Capítulo Treinta
SÓLO SE OÍA el sonido del viento al mover las copas de los árboles, tironear las hojas de los arbustos, mecer la hierba sin prisa, un viento tibio que lo hacía sentir incómodo. Estaba nervioso, en momento tan importante como este debía mantener la calma a toda costa.
Pero estaba nervioso, por dentro el felino agazapado gruñía alerta al peligro invisible que parecía rodearlo, acorralarlo como presa indefensa.
Nunca pensó que se sentiría así estando de nuevo del otro lado, creyó que estaba bien, que podía hacerlo. Sin embargo, el lugar de su encierro estaba a metros de distancia y a pesar de que para cualquiera esas distancia era considerable para mantener su resguardo, él la sentía inferior.
Detrás de un arbusto relleno de espinas, esperó, podía ver a lo lejos esa estructura de alambre y metal, el árbol por el cual habían escapado del encierro y de la muerte.
Sonidos de susurros llegaron a sus oídos, su pulsó se aceleró, podía sentir con cada parte de su ser el paso de guardianes. La paranoia consumía su cordura.
—Sistema de seguridad bloqueado, la cerca es segura, cambio.
Sonido metálico, pinzas cortando alambre, pequeños clics apresurados y él permanecía inmóvil, anclado a la tierra, observando el movimiento de aquellos que presentaban un mayor valor al entrar a la propiedad de Kreiger.
—Equipo uno preparen explosivos, el equipo de apoyo va tras ustedes —la voz de Aria, firme y fuerte, sin rastro de temor ni ansiedad, sonó como un ahogado susurro—. No bajen la guardia.
—Entendido.
Ojos azules bañados en hielo se cruzaron con los suyos, ella guardó el pequeño transmisor en un bolsillo, puso una firme y cálida mano en su hombro pero sus palabras no fueron de aliento.
— ¡¿Qué rayos te sucede?!
Un siseo bajo, lo obligó a cambiar el rumbo de sus pensamientos.
—Nada —murmuró, un temblor espasmódico lo recorrió—. Puedo con esto.
Ella se acercó así agachada como estaba para mantener su perfil oculto, su cercanía era un canto de sirena para su corazón preso por una ansiedad asfixiante.
— ¿Qué sucede? ¿Por qué ahora?
Un reproche oculto, pero marcado con interés sincero. Sean la miró fijo, y reveló el verdadero temor que sentía, el instinto que tuvo que mantener a raya por dos largos años se encendió como una llama en su pecho.
—Juré que te sacaría de ahí cuando tomé conciencia de que estábamos encerrados —esperó una respuesta agresiva, pero ella seguía en su lugar—. Y lo cumplí, ahora ¿cómo puedo arriesgarme a volver de nuevo? ¿Cómo puedo arriesgarme a perderte?
Su mano afirmó su hombro con mayor fuerza, Sean sintió unas puntas presionar contra la tela de su uniforme de camuflaje.
—Nunca vas a perderme —ella dijo con una extraña suavidad—. Porque nunca he sido tuya.
Fue ahí, en ese preciso instante que todo explotó, el crujir del cristal se mezcló con el fuerte chirrido del metal aplastándose. Una suave luz iluminó el cielo nocturno, el bosque circundante en su silencio interrumpido, se vio distorsionado por sonidos perturbadores de gritos y alarmas.
—Equipo de explosivos listo, tenemos un acceso seguro.
—Equipo de soporte los estamos cubriendo.
—Segundo equipo de explosivos, avanzamos.
Aria se puso de pie, todo era tan confuso que Sean no podía saber si sus palabras tan duras y devastadoras eran reales o solo un producto de su mente angustiada.
—Es hora —ella susurró— ¡Vamos! ¡Muévete!
Sacando fuerzas desde donde casi no tenía, Sean tomó el valor necesario y se puso de pie, despejó su mente del dolor, y centró su atención en su principal objetivo.
Mantener a Aria a salvo.
