Capítulo Diecinueve


—BIEN, creo que esto es todo.

Trevor terminó de inspeccionar su casi destrozada camioneta para luego detenerse frente al vidrio hecho añicos de la ventana trasera.

—Ha sido el viaje más loco de mi vida —dijo cruzándose de brazos— ¿Estarán bien?

—Esta carretera es uno de nuestros límites entre ambos territorios —dijo Sean—. Nadie puede pasar sin que uno de nuestros guardianes se entere.

—Supongo que éste es el adiós, me alegra haberlos ayudado a regresar a casa.

Aria se acercó y puso una mano en el hombro del lince.

—Estamos en deuda contigo y con tu clan, gracias.

Trevor sonrió.

—De nada, ya nos volveremos a ver. —Sostuvo la mano de Aria por un breve momento y luego se separó—. Tengo un largo viaje hasta Washington en este pedazo de chatarra. —Se subió al vehículo y subió el volumen a su música— ¡Adiós gatitos! ¡Buena suerte!

Sean vio la camioneta desvanecerse en el horizonte, inspiró el aire tibio, la brisa susurrante de primavera acariciaba su nariz con olores familiares.

Retornó el punto de su mirada hacia la mujer de ojos azules, Aria se veía más fuerte que nunca, más deslumbrante bajo los rayos del sol. El ronroneo del puma fue acompañado por el calor que sentía cada vez que la miraba.

—Te dije que encontraríamos una forma de salir —dijo con la intención de retrasar lo más posible la inminente separación.
Un suspiro cansado salió de su boca, y otra vez, esa sonrisa pequeña y tentadora apareció para robarle el aliento.

—Somos libres, nunca volveré a dudar de ti. —Su sonrisa se desvaneció, su rostro volvió a ser serio e inflexible—. Es hora de reunirnos con nuestros clanes.

Sean trató de mostrarse tranquilo aunque por dentro se caía a pedazos.

—Sí, supongo que esto es un adiós.

Aria asintió, con su espalda recta y su mirada en alto, un alfa pura curtida en hielo y acero, sus ojos se posaron en los suyos por un instante que él deseó que fuera eterno, pues lo único que quería era hundirse en las glaciales aguas de sus ojos.

—Adiós Sean —un ligero temblor mermó la fuerza de su voz—. Permanece en tu territorio y por lo que más quieras no vuelvas a invitarme a cenar.

Él sonrió, puso sus manos en su cintura y miró el suelo por unos segundos, sacando fuerzas para soportar el verla ocultarse de nuevo dentro de su fría indiferencia, elevó su vista.

—Somos aliados ¿Lo olvidas?

—Somos depredadores, Sean, no podemos olvidar nuestra territorialidad.

Su corazón latió al ritmo de la desesperación al verla darse vuelta. En un último y loco acto por mantenerla cerca tan solo unos segundos, Sean avanzó con prisa antes de que ella se internara en el bosque, con fuerza la tomó por el brazo y la obligó a darse vuelta.

— ¿Qué mierd...?

Calló su protesta con un beso, ella quiso alejarse estampando con fuerza su puño contra su pecho, sin embargo no retrocedió ni un paso ni separó sus labios. Relajó su cuerpo, y en esa simple acción, Sean obtuvo todo lo que necesitaba saber. Besó sus labios con la necesidad que acumulaba en cada momento que no la tenía cerca, con la intensidad y la fuerza de un hombre consciente de su último beso.

Se separó, el puma protestó en su mente, Sean se quedó quieto, respirando con prisa, esperando una represalia, un insulto, un arañazo.

Pero cuando con lentitud, ascendió su mirada, Aria permaneció en su lugar, sus ojos vidriosos contenían lágrimas que con fuerza reprimía para evitar dejarlas salir.

—Regresa a tu territorio —dijo con voz ahogada.

Con la angustia de alejarse de la mujer de su vida, Sean retrocedió y dándole la espalda atravesó la carretera sin siquiera mirar, ignoró el bocinazo y el insulto del camionero al que esquivó de milagro.

— ¡Sean!

El llamado de Aria lo detuvo, incapaz de volver a mirarla, esperó.

—Todavía tenemos una promesa que cumplir, nos volveremos a ver.

