Capítulo Quince
SIN AGUA, sin comida, y sin nada de ropa, Sean siguió a Aria mientras se internaban a hurtadillas entre los edificios de Winston Hills. Toda la mañana caminaron sin descansar en ningún momento, y cuando el sol estaba en su punto más alto, se adentraron por completo en la calle principal.
Al verlos, las personas se asustaban, sorprendían o huían creyendo que de verdad eran animales salvajes. Nunca en su vida se había sentido tan vulnerable, era como si estuviese caminando desnudo a la vista de todas esas personas.
Aria andaba como si nada, ignoraba las miradas y mantenía la mirada al frente, abriéndose camino en la atestada acera sin importar los gritos y maldiciones que exclamaban los humanos.
A cada momento, Sean descubría una nueva capa de fortaleza, realmente Aria era una mujer poderosa. Eso era suficiente para sentirse más seguro dada la situación en la que se encontraban.
En un pueblo pequeño del que nunca había oído ni sabía en dónde se localizaba, sin dinero ni ropa, estaban obligados a transitar cubierto solamente por sus pelajes.
¡Pero eran libres! Eso era lo único bueno.
Cruzaron la calle ignorando el fuerte sonido de las bocinas de los autos que apenas si alcanzaban a frenar. Las personas con el escándalo salían de las tiendas, dejaban de fijarse en sus asuntos para voltear a ver el revuelo que dos cambiantes transformados hacían al pasearse por la acera.
— ¿Por qué están aquí? —oyó preguntarle un niño a su madre.
—Cosas de cambiantes, quédate a mi lado.
Llegaron a un pequeño parque de verdes pastos y árboles enormes, bancas coloridas rodeaban una bonita fuente de agua. Era de cemento pero la escultura de un querubín con una vasija estaba hecha de mármol.
Aria saltó al borde y se inclinó para tomar agua. Maravillado por su belleza, Sean esperó su turno para saciar su sed y aprovechó para observar el patrón de puntos y manchas que adornaban su pelaje gris oscuro, el color dominaba la mayor parte de su cuerpo, sólo su barriga y la parte dorsal de sus patas delanteras cambiaba a un tono crema.
Aria era única y hermosa, así como cada uno de los miembros de su clan que protegía con fiereza.
—Vaya, miren lo que tenemos aquí.
Sean se dio vuelta con rapidez, con sus garras expuestas listo para atacar. Pero no hizo mucho, un revolver lo detuvo. Era sostenido por un hombre alto de cabello rubio, vestía un traje de guardián color azul con un dibujo de un rayo marcado por garras.
Aria bajó de la fuente, gruñendo amenazante se colocó junto a Sean sin parar de mirar a los cinco hombres que los tenían acorralados.
— ¿Qué hacen un puma y un leopardo de las nieves en territorio Thunder Claw? —preguntó el rubio.
«Oh genial, ahora somos intrusos»
—Temo que tendrán que venir conmigo —añadió—. Por su bien será mejor que no se resistan.
Aria gruñó moviendo su cola con nerviosismo, Sean rozó sus patas con su cola para calmarla, no estaban en condiciones de enfrentar a cinco cambiantes. No dudaba de la fuerza que ella tenía ni de su capacidad de derribar a cualquiera en combate, pero la mala alimentación durante los diez días encerrados en el cubo había reducido tanto su fuerza como su peso.
Sean miró al rubio a los ojos, asintió mostrando sus colmillos, tenía un orgullo que mantener.
—Qué buen minino —se burló—. Irán a mi camioneta, hay ropa para que puedan cambiar. Luego irán a rendirle cuentas a mi alfa.
Tuvo que conformarse con una remera ajustada negra que tenía una calavera rosa en el centro, un par de pantalones que se marcaban demasiado a sus piernas y para empeorar, le quedaban cortos los tobillos. Se veía ridículo.
Aria, tuvo mejor suerte, aunque fue una sorpresa para él que se colocara el buzo de un tono rosa muy desgastado, y que le quedaba grande. Su vestuario terminaba con un pantalón corto hasta las rodillas de color negro.