Porque no le importaba ningún otro cambiante, sea prisionero o desvalido, bueno o malo, indefenso, débil o vulnerable, nada más le importaba, nada más que la mujer que continuaba rechazándolo a pesar de que sabía que ella estaba luchando contra sus propios sentimientos.
Llegaría al fondo de su negativa a amar aunque le llevara la vida entera.
Por ahora, ayudarla en su misión era lo primero.
—Equipo Alfa, vamos en camino —dijo él a través de su transmisor tan fuerte y claro como su voz se lo permitió—. Segundo equipo de soporte, prepárense para cubrirnos. Equipo de transporte preparen los camiones.
—Entendido.
Le hizo un gesto a Aria, y avanzó agazapado hacia la cerca, por un extremo del pequeño bosque, la oscura silueta de William se le unió, de otro extremo apareció Luke con un arma en su mano. Owen y Emily estaban agachados esperando en el hueco que habían cortado en el alambre.
Al verlos los dos técnicos informáticos se apresuraron a abrirles paso.
—Tenemos una brecha de quince minutos antes de que reparen el sistema —Emily parecía asustada—. Vayan con prisa.
Sean tomó su mano cubierta con tierra por unos escasos segundos, y luego la soltó para entrar seguido por Aria, William y Luke.
No se dieron el lujo de andar al acecho, corrieron en dirección recta mientras el segundo equipo de soporte se desplegaba a su alrededor para protegerlos de los guardianes que llegaban en números cada vez más grandes.
Más explosiones sofocadas, el aroma a tierra, fuego y humo perfumaba el aire.
Gritos agónicos se oían lejanos, disparos amortiguados por el uso de armas silenciadas.
Enormes pedazos de vidrio y acrílico dificultaban el paso, pero no tardaron mucho en encontrar una manera segura y rápida de entrar entre los escombros caídos y enterrados en la tierra. Un crujido silencioso, la estructura que quedaba en pie parecía que en cualquier momento iba a colapsar.
Tenían que apresurarse.
— ¿Qué carajos?
Fue la exclamación que los recibió cuando estaban una vez más en el interior del Cubo de Kreiger.
Pero ahora no eran un par de prisioneros, ahora eran los verdugos, y si Hans Kreiger se atrevía a presentarse esa misma noche, Sean le haría pagar con sangre todo el mal que había causado.
—Escuchen bien —la voz autoritaria de Aria fue una orden precisa en medio de un desastre colosal sucediendo alrededor—. Tenemos poco tiempo y hay gente afuera luchando para sacarnos de aquí, así que no quiero preguntas, si quieren salir de aquí tendrán que seguir nuestras indicaciones.
Kyle apareció de entre una multitud asustada y confundida, su compañera, Lidia, iba tomada de su mano. Se veían débiles y desnutridos, carentes de expresión y energías.
—Haremos lo que sea necesario —el lobo habló con voz destruida—. Si eso implica seguir a un traidor, lo haremos, tenemos que salir de aquí.
Su mirada ámbar se dirigió a William, el hombre permaneció indiferente.
—Bien, sigan a Luke y William —Sean ordenó—. Los guiarán de forma segura al exterior hacia unos camiones ocultos del otro lado de la carretera ¡Ya! ¡Corran!
Uno a uno, los prisioneros fueron desapareciendo por el camino lleno de escombros peligrosos, de pronto, Sean buscó a Aria y la encontró escaneando los alrededores con su mirada azul, sus ojos no hallaban un rumbo fijo, preocupación y alarma los empañaban por completo.
—Sean, no están —la voz de Aria se quebró—. Los chicos de la Triple Garra no están.
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Gracias por leer
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¡Hola querido lector! Nuevo capítulo, espero que te haya gustado tanto como a mí al escribirlo. Debo admitir que ha sido uno de mis favoritos 😃
No olvides regalarme una estrellita o tu opinión en comentarios 😍
Gracias por seguir esta historia.
Nos veremos en la siguiente actualización 😘
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