Escuchó sus pasos alejarse cada vez más, se quedó en su lugar aun cuando la brisa ya no traía su aroma, aun cuando lo único que podía oír eran los cantos de las aves que revoloteaban nerviosas en las copas de los árboles.

Después de todo, el depredador estaba en casa.

Dejando de lado su aflicción, se concentró en regresar con su clan, ascendió por la ladera empinada salpicada de altos arboles sin hojas y pinos enormes.

El deshielo de primavera todavía no se llevaba los manchones de nieve blanca que permanecían puros bajo la cubierta de los árboles, a medida que avanzaba, el terreno se convertía en un mosaico de tonos marrón, blanco, verde y gris.

Ya en la cima, encontró las marcas sobre los troncos de los árboles, marcas que mostraban el final del territorio Ice Dagger y la frontera con el suyo. Descendió, adentrándose en sus tierras, en el bosque que conocía de punta a punta.

Debería sentirse ansioso por ver a todo su clan, a su lugarteniente y mejor amigo. Debería.

Sin embargo, lo único que sentía era ese vacío en su corazón, provocado por la simple ausencia de Aria. Sólo que ésta vez, era más profundo, grande y doloroso, ahora que tenía el sabor de Aria en su boca le era más difícil la distancia entre ambos.

Secando el agua que nublaba su visión, Sean comenzó a correr, calmó su angustia al sentirse liberado, con el viento revolviendo su cabello, la tierra húmeda moviéndose bajo sus pies, el aire colmando sus pulmones, la libertad era algo que extrañaba.

Cuando pudo advertir con su olfato un aroma conocido, detuvo sus pasos y descansó sobre la base de un gran abeto. Flores exóticas mezcladas con miel.

Kaylee.

La cabaña de Luke estaba a varios metros de distancia.

—Luke —escuchó decir a la mujer— ¿Puedes oler eso?

Cambiando su posición, avanzó sin prisa hasta quedar al descubierto, el sol llegó a su punto más alto, brillaba cálidamente sobre su cabeza.

Un grito ahogado salió de la pequeña mujer de cabello rojizo y ojos grises. Kaylee, bajó los escalones del porche y corrió a su encuentro. Sean recibió su reconfortante abrazo, alzándola en el aire le dio un par de vueltas y luego volvió a dejarla en tierra firme.

—Estábamos tan preocupados —ella dijo sonriendo, luego se separó y su sonrisa fue perdiendo amplitud— ¿Dónde está Aria?

—Donde debe estar —respondió, guardando su renovada angustia en su interior—. En su territorio, con su clan.

Kaylee apretó sus mejillas dándole otra radiante sonrisa, miró hacia atrás, hacia donde Luke, inmóvil y sorprendido los miraba a ambos.

—Lauren está dormida —dijo y luego se transformó.

Un hermoso leopardo de las nieves apareció, Kaylee se despidió con una inclinación de cabeza y corriendo, desapareció entre los árboles.

Por varios minutos, Sean y Luke quedaron en silencio, mirándose el uno al otro.

—Me alegra verte vivo —Luke murmuró con emoción y lo abrazó.

La alegría y la fuerza de su amigo se filtraron en ese breve abrazo, aliviando el peso de sus pensamientos.

—También me alegra verte ¿Todo en orden?

Enderezando su postura y poniéndose en posición de guardián, con una sutil sonrisa Luke dijo:

—Todo en orden, alfa.

Dio una ligera inclinación, que Sean; avergonzado por haberse atrevido a pensar que su leal lugarteniente podría haber optado por no cederle su lugar, correspondió con el mismo gesto.

—Tenemos mucho que hablar.

— ¿Aria está bien?

Su corazón latió con fuerza al recordar, sus labios aun llevaban el sabor de aquel beso.

—Sí, lo está.

—Bien —dijo Luke luego de un suspiro algo extenso—. Ahora dime ¿En dónde se han metido todo este tiempo?




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Gracias por leer
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Espero que te haya gustado el capítulo, gracias por tu tiempo. No olvides dar tu voto o tu opinión en comentarios, de verdad valen mucho para mí 😊
Nos veremos en la siguiente actualización 😘

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