apartarse de un salto-. ¡Apártate, Aragorn! ¡¡Me estropeas la diversión!!"

El montaraz estuvo a punto de sonreír.

"¡Feliz matanza, Gimli!" –gritó, echando a correr hacia Legolas y Éomer. Gimli solo gruñó como respuesta.

Éomer sonrió débilmente cuando vio que Aragorn se acercaba.

"¿En busca de más emoción, montaraz?"

Aragorn le devolvió la sonrisa y luego se quedó helado al ver el orificio sangrante en el costado de Legolas y la grave herida en la cabeza de Éomer.

"Ninguno de los dos tiene buena pinta."

"¡Eso no es lo que necesito oír justo ahora, Estel!" –dijo Legolas. Había enfundado sus cuchillos y usaba una espada que había recogido del suelo. La larga hoja vibraba con sus poderosos movimientos.

"¿Por qué están todos de mal humor?" –murmuró Aragorn, bloqueando un ataque.

"¿Y por qué hablas tanto?" –le respondió Legolas.

Y entonces se escuchó un rugido y vieron, horrorizados, cómo la puerta de la entrada se derrumbaba al fin bajo la fuerza del enemigo. ¡Más orcos entraban en el Abismo de Helm!

"¿Dónde diantres está Gandalf? –gruñó Éomer, acabando con un orco que se acercaba a Legolas por detrás-. ¡No creo que aguantemos mucho más!"

Legolas aprovechó para mirar el cielo.

"El amanecer del segundo día –susurró. Y entonces vio algo más-. ¡¡Miren!! ¡Ahí está tu respuesta, Éomer!"

Allí, sobre las colinas, apareció un jinete. Estaba vestido de blanco, brillando casi tanto como el sol. Y poco después, unos quinientos hombres armados se materializaron tras él. Un cuerno sonó, a la vez que sus gritos de guerra.

"¡¡Gandalf!!" –gritaron todos, aliviados.

"¡Ha traído a la compañía de Erkenbrand!" –exclamó Éomer al reconocer al hombre que montaba al lado del mago.

Fue como si se detuviera el tiempo en el Abismo de Helm. Todos miraban, aturdidos, a Gandalf y sus acompañantes. Y entonces el ejército de Saruman rugió, comenzando a desorganizarse.

Los Rohirrim y los elfos aprovecharon la confusión del enemigo para matar al mayor número posible. El ejército de Saruman gritó cuando los jinetes se abalanzaron sobre ellos, aplastándolos bajo los poderosos cascos de sus caballos.

Los orcos huyeron y fueron perseguidos por los elfos y los Rohirrim.

"¡¡Victoria!! –gritaron los Rohirrim-. ¡¡Victoria!!"

Gimli gritó de alegría y le dio una palmada a Éomer tan fuerte que el hombre trastabilló. Éste hizo una mueca y se sujetó la cabeza herida.

"¡Ups! Lo siento" –dijo el enano, aunque no parecía arrepentido.

Legolas vio con cansancio cómo el último de los enemigos desaparecía en el bosque cercano, para no volver. Bajó lentamente la espada y escuchó que Aragorn le decía algo.

"¿Legolas? ¿Me oíste? ¿Te encuentras bien?" –volvió a preguntarle el montaraz. Se preocupó aún más al acercarse al elfo y ver que estaba muy pálido y sus ojos un poco desenfocados.

El elfo asintió y se sentó en una roca, tembloroso.

"Sí. Bien –murmuró. Ahora que la adrenalina lo abandonaba el dolor de su cuerpo se incrementaba. Era cada vez más consciente de la agonía de su costado, y para su alarma, Legolas empezó a notar que su mente se alejaba de la realidad y se le nublaba la vista-. Err... ¿Estel? Creo que me voy a..."

Los otrostres gritaron de alarma al ver que Legolas se derrumbaba. Inconsciente.    

Penúltimo capítulo ;)

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