Capítulo Treinta y seis
— ¿POR QUÉ tardan tanto?
El tono impaciente de Alena estaba colmando la poca paciencia de Aria, otro día había pasado. Pero iba a ser diferente de los anteriores, porque ese era el día de revisión de diagnóstico.
Dos médicos y un par de enfermeros habían entrado a la habitación hacía un poco más de media hora. La espera era una tortura para las personas que estaban en un extremo del pasillo, algunas conocidas y otras extrañas, todas se aglomeraban cerca de Emily y Luke, reconfortándose, dándose aliento, diciendo que todo iba a estar bien.
Aria se mantenía distante a unos metros, pero seguía atenta a lo que ellos hacían, su único soporte era la mujer que estaba de pie junto a ella.
Kaylee.
Aunque ella sostenía su mano, sus ojos grises estaban fijos en su pareja sentada en una de las bancas de plástico.
Un pensamiento llegó a su mente justo cuando los doctores salieron.
— ¿Cómo está? —Emily se acercó al hombre de mayor edad— ¿Ha mejorado?
Desesperación y angustia era lo que guiaba sus acciones pues se había aferrado al uniforme del médico.
—Cálmese señorita —tiró de sus manos con gentileza y la hizo retroceder.
— ¡Es mi hermano! —Exclamó su voz se enfureció y al siguiente instante decayó—. Mi hermanito...
— ¿Cuál es su estado? —Luke preguntó levantándose para abrazar a Emily—. Dígalo de una vez.
—Me gustaría decirles lo que quieren oír. —Suspiró y revisó algo en su anotador digital—. Pero no puedo. Lamentablemente el paciente no demuestra signos de actividad neuronal a pesar de que hemos reducido la hinchazón en la parte de su cerebro que fue afectada por la compresión de la rueda y el casco, me temo que el diagnóstico es muerte cerebral.
— ¡No! ¡No! —Emily gritó agarrándose su cabello— ¡Es un error! Debe serlo ¡Revísenlo de nuevo!
Aria vio como una a una, las personas bajaban la mirada y se refugiaban en un consuelo ajeno.
Incluso la ácida y sarcástica Alena había dejado caer un par de lágrimas.
Su corazón latía demasiado fuerte a medida que intentaba darle un sentido a las palabras del médico, Kaylee había aumentado la fuerza de su agarre y ella ni siquiera se había dado cuenta.
—Las probabilidades de que despierte son de un diez por ciento. —El médico bajó la mirada un instante como buscando fuerzas para seguir destrozando las esperanzas de todos—. Pero la decisión es suya ahora, esperaremos el tiempo que sea necesario, pero si desean desconectarlo sólo deben buscarnos.
Nadie respondió.
Aria no escuchó la despedida del hombre, ni del acompañante, ni la de los enfermeros que salieron después. El pulso en su cabeza no le dejaba pensar con claridad, y el vacío en su estómago llamaba a las náuseas.
—Kaylee —llamó en un susurro ronco—. Sácame de aquí, necesito aire.
Kaylee puso su brazo alrededor de sus hombros y le instó a apoyar su peso sobre ella, la giró y en ese movimiento un estallido en su cabeza le hizo ver puntos rojos.
—Kaylee ¿Necesitas ayuda?
La voz de Luke se escuchó como un eco.
—No, yo puedo, debo sacarla de aquí.
Aria se estaba sofocando en un calor agobiante y para cuando lograron estar fuera del hospital evadiendo cualquier profesional preocupado, Kaylee la dejó descansar en el asiento de una camioneta.
El olor de un puma se filtraba en su olfato y eso aumentaba el dolor en su pecho.
—No te ves bien Aria, déjame llamar a un médico.
Forzó su mirada a encontrarse con sus ojos llenos de miedo.
—No... Necesito agua...
Apoyó su cabeza en el asiento, el aire frío no era suficiente para sofocar el calor en su interior. Subió todo su cuerpo a la camioneta.
—Avisaré a Riley —la escuchó murmurar.
Kaylee se subió del otro lado, tocó su frente mientras le daba agua en una botella.
—Estás en llamas —pasó su cuerpo por encima del suyo para cerrar la puerta y bajar la ventanilla—. Tengo un analgésico, eso deberá ayudar.