Dentro de la camioneta roja que conducía el hombre rubio, ambos se quedaron en silencio. Sean estaba nervioso, sabía a la perfección el castigo que se les imponía a los intrusos que se atrevían a entrar en el territorio de otro clan.
Ese castigo en muchos casos terminaba en la muerte.
Miró por la ventana el paisaje rural, observó los campos de maíz, prados de ganado, hectáreas y hectáreas de plantaciones. Winston Hills quedó atrás. La camioneta se adentró en otro camino de tierra, en el horizonte, un muro de setos verdes se extendían lado a lado de una entrada de hierro negro.
En el centro tenía el dibujo del rayo y las garras. Entre los barrotes se podía ver algo de una gran casa o mansión.
—Bien gatitos —dijo el conductor—. Hemos llegado.
Bajaron, uno a uno, los hombres que iban en la parte trasera al aire libre saltaron dando gritos de euforia.
Aria rodeó el vehículo y se detuvo junto a él, al tiempo que la entrada se abría para permitir el avance de un hombre alto de avanzada edad.
— ¿Qué significa esto Owen? —le preguntó al rubio— ¿Por qué trajiste a estos cambiantes tan cerca de la Guarida?
—Disculpa Harold —Owen bajó la mirada por un instante y luego la elevó para mirarlos—. Pero creo que te interesará saber de ellos.
Harold, el alfa del clan Thunder Claws, asintió y dirigió su mirada a Aria y luego a él.
—Son dos alfas —dijo pensativo.
Sus ojos marrones y su cabello gris y dorado lo hacían ver como una persona frágil, como si fuese un anciano humano. Sean se preguntó qué clase de cambiante era.
— ¿Cómo se llaman?
—Sean Wells y ella es Aria Ashburn.
El hombre abrió los ojos con sorpresa.
— ¿Sean Wells? —sonrió— ¿El alfa que corre con lobos y regala tierras a desconocidos?
Risas y murmullos de burlas se escucharon alrededor mientras que Harold reía a carcajadas.
—Hay algunos rumores muy divertidos sobre ti —dijo recuperando el habla—. Eres un personaje peculiar, diriges a tu clan de una forma que los alfas de la vieja escuela como yo jamás podremos entender. —Se detuvo para mirar un instante a Aria y luego con una sonrisa agregó— ¿Quién es la señorita? ¿Es tu pareja?
—Sí.
—No.
Ambos respondieron al mismo tiempo, Aria le propinó un duro codazo en las costillas que casi le hace doblarse de dolor.
—Soy alfa del clan Ice Daggers —respondió— ¿Puedes decirme dónde estamos?
—Claro, no querría un golpe como ese —Harold hizo un saludo cortes— éstos son los terrenos principales de mi clan, tras los setos se encuentra la Guarida Thunder Claws .—Hizo una pausa y luego se dirigió a Owen—. Abre las puertas.
El rubio miró a Harold con desconcierto.
— ¿En serio? ¿Los dejarás entrar?
—Sí. El hijo de Jeremiah Wells es bienvenido en el clan Thunder Claws.
Refunfuñando, Owen fue a abrir las puertas de hierro.
—Tristán quiero que prepares un cuarto para ellos en el ala C, Trevor quiero que avises a Melody sobre la llegada de nuevos invitados, dile que prepare sus mejores platillos.
Los dos aludidos asintieron y corrieron al interior de la propiedad.
—Peter, Louis, consigan algo de ropa decente ¡Vamos! ¡Moveos! Debemos mostrar la hospitalidad de los linces.
Un poco más reacios, los dos jóvenes siguieron el mismo camino que los anteriores, dejando a Sean y Aria solos con Harold y Owen.
—Adelante —les dijo el alfa—. No sé cómo llegaron aquí o por qué se ven tan mal, pero es algo de lo que podemos hablar en el camino.
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¡Hola querido lector! Nuevo capítulo.
Gracias por darle un tiempo a esta historia.
No olvides regalarme una estrellita o un comentario, eso me haría muy feliz.
Gracias por leer.
Nos veremos en la siguiente actualización 😘
PD: les dejo en multimedia el leopardo de Aria.
Traducción:
Thunder Claws = Garras de Trueno
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