Capítulo Treinta y cinco
— ¿ESTÁS bien?
Aria quitó su cabeza de entre sus manos, el cansancio pesaba en sus párpados que se negaban a abrirse por completo.
—Sinceramente... No.
Tenía sus labios agrietados y su garganta seca.
En los cuatro días desde que supo del accidente casi no se movió del hospital, sólo había salido para volver a su territorio, asearse y mantenerse al tanto de lo que sucedía en su clan.
Afortunadamente todo se mantenía en orden y paz, la única persona que no lo estaba era ella.
Cada minuto que Sean pasaba conectado a las máquinas de soporte vital era un minuto que se le restaba al tiempo aproximado que los doctores le daban para considerar su diagnóstico de muerte cerebral.
Sean entró al quirófano con un paro cardiaco y una grave contusión craneal.
Todos aseguraban que era un milagro que todavía continuase respirando.
—Necesitas hidratarte. —Liam le acercó un vaso de plástico lleno de jugo de limón—. Bebe.
—Gracias. —Recibió de buena gana el líquido aunque su estómago no estuviese en condiciones de recibir nada— ¿Cómo está todo?
—Sin problemas a la vista, no te preocupes yo mantendré las cosas en orden mientras estés afuera. —Una pausa, Liam la miró— ¿Cómo sigue?
—Igual, no hay actividad cerebral.
Se negaba a creer en las palabras de los doctores humanos, Sean seguía ahí, su mente adormecida por los fármacos seguía ahí, todo lo que era permanecía mientras siguiese respirando.
Pero ellos dieron una fecha límite, cinco días y Sean pasaba de un coma farmacológico a un estado de inactividad neuronal.
Cinco días y comenzarían a tratar la opción de desconectarlo.
Un gruñido, al animal salvaje le desagradaba esa opción, pero en su breve conversación con Luke el día anterior, supo que Sean una vez había afirmado que no era su deseo seguir con vida si alguna vez quedaba en coma. Pero el puma que era su mejor amigo desde la infancia le había asegurado que eso fue hace muchos años atrás.
Luke se negaba a desconectarlo tanto como ella.
—Estaremos aquí cuando nos necesites —Liam puso una mano en su hombro—. Sólo llama.
Ella agachó la cabeza, el nudo en su pecho se alivió un poco por ese gesto pero no desapareció.
Levantado la mirada, sus fuerzas reconstruyéndose para afrontar la tormenta en su interior y la cruel realidad del exterior, Aria centró su mirada en su leal amigo.
—Estaré bien —dijo cerrando sus ojos y asintiendo, la verdad era que necesitaba afrontar esto sola—. Gracias.
Liam no podía ver su dolor, su angustia, porque de hacerlo no se alejaría de su lado. Y ella sabía que tenía mil cosas que hacer, desde el momento en que pisó el hospital ella delegó todas las tareas y responsabilidades de su puesto.
Literalmente, Liam era el alfa.
—Bien, debo irme al taller ¿Segura que estarás bien?
—Vete de una vez —forzó una sonrisa breve.
—De acuerdo, te mantendré al tanto.
Ella lo vio desaparecer por el pasillo, dejándola sola. Se sentía una extraña, realmente Aria no debería quedarse en el hospital, eso le correspondía a las personas más cercanas a Sean, su familia, su clan.
Ella no era nada, sólo la mujer que según Emily había provocado en él un profundo y obsesivo amor.
La hermana del puma no dejó de culparla por su situación, sin embargo, ni ella ni ninguna de las personas que diariamente llegaban para verlo le habían exigido que se retirase.
No es que lo hubiese hecho si ellos se lo hubiesen ordenado.
Aria no pensaba moverse aunque se sintiera impotente, todo lo que sucedía escapaba a su control y eso le frustraba.
Por eso mantenía informada a Riley con la esperanza de que ella pudiese encontrar una alternativa viable para traer de vuelta al puma.
Las puertas frente a ella se abrieron, Luke apareció.
—Hola Aria.
Su expresión cansada se notaba a la distancia, ella lo miró por un momento, aquel hombre que se había emparejado con Kaylee se apoyó contra la pared, su mirada azul enfocada en un punto vacío, Luke se dejó caer hasta sentarse en el suelo.
—Has estado aquí más tiempo que cualquier otro —él murmuró sin mirarla— ¿Por qué no entras a verlo? Ahora está sólo.
Ella esbozó una débil sonrisa.
—No puedo creer que le dejes vía libre a un extraño para que vea a tu alfa debilitado.
Sus palabras lograron que Luke levantara su vista, un par de ojeras se notaban debajo de sus párpados.
—Tú no eres una extraña —volvió su mirada a la pared vacía—. Al menos, no para él.
Aria meditó sus palabras, en cierto modo tenía sentido que Luke supiera todo, más de una vez Sean le había comentado sobre la cercana relación de amistad con su lugarteniente.
Luke conocía a Sean como nadie más, y ella se dio cuenta que quería saber sobre él.
—Hazlo ahora —insistió—. Su guardia personal llegará en veinte minutos.
Casi sonrió al mencionar eso, pues además de ella, sólo tres mujeres habían pasado tanto tiempo, Emily, Alena y Francis.
Sintiéndose insegura, dio un rápido vistazo al pasillo que seguía vacío y luego se levantó, entro silenciosamente a la habitación. Tenía poca iluminación, Sean estaba en una cama de blancas almohadas y sábanas celestes, cubierto por una frazada de lana azul.
De un lado estaban las máquinas de soporte vital a las que estaba conectado, un respirador hacía un ruido seco y monótono, un medidor de frecuencia cardiaca y pulso guiaba el tubo flexible de plástico y los finos cables unidos a su pecho y brazos.
Los datos de sus signos vitales brillaban en el panel digital estrecho situado en la pared, un poco más arriba del respaldar de su cama.
Su corazón se apretó al ver al puma tan quieto y tranquilo, esos ojos que solían brillar con fuego propio estaban ocultos, ese cabello negro estaba envuelto en vendas blancas que rodeaban toda su cabeza.
Con una mano en su pecho, Aria se acercó, movió una silla acolchonada negra y se sentó. Además de las máquinas, no había otra cosa que hiciera ruido, el ambiente le daba escalofríos.
Y el hombre inmóvil que yacía en esa cama sólo le hacía desear despertarlo.
Porque era su culpa el estado en el que terminó, y también era estúpido de su parte culparse por las desgracias que por coincidencia o razón les sucedían a personas que la querían.
Pero así era como se sentía mientras lo miraba dormir, su piel apenas tocada por el sol ahora estaba tan pálida como la suya, y su mano se sentía relativamente fría.
Era extraño sentirlo tan diferente estando tan cerca, su cuerpo estaba ahí pero su corazón y su mente, que siempre fueron tan sinceros, estaban en otro lugar.
¿Regresarían? Se preguntó, el dolor marcando sus latidos le obligaba a recordar momentos en donde se hizo esa misma pregunta y siempre obtenía como respuesta un vacío insoportable.
Porque las personas que perdió a lo largo de su vida nunca regresaron, y de alguna forma, ella sentía como si Sean ya se hubiese ido para siempre.
•~•~••~•~•
Gracias por leer
•~•~••~•~•
¡Hola querido lector! Nuevo capítulo.
Espero que te haya gustado 😊
No olvides regalarme una estrella o tu opinión en comentarios, de verdad que valen mucho para mí ☺
Nos veremos en la siguiente actualización 😘
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top