Con prisa revisó en la gaveta hasta sacar una pequeña pastilla roja envuelta en plástico.
— ¡Oh maldición! —Exclamó en un suspiro—. Olvidé que estas cosas no nos hacen efecto.
Ella sonrió apenas.
—Calmará un poco el dolor de cabeza —le dijo para tranquilizarla.
Con la pastilla terminó lo que quedaba del agua en la botella. Para fortuna suya, el dolor cesó un poco. Pero seguía teniendo calor, su piel latía, ardía y por encima de todo eso su corazón dolía.
"—Soy un cazador Aria, y no te dejaré ir sin luchar, yo te amo y no me cansaré de repetirlo"
Abrió sus ojos, podía ver con suficiente claridad, la oscuridad reinaba en el exterior mientras se oía un suave ronroneo proveniente del vehículo.
Kaylee había llorado, lo sabía por ese perceptible aroma a sal en la cabina.
—Kaylee...
Tragó saliva, la fuerza de su voz se había perdido.
—Estoy bien Aria, estoy bien, Luke me dijo que por el momento van a pensar las cosas.
Recordar hizo retornar el dolor, pero ella lo forzó a hundirse en lo profundo.
—Debe ser difícil —murmuró—. Tener tu corazón en dos clanes.
Tal como ella lo tenía divido ahora mismo.
Evadió esa línea de pensamiento, para concentrarse en la mujer fuerte que manejaba con una sola mano mientras con la otra aferraba la suya, era claro que Kaylee había hecho amigos en el clan de Luke, que estimaba mucho a Sean.
—Mi corazón está con los Ice Daggers.
Pero en cierta forma ella permanecía en un eterno limbo, todo por emparejarse con un cambiante de otro clan. Aunque Kaylee era feliz al lado del puma.
—No, está con Luke, y yo aprecio eso.
Giró su cabeza, sus párpados pesaban.
—Descansa, ya casi llegamos.
Cerró de nuevo los ojos. Cuando sintió unas manos sobre su espalda se despertó, Kaylee y Riley la estaban llevando casi a rastras. Levantó la cabeza, las luces del porche y de su cabaña estaban encendidas.
Estaba en su territorio, en su hogar, en el seno de su clan, y sin embargo eso no calmaba el vacío que quedaba en el centro de su cuerpo.
—Vamos Aria —dijo Riley. Ambas mujeres la acomodaron en su cama—. Te pondrás bien.
Abrió los ojos por completo y se obligó a enfocar, aromas conocidos volvieron para darle algo de fuerza. La mujer de ojos marrones le sonrió, el animal revivió del dolor de su mente, el alfa en su interior se puso alerta.
Estaba en casa, su guarida, con una parte de su corazón, un sumiso que llamaba inconscientemente al instinto protector.
—Ri...
—Shhh... Deja que te revise.
Sintió algo frío por debajo del brazo y unas manos cálidas en su cabeza, el calor no menguaba.
— ¡Santo cielo! —exclamó Riley después de que un fuerte bip se oyera.
— ¡¿Qué tiene?! —Kaylee se agitó.
—Casi llega a los cuarenta grados ¡Ve por toallas y agua fría!
Riley le quitó su chaqueta y su suéter.
—Tu piel... Oh ya sé lo que sucede —oyó un susurro y un suspiro— ¿Cuándo cambiaste por última vez?
—Siete... Siete días.
— ¡Rayos! Nunca habías dejado pasar tanto tiempo, necesitas transformarte, necesitas frío.
Aria no creía que eso fuera lo que estaba desencadenando las reacciones de su cuerpo, eran los acontecimientos, las emociones que giraban en su corazón haciendo daño.
—Aquí tienes.
Kaylee dejó un cubo con agua lleno de toallas azules.
Agua brotando, escurriendo, era lo que podía oír, sus párpados se negaban a obedecer y estar sin su sentido primario le hacía sentirse débil, indefensa, pero la confianza en ellas era más fuerte.
Tibio. Algo tibio tocó su piel, su pecho, su frente.
—Hielo, necesito hielo —apuró Riley—. Necesitas frío Aria.
El crujido de su ventana le indicó que ella la había abierto, una brisa entró.
—Traje todo lo que había en el refrigerador ¿Qué es lo que tiene?
—No ha cambiado en una semana, por eso su temperatura es tan alta, el hielo y el frío van a estabilizarla— un peso se sintió en el extremo de la cama y luego sus botas se movieron, y sus medias, sus pies entraron en contacto con un frío agradable— ve a informar a Liam.
—No —habló, le costaba armar sus palabras—. No, Kaylee regresa al hospital.
— ¿Segura?
—Sí, Riley está para mí.
Más frío en sus pies, en sus piernas, su fuego se fue consumiendo, lentamente, las fuerzas retornando para volver a tomar el control.
Con gentileza, Riley pasó un cubo de hielo por su frente y luego lo dejó reposar varios segundos en sus párpados.
El perfume de Kaylee se había desvanecido por el aire que entraba por la ventana, ella ya se había ido.
—Nunca te habías descuidado de esta forma —Riley quitó el hielo— ¿Qué sucedió?
—Sean.
—Lo sé, te preocupa su estado, a mí también, he estado investigando.
—No, es que... Me olvidé de mí.
Hielo en sus manos, en su pecho, ahora sentía el frío, sintió su piel regresar a la normalidad.
—Eso pasa cuando quieres mucho a alguien —la voz de Riley se oyó suave, casi como un murmullo tenso, como si esperase un reproche violento—. Cuando amas más a alguien te olvidas un poco de ti, pero en tu caso exageraste demasiado, es peligroso no cambiar por mucho tiempo.
—No sentía ganas de hacerlo.
—No se trata de ganas, es una necesidad biológica.
—Lo sé —se sintió mejor y se movió para sentarse—. Lo sé.
—Pero esto no ha sido únicamente una alarma biológica, una reacción térmica como la que has tenido también puede ser impulsada por estrés y tensión emocional, y eso me lleva a pensar que...
—Hay malas noticias —soltó, no pudo contenerse y lloró suavemente.
—Oh no, Aria...
—Entró en estado de muerte cerebral —dijo entre sollozos—. Casi no hay posibilidades de que despierte.
Riley la abrazó, Aria descansó sobre su pecho rearmando sus fuerzas que casi estaban destruidas.
—Es algo tan absurdo y estúpido lo que estoy sintiendo... Muchas veces deseé no volver a verlo y ahora que eso es lo único probable no quiero perderlo.
—Eso es porque lo quieres —Riley afirmó, reforzó su abrazo—. Lo quieres y no deberías negarlo, te hará daño.
—No más del que yo le he hecho. —Se recompuso secando sus lágrimas—. Le hice mucho daño, y ahora sólo quiero compensar mis errores ¡Pero no sé cómo! —Cerró los ojos, controlando su llanto, en su vida se había mostrado débil y vulnerable sólo ante una sola persona—. Dime Riley, dime que existe una forma de salvarlo.
La mujer bajó su mirada, su cabello castaño descendió un poco por su frente ocultando una expresión de demoledora tristeza.
—He buscado hasta el cansancio —dijo con voz calmada—. Más no hay mucho en los manuales, la biología y fisiología cambiante aún en estos días es tema de investigación, ya sabes que cuando cerraron los laboratorios de ingeniería genética y los primeros mil cambiantes fueron liberados, todos los archivos, muestras y documentos fueron destruidos.
Aria miró en otra dirección, hacia la lámpara artesanal que Hunter había hecho para ella.
—La única opción que se me viene a la mente es el vínculo, pero con un nivel de daño tan grande como el que tiene Sean tal vez no sería de mucha ayuda, terminaría consumiendo casi toda tu energía y tampoco estarías segura de que despierte.
—Es la única opción —pensó en voz alta.
—Aria...
—Es la única opción —repitió mirándola a los ojos—. Él luchó por mí, a mi lado, estuvo conmigo a pesar de que nunca pedí su ayuda, ahora debo devolverle el favor.
—Pero estás en un estado débil —protestó—. Al menos pasa la noche transformada antes de arriesgarte a formar un vínculo de sangre.
Aria se transformó en ese mismo instante, se tambaleó en el suelo y tuvo que acostarse, Riley se sentó en el suelo y le acarició el pelaje de su pecho.
—Tienes que ser fuerte —murmuró—. Ahora más que nunca.
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Gracias por leer
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¡Hola querido lector! Nuevo capítulo.
Espero que te haya gustado 😊
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Nos veremos en la siguiente actualización 😘
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